Título: | MAD MAX, SALVAJES DE AUTOPISTA | |
Tit. Orig.: |
MAD MAX | |
Nacionalidad: | AUSTRALIA, 1979 | |
Dirección: | GEORGE MILLER | |
Guión: | JAMES McCAUSLAND, GEORGE MILLER | |
Fotografía: | DEAN SEMLER | |
Música | BRIAN MAY | |
Interpretes: | MEL GIBSON, JOANNE SAMUEL, STEVE BISLEY, HUGHE KEAYS-BYRNE, ROGER WARD, TIM BURNS, GEOFF PARRY, SHEILA FLORENCE | |
Censura: | AUTORIZADA PARA MAYORES DE 18 AÑOS. Clasificada "S" | |
Duración: | 90 MINUTOS |
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Por PACO CASADO
'Mad Max, salvajes de autopista' (1979) es la película que nos descubrió el cine australiano moderno, pleno de violenta donde los haya, por lo que recibió la calificación S, que no es más que la historia de una venganza, la de un policía de autopista, contra los componentes de la violenta banda de motoristas que mataron a su mujer, a su hijo y a un compañero del cuerpo, en una época futurible de autodestrucción.
Las miserables carreteras secundarias se han convertido en caldo de cultivo de criminales que buscan gasolina, un producto que escasea en esos tiempos.
La exaltación de la violencia como método para producir el efecto contrario en el espectador es un sistema de probada eficacia cuando está tratado con inteligencia, que era lo que hacía el famoso director Sam Peckinpah en sus mejores obras, como una buena muestra de ello.
Sin embargo, cuando no se sabe controlar, puede suceder como en este film, donde se nos presenta una situación exagerada al límite, que roza el sadismo en ciertas ocasiones y que no es más que un simple pretexto para lograr una espectacularidad fácil y de todo punto gratuita.
Después de una explosión nuclear, el pánico ha cundido entre la población: los suicidios son frecuentes, como también los robos y asesinatos.
La policía apenas puede hacer frente a la situación.
Max es un agente que ha perdido a su familia.
Ahora él mismo se suma al número de los violentos obsesionado por llegara cabo su venganza hasta sus última consecuencias.
Con un pretendido carácter futurista o premonitorio, Mad Max, salvajes de autopista (1979) es la historia de este policía del servicio de vigilancia de carreteras, que tras la muerte de un compañero, de su esposa y de su hijo, a manos de una pandilla de salvajes motorizados, decide tomarse la justicia por su mano.
La historia está basada en una idea original de George Miller y Byron Kennedy, que fue convertida en guion para la pantalla por James McCausland y el propio George Miller que se ha encargado de transformarla en imágenes.
La cinta, que utiliza la rápida identificación del espectador, merced a una burda acumulación de desgracias acaecidas al protagonista, se hace entretenida pero algo reiterativa, por el abuso de las persecuciones y las secuencias de carreteras, que ocupan gran parte del metraje.
Debido a su carácter espectacular mantiene el interés del público a lo largo de su desarrollo.
A destacar, quizá, algunos hallazgos aislados y un par de secuencias, como la del bosque, donde el suspense está plenamente conseguido.
En lo formal posee una discreta fotografía de David Eggby, una labor interpretativa mediocre, una música grandielocuente y de fáciles recursos de Brian May, que completan este violento producto, un tanto exótico, que nos descubrió al joven actor de 21 años Mel Gibson y al cine australiano.
Ganó cuatro premios del Instituto de la cinematografía australiana: música, montaje y sonido y un premio especial. Premio especial del jurado en el Festival de cine fantástico de Avoriaz 1980.