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CRITICA
Por: PACO CASADO
La aparición de 'El proyecto de la bruja de Blair' (1999) de Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, hecha con cuatro dólares, aportó la idea original de encontrar unas cintas y lo que de ellas se derivaba, pero al mismo tiempo el horror de una cámara a mano y de un buen puñado de imágenes que cualquier montador sensato quita antes de verla.
Esto ha provocado un buen número de malas películas en franquicias como 'Paranormal Activity' que comenzó en 2007 ideada por Oren Peli que aún continúa, aunque afortunadamente dicen que será la última entrega, aunque todo dependerá de la acogida popular que tenga por parte de esa juventud que aún sigue tragándose estos aburridos rollos.
De momento tenemos a nuestro favor que algunos empresarios americanos se han negado a estrenarla para no seguir aburriendo y engañando al público con el riesgo de que éstos abandonen las salas para no ver más lo mismo de siempre.
Por nuestra parte los críticos de los principales periódicos y revistas especializadas de tirada nacional han desistido de comentarla y hasta la distribuidora no ha dado pase previo.
La familia Fleege, compuesta por Ryan el padre, un diseñador de videojuegos, Emily, la madre y Leila una hija de pocos años, acaban de mudarse de casa, en Palo Alto, donde reciben a Mike, el hermano de él y a una chica.
Un día encuentran una caja con unas cintas de VHS que habían dejado olvidadas los anteriores inquilinos y descubren que los personajes que aparecen en ellas, entre otros dos chicas, interactuan con los que la están viendo.
Junto a ellas, en la misma caja, hay una antigua cámara que puesta en funcionamiento graba imágenes de espíritus o similares fenómenos extraños.
Entre tanto la niña habla con Tobi, alguien inexistente, y la familia intenta proteger a su hija de una entidad maligna que tiene un siniestro plan.
Para ello instalan cámaras en las diversas habitaciones para captar los fenómenos que se producen durante la noche.
Buena parte del ¿argumento?, como es habitual, lo componen las grabaciones de las siete noches que han captado las cámaras en las que sucede lo de siempre, golpes de sonido para sobresaltar al espectador, aparición de fantasmas y otras lindezas mil veces vistas y con la habitual mareante cámara a mano.
Una novedad que introduce esta nueva entrega es la aparición de un sacerdote para examinar a la niña y tratar de hacerle un exorcismo, algo que hasta ahora no se les había ocurrido a los guionistas, cuatro en este caso, demasiados para aportar tan poca imaginación.
Igual le sucede a Gregory Plotkin, hasta hoy montador de más de una veintena de títulos y de los últimos capítulos de esta serie, que debuta aquí en la dirección de un largometraje, que aburre tremendamente.
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