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SINOPSIS
Cuando una siniestra amenaza de su infancia vuelve para atormentarle, un padre lucha desesperadamente contra su miedo interior más profundo. Pero esta vez, la lucha no es por sí mismo, sino por su familia...
INTÉRPRETES
SAM CLAFLIN, ANTONIA THOMAS, STEVE CREE, WILLIAM HOPE, FRANKIE CORIO, ADELLE LEONCE, HENRY PETTIGREW, SHARON D. CLARKE, WILL DAVIS, NEIL LINPOW, JORDAN GUBIAN, CARÉLL VINCENT RHODEN
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LOS ORÍGENES...
«A los seis años empecé a tener pesadillas recurrentes. Cada noche se me aparecía una especie de criatura que salía de debajo de la cama o entraba por la ventana o abría la puerta del armario, me metía en un saco y me raptaba. Eran situaciones tan reales que no sabía si estaba dormido o despierto. Solía estar tumbado en la cama o de repente escuchaba una voz que susurraba mi nombre y me costaba distinguir si aquello estaba ocurriendo de verdad. Noche tras noche acababa metiéndome en la cama de mi madre, era incapaz de dormir solo. Mi madre me llevó a terapia, a sesiones de psicología infantil. No recuerdo de qué hablábamos, pero las pesadillas desaparecieron al cabo de un año más o menos. Aunque no conseguí librarme de esa sensación de miedo y ansiedad».
Así describe el guionista John Hulme el proceso que le llevó a escribir El hombre del saco. «Las pesadillas volvieron cuando fui padre por primera vez. Ocurría exactamente lo mismo, pero ahora, en lugar de venir a por mí, el hombre del saco venía a llevarse a mi hijo Jack. Le escuchaba llorar mientras se alejaba de mí. Y al igual que entonces, todo aquello parecía estar sucediendo de verdad, el hombre del saco, de quien había escapado de niño, había vuelto 30 años después para raptar a mi hijo».
La película se inspira en una experiencia aterradora y muy personal. Volcar esos miedos sobre papel le ayudó a gestionar la ansiedad que le producía esa vivencia.
Al abuelo de Hulme, un señor católico de origen irlandés, le encantaba asustar a sus hijos y nietos con un juego que llamaba «el monstruo». Se ponía una máscara, pero no avisaba a los niños porque así sentían aún más miedo al verle subir las escaleras para pillarlos. Todo forma parte de la tradición familiar para el guionista.
«Creo que el concepto de El hombre del saco surgió cuando empecé a procesar lo que significaba haber perdido a mi padre. Al menos eso es lo que saqué de esas sesiones de psicología», comenta Hulme. Recuerda que de niño él decía que su padre había fallecido, pero realmente no entendía lo que significaba eso porque nunca llegó a conocerle. Murió en Vietnam a los 23 años, tres semanas después del nacimiento de Hulme.
«Nunca olvidaré el día en el que estaba sentado con mi madre en la cama mientras ella me explicaba lo que significaba que él estuviera muerto. Recuerdo que pensé: “¿Si no está aquí, ¿dónde está?”. Mi madre estaba pasándolo tan mal que había perdido toda esperanza y no era capaz de darme aliento. Simplemente se echó a llorar. Empecé a darle vueltas a esa pregunta. ¿Si mi padre no estaba aquí, dónde estaba? ¿Simplemente no existía y punto? ¿Había desaparecido? Si le había pasado esto a mi padre, ¿le iba a pasar también a mi madre? Y si le iba a pasar a mi madre, ¿me iba a pasar también a mí? Sentí un vértigo tremendo. Fue entonces cuando empecé a compartir habitación con el hombre del saco», recuerda Hulme.
El productor John Fischer leyó el guion de El hombre del saco hace unos ocho años, cuando era solo una propuesta de proyecto. «Me dio muchísimo miedo, pero también me impresionó que tratara el tema con tanta sensibilidad. Es una historia emotiva y muy compleja. Por entonces era tan solo una propuesta y tampoco podía hacer mucho con ella, pero no me olvidé de la idea. Pasaron unos cinco o seis años y volví a pensar en el guion. No dejaba de darle vueltas, me rondaba constantemente. No solo estaba muy bien escrito, sino que daba muchísimo miedo y planteaba una historia superinteresante. Una historia que quería llevar al cine», explica Fischer.
