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CRITICA
Por: PACO CASADO
Hoy día todavía nos encontramos con alguna frecuencia ante una pantalla de televisión o una gigantesca tela de Todd-Ao, una antigua y polvorienta película de uno de los genios de la cinematografía de todos los tiempos, Charles Chaplin "Charlot".
Y entonces nuestra vista escudriña la hermosa pantalla gigante para encontrar perdido allá en el centro de la misma un reducido recuadro y dentro de él la menuda figura del genio que hace reír a carcajada limpia.
Esta fue la impresión que nos causó esta película de Jerry Lewis.
Cuando todavía teníamos los ojos bañados en luz por la visión de un documental en Todd-Ao sobre la figura del querido papa Juan XXIII, la pantalla se redujo considerablemente de tamaño para dar paso al cómico americano, que venia a demostrarnos, una vez más, que es él el único artífice y genio de sus películas.
Y quizás sea aquí donde mejor se pueda hacer esta observación y el mejor ejemplo para su demostración.
Con Jerry Lewis está ocurriendo como sucedió con Cantinflas en cuyas películas figura un director, generalmente Miguel M. Delgado, pero realmente quien lleva el largometraje es el propio Mario Moreno.
Este es más o menos el caso de Frank Tashlin.
Por otra parte Jerry Lewis tiende a ser autosuficiente como lo es Chaplin, interviniendo en la dirección, guion, producción e interpretación de sus films.
Y es en este último apartado en donde tiene más semejanzas con el genial cómico inglés.
Hoy día tienen vigencia sus películas, aunque estas sean mudas, y la seguirán teniendo en el futuro.
Y así ocurrirá con los films de Jerry Lewis, ya que éste tiene adquirida la misma técnica, basada en la mímica de la expresión.
En una película en que carece casi por completo de un guion, con tan solo una débil línea argumental, Jerry Lewis la saca a flote construyendo un bonito álbum en el que se eclosiona un buen montón de gags cinematográficos cien por cien, todos ellos basados en su trabajo, en su persona.
Frank Tashlin tan solo asoma las orejas cuando desaparece de escena Lewis, que en honor a la verdad son pocas veces, pero también hay que reconocerle, que si la película lleva un ritmo lento, que no se note por la presencia del cómico, es cierto que gana considerablemente altura en el último cuarto de hora con la secuencia de los automóviles, que en cierto modo nos recordó a la de Richard Quine en "La pícara soltera".
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