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CRITICA
Por: PACO CASADO
Lo primero que salta a la vista al contemplar esta película es el contraste que hay entre el tratamiento del tema y los actores que lo protagonizan.
Estos últimos, Meg Ryan y Matthew Broderick, hacen pensar que es una comedia romántica al uso, pero nada más distante de esa realidad, ya que aunque con humor, se trata de la vitriólica venganza de una chica, fotógrafo de profesión, que ha sido abandonada por su novio, el dueño de un restaurante francés que lo único que buscaba era un certificado de residencia si contraía matrimonio con ella. Su alianza con el chico abandonado por la nueva novia del francés, hará un dúo perfecto para llevarla a cabo, ya que él, que es astrónomo, se ha instalado en el edificio abandonado que hay frente al romántico nido de amor de la pareja, donde les pueden vigilar bien y hacerle una faena tras otra.
Aunque se trata de una comedia de enredo, con final previsible, lleva dentro una explosiva carga de profundidad, ya que los protagonistas son dos perdedores que quieren recuperar a su respectiva media naranja.
Este film marca el debut en la dirección del actor Griffin Dunne en cuya inventiva y visual realización destaca una inteligente forma de espionaje a través de un artilugio llamado cámara oscura, hallazgo de guión que potencia la puesta en escena que permite el espionaje de la pareja, a toda pantalla y sofisticado sonido estereofónico, en lugar de hacerlo con prismático, como si de La ventana indiscreta se tratara.
Y es que las ciencias progresan que es una barbaridad.
La pareja protagonista se acomoda bien a sus respectivos papeles, arropados por las cortas intervenciones de los secundarios.
Todo ello hace de esta cinta un entretenido y aceptable pasatiempo.
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