|
SINOPSIS
Christine no tiene hogar. Durante una noche de invierno, encuentra a Suli, un niño eritreo de 8 años, sollozando frente a su refugio. Atados por sus condiciones marginales, se embarcan juntos en un viaje emocional para encontrar a su madre en París...
INTÉRPRETES
CATHERINE FROT, MAHAMADOU YAFFA, JEAN-HENRI COMPÉRE, RICHNA LOUVET, RAPHAËL THIÉRY, BAPTISE AMANN, FARIDA RAHOUADJ, DOMINIQUE FROT
MÁS INFORMACIÓN DE INTERÉS
CRITICA
BANDA SONORA
CÓMO SE HIZO
VIDEO ENTREVISTAS
PREMIERE
{slider PREMIOS Y FESTIVALES}
INFORMACIÓN EXCLUSIVA
ENTREVISTA A CLAUS DREXEL...
¿Qué le inspiró a hacer una historia sobre dos personajes sin hogar?...
Después de “En el borde del mundo”, un documental sobre las personas sin hogar, buscaba una historia de ficción que tratara este
asunto social. Me siento profundamente unido a este colectivo que, a menudo, acaba siendo filmado despectivamente. Quería mostrar su belleza, sensibilidad y su poesía. Catherine Frot se sintió muy conmovida por el filme y, enseguida se puso en contacto conmigo.
Rápidamente, vimos la posibilidad de hacer una película que transmitiera este aspecto.
Ella interpreta a Christine, que nos recuerda a la Christine de su documental; un personaje muy inusual...
Catherine estaba profundamente conmovida, como yo, por su testimonio. Mi amigo y coguionista Olivier Brunhes y yo basamos el personaje en ella cuando empezamos a escribir.
¿Catherine Frot se involucró en el proceso de escritura?...
Fue muy respetuosa con nuestro trabajo y se empeñó en que trabajáramos sin tenerla vigilándonos.
“BAJO LAS ESTRELLAS DE PARÍS” se inicia con una extensa introducción del personaje de Christine. Camina por los embarcaderos, vemos el recinto donde vive… ¿Por qué una introducción tan detallada?...
Era muy importante para mostrar la vida cotidiana del colectivo sintecho y para que el público se acostumbre al ritmo pausado que forma parte de ella. Es similar a una patrulla, con rituales detallados. Se encuentran en los mismos lugares a la misma hora. Quería sacarlo a la luz, compartir su soledad y los momentos en que se reúnen. Una mujer aislada del resto del mundo hasta que conoce a Suli, un niño de 8 años que ha perdido a su familia. Es una mujer destrozada, casi muerta por dentro, que eligió aislarse de los vivos.
Ya no habla, ha perdido la costumbre.
Llegamos a comprender que su hostilidad hacia el niño fue causada por un bloqueo mental pero también por una antigua herida relacionada con un muchacho. No volveremos a tener más información de ello...
Todo el mundo quiere saber el porqué hay gente que acaba viviendo en la calle. Pero ni siquiera estoy seguro de que ellos sean capaces de explicarlo. Es demasiado complicado. La mayoría de las veces están afectados por una infancia dura, consiguen estar estables durante un tiempo y, de repente, algo sucede que les hace perder el rumbo. Como en “En el borde del mundo”, buscaba crear un vínculo con Christine en lugar de analizarla. Cada uno es libre de dar una explicación a su manera de lo que le ha sucedido.
En el filme vemos que ella muestra interés hacia la ciencia, más adelante vemos que en su pasado fue investigadora...
Se generaliza la creencia de que todo el colectivo sintecho son unos borrachos y tienen problemas para expresarse. Debemos luchar contra este estereotipo. Estas personas tenían una vida antes y siguen teniéndola ahora: muchos de ellos pasan mucho tiempo leyendo y son mucho más cultos de lo que creemos. He aprendido mucho de ellos.
“Yo aquí, tú allí”, le dice Christine a Suli cuando le deja pasar la noche en su refugio. Pero la distancia que pone entre el niño y ella se va reduciendo desde el momento en que decide ir a buscar a su madre con él. Por primera vez su rostro se ilumina...
