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El fascinante y seductor universo de los ilusionistas profesionales ofrece un telón de fondo deslumbrante para el director Louis Leterrier en ‘Ahora me ves...’, una auténtica carta de amor al mundo de la magia.
El productor Bobby Cohen, admite ser lo que denomina un “friki de la magia en secreto”. “De niño, mi abuelo me llevaba al Holiday Inn local a ver a magos que diseñaban sus propios trucos y los vendían allí”, recuerda.
“La simple idea en sí de la magia provoca una doble reacción visceral en la mayoría de la gente”, asegura. “Por un lado, queremos que nos sorprendan pero, por otro, queremos saber cómo lo hacen. A menudo hablamos de la mejor manera de conseguir incluir ambas experiencias en una película”.
Cohen y sus socios encontraron por fin el equilibrio que buscaban en el guión original de Edward Ricourt. El filme es un proyecto sumamente personal para el guionista, que empezó a darle vueltas a la idea cuando aún era estudiante en la Universidad de Nueva York.
Ricourt quería escribir una clásica cinta de atracos, pero buscaba un elemento único que sirviera de gancho y lo distinguiera de todas las demás.
Cuando Ricourt le presentó originalmente su historia de atracos a su amigo, el prolífico guionista, director y productor Boaz Yakin, se titulaba ‘Poof!’. “Me pareció un nombre gracioso y memorable”, explica. “Boaz se rio tanto que ni siquiera me dejó terminar mi discurso. Pero se lo leyó y le encantó. Entendió perfectamente el concepto y se le ocurrieron unas cuantas ideas geniales, así que empezamos a colaborar. Eso sirvió para dotar a la historia de gran complejidad.”
Como la película toma en consideración los distintos puntos de vista de cada bando, el espectador puede descubrirse animando alternativamente a cada uno. “Queríamos que las ilusiones nos dejaran atónitos y ver a los Jinetes salirse con la suya y dar los golpes”, sugiere Cohen.
Con un nuevo borrador del guión en mano, obra de Ricourt y Yakin, Cohen y el resto de los productores se pusieron en contacto con el director francés Louis Leterrier y lo invitaron a aportar sus ideas para la película.
“Pensamos que ofrecería una película animada y vistosa, además de lograr que la magia resultara fabulosa”, explica Cohen.
Leterrier se ha labrado una reputación como uno de los mayores estilistas visuales del cine contemporáneo. Le atrajo la historia llena de matices y los fascinantes personajes, pero fue la posibilidad que ofrecía la película de echar un vistazo a los entresijos del mundo de la magia lo que sirvió para convencerlo definitivamente de embarcarse en el proyecto.
Para ayudar a hacer realidad la ambiciosa visión del director, el veterano guionista Ed Solomon también se incorporó al equipo. “Fue una labor de colaboración inspiradora”, asegura Ricourt.
También aportaron sus conocimientos al proyecto varios magos profesionales de primera fila, con diversas especialidades, desde el mentalismo a la prestidigitación, encabezados por David Kwong, fundador de Misdirectors Guild, compañía que asesora habitualmente a cineastas en el arte y el oficio de la magia.
Uno de los problemas inherentes de meter magia en una película es que los espectadores dudarán instintivamente de si lo que ven está sucediendo realmente, pero el equipo responsable estaba decidido a prescindir de la infografía y otros efectos especiales siempre que fuera posible. Consultaron con algunos de los magos más destacados del mundo para garantizar la autenticidad de las ilusiones de la película y proporcionaron a los actores los medios para aprender y realizar ellos mismos sus trucos.
“Buena parte de lo que aparece en la película se rodó en directo”, asegura Ruffalo. “Los trucos de magia están pensados para realizarse ante el público de la película tanto como para los espectadores de la sala de cine. ¿Acaso no es el cine el truco de magia definitivo?”.
Casi todos los actores tuvieron que realizar ellos mismos ciertas escenas peligrosas. “Como grupo, eran muy ágiles y atléticos. Muchas veces, teníamos que contener a los actores, porque eran tan lanzados que querían hacerlo todo ellos”.