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NOTAS DE LA DIRECTORA...
Lo que no se nombra no existe, decía George Steiner, y el silencio y el olvido nos han arrebatado historias y figuras como la de María Lejárraga, de la que, fuera de círculos especializados, apenas hemos sabido nada. La adopción del nombre de su marido, Gregorio Martínez Sierra, como seudónimo literario para poder prosperar dentro de un mundo cultural dominado por hombres, no es excusa para que su nombre no esté recogido en los libros de texto.
María Lejárraga fue una figura pública esencial en la España de los años 20 y 30. Impulsora de proyectos pioneros del feminismo como el Lyceum Club y la Cívica, activista por el sufragio femenino, Diputada en el Congreso de la Segunda República, dirigente del Comité Nacional de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo y finalmente exiliada y perseguida por los nazis, la historia de María representa la de un país que nos han hecho desconocer.
Su libro, Cartas a las mujeres de España, un auténtico tratado de feminismo publicado trece años antes que Una habitación propia de Virginia Woolf, constituye uno de los mayores ejemplos de esa historia hurtada a nuestra memoria colectiva. La de una España en la que las mujeres fueron el motor de grandes cambios y reformas sociales e igualitarias, consiguiendo hitos que incluso en nuestros días, no hemos vuelto a recuperar.
Hablar de María Lejárraga es hablar de todas ellas, de esa extraordinaria generación de mujeres escritoras, pensadoras, científicas, pintoras, juristas, políticas, maestras o actrices que estuvieron a la vanguardia del proceso de modernización cultural que impulsó la Segunda República y que la losa de la Guerra Civil y la dictadura, sepultaron tras un velo de silencio. Rescatar a esta maravillosa mujer del olvido, devolverle la autoría de sus obras, poner en valor su figura, difundir su legado, es un deber histórico que tenemos con esa generación que sembró la semilla de la dignidad femenina, y cuyos frutos recogemos hoy transformados en derechos para todas.