Christine se siente conmovida por Suli desde el primer momento en que lo ve, a pesar de que al principio se lo prohíbe. Poco a poco, sin que ella se dé cuenta, aprende a vincularse de nuevo con alguien. Se ve reflejado en el momento en que lo arropa con su abrigo cuando están a punto de pasar la noche cerca del Sacré Coeur y empieza a llorar porque cree que lo ha perdido. Gracias a Suli, Christine vuelve a recuperar su vida y a reencontrarse con su propio ser.
En su película, muestra que la gente es comprensiva con las personas sin hogar, como Christine, pero hostil hacía los migrantes...
Todos los personajes de la película están más o menos inspirados en la gente que conocí en la vida real: hablé con gente que se mostraba muy amable con los suyos, pero, a su vez, eran completamente hostiles hacía los extraños. Esta dicotomía me impresionó especialmente cuando fui a un pequeño pueblo en Arizona para grabar “América” mi segundo documental durante las elecciones presidenciales de 2016. Yo nunca había visto un lugar donde sus ciudadanos estuvieran tan unidos. Si una persona discapacitada necesitaba ayuda, todo el pueblo acudía. Pero si esa persona era un extranjero o cuando se hablaba de la construcción del muro entre México y EE. UU., su comportamiento cambiaba drásticamente: tenían que protegerse de los extraños.
En las “junglas” de los migrantes, por lo contrario, vi actos desinteresados, por ejemplo, una mujer que, a pesar de vivir con el mínimo, venía cada día a recoger la ropa de los migrantes, lavarla y planchar para devolvérsela al día siguiente.
Muestras diferentes comportamientos, pero nunca los juzgas...
La vida es demasiado compleja para poder afirmar quién tiene razón y quién no. Las personas actúan de forma diferente en función de su historia personal. Así es como creamos al personaje que trabaja en el muelle. Él es servicial con Chrstine pero racista con Suli.
Al mismo tiempo, está el personaje de la señora de la limpieza del aeropuerto, que ayuda un poco más: al principio podemos pensar que va a delatar a Christine y al chico, cuando en realidad, solo quiere ayudar. Es maravilloso saber que hay gente que ayuda a otras personas así todos los días. Lo he visto muchas veces.
¿De dónde viene este interés por el colectivo sin hogar?..
Uno nunca sabe realmente por qué se siente atraído por un tema en particular. Hay dos cosas que me parecen repugnantes. Primero, el hecho de que los recursos naturales sean saqueados por un grupo de arrogantes mafiosos. Y, en segundo lugar, los prejuicios me indignan, cuando la gente dice que los pobres, los sintecho y las mujeres de la calle son de una manera u otra. Una vez, mi hija le dijo a alguien: “Mi padre hace películas para ayudar a entender a los que no entendemos”. Ella me iluminó sobre mi propio proceso, un proceso que desconocía. Quería llegar a conocer a la gente con la que me cruzaba en la calle, en el metro, gente de la que nadie había oído hablar, de la gente de la que nadie sabía nada, excepto a través de las organizaciones benéficas que les ayudaban. Quería pasar tiempo con ellos y durante un año lo hice en mi tiempo libre: los sintecho representan mis inicios con los documentales y contribuyeron a la nueva perspectiva de mis obras de ficción.
París tiene un aspecto magnífico en la película: contrasta con las circunstancias con las que vive este colectivo...
No he cambiado la ciudad; su belleza está ahí. Podría haber rodado la película en otro lugar pero decidí hacerlo por su belleza y el choque entre la suntuosidad y la pobreza. París se convierte en una metáfora del estado del mundo.
Christine y Suli recorren juntos cada rincón y nos embarcamos con ellos en su viaje...
Olivier Brunhes y yo siempre lo consideramos una odisea. Es una verdadera aventura caminar por las calles cuando eres una mujer sintecho. También es un medio para cartografiar la ciudad: primero, las partes bonitas de la ciudad, luego los barrios populares y, por último, las tiendas del Canal Saint Martin. Cuanto más avanzas, más impactante se va haciendo la pobreza.
