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CRITICA
Por: PACO CASADO
Con una voz que llega al corazón, tras abrirse paso rompiendo los tímpanos y demás órganos, la excéntrica y adinerada baronesa Marguerite Dumont intenta triunfar en el mundo musical del París de los años 20 tras la Primera Guerra Mundial.
La película comienza con Marguerite en su castillo no muy lejos de París, donde da una fiesta benéfica, como todos los años, a la que acuden los amantes de la música que contribuyen con sus donativos por la buena causa de los huérfanos de la Gran Guerra para la que ha sido montada y en la que como colofón la propia anfitriona dará su esperado recital, del que todo el que puede huye a escondidas por no oír sus desafinados gritos.
Con una fe ciega en su prometedora carrera, alentada por su hipócrita entorno que no se atreve a decirle que carece por completo de talento musical, Marguerite termina, a pesar de todo, seduciendo falsamente a las mentes menos encorsetadas de su mundo.
Ella se cree que canta como los ángeles, pero desafina como todos los demonios, hasta tener que ponerse tapones en los oídos los criados que tiene a su servicio, menos Madelbos, su fiel servidor de color que le sigue la corriente y le hace creer lo que no es ni de lejos, lo contrario que George, su esposo, que siempre se retrasa cuando da algún recital para no escucharla, con la excusa de que se le ha averiado el coche, tras mancharse las manos de grasa para justificarse, pero la deja creerse lo que ella quiera por interés, porque está arruinado y es Marguerite la que tiene el dinero, mientras él se consuela con su amante a sus espaldas, excusando sus ausencias con sus negocios que van de mal en peor si no es por sus socios.
El personaje del criado negro que le sigue la corriente es como un calco del que hacía Erich von Stronheim en 'El crepúsculo de los dioses' (1950), de Billy Wilder, para convencer a la Norma Desmond que hacía Gloria Swanson de que aún seguía recibiendo abundantes cartas de sus admiradores, siendo la diva que fue en su momento, pero que ya no lo era.
Está libremente basado en una historia real, la vida de Florence Foster Jenkins, que en la película ha sido sustituido por Marguerite; no se sabe mucho de esta mujer, excepto que era rica, pero desafinaba enormemente, y el público hipócrita, actúa como si ella fuera la diva que cree que es.
Sobre esta historia se está llevando a cabo otro film bajo la dirección de Stephen Frears, con Meryl Streep.
Mantiene un equilibrio entre la comicidad, la ironía, la parodia, la tragicomedia y el sentimiento que aunque no es una gran cinta sí en cambio resulta un buen divertimento.
La actriz Catherine Frot, a la que recordamos de 'La cocinera del presidente' (2012), hace un magnífico papel interpretando a esta ingenua y engañada mujer rica.
El encargado de llevar a cabo esta historia a la pantalla ha sido Xavier Giannoli, el director de Crónica de una mentira (2009) entre otras, con ritmo narrativo y buena ambientación de la época.
En su presentación comercial en las salas francesa ha obtenido el número uno de taquilla en su estreno, habiendo superado el millón de espectadores.
Ganó el Premio Nazareno Taddei en el Festival de Venecia.
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