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CRITICA
Por: PACO CASADO
Este joven director americano de corta filmografía, con cuatro películas de las que sólo hemos visto 'Velvet Goldmine' (1998) en la que hacía un homenaje al movimiento musical del glam rock a través de la figura de su creador Brian Slade, aquí homenajea a Douglas Sirk mediante sus melodramas, reivindicando su estética y profundo sentido de la moral, despreciados en su momento, y reconocidos por la crítica años después.
La acción la sitúa en el otoño de 1957 en Hartford (Conecticut) donde vive feliz el matrimonio Whitaker. Frank, perfecto hombre de negocios y padre feliz, y Cathy, modelo idóneo de ama de casa burguesa y madre de familia de dos niños casi adolescentes, con preciosa vivienda con jardín y reputación social intachable, hasta que un día surge el problema.
Cathy descubre la homosexualidad de su marido que, abrumado por sus tendencias sexuales, ahoga sus penas en el alcohol, y trata de consolarlo mientras su idealizado mundo se viene abajo.
Y aunque encuentra refugio en Raymond, el culto jardinero, un hombre de color viudo y padre de una niña, no tiene muchas perspectivas de poder arreglar su vida, ante la marginación social existente en esa época en un vecindario, aficionado al cotilleo y a guardar las apariencias.
En la conformista sociedad americana de aquellos años el adulterio, la homofobia y el racismo eran sus mayores defectos.
El guion hace una deliciosa recreación de una sociedad americana hipócrita y prejuiciosa y traza bien las líneas del melodrama.
Todd Haynes hace una película de los años 50 pero con la libertad de hoy, que entonces no existía, para poner en tela de juicio a la sociedad americana, sin tener que recurrir a las elipsis o burlar la férrea censura de aquellos años. Ahí está la diferencia.
La puesta en escena experimenta con la profundidad de campo, el tratamiento del technicolor, cuida al mínimo los detalles, desde la abigarrada decoración, lo vaporosos vestidos de brillantes colores, bolso siempre a juego con los zapatos, el peinado a lo Lana Turner, los tonos pastel de los coches, sin olvidar los planos en grúa tan característicos de la época o la larga y melodramática partitura, acompañando siempre a las imágenes, compuesta por Elmer Bernstein de las que ya no se hacen y sin la cual no hubiera sido lo mismo.
En la interpretación está muy bien encajado Dennis Quaid en el atormentado marido y estupenda Julianne Moore, en una impecable actuación, como la resignada esposa que se convierte en blanco de todas las comidillas del barrio, ella que era la perfecta ama de casa y esposa ideal.
El film supone un buen homenaje a un maestro algo olvidado.
Nominada a cuatro Oscar: Julianne Moore, guion, fotografía y música. Nominada a cuatro Globos de oro: Julianne Moore, Dennis Quaid, guion y música. Premio del público a Julianne Moore, Osella de oro a la fotografía, Mención honorífica en los premios Signis y Copa Volpi a Julianne Moore en la Mostra de cine de Venecia. Ganó más de noventa premios de las asociaciones de críticos americanos.
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