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CRITICA
Por: PACO CASADO
El Federico Fellini intimista y neorrealista de sus primeras películas dio paso al que nos contaba sus recuerdos en 'Amarcord' (1973) o 'Roma' (1972), y después vino uno más ampuloso, con deseos de grandiosidad en cada nueva obra, que perdió crédito ante los espectadores y la credibilidad de los productores.
Ese Federico Fellini era simbolista y barroco, llegaba menos al corazón del público, por ser más hermético.
Aquí en 'Y la nave va' (1983), nos cuenta el viaje de un transatlántico de lujo, en 1914, de unas personas que van a una isla a esparcir las cenizas de una prima donna, en el lugar donde nació.
Durante la travesía recogen a unos servios tras el atentado de Sarajevo, lo que provoca el enfrentamiento de dos mundos, dos clases sociales, como ocurre en la escena en que un grupo de divos de la ópera, rivalizan por la nota más alta ante el entusiasmo de los que alimentan las calderas del barco para que pueda navegar.
Es un film cargado de simbología en el que Federico Fellini pone las piezas y el espectador compone el complicado rompecabezas. Al final el director nos descubre la carpintería de los grandes decorados que montó en los estudios romanos de Cinecitta, con cuarenta escenarios, cientos de actores y más de tres meses que duró el rodaje.
A lo largo de la narración mezcla lo real con los fantástico, en una combinación bastante absurda tras tanto gasto, lo que dividió a la crítica.
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