El director Colm McCarthy dice que le enganchó el guion desde la primera página. «Las películas de miedo más terroríficas son las que se basan en algún aspecto oscuro de la condición humana», apunta McCarthy. «Lo mejor que puede hacer una persona, en mi opinión, es tener hijos. Yo tengo dos y los quiero con locura, son mis personas favoritas. Y mi mayor miedo es que pueda pasarles algo. Es un miedo irracional y básico, que sentimos todos los padres».
El director añade que la historia también habla de la inseguridad y el estrés relacionado con tener hijos muy pequeños, porque cuando tienen dos o tres años requieren atención constante. Como se despiertan en mitad de la noche, sus padres duermen fatal y a menudo van por la vida a medio gas. Muchas de las situaciones a las que se enfrentan los padres durante esos primeros años, como la falta de sueño, son similares a las técnicas de tortura que utilizan la CIA o los terroristas internacionales. Puede afectar la forma de entender la realidad, comenta el director.
«Es un planteamiento interesante, porque tener un hijo es algo muy positivo que viene cargado con cosas negativas, como el estrés y el cansancio extremo, y no había visto ningún proyecto sobre ese tema», dice McCarthy.
Cuando Marty Bowen y John Fischer, los productores de Temple Hill, compartieron el guion con McCarthy, lo hicieron sabiendo que también conectaría con la historia por sus raíces familiares. A Colm McCarthy le gustó mucho que El hombre del saco hubiera surgido de una experiencia tan íntima del guionista John Hulme. Y como director, McCarthy también pudo aportar bastantes vivencias personales al proyecto.
«Mi padre era irlandés y le encantaba contar historias. Le fascinaba la mitología y el folclore de Irlanda, y le gustaba mucho meternos miedo cuando éramos pequeños. Falleció antes de que empezáramos con la preproducción, pero sabiendo ya que yo dirigía el filme, así que por un lado he sentido que esta película la estaba rodando para él. Le he dado muchas vueltas a esa idea», comparte McCarthy.
Además, a McCarthy le atrajo que Hulme hubiera escrito la historia para superar la muerte de su padre y que Pat y Liam, los dos hermanos del filme, también estuvieran intentando superar la pérdida de su progenitor (una situación que les provoca bastante ansiedad). El gusto por aterrorizar a los niños era característico de este tipo de padre irlandés.
«Es una cosa muy rara, porque sabes que te quieren con locura pero también quieren meterte miedo», explica McCarthy. «Recuerdo que mi padre me contaba historias que me daban pesadillas de pequeño. Me lo pasaba pipa y me aterrorizaba a partes iguales».
«La clave de este filme es el vínculo emocional que tenemos con nuestra familia. John escribió el guion basándose en su familia y Colm ha cogido esa historia tan personal y la ha llevado a otro nivel, con un planteamiento visual que le ha permitido trasladarla al cine a través de una familia que conecta con el público», añade el productor John Fischer.
PATRICK MCKEE...
El hombre del saco es la historia de una joven pareja que está estresada y agobiada, como tantas otras familias con hijos muy pequeños. Sam Claflin (“Peaky Blinders”, The Nightingale) interpreta a Patrick, un hombre que intenta ser responsable, cuidar de su familia y gestionar la presión social y la ansiedad que surgen con la paternidad. Y mientras se enfrenta a esos problemas reales, se reencuentra con algo de su pasado. De niño tenía pesadillas terribles sobre una criatura tenebrosa que le perseguía constantemente. Le dijeron que para superarlas tenía que darse cuenta de que eran imaginaciones suyas. Pero ahora ese ser ha vuelto para amenazarle.
«Cuando eres padre, durante esos primeros años estás tan cansado que te da la sensación de que pierdes el contacto con la realidad», explica el director Colm McCarthy. «Al principio, Patrick piensa que el hombre del saco se le vuelve a aparecer por cosas del cansancio y el insomnio. Intenta buscar una explicación racional, como haría cualquier persona. Pero según avanza el filme, se va dando cuenta de que las terroríficas apariciones de su infancia eran reales. Y ahora han vuelto para aterrorizarle de una forma aún más peligrosa».
El guionista John Hulme añade que Patrick se encuentra en la misma situación de la que partía él cuando empezó a escribir la historia. Patrick está en un punto de inflexión. Su carrera se ha ido al traste y su situación económica le ha llevado a volver a la casa donde creció, acompañado de su esposa Karina (Antonia Thomas).
