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CRITICA
Por: PACO CASADO
Segunda película que nos llega sobre el "Break", aunque primera en el tiempo de producción, que vuelve a tocar el tema de esta especie de baile practicable tan solo con una buena percepción atlántica, en el que se describen círculos con los pies y apoyo de las manos y cabeza a compás de una frenética y sincopada música de extraños efectos sonoros y mezclas de los mismos, que ya forma parte de la cultura y lenguaje de los jóvenes habitantes del sur del barrio neoyorquino del Bronx.
En la cinta se mezcla la problemática de varios de estos chicos, desde un tal Ramón, gran artísta del graffiti, enamorado de su pintura para la que vive día y noche, que se resiste a trabajar en otros oficios a lo que sucumbe para poder reconocer y alimentar a su mujer y a su hijo, cuyo mejor vehículo de expresión son los blancos trenes del metro; hasta el disc-jockey que sueña con el Roxy, la mejor discoteca del barrio o Tracy, la chica de color acomodada que enamorada de éste trata de ayudarla al igual que a su hermano, un innovador de esta clase de danza.
Todo se mezcla para ofrecernos una película en la que se reflejan estos sueños, esperanzas e ilusiones de un triunfo dentro de una cultura o subcultura que nace y que con estos films comienza a llegar a los bordes de su territorio, el Bronx y atraviese las fronteras expandiéndose por el mundo entero, formando parte de una vanguardia contemporánea y contribuyendo a la renovación del mundo del arte, de la danza y de la música.
Quizá todo ello se le debe a Harry Belafonte que se le ocurrió hacer esta película, tal vez con interes, puesto que puede ser un nuevo filón cinematográfico, en el que en lugar de mostrarnos la violencia del controvertido barrio neoyorquino se nos cambia por los constantes desafíos a través de la danza y la música.
La película, sin lugar a dudas, nos muestra una realidad social existente de esta juventud preocupada por la música, que no ha tenido más que lanzar las cámaras a la calle y así captarla, puesto que la película ha sido rodada en los lugares reales, alejado en todo momento de los platós de los Estudios.
Lástima que la realización de la misma no acompaña en inspiración estética y puesta en escena a la importancia del posible documento que contienen sus imágenes, con algunos baches de interés en el desarrollo de las historias y tal vez exceso de canciones y baile, quizás llevados de un excesivo interés en mostrar las mismas.
Su director, Stan Lathan, procede de la televisión, acostumbrado a telefilms o capítulos de series como los realizados en "Fama" "Flamingo Road" o "Los Waltons", pierde a veces el ritmo ante un largometraje.
Su labor se ve ayudada por la coreografía de Lester Wilson, muy espectacular en ocasiones, al que se le debe la de "Fiebre del sábado noche" y brillante la fotografía de Tom Priestley jr., que cuenta ya en su haber trabajos como los de "La decisión de Sophie" o "Silkwood".
La película interesa especialmente a un público juvenil.
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