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CRITICA
Por: PACO CASADO
La novela de Gaston Leroux, publicada en 1911, ha servido de fuente de inspiración para el cine en varias ocasiones, unas veces basadas directamente en la obra literaria y ésta en la versión musical que sobre la misma llevó a cabo el compositor británico Andrew Lloyd Webber, estrenada el 9 de octubre de 1986 en Londres, que se centra más en la historia de amor que en el aspecto terrorífico de la misma, con una partitura clásica más operística que otras obras suyas anteriores como Jesucristo Superstar o Evita y tal vez menos inspirada a pesar de que sea considerada su mejor obra por algunos y la de más larga estancia en los escenarios.
La primera versión fílmica data de 1925, muda con Lon Chaney dirigida por Rupert Julian, otra en 1943 de Arthur Lubin, con Claude Rains la de 1962 de Terence Fisher con Herbert Lom para la Hammer, 1974 de Brian de Palma con Paul Williams en clave de rock, y en 1989 de Dwight H. Little, con Robert Englund.
En el París del siglo XIX, al Teatro de la ópera llega una nueva soprano, Christine Dáae, quien sustituirá en su día a la prima donna, cuando Erik, el hombre de la cara desfigurada que habita en los sótanos del teatro se enamora de ella y la hace su musa, creándole una cierta dependencia de su enigmático maestro en el que cree ver la figura de su padre que llega desde el más allá. Pero los celos entrarán en escena cuando el nuevo propietario del teatro, el vizconde de Chagny, se enamora también de Christine.
La obra musical no es totalmente fiel a la novela de Leroux, dándole más relevancia al carácter romántico que al gore y sobre todo le da protagonismo a la música.
En este sentido la película es una especie de documento de la obra teatral, congelado en el tiempo, sobre la que Schumacher ha añadido algunas escenas y Webber unos minutos de música incidental y la canción que suena en los créditos finales, para optar al Oscar.
Por lo demás es una versión del brillante y lujoso musical, con una deslumbrante y excesiva puesta en escena, demasiada recargada de escenarios barrocos y coreografía, con abundantes movimientos de cámara, pero excesivamente gélida, siendo lo mejor la banda sonora que gustará a los que amen la obra musical original. Pero por favor véanla en versión original subtitulada, ya que la versión española nos suena a zarzuelera.
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