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CRITICA
Por: PACO CASADO
Una célebre fotógrafo, Laura Mars, empieza a tener una horribles visiones a través de su cámara.
Por el objetivo, cuando fotografía a las modelos ve cómo, uno tras otro, todos son asesinados y ella misma es amenazada y atacada de muerte.
Cada vez que los crímenes se van sucediendo, ella ve interiormente su ejecución, que coincide plenamente con la situación real.
Son sus ojos son como cámaras, como prolongaciones de sus propias máquinas de fotografiar, situándose siempre en la posición del propio asesino, lo que le impide saber cual es su identificación y conocer su verdadera identidad y su personalidad.
Cuando se lo cuenta a la policía únicamente la cree el teniente Neville.
La acción gira en torno a este increíble argumento sobre el que podía haber montado una buena película de suspense y misterio, pero el vulgar artesano que es el director Irvin Kershner únicamente se dedica a seguir un guion que no está esencialmente logrado, en el que se exageran notablemente las situaciones y se pone en boca de sus personajes unos diálogos tan increíble que no hay espectador que se los crea.
Junto a ello hay que considerar la endeble interpretación que Faye Dunaway lleva a cabo en esta ocasión, una actriz que va cada vez a peor y que cada vez es menos utilizada por los directores que únicamente saben ponerles maquillajes pálidos y sombreros elegantes sobre su cabeza, lo que hace que la cinta no funciones en la mayor parte de la narración, que se reserva para el desenlace la consabida sorpresa sacada de la manga como ocurre en este caso.
Hay que destaca, no obstante, en esta película la interpretación de los actores secundarios en general y las excelente y sofisticadas fotografías del trabajo de la protagonista, así como la hermosa canción que canta la extraordinaria Barbra Streisand: 'Prisioner'.
Pero todo esto no son más que datos muy aislado y esporádicos que se dan en este film que no logran salvarlo en todo su conjunto.
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