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LA BATALLA DE LOS SEXOS
INFORM MACIÓN
Titulo original: Battle Of The Sexes
Año Producción: 2017
Nacionalidad: EE.UU., Inglaterra
Duración: 121 Minutos
Calificación: Autorizada para todos los públicos
Género: Comedia, Biografía, Deporte
Director: Jonathan Dayton, Valerie Faris
Guión: Simon Beaufoy
Fotografía: Linus Sandgren
Música: Nicholas Britell
FECHA DE ESTRENO
 España: 3 Noviembre 2017
DISTRIBUCIÓN EN ESPAÑA
20Th Century Fox


SINOPSIS

La verdadera historia del partido de tenis que jugaron en 1973 Billie Jean King y el excampeón y también de la prostituta Bobby Riggs...

INTÉRPRETES

EMMA STONE, STEVE CARELL, ELISABETH SHUE, JESSICA McNAMEE, ANDREA RISEBOROUGH, NATALIE MORALES, SARAH SILVERMAN, ALAN CUMMING, MARTHA MacISAAC, CHRIS PARNELL, ERIC CHRISTIAN OLSEN, AUSTIN STOWELL, BRIDEY ELLIOTT, WALLACE LANGHAM

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   1973 fue un año decisivo en el curso de la historia de EE. UU.: el lanzamiento de la revista Ms., la aprobación del Título IX, la ratificación por parte del Congreso de la Enmienda de Igualdad de Derechos y la sentencia del Tribunal Supremo en el caso de Roe contra Wade. Pero, a pesar de todo ello, las mujeres seguían luchando para –simplemente– conseguir una tarjeta de crédito a su nombre. Entonces ocurrió algo que rompería un tipo distinto de lanza en favor de la igualdad; algo que llegaría justo al corazón de la cultura popular. Fue descaradamente llamado la “Batalla de los Sexos”: un partido individual de tenis entre la estrella femenina entonces en alza, Billie Jean King, de 29 años, y el antiguo campeón masculino Bobby Riggs.
  Mientras 90 millones de espectadores de todo el mundo permanecían en vilo pegados a sus asientos, el enfrentamiento entre Bobby y Billie Jean estaba destinado a resultar surrealista y a estremecer al mundo a partes iguales. Cuando el árbitro cantó “juego, set y partido”, algo nuevo había surgido: una época en la que el deporte ya no estaba separado de la política y el cambio social, sino que formaba parte de ambos.
  El bombo que se dio al encuentro, el espectáculo en que se convirtió y la búsqueda de la igualdad que sigue inspirando, todo ello cobra vida en LA BATALLA DE LOS SEXOS. El equipo de directores formado por el matrimonio Faris- Dayton (Ganador del Premio de la Academia® con PEQUEÑA MISS SUNSHINE) examina un momento en que el cambio social estaba encarnado por dos personas complejas. Dayton y Faris reunieron a la ganadora del Oscar® Emma Stone, en un papel de una exigencia física y emotiva distinta a cualquiera al que se hubiese enfrentado hasta entonces, y al candidato al Oscar® Steve Carell en su personaje más complicado: el de Bobby Riggs, celebridad mediática hecha a sí misma.
  Los realizadores recrearon la época meticulosamente empleando con rigor detalles del periodo y trabajo de cámara a fin de examinar el punto crítico; el momento cuando el equilibrio de poder entre hombres y mujeres, la corriente dominante y las marginadas, comenzó a cambiar.
  Faris afirma que “LA BATALLA DE LOS SEXOS es a la vez el relato de un acontecimiento deportivo histórico y el de la intensa transformación personal y privada de una mujer sometida a una intensa exposición pública. Nos interesaba la forma como libraba al mismo tiempo sus combates personales y políticos”.
  Añade Dayton: “Fue el proyecto más retador de nuestras carreras. Es a la vez una película de deporte, una historia de amor, un drama sociopolítico y, en ocasiones, una comedia. 44 años después de la Batalla, prosigue claramente el debate sobre los mismos asuntos. Nos sorprendió el modo como este evento circense se transformó en una palestra en la que se escenificaban importantes problemas sociales”.
  “Este partido transmitía la sensación de ser un precursor de la forma como la política funciona hoy en día en nuestro país: reduciendo muy frecuentemente el debate a un juego o a un entretenimiento”, asegura Faris. “A menudo nos engancha más quién sea el ganador que lo que realmente esté en juego. Comenzamos a trabajar en el proyecto durante las primarias de 2016, cuando parecía probable que veríamos a la primera mujer candidata a la presidencia. Durante un cierto tiempo todos pensaban que la película mostraría lo mucho que hemos avanzado desde la Batalla. Evidentemente, el resultado de las elecciones arrojó una luz muy distinta sobre el relato”.
  Ello los impulsó a centrarse todavía más en las historias íntimas de dos personas que no eran tan distintas como podría haber parecido. Ambas quedaron atrapadas en los medios en un momento de mayor importancia que sus luchas individuales. “El mundo se ha polarizado aún más desde que empezamos a rodar la película y, por supuesto, no queremos contribuir a ese fenómeno; por eso optamos por centrarnos en las vidas emocionales de Billie Jean y Bobby”, explica Faris.
  Dayton mete baza: “Nuestro objetivo era identificarnos con todos los personajes y experimentar la complejidad de la situación”.
Entre bastidores, Faris y Dayton formaron un equipo dominado por mujeres y compuesto de consumados talentos; entre ellos, la montadora Pamela Martin, candidata al Oscar por THE FIGHTER; la montadora y diseñadora de sonido Ai-Ling Lee, candidata el año pasado por LA LA LAND, que además había trabajado en otra película inspirada en mujeres, ALMA SALVAJE; la diseñadora de producción Judy Becker, que ha puesto su grano de arena en todas las películas de David O. Russell, así como en CAROL, de Todd Haynes; y la diseñadora de vestuario Mary Zophres, candidata al Oscar por LA LA LAND y VALOR DE LEY.
  Christian Colson, que se suma a Danny Boyle y Robert Graf en la producción de la película, resume: “Es un relato bellamente expresado por un guionista, dos directores, dos estrellas y un gran equipo, todos los cuales están en la cima de sus respectivas actividades; y es una historia de la que la gente hablará al volver a casa. La película nos mueve a preguntarnos qué ha cambiado y qué ha permanecido igual. En el ámbito personal gira en torno a la forma como hallamos el valor para vivir dentro de nuestra propia piel. Es una película muy optimista y se aferra tozudamente al convencimiento de que es más lo que nos une que lo que nos separa”.

ANTECEDENTES DE LA BATALLA...
  En 1973 todo tipo de murallas –raciales, de género, religiosas y de orientación sexual– estaban sencillamente empezando a desmoronarse. 
Las mujeres estaban organizándose y manifestándose como nunca antes lo habían hecho, y sin embargo seguían ganando sólo el 58% del salario de los hombres, y las puertas de las oportunidades permanecían cerradas a cal y canto en cada actividad de la vida. 
  Seguía habiendo un largo camino por delante, pero era un momento en el que el cambio era palpable. Eso forma parte de lo que atrajo a los realizadores hacia LA BATALLA DE LOS SEXOS.
  “Nos interesaba 1973 como época de gran agitación”, dice Dayton. “Teníamos la enmienda de Igualdad de Derechos, el caso de Roe contra Wade, la guerra de Vietnam, Watergate, y todo parecía ponerse en duda. Después, repentinamente, el debate sobre la igualdad de las mujeres descubre un foro en un partido de tenis entre la campeona femenina de 29 años, Billie Jean King, y el antiguo campeón de 55, Bobby Riggs. Por mucho que superficialmente pudiera parecer una bobada, se convirtió en algo grande. Bobby Riggs fue portada de la revista Time”, señala Dayton. 
  Fue Riggs quien convirtió el partido en un debate social que resonó en todo el mundo. King ya había estado luchando a favor de la igualdad en el tenis, donde las mujeres seguían ganando sólo una doceava parte del dinero que lograban los hombres en concepto de premios. Promovió el Circuito Virginia Slims, que por primera vez permitió a las mujeres fijar sus condiciones económicas, fundó la Asociación Femenina de Tenis (WTA por sus siglas en inglés) y se convirtió en la primera jugadora de tenis en superar la barrera de los 100.000 dólares al año. Pero fue el partido contra Riggs el que amplió el debate, así como la fe de King en lo que era posible. 
  Riggs había sido en los años cuarenta el jugador número 1, conquistando Wimbledon y el Abierto de EE. UU. En 1973, ya retirado, echaba de menos tanto el drama del deporte como el disponer de una salida para su afición al jaleo y la autopromoción. Viendo que las mujeres ganaban poder en el tenis y en otras actividades, vislumbró una oportunidad de crear un barullo interesante. Riggs opinó públicamente que el tenis femenino era inferior y desafió a una jugadora a demostrar lo contrario derrotándolo. Sabía que la idea tenía posibilidades comerciales, y sabía que King era la rival definitiva. Cuando jugó contra la tenista número 1, Margaret Court, King tuvo la sensación de que no le quedaba más remedio que correr el riesgo de enfrentarse a Riggs. Pero ni el uno ni la otra podrían haber previsto la locura circense que crearían ni lo que representaría para tantos.
  El guionista, Simon Beaufoy, afirma: “El encuentro alcanzó la mayor audiencia televisiva desde la llegada a la luna. Fue un espectáculo de masas, rebosante del bombo y el platillo que jamás se había visto antes en una pista de tenis ni, probablemente, haya vuelto a verse. Con todo, el partido fue casi algo secundario a la batalla más amplia que rugía en EE. UU.: hombre contra mujer. No estoy seguro de que haya habido un doble debate tan inequívoco desde entonces. ¡Ni en la política ni en el deporte!” 
  Para King, ese día fue algo revolucionario, y lo que entonces se puso en marcha sigue moviéndose. “Hoy en día seguimos teniendo demasiado de lo mismo”, señala King. “Las mujeres blancas siguen ganando el 78% del sueldo de un hombre; las mujeres afroamericanas, el 64%; y las hispanas e indias, el 54%. Ni siquiera tenemos un Congreso con un 20% de mujeres. Hay pocas que sean Directoras Generales. Y lo que la gente no entiende es que cuando las mujeres ganan menos, eso supone que familias enteras ganan menos. No hace falta devanarse los sesos para saber que ello hace que haya familias que sufren más. ¿Por qué queremos que ocurra eso? Confío en que la historia de este partido haga que el diálogo prosiga, que aglutine a la gente y que nos recuerde que hemos de pensar antes de descartar a otros por cualquier motivo. Yo sigo luchando por aquello por lo que luchamos en 1973 y tenemos que seguir presionando”.

