Título: | BLACKTHORN (SIN DESTINO) | |
Tit. Orig.: |
BLACKTHORN (SIN DESTINO) | |
Nacionalidad: | ESPAÑA, FRANCIA, BOLIVIA, 2011 | |
Dirección: | MATEO GIL | |
Guión: | MIGUEL BARROS | |
Fotografía: | JUAN RUIZ ANCHÍA | |
Música | LUCIO GODOY | |
Interpretes: | SAM SHEPARD, EDUARDO NORIEGA, STEPHEN REA, MAGALY SOLIER, DOMINIC McELLIGOTT, NIKOLAJ COSTER-WALDAU, PADRAIC DELANEY, CRISTIAN MERCADO | |
Censura: | NO RECOMENDADA PARA MENORES DE 12 AÑOS | |
Duración: | 98 MINUTOS |
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Por PACO CASADO
En multitud de ocasiones se ha dicho que el western ha muerto y sin embargo de vez en cuando alguien lo resucita y hace una nueva cinta sobre este género.
Lo insólito es que lo haga un director español, Mateo Gil, que tan solo había dirigido una película, "Nadie conoce a nadie" (1999) y se atreve a ello en su segundo largometraje, con un guión ajeno, de Miguel Barros, cuando en realidad es el guionista de los films de Alejandro Amenábar, y situando la acción en un paisaje no habitual del western, Bolivia a comienzos del pasado siglo, y con un nombre mítico como el de Butch Cassidy.
La figura de este bandido americano ya fue tratada en "Dos hombres y un destino" (1969) de George Roy Hill, e incluso se hizo el inicio de esa historia diez años más tarde con "Los primeros golpes de Butch Cassidy y Sundance Kid" (1979), de Richard Lester.
Ahora más de treinta años después, se retoma el relato para hacer la continuación, cuando son dados por muertos y huyen a Bolivia donde vivieron de incógnito durante bastantes años.
Decía John Ford que entre la verdad y la leyenda siempre es preferible rodar esta última y eso es lo que hace este buen guión de Miguel Barros en el que puede haber, y de hecho lo hay, mucho inventado.
Butch Cassidy, todo un símbolo de una época que acaba, ha envejecido criando caballos y tras venderlos decide volver a su país, a la muerte de la mujer con la que tuvo un hijo.
El encuentro con el ingeniero español Eduardo Apocada, que ha robado la mina en la que trabajaba, le cambiará los planes, entablando amistad con él y ayudándole al ser perseguido, aunque no es el único que guarda un secreto.
El forajido, que vive su destierro voluntario como una especie de redención y pago por sus delitos, se ha convertido en un pacífico vaquero solitario, alejado de la muerte, en el que han nacido sentimientos de lealtad y decencia, en donde tiene su importancia la mujer, cuya relación resulta aquí muy verosímil y natural.
Butch y Eduardo son dos tipos de delincuentes opuestos, uno con código de honor y otro que ha perdido el honor y la ética.
Entre ellos hay desconfianza al principio, después amistad, libertad, lucha por la vida, compañerismo y necesidad de compañía ante la soledad, hasta el momento en que se impone la justicia.
Mateo Gil arriesga bastante al cambiar de género, al atreverse con el western, a rodar en otro país, a hacerlo con actores extranjeros y sobre todo con la mítica figura del polifacético Sam Shepard que hace un estupendo trabajo al que le presta debida respuesta Eduardo Noriega en una de sus mejores actuaciones y sin olvidar a Stephen Rea en su breve pero interesante papel.
La cinta funciona muy bien transformando en bellas imágenes de Juan Ruiz Anchía el interesante guion, que tiene calidad, y que hizo que aceptara el insigne actor, que encabeza un buen reparto.
El director no se complica la vida en la puesta en escena que lleva a cabo con las características de un western clásico, de espacios abiertos, con persecuciones, disparos y la violencia necesaria, manejando bien los elementos que tiene a su alcance, con una forma de contar sugerente, a buen ritmo, aunque a veces flaquee un poco, y con una buena reconstrucción de la época.
En sus imágenes se nota una cierta nostalgia típica del western crepuscular.