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CRITICA
Por: PACO CASADO
La próxima exposición de las obras de la famosa fotógrafa Isabelle Reed, fallecida de manera inesperada en un accidente automovilístico hace tres años, obliga a Jonah, su hijo mayor, casado y que acaba de tener un hijo, a volver a la casa familiar a pasar un tiempo con su padre, Gene, y su introvertido hermano pequeño de 15 años, Conrad, después de algunos años ausente.
Aprovechando que están juntos, Gene intenta reconectar con sus hijos, mientras los tres se esfuerzan en reconciliarse con lo que sienten por la mujer a la que cada uno recuerda de una forma diferente.
Ella era fotógrafo de guerra y siempre estaba fuera por lo que no podía disfrutar del amor y el roce continuado con sus hijos y su marido.
Él en cambio renunció a su carrera de actor y se dedicó a dar clases para estar más cerca, pero aún así no debió congeniar con ellos, sobre todo con el pequeño, un chico indomable, poco afable, con una atormentada personalidad, apasionado de los videojuegos, con una conducta agresiva con su entorno y distante con su padre con el que apenas se habla, al que no acaba de entender.
Gene, es un padre moderno, con sus debilidades, mientras que Jonah era el más cercano a la madre y posiblemente el que más siente su pérdida. Conrad en cambio es tímido con las chicas, retraído, introspectivo y está afectado por su muerte.
La personalidad de Isabelle está dada a través de sus fotografías que expresan su humanidad ante lo que está viviendo.
El guion, escrito por Trier con su guionista habitual Eskil Vogt, está configurado en una especie de mosaico en el que se mezclan tiempos de diversas etapas de la vida de los miembros de este drama, uniendo recuerdos, ensoñaciones, fantasías, con el momento actual, indistintamente de cada uno de los tres hombres, sin solución de continuidad y sin una claves establecidas, lo que hace que resulte un tanto caótico, a lo que se suma la repetición de algunas escenas desde distinto punto de vista que en algunos casos serían prescindibles, no así en otros.
No cabe duda de que lo que se nos cuenta nos interesa, así como el carácter y la relación entre sí de cada uno de ellos, en el presente y en el pasado con la madre, pero si estuviera un poco más organizado sería mucho más interesante.
A lo largo de la trama vamos conociendo algo más de cada uno de los personajes, de sus realidades, de sus secretos, de sus relaciones, de sus mentiras o infidelidades, de sus odios y de sus afectos, de sus posturas hipócritas, de sus miedos y de sus sentimientos, teniendo siempre presente la figura de la matriarca.
Pero a ese mosaico le falta un poco de argamasa que lo una para que tenga una estructura sólida que le falta a todas luces, lo que conllevaría una mayor comprensión por parte del espectador al que le quedan escenas sueltas, recuerdos, datos inconexos de lo que le sucede a cada uno de ellos.
En definitiva es la historia de una familia ejemplar que queda rota y destruida por el dolor a la muerte de la madre, cuyos miembros viven su particular catarsis y cómo se va reestructurando poco a poco, cada uno con sus neuras y sus problemas prestando especial atención al día a día en la superación del esfuerzo por la unión familiar, en un guion demasiado efectista a base de querer parecer moderno.
Es el tercer largometraje del director noruego Joachim Trier tras debutar con 'Reprise' (2006) a la que siguió 'Oslo, 31 de agosto' (2011), dos títulos que despertaron cierta expectación sobre este realizador formado en Londres, y primero que rueda en inglés en el cine americano con un reparto internacional de primeras estrellas, en el que destaca el sobrio trabajo de Gabriel Byrne y de Isabelle Huppert.
Premio a la mejor película en el Festival de Estocolmo. Se pasó también en el Festival de cine de Cannes. .
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