EL GUIÓN Y SUS PARTES DECISIVAS...
  El guionista Simon Beaufoy no es ajeno a historias que combinen un tono cómico y la observación social. Logró una candidatura al Premio de la Academia® por FULL MONTY, el desenfrenado relato de seis hombres desempleados que crean un número de strip-tease para llegar a fin de mes; posteriormente, cosechó un Oscar, un Globo de Oro y un BAFTA por SLUMDOG MILLIONAIRE, película ganadora en 2008 del premio a la Mejor Película, que trata de un menesteroso concursante en un programa de televisión de la India contemporánea.
  Para LA BATALLA DE LOS SEXOS, Beaufoy tuvo la ocasión de excavar no sólo en uno de los eventos deportivos más importantes y estrafalarios de la historia, sino también la de ahondar en las vidas personales de Billie Jean King y Bobby Riggs, sacando a la luz cómo para cada uno la “batalla” giraba en torno al hallazgo de sus verdaderas personalidades y a cambiar el futuro.
  “Lo que saltaba a la vista en la primera lectura”, afirma el productor Robert Graf, “era la forma como el guión de Simon mezclaba de forma experta el espectáculo del partido, el momento cultural del feminismo de los setenta y las cuestiones privadas con las que tanto Billie Jean como Bobby estaban lidiando. Mezcla elementos cómicos, culturalmente importantes y, también, muy humanos y conmovedores, organizando en capas lo público y lo privado y examinando la cuestión de cómo controla uno su vida personal cuando se ve arrojado al caldero de un acontecimiento público de plena actualidad”.
  Christian Colson añade: “Lo que me gusta del guión de Simon es la forma como desvela que para Billie y Bobbie las cosas eran mucho más complicadas que lo que cualquiera podía saber. La ‘Batalla de los Sexos’ fue un circo público con implicaciones sociales de largo alcance; pero para Billie, que luchaba con su sexualidad, y para Bobby, que se esforzaba por aceptar la pérdida de su juventud, lo que estaba en juego era muchísimo. Simon es un humanista y un escritor inmensamente afectuoso y generoso. Le gusta la gente y se interesa por sus imperfecciones, y ello informa y eleva su obra”.
  Beaufoy apunta que nunca había seguido el tenis como aficionado al deporte. “El tenis es algo que produce asombro al verlo por la habilidad y la condición atlética que exige, pero confieso que no fue el tenis lo que me intrigó”, afirma. “Fue la contienda entre estas dos personas, diametralmente opuestas casi en cada aspecto. La forma como Billie Jean rebasó –y continúa rebasando– los límites del mundo del deporte para enfrentarse a la injusticia, fue atrevida y francamente magnífica. Lo que estaba en juego para ella, personalmente y para el movimiento feminista, era mucho. Billie Jean es en verdad una de las grandes y conocerla fue uno de los grandes privilegios de rodar la película”.
  King fue la principal fuente de Beaufoy y pasó con ella hora tras hora, incluida una temprana reunión sobre el guión que duró 9 horas sin más pausa que una de 10 minutos para tomar un sándwich de pavo. “Al final, yo apenas podía hablar, escribir o moverme, pero Billie estaba todavía en el precalentamiento. Podría haber seguido otras nueve horas”, reflexiona Beaufoy. “Ése es el centro de atención de un campeón. Lo que más me sorprendió fue su afecto por Bobby. En realidad ella no estaba luchando tanto contra él, un hombre que realmente le gustaba, como combatiendo todo un sistema de pensamiento según el cual los hombres eran, simplemente, mejores que las mujeres. Le pedí a Billie que volviera sobre partes de su vida con las que se sigue sintiendo incómoda por motivos evidentes. Yo no podía en verdad escribir la película sin mostrar la personalísima odisea en que estaba embarcada, pero ella siempre se mostró abierta, generosa y extraordinariamente confiada”.
  Cuanto más hablaba con King más claro le quedaba a Beaufoy que la historia del partido era también la de una mujer que se enfrentaba a su realidad sexual y que se enamoraba en el momento menos indicado. “La tensión entre la personalidad extremadamente pública en que Billie se estaba convirtiendo y su vida privada constituye la tensión de la película,” señala. “Es una película que gira en torno a alguien que lucha por aceptar quién es en realidad cuando no podía estar jugándose más”.
  Beaufoy observa que parte del heroísmo de King consiste en que ella no buscó el enfrentamiento con Riggs, y en que tampoco era el momento adecuado para correr ese riesgo, pero disfrutó de la batalla porque no podía rechazar una ocasión de ejercer influencia. “En 1973, su vida profesional nunca había estado tan llena y todo se complicó una enormidad”, dice el escritor. “Lo último que necesitaba era que la rodearan las luces de los focos mediáticos. Pero Billie nunca había eludido una lucha en su vida. Cuando Margaret Court perdió con Bobby, Billie no tuvo más opción que dar un paso al frente y jugar. Alguien tenía que colocar a Bobby en su sitio y sólo había una persona que lo hiciera”.
  El rampante sexismo de la época es algo que Beaufoy probó en el curso de su investigación. “Me tropecé con los anuncios más vergonzosamente sexistas que se emitieron en torno a la hora del partido; uno se queda en verdad con la boca abierta viendo el modo como las mujeres eran públicamente degradadas y humilladas. No hay duda de que hemos mejorado en eso, pero sigue siendo evidente que nos queda mucho por hacer”, asegura.
  Los productores vieron una afinidad inmediata entre las palabras de Beaufoy y la sensibilidad de Faris y Dayton, afinidad que no hizo más que intensificarse al comenzar la producción. “Elegimos a Jon y Val por su sutileza, su gran vista y la levedad de su toque; en cuanto a Simon, su trabajo muestra una generosidad que siempre te hace sonreír, que nunca sermonea y siempre tiene clase”, dice Colson. “Cumplieron con todo ello pero también añadieron una verdadera seriedad dramática. Insistieron en que el relato no debía presentarse como una comedia sin más, y siempre estuvieron ojo avizor para ampliar los conflictos internos de los personajes y los puntos de tensión dramática del guión de Simon. Descubrieron el tono justamente correcto para la película: dramático sin ser estridente y capaz de mantener un toque ligero sin ser caprichoso”.
  Faris y Dayton reconocen –quizá apropiadamente– que esta película desencadenó más batallas entre ellos de lo que es habitual en una pareja conocida por su simbiosis creativa, aunque también los unió.
  “Val y yo probablemente discutimos más sobre este proyecto que sobre cualquier cosa que jamás hubiéramos realizado”, dice entre risas Dayton.
  “Discutir siempre forma parte de nuestro proceso creativo”, señala Faris. “En el fondo de nuestras mentes creo que éramos conocedores de la expectativa de que yo fuera la portavoz de las mujeres y Jonathan el de los hombres, pero en realidad nunca lo vimos así. A decir verdad, no se trata de una competición. Es un diálogo en curso que lleva a una visión compartida”.

