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CRITICA
Por: PACO CASADO
Como solía ocurrir en otros tiempos, en estos días próximos a la Semana Santa se solían programar películas religiosas o de las llamadas de romanos, por lo que siguiendo la tradición está bien encajada en estas fechas 'La abadesa' (2023), que nos llega tras su pase por el festival de cine de Málaga.
Esta historia real se desarrolla en el siglo IX, en plena Edad Media, en unos momentos convulsos que parecen no acabar nunca, sobre el Monasterio de San Juan de Ter en tierras de Cataluña en la frontera con los Pirineos.
A la muerte del conde Giufré, su padre, dueño y señor de aquellos contornos, la joven Emma, de diecisiete años, entra en un convento en el que es nombrada abadesa, un lugar en el que los moriscos que viven en los alrededores están en lucha contra los cristianos, lo que le ocasionan problemas, como igualmente alguna de las monjas o de las chicas internadas por sus familias para conservar la virtud o quitársela de encima, por lo que no tienen vocación religiosa, y no son monjas, pagando por ello un dinero que sirve para mantener el convento, incluida una morisca, Clara, que se encarga de la cocina.
Ella desea cumplir los deseos de su padre de repoblar las tierras que rodean al recinto religioso y expandir la fe, ahora dominadas por su hermano.
Ella trata de auxiliar a las persona más menesterosas aydándoles dándoles comida y enseres para poder vivir lo más decentemente posible.
Emma tiene que luchar con una sociedad compuesta por hombres en la que la mujer no cuenta para nada más que para traer hijos al mundo.
Cinematográficamente el film está bien realizado por el director catalán Antonio Chavarrías, del que recordarán algunos de sus títulos como 'Volverás' (2002), 'Las vidas de Celia' (2006) o 'El elegido' (2016) que vuelve a la dirección tras hacer trabajado un tiempo en el terreno de la producción.
Dota a la historia de una buena ambientación en cuando a decorados y vestuario que les dan un gran realismo a la acción.
Lástima que dada la historia a contar abuse un poco de un metraje excesivo, lo que hace que el relato se ralentice y pierda un poco el ritmo, sin que haya muchos momentos emocionante que eleven el interés.
Tiene una planificación que resulta de lo más adecuada, realzada por la fotografía iluminada a base de velas de Juan Elizalde, mientras que la música pasa bastante desapercibida prestándole más atención a los cantos religiosos.
Es interesante la labor interpretativa que hace en el papel protagonista la novata Daniela Brown junto a la más experta Blanca Romero en el personaje de Eloísa o Carlos Cuevas, como el hermano de la abadesa.
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