Christine podría ser un personaje salido de un cuento de hadas. En las primeras escenas, ella nos recuerda a una bruja del siglo XV...
Catherine y yo somos unos apasionados del arte y la pintura. Ella estaba muy interesada en caracterizar al personaje de esta manera.
Imaginábamos una mujer atemporal, sin edad, que podría haber estado viviendo en el muelle del Sena desde principio de los tiempos. Una imagen arquetípica, pero que fuera creíble en el siglo XXI. “Destilar lo eterno de lo efímero”, decía Baudelaire. Los dos pensamos mucho en su vestimenta, en su forma de hablar y moverse. Fue un maravilloso trabajo creativo en equipo. Por otro lado, era importante que hubiese humor en la película porque la vida es una tragicomedia. Creo que, incluso en las peores situaciones de la existencia, los humanos pueden llegar a reír. Tengo en mente a “El chico” de Chaplin. “La pequeña cerillera” de Andersen era una referencia para Catherine y para mí. Por eso quería que el primer descubrimiento del rostro de Christine y Suli se hiciera a la luz de una cerilla.
El onirismo está también muy presente cuando Suli cree ver a su madre frente a una iglesia junto a un vagabundo que canta un lieder de Schubert...
Desde la época de la ilustración, nos hemos separado de los sueños y los fantasmas. Pero la realidad también está hecha de ensoñaciones.
Quería crear esta noche mágica en la que Suli cree ver a su madre. Es una imagen idealizada de Montmartre, con el vagabundo manco cantando “Der Leiermann” (El organillero) de Schubert. Me conmueve profundamente la belleza de este lied, donde se trata la miseria, la errancia y la muerte. Llevado por la música, el niño seguirá la aparición de su madre. Y se pierde.
¿Cómo ha creado esta estética tan particular del film?...
Mis principales fuentes de inspiración son la pintura y la música. Pensaba en los pintores que me gustan especialmente como Rembrandt, Caravaggio, Georges de la Tour, incluso Francis Bacon… Y, de igual forma que estos grandes pintores, admiro el trabajo de Sylvain Leser, el fotógrafo que trabaja conmigo en mis documentales. Compartí estas referencias con Philippe Guilbert, el director de fotografía de la película. Su contribución ha sido muy valiosa.
Ha mencionado que trabajó con Catherine Frot en lo que respecta a su vestuario. ¿Qué trabajo de preparación seguiste con ella?...
La llevé a ciertos lugares que conozco bien, donde se reúnen las personas sin hogar; sitios de encuentro, donde se reparte comida como la iglesia de Saint-Leu-Gilles, en el distrito 1 de París, donde ayudan a los pobres desde hace mucho tiempo. Todos los sábados por la mañana preparan el desayuno, como podemos ver en la película. Para ella fue muy importante estar conectada con esa realidad y creo que fue maravillosa su integración en ese ambiente. Creó verdaderamente un personaje. Al final, la Christine de “BAJO LAS ESTRELLAS DE PARÍS” no tiene nada que ver con la de “En el borde del mundo”.
¿Cómo era ella en el set?...
Aportó muchísimo. Se preocupó por el proyecto y era muy exigente con ella misma. Quería honrar a las personas que inspiraban la película, directa o indirectamente; para preservar su dignidad.
¿Cómo encontraste a Mahamadou, el niño que interpreta el papel de Suli?...
Vi un centenar de niños que Marlène Serour había seleccionado de la calle, de los clubes deportivos y escuelas de teatro. Quería a alguien conmovedor, despierto y, sobre todo, que hablase de forma fluida una lengua africana. Mahamadou, cuya familia es de origen maliense, practica regularmente el bambara. La elección era obvia. Comprendió rápidamente como interpretar el hecho de que Suli no entendiera el francés. Me dijo: “Él no entiende el francés, pero si las emociones”, quedé impresionado de la inteligencia de ese niño que tan solo tenía nueve años. Le hice ensayar con Catherine y se estableció inmediatamente una conexión entre los dos.
¿Cómo trabajaste con él?...