ROMPIENDO MOLDES: BILLIE JEAN KING...
  Billie Jean King era de origen obrero pero en el tenis, denominado “deporte de club de campo”, consiguió casi cada reconocimiento posible además de 39 títulos de Grand Slam. Aun entonces se negó a considerarse satisfecha con la forma como las mujeres eran tratadas dentro y fuera del deporte. Enloqueció a los espectadores con su juego inmisericordemente agresivo, pero con igual intensidad anhelaba el cambio social. Incluso cuando se elevó a la posición de la mujer más famosa del mundo mientras trataba de mantener en secreto su propia sexualidad, convirtiéndose finalmente en una de las primeras mujeres destacadas que habló abiertamente sobre su homosexualidad en los años ochenta.
  Para evocar la historia de una activista que demostró su verdadero valor, los realizadores de LA BATALLA DE LOS SEXOS sintieron la atracción de trabajar con la ganadora del Premio de la Academia, Emma Stone. “Llevábamos años deseando trabajar con Emma. Ésta parecía ser la oportunidad perfecta”, dice Faris.
  No había más que un enorme problema: Stone no tenía antecedentes tenísticos y apenas había sostenido una raqueta en sus manos. Pero estaba dispuesta a zambullirse en un intensivo programa de entrenamiento de cuatro meses. “Sabíamos que nunca podríamos elevar el tenis de Emma al nivel del de Billie Jean, pero nuestra esperanza era captar las cualidades físicas de King”, explica Dayton. “Transformó su cuerpo, ganando casi ocho kilos de músculo”.
  “A Emma le encantan los retos y verdaderamente quería enfrentarse a éste”, observa Faris. “Incluso retrasamos el comienzo de la producción de modo que dispusiera de más tiempo para hacer ejercicio. Se adiestró con el entrenador de Matt Damon en las películas de Bourne. Pero –lo que tiene la máxima importancia–, Emma fue capaz de captar el espíritu de Billie Jean. Billie Jean está muy atraída e interesadísima en todo cuanto la rodea. Emma se le parece mucho”.
  Para Stone, el aliciente del proyecto empezó con el hecho de saber tan poco sobre el partido de 1973 y de darse cuenta de que estaba perdiéndose para la historia de su generación. “Este momento asombroso no figuraba en absoluto en mi conciencia hasta que leí el guión”, precisa Stone. “Me quedé sorprendida porque no habíamos, a decir verdad, avanzado tanto desde que esos acontecimientos tuvieron lugar hace 43 años. Yo podía identificarme mucho con la lucha de Billie Jean y creo que mucha gente hará lo propio hoy en día con esos mismos temas”.
  El hecho de que Stone sea tan representativa de su generación cautivó a los realizadores. Comenta Christian Colson: “Emma es de algún modo una representante tan brillante de quiénes somos hoy en día que pensamos que sería fantástico verla interpretar a una figura de hace 50 años. Es Emma Stone como nunca antes la habíamos visto y se confunde absolutamente con el papel, aunque le presta su frescura y su actualidad. La película está ambientada en el pasado, pero cobra urgencia en el tiempo presente y Emma es sin duda la impulsora de eso”.
  Stone se zambulló en su propia investigación, leyendo, viendo y absorbiendo todo cuanto pudo. “Yo quería conocer todo lo que me fuera posible; y por encima de todo, aquello por lo que estaba pasando Billie Jean”, explica Stone. “¡Es tanto lo que el público no veía entonces! ¡Tanto lo que estaba sucediendo en su interior!”
  Una cosa que sorprendió a Stone era que King estaba claramente impulsada por una fuerza incluso mayor que ser la número 1: ella quería serlo sin duda pero –lo que es inusitado– también quería mucho más. “Desde una edad temprana, me parece que Billie Jean estaba movida por esas ideas mayores de llegar a hacer realidad un cambio en el mundo y ella veía el tenis como su medio de lograr que sucediera, por ser ella tan buena en ese deporte. Hay que recordar que se menospreciaba a una mujer que fuera una atleta en su juventud; en especial, a una jugadora de tenis agresiva. Desde el comienzo, sabía que estaba luchando por algo superior a ella”.
  Otro aspecto del carácter mental de King que impresionó a Stone fue la forma como sobrellevó la presión extrema: la de entrenarse para vencer a Riggs en el partido a la vez que trataba de poner en marcha la innovadora WTA, al tiempo que se enfrentaba a su sexualidad y lidiaba con las consecuencias ocasionadas en su matrimonio. “Billie Jean dice a menudo que la presión es un privilegio, pero ella estaba sometida a un volumen descabellado de presión. Y creo que ella seguía formándose de muchas maneras”, reflexiona Stone. “Mientras la interpretaba, yo trataba de tener en mente las cinco o seis cosas que estaban ocurriendo en su vida a la vez y, de verdad… no sé cómo no se asfixió por completo”.
  Emplear tiempo en conocer mejor a King dotó al enfoque de Stone de una perspicacia adicional. “Cuanto más tiempo pasaba con ella, mayor era mi comprensión de la hermosa perspectiva que tiene en lo referente a su sistema de convicciones. Estar con ella es como estar en una habitación con una niña de 15 años que se emociona con todo el mundo que tiene delante y que cree sin duda que grandes cosas pueden ocurrir en cualquier momento”, dice, entrando en detalles.
  Stone comenzó a ver la pista como algo no tan distinto de un escenario o de un plató cinematográfico, como una plataforma en la que una persona está de pie, totalmente expuesta, descubriendo a la vista de todos sus habilidades y sus emociones. “Así es como sintonicé con Billie: las dos somos artistas. El escenario es mi pista de tenis y creo que para Billie el tenis siempre tuvo algo de baile”, comenta Stone.
  En medio del desenfrenado entrenamiento físico y el estudio de la psique de King por parte de Stone, los realizadores vieron cómo se transformaba de forma increíble. “Para quien estuviera tratando de hallar a una actriz cuyo aspecto fuera exactamente igual al de Billie Jean King probablemente la primera opción no fuera Emma”, admite Robert Graf, “pero la forma como se instaló en el espíritu del personaje fue asombrosa y eso, por sí mismo, la hizo parecerse a Billie Jean más de lo que imaginamos”.
  Además de encarnar las cualidades físicas y la determinación de King, Stone se enfrentó al reto de representar a King enamorándose justo cuando ella no quería hacerlo. Aunque emocionalmente próxima a su esposo Larry, King hacía mucho que se sentía atraída por las mujeres, algo que ella comprendía que no podía revelar, menos aún vivir con ello, por miedo a que el frágil circuito femenino se viniera abajo. Habiendo crecido en un ambiente homofóbico, ella estaba segura de que el mundo la condenaría al ostracismo, y por eso también necesitó su tiempo para aceptar sus propios sentimientos. Ese proceso comenzó cuando conoció a Marilyn Barnett (interpretada por Andrea Riseborough), que se convertiría en su pareja clandestina.
  Llegar al fondo de este peliagudo triángulo entre King, el marido al que adoraba y la amante que hacía temblar sus cimientos fue clave para Stone. “Éste no era un romance de mecha lenta”, reflexiona Stone. “Fue algo instantáneo porque liberó algo que Billie Jean había suprimido durante tanto tiempo. Súbitamente esta relación fue una chispa y supuso darse cuenta de algo que quizá ella no sabía que le faltaba en su vida. Pero debido a la época, tuvo que reflejarse en un nivel profundamente privado, íntimo, que nadie vio”.
  Stone también investigó a Riggs, desarrollando su propio análisis de lo que movía la rivalidad implacable pero desenfadada que existía entre ambos. Ella ve que cada uno respetaba la competitividad del otro, pero que también comprendían que se habían convertido en parte de algo más grande una vez que el partido se aproximaba. “Creo que Billie Jean entendió que Bobby, más que tratar de decir algo, intentaba crear un espectáculo enorme e inolvidable en cuyo centro estuviera él en persona. Pero ella también comprendió que si era capaz de vencerlo, su victoria cambiaría la vida de millones de personas”, observa Stone.

