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CRITICA
Por: PACO CASADO
Esta película mezcla el género policiaco con el thriller judicial, ya que una cosa es consecuencia de la otra y así la trama se divide casi a partes iguales.
Ted Crawford es un rico ingeniero aeronáutico que tras descubrir la infidelidad de Jennifer, su esposa, planea su asesinato, disparándole un tiro en la cabeza que la deja en coma y a continuación declara su acción a la policía.
Por su parte Willy Beachum es un joven ayudante del fiscal del distrito que suele ganar todos sus casos, por lo que ha recibido una suculenta oferta de uno de los mejores bufetes de la ciudad. Antes de marcharse ha de encargarse de este asunto criminal, aparentemente sencillo, pero se enfrenta a la inteligencia de Ted Crawford que logra que el juicio se declare nulo por defecto de forma y falsedad en las pruebas.
A pesar de ello no da su brazo a torcer hasta demostrar su culpabilidad.
Le pierde su narcisismo, su ambición y su egoísmo, pero su orgullo le da fuerzas para poder seguir adelante.
Se establece así un desafío importante, un pulso psicológico fuerte entre los personajes el mismo que entablan los dos actores masculinos, Anthony Hokins y Ryan Gosling.
En este aspecto gana la veteranía y calidad interpretativa de Anthony Hopkins ante el cual Ryan Gosling nos parece un endeble rival, aunque en el temático se lleve finalmente el gato al agua.
El guion alarga tal vez demasiado la parte central y se precipita en la resolución del caso al final cuando ya parece que no tenía solución.
El título se refiere a las fracturas que se producen para no llegar a ser el crimen perfecto que pretendía.
El director tejano Gregory Hoblit, un correcto artesano, ya tenía experiencia en este género en Las dos caras de la verdad, uno de sus primeros films que tiene cierta semejanza con éste, haciendo una aseada puesta en escena, con una planificación adecuada, buen uso de la fotografía de Kramer Morgenthau y de la música compuesta por Mychael Danna y Jeff Danna
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