Título: | UN CUENTO CHINO | |
Tit. Orig.: |
UN CUENTO CHINO | |
Nacionalidad: | ARGENTINA, ESPAÑA, 2011 | |
Dirección: | SEBASTIÁN BORENSZTEIN | |
Guión: | SEBASTIÁN BORENSZTEIN | |
Fotografía: | RODRÍGO PULPEIRO | |
Música | LUCIO GODOY | |
Interpretes: | RICARDO DARÍN, MURIEL SANTA ANA, JAVIER PINTO, IGNACIO HUANG | |
Censura: | AUTORIZADA PARA TODOS LOS PUBLICOS | |
Duración: | 93 MINUTOS |
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Por PACO CASADO
El cine argentino, una vez más, en colaboración con España, hace una comedia de un drama, como ya lo hizo en El hijo de la novia, por poner el primer ejemplo que se nos viene a la cabeza, y no es que tenga nada que ver con aquella.
Sebastián Borensztein, tras debutar con La suerte está echada (2005), a la que siguió Sin memoria (2010), hace con Un cuento chino (2011) su tercer largometraje y primero que llega a nuestras pantallas comerciales, que fue todo un éxito en Argentina estando durante varios meses en las carteleras.
Para escribir el guión del mismo se inspiró en una extraña noticia que leyó en un periódico y a partir de ahí le dio la vuelta para contar esta historia.
Roberto es un hombre solitario, un ferretero de costumbres atávicas, maniático, pero con un buen corazón, que colecciona noticias insólitas recortadas de los periódicos. Un día ve cómo un taxista arroja de su coche a un chino, Jun. Lo lleva a la policía y a la embajada china, pero termina quedándoselo en casa.
Lo que sigue después son los manejos de Roberto para tratar de encontrar al familiar que busca Jun, a pesar de que no entiende ninguno el idioma del otro. Por medio hay una mujer que está enamorada secretamente de él, pero no le echa cuenta.
Se trata de una película sencilla, sin muchas pretensiones, en donde Roberto trata de enseñar a Jun y acaba aprendiendo de él.
A lo largo del guion hay una cierta crítica a las instituciones oficiales que nada quieren saber de este pobre inmigrante que no puede manejarse solo y únicamente la nobleza y honradez de Roberto le salva de la indigencia.
Film optimista que hace un retrato sobre la solidaridad, la necesidad de las relaciones humanas, a veces imposibles y las ganas de vivir, que transmite encanto a través de esta pequeña historia, muy bien desarrollada narrativamente, creíble en todo momento, en torno al choque de dos culturas tan diferentes.
Cinta agridulce, como la comida china, con momentos dramáticos poco acentuados, sin ser sensibleros, de los que se obtiene su comicidad constante a lo largo de toda la proyección por las insólitas situaciones que se producen entre los protagonistas. Toca temas como la incomunicación, el dolor del pasado, la pérdida de seres queridos, el abandono, la soledad y la necesidad de sobrevivir en un mundo extraño.
Ricardo Darín es el centro y eje de este relato que con su buen trabajo insufla humanidad al personaje en los momentos más insólitos que se le presentan.
Sebastián Borensztein hace una puesta en escena sencilla, llevada a cabo a buen ritmo, a lo que contribuye una bonita partitura musical de Lucio Godoy, muy apropiada a lo que se nos está contando.