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La película hace un retrato de la España de los 60 y 70, la de la represión franquista ante los movimientos obreros y universitarios. De este modo, el film recuerda, por ejemplo, el paradigmático caso de Enrique Ruano, un estudiante asesinado en 1969, tras caer de un séptimo piso mientras estaba custodiado por la policía franquista, y que la versión oficial disfrazó de suicidio, algo que una sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid descartó a mediados de los años 90. También absolvió por falta de pruebas a los tres agentes sospechosos de haberlo matado.
Pero Billy va más allá, y también habla sin tapujos de la violencia que continuó una vez muerto el dictador. Explica Max Lemcke: “Aquí se ha matado y mucho durante el franquismo pero lo que no se dice es que la Transición fue tremendamente violenta. Con cientos de asesinatos producidos por las fuerzas del orden y bandas fascistas que han quedado impunes. Aquel La calle es mía, de Fraga Iribarne lo dice todo al respecto”.
La película cuenta con una veintena de testimonios (entre otros, Chano Galante, Roser Rius, Lidia Falcón, Josefa Rodríguez ‘Asturias’ o Francisco Rodríguez Veloso) que tienen en común su activismo de juventud y haber pasado por los calabozos de la Dirección General de Seguridad y por las sádicas manos de Antonio González Pacheco y sus hombres. Declaraciones que ponen un nudo en el estómago y que muestran la crueldad extrema de un Billy el Niño que no fue juzgado pese a las querellas criminales de algunas de sus víctimas y de la orden de detención internacional que la jueza argentina María Servini de Cubrín dictó contra él. Voces que coinciden en pedir que no se olvide todo aquello que representaba Pacheco, escépticos ante la posibilidad de hacer justicia.
Además de abundantes imágenes de archivo, Billy utiliza también algunas escenas de 7 días de enero, film sobre la Matanza de Atocha (un grupo de extrema derecha asesinó a cinco abogados militantes de CCOO y del Partido Comunista) que Juan Antonio Bardem rodó en 1979, y donde aparecía un policía basado en Billy el Niño. Dice Max Lemcke: “A Bardem le cayeron chuzos de punta desde la izquierda. Nadie entendió su película. También hay una izquierda ceñuda e ignorante dispuesta para darte una colleja. Les estoy esperando. 7 días de enero es cine moderno. Vista ahora tiene cosas que te pueden chirriar, pero ¡es que Bardem la hizo en la época en que se estaba juzgando a los asesinos!”.
En pleno debate político y con el anteproyecto de Ley de Memoria Democrática sobre la mesa, la película de Max Lemcke tiene un posicionamiento tan claro como el propio cineasta: “La ley acabará llegando tarde para muchos. Y veremos que en cuanto haya un cambio de gobierno volverá a quedarse de nuevo sin contenido, como la anterior. Es la miseria de este país. La derecha no se ha democratizado. No asume que la dictadura que defendió sus privilegios y sus creencias no era lo mejor para el desarrollo de la nación. Y seguimos divididos. Polarizados. Enfrentados”, afirma, sin evitar también críticas a los partidos de izquierda: “Cuando asume el poder, la izquierda es cobarde. Lo hemos visto con los socialistas desde los años 80. Y lo vemos ahora con Unidas Podemos. Este país necesitaría darse la vuelta como un calcetín. Con una derecha cavernícola y una izquierda acomplejada hemos tardado 40 años en sacar a Franco de su tumba. Pero aún tenemos calles, plazas que honran a la dictadura y a sus generales. El legado que vamos a dejar a nuestros hijos es una chapuza. Es un país peor que el que hemos heredado. Somos una generación tarada. No hemos servido para nada. Nos dieron una sociedad con un cierto bienestar y lo hemos perdido. No hemos luchado. Nos hemos rendido.”
Billy ha podido realizarse gracias a más de 1.300 mecenas que participaron en una campaña de crowdfunding que contó con la ayuda de la revista Ctxt, que participa en la producción del film junto al propio cineasta Max Lemcke y al director de fotografía Javier Palacios.