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CRITICA
Por: PACO CASADO
Han pasado casi cuatro décadas desde que en 1977 surgiera la primera película y comenzara a crear fans de la que sería después una serie y aún siguen añadiéndose más, ya que pasa de padres a hijos el interés por la misma y así continúan.
La galaxia sigue en guerra y nuestros héroes trabajando en la Nueva República contra los restos del Imperio sustituidos por la siniestra Primera Orden en el lado oscuro de la Fuerza, con la ayuda de nuevos refuerzos como los de la chatarrera Rey, el recuperado soldado imperial Finn, el experto piloto Poe Dameron o el nuevo robot BB-8 que contiene parte del mapa que puede ayudar a encontrar a Luke Skywalker.
El que ahora llega es el séptimo capítulo, que ha sido puesto en manos del neoyorquino J. J. Abrams que hace su quinto largometraje como director, que logra aquí aunar calidad y comercialidad, revitalizar la serie y recoger el espíritu de la saga galáctica y al mismo tiempo continuar con el gran espectáculo que esta franquicia, ideada por George Lucas, supone con esta nueva entrega, que no defrauda a las expectativas creadas para los fans, ni para cualquiera que ame el cine de aventuras de ciencia ficción en general.
Con personajes más humanos, con abundante acción que no da ni un instante de respiro, que alterna con las escenas dramáticas y algunas gotas de humor para relajar la tensión, lo que aumenta el interés por la continuidad de estas aventuras, con una buena estética, como es habitual.
Es la primera entrega de la tercera trilogía que al completarse en los años sucesivos se supone que terminará esta lucha entre el bien y el mal o lo que es lo mismo el lado oscuro de la Fuerza.
En esta ocasión los protagonistas de la primera trilogía Han Solo, Chewbacca, la princesa Leia y Luke Skywalker, sobre todo este último, quedan en un segundo término ante la llegada de nuevos personajes pero sirven de nexo de unión con los recién añadidos a la historia, sin eclipsar a los primitivos, que no aparecen casi hasta la mitad de la trama, como ocurre también con los robots R2-D2 y C-3PO que se hacen esperar.
El relato se retoma donde acababa 'El retorno del Jedi' (1983) y supone también el regreso de Lawrence Kasdan, autor de los guiones de ésta y de 'El imperio contraataca', haciendo aquí un relato lineal, fluido y ligero, con una imaginación desbordante, con giros en la trama de los que algunos cogen por sorpresa al espectador ante la desaparición de varios personajes, que son más naturales, recuperan la moral y el heroísmo de aquellos tiempos con una mayor relación entre ellos, siendo los nuevos como una especie de calco de los viejos con algunas de sus características, y con una ambientación mucho más realista.
Con esos mimbres Abrams crea el nuevo universo remozado con todo lo bueno de los anteriores capítulos y sin abusar de los efectos especiales de las últimas entregas, aquí ya más perfeccionados si cabe, aunque con unas situaciones que a veces nos suenan a conocidas, para terminar en un espléndido final, por supuesto abierto, para la continuación.
En esta ocasión se dejan un poco de lado los conflictos políticos y se centra más en la lucha entre el bien y el mal, mientras toca temas como la familia, la paternidad, la orfandad y la guerra interna de los personajes, entre los que destaca la presencia del nuevo robot BB-8 que acapara en muchos momentos la atención por su expresividad y la simpatía que derrocha.
Sencillez argumental, sin apenas fisuras, sin que la nostalgia sea un lastre, con una correcta dirección de actores veteranos y nuevos, entre los que destaca el descubrimiento de la británica Daisy Ridley como la chatarrera Rey que se convierte en la protagonista casi absoluta y que a buen seguro lo será en la continuación, que se dan una buena réplica entre sí, y equilibrio en los escenarios y efectos especiales, poniendo sobre el tapete Abrams la experiencia adquirida en los dos capítulos de 'Star Trek' en cuanto a títulos de este género de ficción galáctica, perfectamente acoplada con la música de John Williams que hace una espléndida y larga partitura a pesar de su avanzada edad que ya supera los ochenta años.
El film combina la nostalgia de las cintas clásicas con lo último en efectos especiales.
Ciertamente ocasiona en el espectador ganas de ver más al dejar abierta la continuación, lo que volverá a despertar la expectación que ha ocasionado ésta, o más si cabe, aumentando así astuta e inteligentemente la taquilla. Merece la pena.
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