EL ESPECTÁCULO DE BOBBY RIGGS...
  Quizá no podría haber habido complemento mejor para Billie Jean King que Bobby Riggs, quien desencadenó los explosivos acontecimientos de 1973. Mientras King era intensa, estaba en la cumbre de su forma física y lista para hacer cualquier cosa para promover la igualdad, Bobby era un ingenioso anecdotista, estaba retirado como deportista y se sentía seducido por el creciente poder mediático de los famosos. Sólo tenían una cosa en común: un amor absoluto por el tenis y la competición.
  Riggs ganó Wimbledon a los 21 años, pero después de haber salido de una gratificante carrera en el tenis, se vio metido en una trayectoria descendente, infeliz con su trabajo de hombre de negocios. Siempre había disfrutado con un buen jaleo. Sólo cuando Riggs sugirió que a sus 55 años podría derrotar a una tenista de las mejores, comenzó a reinventarse a sí mismo. Reavivando su amor por el deporte y los focos, descubrió una nueva forma de convertirse en un nombre muy conocido y en una celebridad basándose en los medios, incluso si lo conseguía al precio de encarnar a un villano.
  “Bobby creó este personaje caracterizándolo como un cerdo machista, sabiendo que eso le haría de nuevo importante y le devolvería a la atención pública. Creo que realmente esperaba que ello fuera el principio de una nueva carrera”, observa Faris.
  Riggs también tenía un ídolo en el mundo del deporte: “Bobby estaba fascinado por Mohammed Alí y la forma como promovía sus combates. Vio cómo hablaba Alí con la prensa fuera del cuadrilátero y eso le inspiró para reinventarse”, explica Dayton.
  Eligiendo a Steve Carell para el papel, Faris y Dayton supieron que lograrían una visión más profunda de Bobby que la de un mero oponente de King. “No nos interesaba representar a Bobby ni a nadie como un simple villano. Jack Kramer es lo que más se aproxima en la película a un mal tipo, aunque, a decir verdad, estaba dando voz a las actitudes que prevalecían en la época”, observa Faris.
  Carell recuerda que, siendo niño, percibió la postura machista de Riggs como una comedia. “Me acuerdo de que se estaba haciendo una montaña sobre su condición de cerdo sexista y que la gente estaba indignadísima. Pero aun siendo un niño de 11 años, yo podía distinguir entre el numerito y la persona, al igual, en gran medida, que uno podía ver a Alí diciendo cosas verdaderamente incendiarias de modo tan insensato, pero se sabía que simplemente estaba actuando. Bobby disfrutaba poniendo furiosa a la gente y eso formaba parte de su encanto”.
  Faris y Dayton quedaron contentísimos al poder, finalmente, incluir a Carrel en el reparto, un actor conocido por sus incisivas aunque siniestramente divertidas interpretaciones en películas como FOXCATCHER, por la que fue Candidato al Oscar®, y LA GRAN APUESTA. También supuso el reencuentro del trío, que volvían a trabajar juntos por primera vez desde 2005, cuando Carell representó un papel de inesperado éxito: el de Frank Ginsbergn, estudioso especializado en Proust, en PEQUEÑA MISS SUNSHINE, ganadora del Oscar®.
  Dice Dayton que “nos encantan las habilidades cómicas de Steve pero él también es un actor dramático de talento. Nos emocionaba que interpretar a Bobby Riggs permitiría que los espectadores vieran la gama completa de su maestría en un solo papel. En un momento uno se ríe y al siguiente le rompe el corazón”.
  Añade Faris: “Como Emma, Steve sentía una gran responsabilidad de hacer justicia a una persona real. Todos queríamos que Bobby fuera visto como algo más que un mero clown”.
  Al comenzar a examinar la vida de Riggs con mayor profundidad, Carell conoció la incapacidad del personaje de resistirse a una situación retorcida o a una apuesta muy prometedora, pero su respeto por Riggs como gran atleta también creció, lo que inspiró una preparación para el papel. “Creo que una parte del relato que la gente no conoce en realidad es que este tipo no era ninguna broma como jugador. No era simplemente una originalidad. Era un auténtico campeón”, observa Carell, “e incluso siendo un cincuentón todavía seguía siéndolo. El verdadero problema para él era que se había quedado fuera de la atención del público. La gente ya no hablaba de él y tenía ansias de que lo hicieran”.
  Aunque Carell se incorporó al trabajo con una notable habilidad tenística, una parte fundamental de su preparación consistió en trabajar con el entrenador original e íntimo amigo de Bobby, Lornie Kuhle. La autenticidad era lo que imperaba, entrenándose Carell con la misma raqueta de aluminio Head Master, un clásico de los setenta, y las mismas empuñaduras que Riggs utilizó.
  Kuhle también brindó a Carell un valioso conocimiento interno de Riggs. “Supe que su conducta era la de un pícaro, aunque también resultaba dulce y agradable. Nunca se callaba”, dice Carell entre risas. “Lornie comentó que Bobby nunca utilizaría 100 palabras si podía emplear 1.000”. “Por encima de todo”, decía Lornie, “a Bobby le encantaba la acción. No se trataba tanto de ganar dinero en sí, sino del gusto por el alboroto. Le gustaba el deporte rodeado de bullicio”.
  Carell observa que “de muchos modos, Bobby era tan bueno en la autopromoción como en el tenis. No creo que él pensara forzosamente que la gente se fuera a tomar el partido tan en serio como lo hicieron; pero, al mismo tiempo, tampoco me parece que le importara de verdad que las mujeres le odiasen siempre que todo ello formara parte de la diversión. Adoraba la fama. ¡De hecho la fama y la promoción le envolvieron de tal forma que dejó de entrenarse!”
  En cierta medida, apunta Carell, la caricatura de un chico malo que Riggs estaba presentando ante el mundo comenzó a consumirle. “Todo el dinero y la fama instantánea que arrojaban sobre él no eran sino una espada de doble filo ya que, al mismo tiempo, la fama no respondía a quién era él sino al personaje que estaba representando. El público olvidó que él era un atleta serio y me parece que eso le dolió”, afirma Carell.
  A Carell le complació especialmente adoptar la distintiva apariencia de Riggs, con prótesis dental y todo. “Bobby tenía una fórmula especial de Clairol que utilizaba para que su pelo fuera castaño rojizo, pero se dejó las patillas canosas. Así que durante un tiempo yo anduve circulando con unas extrañas patillas grises y el cabello rojo”, comenta. “Recuerdo que una azafata me dijo: ‘¡Hola, Steve, que pinta más guay!’ No le expliqué que yo no la había elegido. Bobby tenía un aspecto tan singular que yo no quise limitarme a ponerme unas gafas y dejarlo estar. La forma como se presentaba al mundo era importante para Bobby, por lo que tenía que ser la adecuada”.
  Christian Colson ve a Carell como un descubridor de las honduras de Riggs. “El auténtico Bobby hacía el payaso, pero su historia contiene verdadera tragedia y también dignidad, y eso es lo que Steve saca a la luz”, comenta. “He aquí a alguien que fue depositario de una verdadera herencia de gran deportista, pero que se la jugó y la perdió por una ocasión más de llamar la atención. Podría haber sido recordado como el jugador que ganó el Triple en Wimbledon. En vez de ello, es el bocazas que perdió contra Billie Jean King. Steve está gracioso en el papel, naturalmente, pero también interpreta a Bobby muy conmovedoramente, como a un hombre fuera de su época. Encuentra en él humanidad como un niño perdido y, al cabo, también un poco de redención”.

LAS MUJERES DE LA BATALLA DE LOS SEXOS...
  En LA BATALLA DE LOS SEXOS, Billie Jean King está rodeada por un conjunto de mujeres –colegas, entrenadoras y amigas– que forjan un sistema de apoyo mientras se prepara para el partido más importante de su vida. Pero una mujer sobresale como la que cambió completamente su vida: la peluquera Marilyn Barnett, que sería la primera relación femenina seria de King.
  Del papel se encarga la actriz británica Andrea Riseborough, que anteriormente coprotagonizó BIRDMAN (O LA INESPERADA VIRTUD DE LA IGNORANCIA) junto a Emma Stone. “Dos cosas me llevaron a incorporarme a LA BATALLA DE LOS SEXOS”, dice Riseborough. “Una fue volver a trabajar con Emma; especialmente, al adentrarme en esta íntima y hermosa historia de amor junto a alguien en quien yo confiaba. Luego, lo que lo remató fue conocer a Jon y Val. Ellos vieron más allá del relato deportivo, llegando a todos estos temas de igualdad, emancipación y derechos LGTB. Tenían una sintonía muy profunda con todo ello y yo vi que iban a aportar su notable gusto y su decoro”.
  Riseborough tiene la sensación de que, con todos sus temas culturales y sociales, la película también tiene mucho de romance; y más aún: la historia de una mujer que descubre una nueva forma de amar. “Creo que una mujer ama de una forma muy específica –ya sea heterosexual, homosexual, bisexual o sea lo que sea lo que la mueva– y eso es lo que tuvimos que examinar en esta película. Ahí es a donde Emma y yo tratamos de llevar las bellas palabras de Simon”.
  Afirma Valerie Faris: “Billie Jean se enfrentaba a una verdad sobre ella misma en un momento en que era muy, pero que muy difícil hacerlo. Marilyn la empujó y me parece que ella necesitaba ese empujón. Marilyn es hoy un tema complejo para Billie Jean pero todos queríamos una historia de amor positiva en el núcleo de la película. Era importante para nosotros y para Billie Jean que esta película transmitiera poder a quienes pudieran estar luchando con su sexualidad”.
  Otro personaje sin pelos en la lengua proviene de un mundo totalmente distinto: la dura experta en relaciones públicas y tenis Gladys Heldman –interpretada por Sarah Silverman–, la enérgica empresaria que hizo del Circuito Virginia Slims un gran éxito mediático justo cuando el tenis femenino parecía pasar por problemas. “Sin Gladys, ahora mismo el tenis femenino no existiría en su forma actual”, declara King. “Gladys era excéntrica, brillante, creativa y sabía cómo conseguir que las cosas se hicieran realidad. Cuando supe que Sarah iba a darle vida, me pareció perfecto”.
  Silverman está llegando a ser tan conocida por sus papeles televisivos y cinematográficos como por sus innovadores monólogos cómicos. Muy recientemente pudimos verla en THE BOOK OF HENRY. “Sarah en el papel de Gladys fue un golpe de genio en el reparto”, reflexiona Robert Graf. “Tiene justamente la mezcla exacta de dureza loca y encanto”.
  Silverman se sintió atraída al instante hacia Gladys. “Yo en realidad no sabía nada de ella”, reconoce Silverman. “Pero cuando leí el guión, me encantó y pensé: ‘¡Bueno! Es de lo más chillona e importuna’. Tuve que tratar de meter mi cabeza dentro de cómo debía haber sido su vida interior: ella era muy extrovertida. Sé que algunas personas piensan que yo soy escandalosa y que se me ve venir, pero eso era un reto. ¡Ella habla muy rápido y mi cerebro no es tan rápido! Era una mujer muy seria y aguantaba pocas idioteces”.
  De principio a fin, Silverman se sintió inspirada por el ambiente creado en el plató por Faris y Dayton. “El temperamento del director lo es todo en un plató”, observa, “y contar con este encantador matrimonio que tienen un ritmo tan extraordinario y comparten tales vibraciones fue una revelación. A decir verdad, hasta vivir esta experiencia, yo ni siquiera sabía que fuera posible dirigir toda una película y resultar tan encantadores”.
  La candidata al Oscar® Elisabeth Shue interpreta a Priscilla, la acaudalada esposa de Bobby Riggs, de la que está separado. Shue se sintió intrigada por esta mujer perteneciente a una generación y poseedora de una educación muy distintas a las suyas. “A Priscilla le habían ensañado probablemente a someterse al hombre. Pero creo que se sentía un tanto atrapada en su papel”, afirma Shue.
  Que prosigue: “Cuando estaba pensando en Priscilla, pensaba en cómo podía haber sido para mi madre, que estudió en el Wellesley College y es una mujer muy brillante pero que nunca tuvo una carrera. Creo que Priscilla debió de haberse sentido frustrada porque nunca se le permitió seguir su sueño, por tener que vivir siempre indirectamente a través de Bobby, que gozaba de enorme libertad. Creo que tenía celos de esa libertad, al tiempo que trataba de hacer cualquier cosa que fuera lo mejor para su familia”.
  Aunque Bobby desilusionó a Priscilla, Shue también quiso empapar su interpretación con una capa más honda de amor. “Creo que, al principio, a Priscilla le encantaba estar junto a él y en medio de todo su caos. Siempre estaba con los nervios de punta debido al deporte y, después, cuando comenzaron los partidos de la ‘Batalla de los Sexos’, le vio transformarse en una versión distinta de sí mismo. No creo que el personaje machista fuera auténtico; pero en su desesperación por llamar la atención, llegó a un nivel absurdo de teatralidad”.
  Una de las jugadoras del circuito que presentaba un mayor contraste con King era la legendaria Margaret Court, ganadora de un número sin precedentes de títulos de Grand Slam en individuales y dobles (62), que posteriormente se convirtió en predicadora cristiana. Aunque Court fue una de las primeras mujeres que llevó a un niño al circuito y la primera que aceptó el desafío de Riggs, era también una persona franca en sus intransigentes opiniones contra la homosexualidad.
  De ese papel en LA BATALLA DE LOS SEXOS se encarga la actriz australiana Jessica McNamee, que dice de Court: “Margaret era francamente chapada a la antigua y se subió al carro de intentar conseguir la igualdad entre los sexos. Simplemente le encantaba el tenis, le encantaba competir y no estaba interesada en nada más. No creo que ni siquiera percibiese la seriedad de su enfrentamiento con Bobby. Para ella sólo se trataba de otro partido. Ella y Billie Jean eran enormes rivales en la pista pero su rivalidad también provenía de unos estilos de vida muy distintos. Margaret era una puritana e incluso a día de hoy se opone ruidosamente a la igualdad de derechos para la comunidad homosexual”.
  Cerrando el círculo femenino de la historia, están las que llamaban “Las Nueve”, que formaron el original Circuito de Virginia Slims. Entre ellas se cuenta Natalie Morales, en el papel de la luchadora Rosie Casals que fue la galardonadísima pareja de dobles de Billie Jean King; Martha MacIsaac, como Jane “Peaches” Bartkowicz; Mickey Sumner, como Valerie Ziegenfuss; Bridey Elliot como Julie Heldman, hija de Gladys; la veterana del circuito tenístico Ashley Weinhold, que encarna a Kristy Pigeon; la estrella del tenis de USC Kaitlyn Christian, como Kerry Melville Reid; la profesional del tenis radicada en Louisville Lauren Kline, como as Nancy Richey; y la jugadora profesional Fidan Manashirova en el papel de Judy Dalton.
  La investigación previa a la película introdujo a las mujeres en un mundo que ha cambiado de forma dramática, aun cuando todavía quedan cosas por hacer. Especialmente fascinante resultó para Morales ver la retransmisión original de Howard Cosell y Casals, que se reproduce literalmente en la película. Dice Morales: “Rosie Casals compartió labores de comentarista con Howard Cosell en la auténtica Batalla. Ahora resulta increíble ver en el metraje de la época la forma como se dirige a ella y la mira por encima del hombro. Cuando la presenta a ella –una profesional del tenis ganadora de torneos–, la toma del cuello como si fuera una niña y dice que va a presentar a la pequeña Rosie Casals. No creo que nadie entendiera entonces cuán insultante resultaba; se consideraba normal porque semejante actitud estaba muy profundamente arraigada”.
  Así lo resume MacIsaac: “Para mí es una historia rara que cuenta la extraordinaria odisea de una mujer. También es la historia de Bobby Riggs, pero el meollo es ver a Billie Jean pasar por ello y verla ponerse en pie y cohesionar el movimiento feminista junto a esas otras mujeres”.

