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‘Amanece en Edimburgo’ construye una historia de ficción llena de buenas sensaciones alrededor de las canciones de la banda escocesa The Proclaimers. Del mismo modo que ‘Mamma mia!’ no guarda relación alguna con las vidas de los miembros del cuarteto ABBA, ‘Amanecer en Edimburgo’ no tiene ningún vínculo biográfico con Charlie y Craig Reid, los gemelos que forman The Proclaimers. Publicaron su primer disco, ‘This Is the Story’, en 1987, y han proseguido su carrera hasta editar ocho álbumes de estudio más, incluyendo ‘Sunshine on Leith’ en 1988, que contenía su canción más famosa, reconocible y pegadiza: ‘I’m Gonna Be’ (500 miles). Sin embargo, tuvieron que pasar dos décadas para que alguien se diera cuenta de que las canciones del grupo no deberían tocarse sólo en conciertos de rock.
“’Amanecer en Edimburgo’ surgió, como todo lo bueno, de una botella de whisky”, recuerda el guionista Stephen Greenhorn.
En 2005, Greenhorn intentaba dar forma a alguna idea de musical escocés que pudiera materializar y desarrollar con su amigo James Brining, director artístico del Dundee Repertory Theatre. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, sus brainstormings no daban más que ideas vacías.
“Una noche me empecé a emborrachar mientras escuchaba el primer disco de The Proclaimers, ‘This Is the Story’”, cuenta Greenhorn. “Más o menos a mitad del disco, el grupo deja de tocar y se ponen a hablar entre ellos. Y pensé ‘Esto suena como si fuera un musical’ y empecé a pensar en todas las canciones de The Proclaimers que conocía y me di cuenta de que parecían sacadas de un musical. Así que escribí ‘el musical de Proclaimers’ en el reverso de un sobre y me fui a dormir. A la mañana siguiente me había olvidado por completo… hasta que vi el sobre”.
Después de conseguir los permisos de los hermanos Reid y del mánager de éstos, Kenny Macdonald, Greenhorn pasó los dos años siguientes desarrollando el montaje junto a Brinning y algunos actores en el Dundee Rep. Cuando estuvo lista la primera producción en 2007, ‘Amanecer en Edimburgo’ fue tal éxito que finalmente se ha llevado a la gran pantalla. “¡Gracias a Dios que anoté la idea en un sobre!”, dice sonriente el guionista.
El montaje teatral original fue un lleno permanente en Escocia, lo que propició dos giras adicionales de este musical amable, cálido y potente que encantó a público y crítica por igual. The Guardian lo consideró el mejor musical británico desde ‘Hermanos de sangre’, y lo describió como “un espectáculo que vale la pena recorrer 500 millas para verlo, si no 500 más”, en referencia a la popular canción de The Proclaimers.
A pesar de que dieron su beneplácito a la película, Craig y Charlie Reid no aportaron ningún ingrediente creativo al musical en sí. En cuanto encontraron un hueco en su apretada agenda de conciertos y pudieron ver la representación, admitieron que se habían quedado asombrados por la experiencia.
The Proclaimers siempre han contado historias con sus canciones, y por eso son ideales para convertirlos en musical. No fue necesario que la prensa bautizara ‘Amanecer en Edimburgo’ como un ‘Mamma Mia a la escocesa’ para que más de uno le encontrara el potencial cinematográfico.
A pesar de que estaba consiguiendo sacar adelante el guión en términos narrativos y también financieros, Page Croft seguía sin tener claro “cómo iba a vender al resto del mundo aquel divertido musical idiosincrático escocés que significa tanto para los escoceses”. Pues incorporando a Andrew Macdonald y Allon Reich.
Al igual que Page Croft, Macdonald también conoció el musical por un amigo, y cuando se enteró de que ella tenía los derechos y ya estaba desarrollando el guión, rápidamente se puso en contacto con ella. También fue fundamental el proceso de reestructuración y fluidificación, que propició una reducción de 20 canciones a 13. “Me dio mucha lástima perder algunas de las canciones”, admite Page Croft.
Es justo decir que Dexter Fletcher no fue una elección obvia ni inmediata para asumir el trabajo de director. Pero Macdonald y Reich entendieron que se necesitaba la perspectiva de un foráneo para aportar aires nuevos a la obra, y con su elogiado debut como director, ‘Wild Bill’ (2011), el que en su día fuera actor infantil impresionó a todos con su habilidad para sacar adelante las complejas emociones del filme.
Después de ‘Wild Bill’, Fletcher buscó un giro radical en su carrera de cara a realizar su segunda película. “Con ‘Wild Bill’, me encontraba en un mundo que conocía bastante bien, así que quise ponerme a prueba con algo que se alejara lo máximo posible de mi primer largo”, afirma.
A pesar de estar ambientada en Leith y en Edimburgo, por razones económicas, la mayoría del rodaje se desarrolló en la ciudad vecina de Glasgow. “Me encanta trabajar en Glasgow”, admite la actriz Jane Horrocks.
El rodaje en Escocia fue como una especie de regreso al hogar para Macdonald, pues allí había rodado sus dos primeros filmes, ‘Tumba abierta’ y ‘Trainspotting’, y quería asegurarse de que la estética del filme era atractiva y sugerente.
¿Cantar o no cantar? Ese era el dilema. Fue un tema de debate antes y durante la producción de ‘Amanece en Edimburgo’, el método radical del director Tom Hooper en su adaptación de ‘Los Miserables’, en el que los actores cantaban en directo en cada toma. Macdonald admite que se sintió tentado a probar algo parecido. Pero cuando se enteró de que ‘Mamma Mia!’, otro musical lleno de intérpretes más actores que cantantes, se hizo en playback y seguía manteniendo ese feeling impecable que buscaba Macdonald para ‘Amanece en Edimburgo’, se decantó por la segunda opción.
Implicado en el importante papel de transferir la música de The Proclaimers a la gran pantalla estaba el director musical Paul Englishby. Se encargó de los arreglos de todas las canciones, guió a los actores en las voces principales y en las armonías, y permaneció en el set para asegurarse no sólo de que los actores hacían bien los playbacks sino también de que “la emoción de la actuación fuera pareja a la emoción de la grabación”.
Durante la posproducción, de nuevo en los Angel Studios, Englishby añadió partes instrumentales y completó algunas de las canciones más animadas con algunos instrumentos de metal y cuerda adicionales.
Aunque el rodaje fue relativamente corto (seis semanas), hubo un periodo de ensayos de cuatro semanas que permitió a Fletcher y al reparto cultivar el núcleo de la dinámica de relaciones, así como construir escenas alrededor de las canciones, grabar voces y practicar las coreografías.