«Es ese momento en el que acabas de tener tu primer hijo y estás en tu primera casa y, de repente, las cosas empiezan a irte mal en el trabajo y no ves más que problemas porque el futuro parece muy incierto», explica Hulme. «Entonces, te desvelas a las tres de la mañana porque has escuchado un ruido y quieres que vengan tus padres a decirte que no hay un monstruo en la buhardilla. Pero no puedes hacer eso porque tú eres el padre. Patrick McKee es el padre. Él es quien tiene que coger un bate de beisbol y subir a la buhardilla o salir al jardín. Le toca comprobar que todo está bien porque es la primera línea de defensa de su familia y no puede achantarse. Se da cuenta de que está en una situación muy sobrecogedora porque debe plantearse si tiene lo que hay que tener para ser un buen padre».
Los realizadores querían que el actor que interpretase a Patrick fuera padre y que sintiera ese amor incondicional por sus hijos. Pero también querían que fuese bastante joven, porque tanto el director como el resto del equipo querían centrarse en el agobio que sentiría una pareja joven en esta situación, explica el productor John Fischer.
«Creo que Sam clava el personaje», apunta el productor. «Ha trabajado en películas románticas y en superproducciones, la verdad es que ha tocado muchos palos, pero nunca había dado vida a un padre como este. Eso fue lo que nos convenció para escogerle para el proyecto y lo que a él le interesó tanto del guion. Sam tiene dos hijos y trabaja como actor, en un sector tan incierto como el cine. Creo que comparte esa sensación de querer proteger a su familia, de asegurarse de que nunca les falta de nada y de intentar dar con un equilibrio perfecto. Ha entendido perfectamente a Pat, ha conectado totalmente con el personaje y eso se nota al verlo en pantalla».
Sam Claflin confirma que le atrajo mucho el aspecto familiar de la historia. «Es complicado dar con un buen guion sobre un padre joven, una situación que conozco de primera mano y que me gustaría explorar porque es una parte muy importante de mi vida».
Según el actor, mucha gente lidia con diferentes traumas y conflictos que pueden poner a prueba un matrimonio joven. «Tengo dos hijos pequeños y conozco bien esos momentos de bajona», confiesa Claflin. “La pandemia fue muy dura para los padres y más para los que enfrentamos solos esta aventura, requirió mucha fortaleza mental. Curiosamente, cuando la criatura vuelve a su vida, Patrick saca fuerzas de flaqueza y encuentra mayor estabilidad emocional. Y eso es porque sabe cómo gestionarlo y cómo enfrentarse a esta situación».
«En cuanto le vi interpretar la primera escena pensé, “Ahí está, ¡ese es Pat McKee! Llevo años pensando en este tipo y aquí está, delante de mí”. Fue un momento muy extraño y emocionante», explica el guionista John Hulme sobre el trabajo de Sam Claflin.
«La verdad es que leí el guion e intenté entender cómo me sentiría yo en esta situación», explica Claflin. «No he querido detenerme mucho en los problemas psicológicos de Patrick en el pasado para centrarme más en el hecho de que lleva años superándolos y ahora está mejor. He preferido retratarle como un hombre que no comprende lo que está ocurriendo. Visualicé todo el proceso. Él intenta racionalizar las cosas terroríficas que le van pasando, porque lleva años convenciéndose de que ese monstruo no puede ser de verdad», explica el actor, que añade que él comparte esa vertiente realista del personaje.
El director Colm McCarthy comenta que Sam Claflin tiene las características de los grandes protagonistas, con ese carisma y ese buen porte, pero también tiene la versatilidad necesaria para interpretar a diferentes personajes. A McCarthy le gustó mucho su trabajo en la serie “Peaky Blinders” y en películas como The Nightingale, donde ha dado vida a personajes muy oscuros e intensos.
«Está muy en contacto con sus emociones y no le da miedo llegar a mostrarse muy vulnerable», comenta McCarthy. «Pat siente mucha presión y está muy agobiado por todo lo que le está ocurriendo, al ver en lo que se está convirtiendo su realidad. El público se va a poner de su parte, pero también va a querer que se enfrente a lo que le está pasando. Pat no se achanta y en la secuencia final se encuentra con el hombre del saco y le planta cara».
Claflin confiesa que de primeras no pensó que fuera a ser difícil meterse en el papel de Patrick McKee, pero la experiencia ha acabado pareciéndole complicada. Además de las múltiples escenas de acción, rodar la exigente secuencia final fue todo un reto. «El equipo de efectos especiales tardaba una hora y media en colocarme las prótesis cada mañana. Llevaba el labio inferior atravesado por un gancho metálico que no solo era incomodísimo, sino que también me impedía comer nada sólido. Ha sido bastante duro y, gracias a todo eso, me ha resultado más fácil conectar con el dolor y con la sensación de tortura a la que se enfrenta el personaje», recuerda.