LOS HOMBRES DE LA BATALLA DE LOS SEXOS...
  Los hombres de LA BATALLA DE LOS SEXOS se enfrentaban en igual medida a un conflicto con el cambio de los tiempos. Uno de los más afectados es Larry King (Austin Stowell), el marido de Billie Jean, que fue uno de los organizadores del circuito femenino de tenis y que la apoyó sin reservas, incluso cuando se dio cuenta de que su matrimonio se estaba yendo a pique.
  Stowell explica que “Larry era poco menos que todo para Billie Jean. Era su mejor amigo, su entrenador, su representante, su preparador físico, su confidente e incluso su terapeuta hasta cierto punto. Desempeñaba demasiadas funciones. Pero también era su amante… y quiero decir que lo era incondicionalmente, porque, según, entiendo, ellos se amaban. Sin que le importase la sexualidad de Billie Jean, se enamoró perdidamente de ella”.
  “Sucedían tantas cosas entre todas estas parejas: entre Larry y Billie Jean, entre Bobby y Priscilla, entre Marilyn y Billie Jean… todos trataban de entender una época confusa. Lo que originalmente pensé que podía ser una comedia también se convirtió en algo muy emotivo para mí; en algo que giraba en torno a gente que luchaba con el cambio. Para mí, lo asombroso de Larry es que tomara esa extraordinaria decisión de no rechazar a la mujer que tenía delante sino de aceptarla; de hacer lo que él pudiera para fortalecerla y darle la posibilidad de llegar a ser todo lo grande que ella pudiera”.
  Otra figura clave de la vida de Billie Jean en los años setenta fue Cuthbert Collingwood “Ted” Tinling, el audaz diseñador de modas que forjó el moderno aspecto deportivo, vistiendo al circuito Virginia Slims y diseñando la ropa de King para la Batalla.
  Del papel se encarga el ganador del Premio Tony y candidato al Emmy y al Globo de Oro, Alan Cumming. Cumming fue atraído por el modo como Simon Beaufoy tejió complicados temas creando un guión de ritmo rápido. “Simon logró una sensación muy personal y auténtica, y puso en el centro la forma como las personas se abren paso a través de un laberinto de relaciones en tiempos cambiantes”, asegura.
  La cosa se puso todavía más intrigante cuando Cumming comenzó a investigar a Tinling. “Ted era fascinante: un antiguo jugador de tenis y auténtico espía en la Segunda Guerra Mundial que pasó sin pausa a la moda femenina. También fue alguien capaz de aconsejar a Billie Jean, al ser un homosexual que había pasado por eso unas pocas veces”, observa. “Hizo muchas cosas singulares. En una ocasión se le prohibió asistir a Wimbledon porque su ropa se consideraba demasiado llamativa”.
  Le encantó que Tinling fuera un innovador impertérrito. “Cuando comenzó el circuito femenino, era una idea tan radical y revolucionaria que no se sabía cómo serían los equipamientos. Era un territorio inexplorado y él se aprovechó de ello”, observa Cumming. “Billie Jean me dijo que realmente reforzó su confianza. Como actor, sé que a menudo uno tiene una relación muy débil y especial con la gente de vestuario, y creo que Ted mantenía ese mismo tipo de relación con las damas del circuito, y especialmente con Billie Jean.”
  King llama a Tinling “un alma creativa y brillante”. Y recuerda: “Siempre me llamaba Señora Superestrella. Iba muy por delante de su tiempo en cuanto a tejidos y diseños, siempre con la vista en el futuro”.
  Lornie Kuhle, entrenador de tenis y viejo amigo de Bobby Riggs, no sólo intervino en la película como asesor, sino que también es un personaje de la misma, interpretado por Eric Christian Olsen. A Olsen le encantó disponer de la oportunidad de averiguar qué pensaba Kuhle. “Lornie es una leyenda en el mundo del tenis y conoce historias asombrosas”, reflexiona Olsen. “Él y Bobby mantuvieron una hermosa amistad. Eran grandes amigos que se cuidaban mutuamente”.
  En cuanto a su opinión de la Batalla, Kuhle asegura que Riggs provocó un efecto imprevisto en el mundo que rebasó el dinero, la fama y la diversión que él andaba buscando. “La ironía está en que, al final, Bobby puede haber sido lo mejor que jamás le haya ocurrido al tenis femenino”, dice riéndose.
  Otra leyenda del tenis que desempeñó un papel en la Batalla es Jack Kramer (Bill Pullman). Un antiguo número 1 mundial que jugó con Riggs, fue un incansable promotor del tenis profesional en los años cincuenta y sesenta, rescatando al deporte de una acartonada tradición y llevándolo a la Época de los Torneos Abiertos, centrada en los jugadores. Pero la convicción de Kramer –que no le abandonaba– de que las tenistas no podrían vender entradas provocó un enfrentamiento con King.
  Dayton observa que “Kramer es un personaje interesante ya que, por una parte, es un caballero, pero también mantiene opiniones sobre las mujeres propias de otra época y no está dispuesto a cambiar. Creo que a Bill le resultó muy difícil hasta pronunciar algunas de las palabras de Jack pero él reunía fuerzas, hacía la escena y, luego, se lo sacudía todo”.
  Pullman afirma que halló empatía con Kramer como un hombre atrapado en un pasado que estaba siendo barrido rápidamente. “Creo que Jack es representativo de muchas personas de esa época. Ahora podemos echar la vista atrás y pensar: ‘¡Qué gente más estúpida!’ Pero la verdad es que la mayoría de la población aceptaba las convenciones sociales. Jack ya había tenido éxito escapando a la jerarquía que controlaba el tenis y dando más poder y fuerza negociadora a los jugadores”.
  A Pullman también le entusiasmó trabajar en el proyecto al lado de su hijo, el actor Lewis Pullman, que interpreta a Larry, el hijo de Riggs. Lewis cree que Larry presenció en estado de shock la transformación de su padre en un símbolo machista durante el periodo recogido en la película. Así lo explica: “Una cosa que Steve Carell me dijo y que me pareció extraordinariamente reveladora fue que hablando con Larry sobre su padre, le dijo que Bobby no había sido siempre el personaje excéntrico que se ve en el metraje de la película. Durante gran parte de la vida de Larry, Booby fue un padre oficinista francamente regular y, entonces, esta nueva personalidad se desarrolló súbitamente al transformarse Bobby en una celebridad”.
  El miembro más misterioso del entorno de Riggs era Rheo Blair, un “nutricionista de las estrellas” que se convirtió en el gurú de la salud de Riggs, insistiendo en que su régimen de vitaminas y proteínas allanaría el terreno al rejuvenecimiento. De representar el papel hasta el límite se encarga el actor, cómico, músico y antiguo miembro de SNL, Fred Armisen.
  Armisen quedó atrapado por la singularidad de Blair. “Fui a ver a Rheo cuando me ofrecieron el papel, y resulta un tanto divertido pero se me parece un poco, sólo que con más pelo. Leyendo sobre él se tiene una sensación como ‘¿de qué va éste?’”, dice Armisen entre risas. “Parece haber sido el precursor de cosas como Herbalife y todas las barras supernutritivas de hoy en día: simplemente otra cosa que podemos comprar y que nos hace sentirnos bien con nosotros mismos. Pero, ¿quién sabe lo que había en esas píldoras? Que yo sepa, podrían haber sido azúcar”.

