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CRITICA
Por: PACO CASADO
Tras su presentación en el Festival de cine de San Sebastián, llega a las pantallas 'Un fantasma en la batalla' (2025) dirigida por Agustín Díaz Yanes, que supone la vuelta de este director tras ocho años, con una buena factura como es habitual en él.
Amaia, una joven agente de la Guardia Civil española se infiltra en la organización de la organización terrorista ETA, el grupo que pretende llevar a cabo el separatismo vasco del resto de España, y pasa más de una década localizando sus escondites en el sur de la vecina nación de Francia donde tiene su refugio fuera del país pero cerca a sus objetivos.
En esa peligrosa misión se ve sumida en la soledad de la clandestinidad teniéndose que enfrentar a los más violentos crímenes que llevan a cabo sus compañeros y a los crueles interrogatorios a quienes apresan, aunque lo más fácil es asesinar.
En esta historia de intriga y con un buen ritmo narrativo, algo que queda en el aire es el razonamiento que le lleva a ella a tomar esa peligrosa decisión durante tanto tiempo, poniendo siempre en peligro su propia vida y sin tener contacto durante una década con sus familiares y amigos.
Únicamente se comunica con su jefe inmediato para ponerle al corriente de todo aquello que va descubriendo de las siguientes acciones que realizará la banda terrorista, sin dar ocasión a que sospechen que hay un topo entre sus filas.
Los insertos televisivos en la historia le dan un mayor realismo y veracidad a la acción.
El argumento está inspirado en la lucha contra ETA que supuso un antes y un después en la lucha antiterrorista en nuestro país durante el contexto histórico, político y social desde lo años 90 a los 2000.
Esta historia tiene el esquema de una película policiaca o de espionaje, con lo que ello conlleva en todo momento de situaciones peligrosas y se suspense constantemente que pone en vilo el ánimo del espectador, con una puesta en imagen muy interesante y efectiva de lo que se cuenta.
Otro de los aspectos que hace que esta producción sea digna de ser vista es el ritmo narrativo que en todo momento tiene el argumento en cuya trama los diálogos son escasos y sobre ellos prima la acción en todos los momentos que resultan esenciales, con una descripción de tipos de un simple plumazo.
El responsable de todo ello es un director como Agustín Díaz Yanes al que estamos acostumbrados a su buen hacer en la realización de títulos anteriores y ahí están las muestras de Nadie halará de nostras cuando hayamos muerto (1995) o Sin noticias de Dios (2001), entre otros interesantes de su notable filmografía.
En cuanto a la interpretación Susana Abaitua lleva a cabo un trabajo realmente interesante.
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