Era necesario tanto preservar su frescura como enseñarle algunos aspectos básicos. Maryam Muradian fue su coach y le hizo trabajar sus emociones, mostrándole el frío y el miedo. Mahamadou desarrolló ciertas habilidades, pero sin acostumbrarse a las escenas que tenía que rodar. Si las escenas se memorizan demasiado, siempre existe el riesgo de que la actuación acabe mecanizándose.
Muchos actores no profesionales participan en la película…
Quería incluir en la película a los indigentes que conocía y que actuasen su propio papel. No siempre es fácil concretar una hora y un lugar para reunirse con personas que viven al margen del ritmo de la sociedad moderna. Lo que hacemos en los documentales (adaptarnos a la gente que filmamos) no es algo que se pueda hacer habitualmente en la ficción, donde te has de ceñir al calendario de rodaje. Nos reunimos con asociaciones de teatro para personas sin hogar, en particular a la de Emaús. Así que en la película encontramos personas sin hogar reales, pero que están habituadas a trabajar en clubes de teatro de forma regular. Sabíamos que acudirían a las citas que les dimos. El desayuno de Saint-Leu, por el contrario, fue rodado con los asistentes reales, ya que tuvimos la oportunidad de rodar después de una distribución real de las comidas. Las personas ya estaban ahí, así que les propusimos que se quedaran más tiempo a aquellos que quisiesen participar y hacer su contribución a la película.
ENTREVISTA A CATHERINE FROT...
¿Cómo conoció a Claus Drexel?...
Su documental, “En el borde del mundo”, me conmovió profundamente.
Fui a ver la película varias veces, llevé a mis amigos conmigo.
Claus había encontrado la distancia adecuada para observar a las personas de la calle; me gustaba su sensibilidad, sus encuadres. Le llamé para felicitarle. Y le pedí sí aceptaría que utilizara algunos de los testimonios para una obra de teatro. Por su parte, él tenía intención de escribir una versión de ficción.
¿Se pusieron rápidamente de acuerdo sobre su personaje y el de Suli?...
Compartíamos el mismo interés por Christine, una de las heroínas del documental y, al mismo tiempo, queríamos distanciarnos de ella en la película. Claus pasó mucho tiempo en las junglas de Calais y me propuso la idea de Suli, un migrante perdido y aislado. A partir de ahí, le dejé avanzar en el guion con Olivier Bruhnes. Nos encontrábamos regularmente para pensar juntos, pero seguía siendo su guion.
Usted no ha interpretado nunca un papel parecido...
Hablar de la miseria era importante para mí. Dotar de una dimensión dramática a esta mujer era una forma de homenaje.
¿Cómo lo preparó?...
Me reuní con muchas de las personas que habían dado su testimonio en el documental de Claus; frecuenté los lugares de acogida: la iglesia de Saint-Leu, en el 1º, el CAMRES, cerca de la Estación del Este, “La Moquette”, en la calle Gay Lussac. Todos estos sitios me ayudaron a entrar en el mundo donde vive Christine.
No se entra en un mundo así de forma imprudente…
Curiosamente, la inmersión no me hizo daño alguno, sino que sentí el silencio; me refugié en él; me sentí vacía… y libre y sentí como si no fuera real, como si saliera de las páginas de algún libro. Como si Christine, su abrigo, su capucha, sus guantes agujereados y el pequeño que llevaba de la mano se hubieran escapado de un dibujo. Fue una travesía, un viaje extraño.
Estilísticamente, el personaje se aleja de los mendigos que se ven en las calles…
¿Debería Christine parecerse a ellos? Es cierto que las mujeres que viven en las calles no suelen ser muy diferentes a las que viven bajo un techo: a menudo son limpias y muy discretas. Se puede ver muy bien en “Las invisibles” de Louis-Julien Petit, pero en “En el borde del mundo” también me había fijado en personas que eran más llamativas, con grandes gorros de punto y cosas brillantes encima.
Rápidamente, quise un abrigo largo y oscuro con capucha. Me recordaba a las pinturas italianas, a los grabados de los cuentos de los hermanos Grimm que mostraban a las brujas; una representación de la pobreza muy alejada de la realidad actual. El personaje de Christine debía sugerir un cuadro en sí mismo.