RODANDO LA BATALLA...
  Los acontecimientos de LA BATALLA DE LOS SEXOS tuvieron lugar en 1973, un año que se siente inmediato y contemporáneo gracias, en parte, a la decisión de Faris y Dayton de rodar con la riqueza cinematográfica de la película de 35 mm. Colaboraron estrechamente con un cuarteto clave –el director de fotografía Linus Sandgren, la montadora Pamela Martin, la diseñadora de producción Judy Becker y la diseñadora de vestuario Mary Zophres– para dar vida a su visión. Sandgren y Becker habían trabajado juntos anteriormente en las películas de David O. Russell JOY y EL LADO BUENO DE LAS COSAS, mientras que Zophres y Sandgren colaboraron en LA LA LAND, ganando ambos sendos Oscars®. Las colaboraciones de Martin con Faris y Dayton incluyen PEQUEÑA MISS SUNSHINE.
  Sandgren se unió al relato con un gran número de ideas firmes. Una era la de diferenciar entre las perspectivas masculina y femenina. “Teníamos la sensación de que podría ser interesante crear una metáfora visual simultánea en la que Billie Jean y las otras mujeres miran a menudo hacia delante, mientras que los hombres dirigen su vista atrás. Era algo muy sutil pero empleamos estas clases de normas visuales, con las que resultó divertido trabajar”, dice el director de fotografía.
  Junto con Faris y Dayton, Sandgren volvió a ver algunas de las películas más estéticamente definitorias de los años setenta –especialmente la obra de John Cassavetes y Robert Altman– pero todos estuvieron de acuerdo en que no querían que la película escarbara en la nostalgia ni en la reflexión sobre un pasado que ni siquiera estamos cerca de dejar atrás. Sandgren afirma que la mayor influencia fue la idea de convertir la cámara en una veleta emocional.
  “Para mí, esta película giraba en torno a hacer que la cámara reaccionase emocionalmente a la escena. No se trataba de una clase especial de estilo de movimiento de cámara, sino siempre de las emociones del personaje”, describe Sandgren. “Parte de la idea que tuve con Jon y Val fue que la película no debería parecer una sobre los años setenta; en vez de ello, debería parecer una película realizada entonces. Luego, añadimos a eso la idea de que la cámara nunca debería destacar en exceso ni ser demasiado consciente de sí misma, sino mantenerse más reactiva emocionalmente”.
  Todos estuvieron de acuerdo en no tomar el camino digital para esta película. Sandgren entra en detalles: “Porque son los años setenta, fue una verdadera ayuda que la historia tuviera mucho grano visual así como colores muy prominentes sin tener que saturar la película en la postproducción. Queríamos que todo diera una gran sensación de riqueza en cada detalle. Estudiamos la posibilidad de rodar en 16 mm pero nos pareció que al 16 le faltaba demasiado detalle para fotografiar tenis, así que nos decidimos por los 35 mm. Y luego, utilizamos lentes de la época de los setenta de modo que la sensación de haber sido rodada en esos años fuera aún mayor”.
  Para fotografiar el propio partido, Sandgren anduvo a la caza de lentes de zoom de la época que le permitieran acercarse como un cámara de entonces. “Queríamos que el partido fuera emocionante incluso para los que no supiesen nada de tenis”, observa, “así que la idea principal fue hacer verdadero hincapié en su alcance, y en toda la locura que lo rodeaba y que podría sacar a Billie Jean de su intensa concentración. También queríamos rodarlo de forma auténtica, como un verdadero partido de tenis de entonces, por lo que usamos cámaras de TV, rodando como la televisión lo haría. Sólo después del partido adquiere la cámara un tono más íntimo, entrando personalmente en Bobby y Billie Jean cuando reaccionan”.
  “Nos esforzamos por conseguir que el tenis saliera bien”, dice Faris. “En el último partido, decidimos cubrirlo tal y como se vio en televisión, manteniendo una amplia toma de la pista para que pueda verse la interacción completa de los jugadores y el movimiento de la pelota, recordándonos así que éste fue un acontecimiento muy público”.
  La montadora Pamela Martin, candidata al Oscar por THE FIGHTER, regresa a una palestra muy diferente de enfrentamiento singular con LA BATALLA DE LOS SEXOS. Le entusiasmó especialmente volver a colaborar con Faris y Dayton en lo que ella percibe como su película más épica hasta la fecha. “Todas sus películas tratan sobre la experiencia humana, pero lo que esta película tiene de diferente es el ámbito”, dice Martin. “Realmente gira en torno a la gran batalla por la igualdad”.
  Una de las mayores tareas de resolución de problemas de Martin fue, desde el principio, cómo equilibrar la mezcla de emoción, suspense deportivo y espectáculo cultural. Un mes antes de que la producción siquiera diese comienzo empezó a ver repetidamente el histórico metraje de televisión. “Me interesaba cada detalle; desde la estrategia del partido hasta cómo se desarrollaba también la batalla entre Howard Cosell y Rosie Casals como comentaristas. Y pensé que de ahí podría sacar mi propia pieza de 10 minutos”, explica. Eso sería después una plantilla de la forma como montó la escena. “Jon y Val se presentaron con mucho metraje pero yo ya tenía una idea de a dónde quería llegar; así que sólo fue cuestión de hallar las joyas y entrelazar todos los fragmentos de personajes en el encuentro”, observa.
  En cuanto al mismo tenis, Martin lo ha practicado desde la infancia pero ganó perspectiva montando combates de boxeo en THE FIGHTER. “Con THE FIGHTER, aprendí mucho sobre cómo se puede reducir un evento deportivo a su núcleo dramático y expresar la historia que lleva dentro”, explica.
  Trabajar con Faris y Dayton siempre ha sido algo especial para Martin pero ella tuvo la sensación de que LA BATALLA DE LOS SEXOS parecía beneficiarse aún más de contar con mentes creadoras dobles al timón. “Los dos no están siempre de acuerdo en todo pero lo sorprendente es que son manifiestamente iguales: son igualmente inteligentes, creativos y perspicaces porque ninguno domina, trabajan juntos de la forma digna de un ballet. Naturalmente, en ocasiones acabo siendo yo la mediadora”, reconoce, “pero como la mayoría de los montadores, disfruto sopesando ambas formas de enfocar las cosas. Siempre me resulta divertido porque a Jon y a Val les encanta claramente estar en la sala de montaje, y eso era especialmente cierto en esta película porque teníamos tanto que contar junto con la gran partitura de Nick Britell y todo el resto de la música. De verdad, es su película más grande”.