El actor confiesa que sufre de claustrofobia y comenta que una de las cosas que más miedo le dieron durante el rodaje fue meterse en un túnel muy estrecho. La historia va poniéndose cada vez más tensa y desemboca en un momento realmente escalofriante. El equipo de arte le midió el ancho de los hombros para asegurarse de que el espacio fuera superjusto y le avisaron una y otra vez de lo estrecho que iba a ser el túnel que construirían. «El día que tocaba rodar esa escena, cuando vi el túnel pensé que no era para tanto. Hasta que me metí dentro. Fue muy complicado, casi me da algo, la verdad», recuerda Claflin.
El director Colm McCarthy comenta que no sabía que Sam tuviera tantas habilidades físicas. «Se le dan muy bien las escenas de acción, lo da todo y casi nunca hemos tenido que contar con dobles para las secuencias».
«A Colm le apasiona el género del terror», apunta Claflin. «Me fue mandando dibujos y collages en una especie de storyboard para que fuera visualizando cómo era el hombre del saco. Es un tipo que tiene las ideas muy claras. Está muy abierto a escuchar al equipo, pero sabe lo que busca. Y por ese tipo de cosas quería trabajar con él y unirme a este proyecto. Colm es un encanto y da gusto trabajar con él. Se preocupa por todo el mundo y se asegura de que hay buen rollo en el rodaje, algo que me gusta mucho que hagan los directores con los que colaboro».
UN ICONO CINEMATOGRÁFICO...
El coco que atormentaba al guionista John Hulme de niño no tenía nombre. Se convirtió en el hombre del saco más tarde, cuando descubrió que esa criatura aterrorizaba a niños y padres de todo el mundo.
«Lo fuerte es que pensé que estaba escribiendo sobre algo muy personal. Una historia sobre la criatura que me visitaba por las noches. Como parte del proceso de escritura, empecé a grabar entrevistas con padres jóvenes y me di cuenta de que no solo compartían algunos de mis miedos, sino que la mitología del hombre del saco era universal», cuenta Hulme.
«Todas las culturas tienen cuentos sobre el hombre del saco, el coco, historias sobre niños que desaparecen y sobre criaturas extrañas», añade el director Colm McCarthy. «Ha sido muy interesante crear este personaje porque, en el fondo, el hecho de raptar y comerse a niños inocentes es el acto más maligno que uno se pueda imaginar. Por eso, un miedo así se puede instalar en la imaginación tan fácilmente».
John Hulme se documentó sobre el tema y descubrió que en Estados Unidos se refieren a esa criatura como Boogeyman, en Bulgaria lo llaman Torbalan, en Haití es Ton Ton Macoute y en Argelia es H’awouahoua. Independientemente de cómo lo llamaran, todas las culturas lo representaban como un hombre con un saco que actuaba siempre de la misma forma.
«Eso me dio un escalofrío. Empecé a pensar que había dado con algo que era mucho más grande que mi experiencia personal», recuerda Hulme. El escritor decidió incorporar elementos de los relatos más terroríficos sobre los diferentes hombres del saco en su historia, para que la criatura resultara familiar pero que también sorprendiera al público.
«Nuestro hombre del saco reúne las características de algunos de los personajes cinematográficos que más miedo me han dado, como Freddy Krueger o el demonio de El exorcista. Siempre me lo he imaginado con esa sonrisa y esa carcajada. Cuando me atormentaba, solía escuchar una risita», comenta John.
«Esas películas de terror a menudo se recuerdan por las terribles criaturas que las protagonizan. El público no las olvida», añade McCarthy, y explica que con El hombre del saco quería crear un personaje diferente y atemporal. Una figura que quizá ya atormentaba a los niños en la época victoriana o eduardiana o incluso en la Edad Media. Da la sensación de que el mito del hombre del saco lleva compartiéndose muchísimos años y suele estar relacionado con algo concreto.
«A menudo lo describo como terror popular, porque pertenece a la tradición y al folclore. La figura del hombre del saco se remonta muchos siglos atrás y se comparte de generación en generación», apunta el director.