Con ese vestuario, el personaje se vuelve atemporal…
Eso es lo que da a la película su tono particular: un pie en la realidad y otro en el cuento, en la fantasía. Este último era muy importante para mí. Esta mujer no tiene edad, podría tener cincuenta años, es prácticamente medieval.
Ella recuerda más a la imagen de vagabundo que teníamos en los ochenta, que a una mujer sin hogar…
La palabra “mendigo” le vendría mejor. Ella es de otra época, de los tiempos de “Misterios de París” de Eugene Sue, de los personajes de Victor Hugo o de los grabados de Daumier. Pensaba en estos artistas cuando la interpretaba. También hay algo retorcido en ella, algo un poco teatral a la manera de Shakespeare. Queríamos llevar a este personaje trágico a una especie de onirismo, una cierta belleza, una cierta poesía.
Parece que siempre estás en límite entre la realidad y la alegoría...
Sí, con ciertas inspiraciones que pertenecen más a la literatura o al teatro. A veces tiendo a identificar mis líneas como si se tratara de un monólogo teatral.
La escena en la que Christine se venda los pies es impresionante…
Sus pies están “jodidos”. En la película, llevo un zapato médico en un pie y uno pesado y desgastado en el otro. A veces se ve eso. No queda nada en ella. La única y pequeña llama que sigue ardiendo en su interior que demuestra que una vez tuvo una vida, es su interés por la astronomía y las revistas científicas. De lo contrario, es una mujer que está completamente encerrada que solo se comunica con pájaros y gatos.
Hasta que conoce al niño…
Ella perdió a la suya; cuando conoce a Suli, Christine se protege a sí misma siendo mezquina, pero cuando él la toca, ésta renace y desde entonces se vuelve imparable. Ella quiere encontrar a la madre de ese niño.
Háblenos del pequeño Mahamadou, su compañero...
Mahamadou tenía nueve años en aquella época, estuvo formidable. Nos vimos dos o tres veces antes del rodaje para ensayar ciertas escenas, y luego ya nos metimos de lleno.
Es muy bonito ver como se entienden sin intercambiar ninguna palabra…
Sí, su conversación se limita a “Yo ahí, tú allá”. Los dos tienen un lado casi animal. Pero esto no les impide que se puedan llegar a entender o incluso a reírse juntos. Ni él ni yo nos hicimos más preguntas. Las manos de Christine hablan, sus silencios hablan, como también lo hace la mirada del chico cuando la mira por el rabillo del ojo…
Hay una escena desgarradora en la película: creyendo ver a su madre, Suli escapa por la noche, y Christine, su personaje, los busca por todo Barbès, sollozando… “Mi pequeño, mi pequeño”…
Es una escena trágica, no el sentido cutre y duro de hoy en día, sino en el sentido poético, en el sentido de la elevación.
Al ayudar a este niño, contra todo pronóstico, ¿Se redime el personaje de Christine?...
Por un lado sí, pero su sacrificio también tiene un coste. Así es la vida, así es su vida. Es una lucha continua donde siempre hay esperanza en alguna parte, pero que también tiene sus grandes dificultades. A esta mujer la veo como una imagen emblemática. Alguien dijo alguna vez: “Cuando conoces a una persona pobre te encuentras con un mito.” Y es cierto.
Háblenos de los sintecho con los que ha rodado…
Todo era sencillo con ellos, conocían un poco la historia y sabían porque estaban allá. Claus, que los conocía bien, les dejó experimentar y explicar lo que ellos quisieran. Y recogió todas esas secuencias en el montaje.
Justamente el montaje, ¿Ha seguido usted el proceso?...
He ido algunas veces. Me gusta que haya una pequeña puerta abierta al debate antes de que la película esté completamente acabada.
Aunque siga siendo en primer lugar del director, es bueno poder expresar tus sentimientos. Esto no ocurre siempre…
GALERÍA DE FOTOS
https://cineymax.es/estrenos/fichas/101-b/136041-bajo-las-estrellas-de-paris-2020#sigProId5d16f96d14