DISEÑANDO LA BATALLA...
  La diseñadora de producción Judy Becker se había unido anteriormente al equipo Faris-Dayton en RUBY SPARKS y sabía que LA BATALLA DE LOS SEXOS sería una experiencia muy creativa. “Me encanta trabajar con ellos”, comenta, “porque tienen una gran astucia visual. Tan pronto como empezamos a hablar, ellos ya lo estaban haciendo sobre cómo evitar todos los clichés de los setenta y cómo deberíamos representar el circuito femenino de tenis basándonos en la realidad, aunque a nuestra propia manera visual, ampliando la paleta de colores. Fue un proceso de colaboración excelente y muy estimulante”.
  Para Becker, parte de la diversión residía en establecer el contraste entre las vidas divergentes de Riggs y King. “Éramos muy conscientes de la distinción entre el mundo de Bobby, el mundo del tenis y el Circuito Virginia Slims, que es una excursión por moteles de los setenta. Para la vida de Bobby antes del partido, usamos deliberadamente una gama de colores que incluye tonos de masilla, neutros y marrones. Luego lo contrastamos con los brillantes verdes, amarillos, rojos y azul marino del circuito, colores que se encuentran en los deportes”, explica la diseñadora. “Eso era algo que nos entusiasmaba a Jon, a Val y a mí”.
  Para ser una película basada en el deporte, hubo un número inusitadamente grande de platós que construir y decorar, incluido un flujo constante de vestíbulos y habitaciones de hotel, así como estadios de tenis grandes y pequeños. “La película tiene muchas apariencias diferentes y eso suponía un presupuesto muy ambicioso”, observa Becker. “Pero Jon y Val tienen un enorme gusto y ambas partes teníamos grandes esperanzas para cada plató”.
  Uno de los escenarios más difíciles de encontrar fue el de la fiesta ofrecida por Bobby Riggs en la mansión de Betty Grable en Palm Springs. En una batida en busca de casas que hicieran las veces de la mansión de la estrella, el equipo tropezó con una diseñada por Paul Williams en Holmby Hills que contaba con una piscina de época que dominaba una pista de tenis igualmente de época. “Era una casa en la que vivió Connie Stevens pero estaba un tanto desatendida porque llevaba algún tiempo deshabitada, así que tuvimos que devolverla al nivel de la casa de una estrella de cine de 1973. Restauramos la pista de tenis, la jardinería y todo el mobiliario, todo lo cual resultó muy divertido”, asegura Becker.
  El Los Angeles Memorial Sports Arena representa al Astródomo de Houston, gravemente dañado por el Huracán Katrina. Una reliquia por derecho propio, el Arena de LA fue demolido poco después del rodaje, pero demostró ser el perfecto armazón para recrear el ambiente eléctrico, casi psicodélico de un acontecimiento que atrajo a todo el mundo: desde Helen Reddy que cantó “I Am Woman” en directo, al mismísimo maestro del surrealismo, Salvador Dalí.
  “Evidentemente, el Astródomo y el día del evento están muy bien documentados, por lo que pudimos reproducir la totalidad del aspecto del partido, hasta el extremo de que seis pulgadas de cancha de baloncesto asoman por debajo de la pista de tenis”, explica Becker.
Becker contempló eufórica cómo sus platós, creados con todo cariño, se llenaban de vida cuando los actores penetraban en ellos. “Fue casi alucinante ver a estos actores transformarse dentro del plató. No estaban haciendo imitaciones. Emma pareció realmente transformarse en Billie Jean King de forma pasmosa”, dice Becker.

MÁS ALLÁ DEL BLANCO DEL TENIS: LOS EQUIPAMIENTOS...
  1973 no fue sólo un año de cambio social; también conoció una moda rápidamente cambiante que facilitó a la diseñadora de vestuario Mary Zophres una gran dosis de inspiración. “Cuando se piensa en la historia de la moda, fue a finales de los sesenta y en los setenta cuando la idea de autoexpresión por medio de la ropa comenzó realmente a entrar en juego. Y queríamos que la película lo recogiera”, explica.
  La película supone la tercera ocasión en que Zophres viste a Emma Stone, pero las cosas fueron distintas esta vez. “Antes de esta película, Emma era para mí como una delicada flor. Tenía un cuello de garza y unos brazos llenos de gracia. Pero lo que vi basándome en mis propias mediciones antes de comenzar la película, fue que ella había trasformado completamente su cuerpo”, reflexiona Zophres.
  Eso era perfecto para el aspecto de Billie Jean King, muy inspirado por el auténtico. “Cualquier cosa que diera la sensación de no resultar deportiva o ser demasiado mona fue descartada y empleamos camisas de vestir, jerséis de cuello alto y chalecos. La finalidad era hacer a Emma un poco más dura, y aprendimos que puede fácilmente ser así”, dice Zophres.
  En la pista, Zophres volvió a los diseños de Ted Tinling, que sacudieron al mundo del tenis en aquel momento. “Tinling tenía la imaginación más maravillosa”, describe. “Cuando se incorporó al circuito femenino, abrazó la idea de que ya no tenían que ceñirse a las viejas normas de etiqueta del tenis. Lo principal era el color, y unos diseños de buen corte y llamativos. Recrear sus prendas resultó extraordinariamente divertido; nunca antes había hecho nada parecido”.
  La misma King recuerda que Tinling tuvo un efecto palpable en el tenis femenino, así como en la propia imagen pública de la deportista. “Ted diseñó vestidos distintos para cada una de nosotras”, recuerda. “Para Rosie, Ted añadiría más lentejuelas por ser ella muy creativa y acrobática en su juego. Él te dejaba llevar grandes cuellos o cuellos pequeños o ningún cuello, de pico o no, y preguntaba cómo queríamos que fueran las telas y los esquemas de color. Cada año tenía un color temático y el año del partido de Riggs era el verde menta”.
  Efectivamente. El equipamiento de King para la Batalla era una maravilla de corpiño de nylon verde claro y azul, lleno de lentejuelas y brillantitos, que se convertiría en un icono.
  Quizá el mayor cumplido que recibió Zophres fue cuando King visitó el plató durante una prueba de cámara de la réplica del traje. “Cuando Billie lo vio dijo: ‘¿Cómo diablos has conseguido ese vestido?’ Me hizo tan feliz pensar que lo habíamos clavado hasta el extremo de que ella pensara que era el equipamiento auténtico”, dice Zophres.
  King añade: “Realizaron un trabajo increíble para conseguir que fuera exacto y eso tuvo que resultar duro”.
Otro reto surgió a la hora de hallar las zapatillas características de King. “Yo tenía unas Adidas azules y tuve que luchar para llevarlas”, recuerda King. “Creo que yo fui la primera jugadora que llevó zapatillas de color y, si se fijan, el azul de las zapatillas hacía juego con mi muñequera. Yo era muy maniática para estas cosas”.
  Adidas ya no fabrica una zapatilla semejante y no fue posible encontrar pares de época, así que Zophres hizo una petición especial. “Creo que cogimos a Adidas por sorpresa”, piensa Zophres. “Pero fueron de lo más cortés y, al final, encontraron el patrón original de esas zapatillas y las fabricaron a medida para Emma en azul con tres bandas blancas y las iniciales de Billie Jean. ¡A todos nuestros tenistas les volvieron locos esas zapatillas!”
  Al llegar el momento de crear el vestuario de Bobby Riggs, Zophres colaboró estrechamente con Steve Carell a fin de establecer una silueta fuerte, inimitable de pies a cabeza desde el mismo segundo en que aparece por primera vez en la pantalla: a medio camino entre el mundo acartonado del pasado y unas excéntricas ganas de ser él mismo.
  “Discutimos la idea de que a Bobby se le viera por primera vez en un traje de los sesenta recién sacado del armario, con unas solapas más amplias y unos conservadores zapatos de lengüeta”, describe Zophres. “No queríamos que Bobby pareciera un moderno porque no lo es en ninguna parte de la película. Incluso en las fiestas lleva ropa tradicional de tenis. O se enfundaba un atuendo para llamar la atención como el de Little Bo Peep o los trajes de Enrique VIII que lucía a las mil maravillas. Pero eso era siempre una broma para las cámaras. Investigando el personaje, nunca advertí en ninguna parte que se alejara de su zona de comodidad. Su estilo probablemente había quedado fijado cuando cogió su ritmo, lo que habría ocurrido en 1950. Eso tampoco se le iba a Steve nunca de la cabeza: que él era de esa época”.
  Zophres disfrutó igualmente creando una réplica bien documentada de la chaqueta Sugar Dady (que hacía sudar y que Riggs firmó un contrato para llevarla quizá desacertadamente), ya que el original se había perdido desde entonces. “A Bobby le pagaron montones de dinero para llevar esa chaqueta pero resultó demasiado calurosa y él estaba poco menos que asfixiándose; fue algo en lo que verdaderamente quisimos aproximarnos al original tanto como fuera posible”, dice la diseñadora.
  Otra recreación inhabitual cayó –literalmente– a los pies de Riggs. Zophres fue del todo incapaz de hallar los calcetines de punto elásticos con bandas que eran la quintaesencia del aspecto de Riggs. “Encontramos uno en eBay pero era para niño”, recuerda. “Así que encargué a una empresa de Carolina del Norte que confeccionara el calcetín. Luego, cosimos un moderno calcetín ortopédico blando en una almohadilla para el pie de Steve y sólo usamos la parte con banda para que sobresaliera del zapato”.
  Cuando le llegó el turno al propio Ted Tinling, Zophres se ciñó al metraje para vestir a Alan Cummings. Dice Valerie Faris que “si uno ve las fotografías de Ted, se aprecia –si es que se aprecia algo– que vestimos a Alan partiendo de la forma como él realmente vestía. Era un tipo muy excéntrico, muy extravagante, un personaje vistoso con gran estilo”.
  Cuando comenzó a investigar el personaje de la audaz Gladys Heldman, Zophres destacó el salto generacional que estaba dando. “Gladys era una fuerza que había que tener en cuenta pero tenía un poco más de edad y, según las pocas fotos que vi, llevaba faja, un sujetador largo y medias. Le lancé a Jon y Val la idea de que deberíamos hacer hincapié en que ella era de otra generación, y que Gladys debería llevar vestidos porque ser una promotora de la liberación de la mujer no significa que tuviera que llevar un traje con pantalones. La puse unos estampados de colores vivos porque tuve la sensación de que cuando Gladys entra en una sala, causa un inmediato trastorno”.
  A Sarah Silverman le encantó la apariencia. “En realidad me limité a dejar que el guardarropa, las gafas y el peinado se encargaran de toda la actuación”, bromea. “A decir verdad, en cuanto me puse la asombrosa ropa de Mary, me sentí como Gladys”.
  Zophres jugó con estilos bohemios a la hora de vestir a Andrea Riseborough como Marilyn. “Yo quería que su aspecto expresara a alguien que se sintiera mucho más cómoda con su cuerpo y su sexualidad que Billie Jean, así que empleamos muchos tejidos suaves y tela vaquera. ¡Ella es el único personaje que viste púrpura!”
  Quizá lo más emocionante para Zophres fue diseñar la espectacular panoplia de vestidos –desde los más recientes que marcaban tendencia hasta los de las exageradas mascotas publicitarias– que llenaron el Astródomo de Houston aquel día de septiembre de 1973. “La escena en el Astródomo giraba en torno a exagerar la nota”, reflexiona. “Era muy festiva con montones de colores y de texturas, pero también había gente muy acaudalada y conservadora de Houston que ocupaba las primeras filas; toda una mezcla”.
  A Zophres le resultó gratificante disponer de la ocasión de trasladar al público moderno a aquel momento que no era sólo un espectáculo desenfrenado sino que dejó huella en el mundo. “Jon y Val querían verdaderamente captarlo y hacerlo bien”, dice, en conclusión, “porque muchos de nosotros hoy en día ni siquiera sabemos nada de la Batalla de los Sexos ni de todo lo que exigió conseguir los derechos que las mujeres tienen actualmente. Creo que es una historia maravillosa para contarle a una nueva generación y eso fue lo que más me emocionó de ello”.

NICHOLAS BRETTLE A CARGO DE LA MÚSICA...
  LA BATALLA DE LOS SEXOS se detiene en una amplia gama de temas: desde la competición hasta el amor pasando por la lucha en pro de la igualdad. Para forjar una conexión emotiva y musical entre estas ideas, Faris y Dayton emprendieron una colaboración con el compositor  Nicholas Britell, recientemente candidato al Oscar® por su impactante partitura, superadora de géneros, para la película MOONLIGHT.
  Con LA BATALLA DE LOS SEXOS, Britell sintió inmediatamente una conexión con el material y los directores. “Cuando vi una primera versión de la película, experimenté una inmediata sensación de emoción”, recuerda. “[La película] es un relato tan hermoso e importante que en 2017 todavía le dice algo a nuestro mundo. Pronto descubrí que Jon y Val son apasionados amantes de la música y que disponen de una gran abundancia de conocimientos musicales. Cuando uno está en la misma longitud de onda que los directores, cualquier cosa es posible. Todos estuvimos de acuerdo en querer contar musicalmente una historia que transcurre en paralelo con las imágenes, mediante una partitura que crea su propio paisaje”.
  Zambulléndose en la tarea, Britell se centró en crear dos mundos musicales: el “exterior” de los deportes y la competición, y el “interior” de los personajes y sus odiseas personales. Además, empezó a lidiar con la forma de reflejar el paisaje acústico de los setenta de forma singular y fresca. “Jon, Val y yo comenzamos a hablar sobre la posibilidad de utilizar instrumentación de grupos de rock de los setenta, pero también teníamos la sensación de que el ámbito de la película necesitaba una orquestación mayor. Comenzamos empleando instrumentos de viento de madera y de cuerda, e inmediatamente demostró ser un acierto. El terreno musical no es abiertamente de los setenta, pero rinde homenaje a la forma como la música era grabada por aquel entonces. Empleamos micrófonos de época para nuestras sesiones de grabación y jugamos con la calidad y textura del audio para añadir la sensación de aquellos tiempos”.
  Britell también comenzó a diseñar lo que él denomina la “arquitectura” de la música, creando unos cimientos de temas individuales para Billie Jean y Bobby mediante el examen de las tensiones existentes entre ambos. “El tema de Bobby es un pequeño conjunto de jazz con piano, contrabajo, batería y unos sutiles instrumentos de viento de madera; yo esperaba que diera la sensación de ser un producto musical de sus propias inseguridades interiores. Es intencionadamente sobrio, y Jon y Val creyeron que realmente conectaba con el sentimiento de Bobby.”
  A modo de contraste, el tema de Billie Jean es más exuberante y tiene más fuerza. “Billie Jean tiene un tema muy atlético y con mucho impulso, y mientras el tema de Bobby se basa en un viejo piano vertical, el de Billie Jean es interpretado en un hermoso piano de cola Steinway, lo que también se convierte en una metáfora musical de sus personajes”.
  La historia de amor de Billie Jean y Marilyn también tiene eco a través de un conjunto en evolución de colores musicales. “La música de su relación comienza con ambientes delicados y una melodía tranquila. Pero a medida que la relación se desarrolla, el acompañamiento musical se refuerza hasta que, finalmente, es interpretado con toda fuerza por una orquesta completa hacia el final de la película”, explica Britell.
  La música de Britell representa un contrapunto de la banda sonora de la película, que incluye músicas emblemáticas como “What Is Life”, de George Harrison, “Rocket Man”, de Elton John, que recuerda con belleza la época de la película (los años setenta) y conecta con un momento especial entre Billie Jean y Marilyn.
  Britell tuvo, gratamente, la ocasión de dirigir y grabar la partitura con una orquesta de 79 instrumentos. “Una orquesta de esa amplitud crea un sonido verdaderamente incomparable”, dice. “Fue una experiencia extraordinaria hacer que esos sonidos que estaban en mi cabeza adquiriesen repentinamente vida a gran escala. Jon y Val estaban allí también, y para todos nosotros resultó muy emotivo escuchar la música juntos de esta forma”.

CAMBIO DE JUEGO...
  A medida que LA BATALLA DE LOS SEXOS iba intensificándose hasta el clímax del partido, Faris y Dayton se comprometieron no sólo a recrear el ambiente visual del encuentro sino también el tenis. “Quisimos captar fielmente los estilos de juego específicos de Bobby y Billie.  Lornie Kuhle entrenó a Steve durante muchos meses, mostrándole los matices del juego de Bobby y permitiéndole escudriñar de primera mano la personalidad de Bobby”, observa Faris. No fue empresa fácil porque el tenis ha sufrido un cambio radical e inmenso, en el que el juego de hoy en día –más atlético y dominado desde el fondo de la pista, lo que podríamos ver en ESPN en 2017– tiene un aspecto muy diferente del deporte de suavidad de 1973.
  “El deporte es ahora totalmente distinto”, dice Billie Jean King. “Comparadas con las jugadoras de hoy, nosotras no podríamos cascar un huevo. Entonces, las raquetas eran muy pesadas; ahora tienen ese gran punto agradable y son aerodinámicamente asombrosas. A las jóvenes jugadoras se les enseña una técnica mucho mejor, por lo que tienen más fuerza. A nosotras nos enseñaron a ser muy estáticas. También, el 75% de los partidos se jugaban en hierba. La gente piensa que ahora el tenis no tiene tanta gracia ni belleza, pero el motivo por el que nosotras servíamos y voleábamos tanto era que no queríamos que la pelota golpease en la pista porque, sobre hierba, rebotaría y rodaría. Golpeándola en el aire se tenía más control sobre la pelota. Y como hay más dinero en el deporte, las mejores jugadoras tienen entrenadores, agentes, terapeutas de masajes, osteópatas y quiroprácticos. Nosotras ni siquiera teníamos entrenadores que nos acompañaran en los viajes”.
  Añade King: “Las jugadoras de hoy viven ahora lo que las ‘Nueve’ soñaban con lograr. Y cada vez que una tenista recibe un talón por ganar o tiene un lugar donde jugar, sabemos que nosotras contribuimos a poner eso en marcha”.
  Para lograr que el tenis fuera el adecuado, dos de las jugadoras profesionales de tenis del reparto dieron un paso al frente para doblar a Emma Stone y Jessica McNamee: Kaitlyn Christian y Lauren Kline. Volvieron a entrenarse ellas mismas para jugar “a la antigua” antes de que las pistas hubieran cambiado, de que “servir y volear” hubiera pasado de moda y el moderno deporte de fuerza tomase las riendas.
  Una de las grandes emociones de Christian fue la oportunidad de jugar con King para emularla, lo que afirma que resultó revelador. “Pasé dos horas en la pista con Billie Jean mientras ella me enseñaba todos sus pequeños ismos y la forma como juega”, dice Christian. “La gran diferencia entre entonces y ahora reside en que los jugadores solían subir más a la red porque tenían más tiempo. Pero jugar al viejo estilo me enseñó cosas que –creo– mejorarán efectivamente mi juego actual”.
  También llegó a comprender mejor el plan de juego de King para enfrentarse a Riggs. “Una gran parte del tenis consiste en adquirir sensibilidad sobre el modo de jugar de tu oponente”, explica Christian. “La estrategia de Billie Jean con Bobby era la de salir y, simplemente, hacerle correr como un perro alrededor de la pista. Y funcionó de verdad. Verlo es muy impresionante. Ella estaba jugando al gato y al ratón con él, usándolo como juguete, que es la victoria definitiva”.
  Esa victoria, una de las muchas de una cadena que no se ha interrumpido, fue lo que mantuvo la motivación de todos los miembros del reparto y del equipo técnico. El momento era el adecuado para una historia que, a la vez, tratara sobre movimientos vigorosos y tolerancia compasiva.
  En resumen, Billie Jean King afirma que “La Batalla de los Sexos llegó en medio de una ola del movimiento feminista y me parece que ahora mismo estamos inmersas en otra. Algo está ocurriendo. Cuando yo jugué contra Bobby Riggs todos pensaron que eso estaba dividiendo a las personas, pero en realidad atrajo a mucha gente y estableció relaciones. Hubo discusiones y más diálogo y espero que eso seguirá ahora”.

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