«¿El hombre del saco alguna vez fue hombre? ¿Cuántos años tiene? No sabría responder a esas preguntas. Tiene la piel podrida, por lo que es anciano, pero a la vez sigue vivo. No sabría decir si alguna vez fue un ser humano o si siempre ha sido un monstruo», observa el productor John Fischer.
«Creo en el mal sobrenatural que es maligno y malvado por voluntad propia», explica Hulme, guionista del filme. «El hombre del saco representa pura maldad. Es un ser malicioso que tortura niños por placer».
«El hombre del saco es la representación del principal miedo tanto de los niños como de los padres. Esta figura que aparece por la noche para raptar a los pequeños. El hombre del saco se lleva a los niños que se portan bien, son listos, inteligentes y creativos. Y eso da mucho miedo porque es algo que no se puede controlar. ¿Qué haces cuando no te puedes proteger? Recurres a la cosa que más quieres. El amor es lo que te protege. Es bastante espeluznante», apunta la actriz Antonia Thomas.
El productor John Fischer cree que el hombre del saco quiere acabar con ese amor puro, ese vínculo inocente con el mundo y con uno mismo. Uno de los mensajes de la película es que mientras consigamos aferrarnos a la esencia de nuestra juventud estaremos a salvo de todas las cosas oscuras y terroríficas que habitan el mundo. Y el hombre del saco representa esas cosas oscuras.
«Me interesa especialmente la psicología del propio hombre del saco, para entender por qué hace lo que hace», apunta el director de fotografía Nick Remy Matthews. «Me produce cierta empatía porque tiene un objetivo muy marcado. Sus víctimas son únicamente aquellas personas que desechan algo muy especial para ellos. Me parece un aspecto muy interesante de su personalidad, porque es un personaje que colecciona descartes de sueños. Esa es una de las cosas que más me atrajeron del filme».
El diseñador de producción Chris Richmond describe al hombre del saco como un ser de la mitología popular, el polo puesto a Papa Noel. El hombre del saco se lleva los juguetes y los niños. Es un personaje legendario.
El director Colm McCarthy comparte su opinión y añade: «Pocas veces tenemos la suerte de crear lo que podríamos describir como un icono cinematográfico».
EL DISEÑO DEL HOMBRE DEL SACO...
El productor John Fischer cuenta que el director Colm McCarthy supervisó el proceso de diseño del hombre del saco. Visualizó todos los elementos, desde la corpulencia hasta el abrigo, el saco e incluso la guarida donde lleva a las víctimas, porque tenía en mente un estilo muy concreto. «El guion es muy descriptivo y visual, así que el reto ha sido coger esas palabras y plasmarlas en imágenes de una forma muy literal», explica Fischer.
El productor recuerda que una de las primeras cuestiones que se plantearon fue determinar qué lugar ocupa el hombre del saco entre lo sobrenatural y lo real. El equipo técnico se volcó en el desarrollo del diseño para concretar su forma de moverse, su ropa y su imagen. La idea era transmitir que en las distancias cortas se percibiría que tenía algunas cualidades extrañas. Pero si te lo cruzases por la calle y te fijaras solo en su silueta, simplemente te parecería un tipo con un abrigo deshilachado.
«Queríamos mantener ese misterio durante todo el filme, hasta que se descubre la verdadera naturaleza de nuestro hombre del saco», insinúa Fischer.
«Prefiero las películas en las que las situaciones sobrenaturales o fantásticas ocurren en el mundo real y surgen de circunstancias que nos pueden parecer cercanas», comparte el director Colm McCarthy. «Suena a oxímoron decir que quieres una situación sobrenatural realista, pero así entiendo yo el realismo mágico. Es algo que gusta mucho al público en las historias. Sean cuales sean estos elementos, quiero que se perciban como algo que puede estar pasando en nuestra realidad, algo que nos resulte familiar, algo en lo que se filtran esos elementos sobrenaturales. De esa forma la historia es mucho más terrorífica y también mucho más creíble», afirma McCarthy.
Conor O’Sullivan (nominado al Óscar a mejor maquillaje por El caballero oscuro en 2008) leyó el guion de El hombre del saco hace unos años y le pareció una historia «aterradora, horripilante y maligna». Conor, que se ha encargado de los efectos prostéticos del film, describe a este hombre del saco como un personaje muy llamativo, si te cruzaras con él pensarías que es un vagabundo, un sintecho. Con una gran sonrisa. «Es como un personaje de un cuento infantil sobrenatural. Colm quería que en la película construyéramos algo más realista, sin pasarnos de frenada», explica el supervisor de efectos prostéticos.
El director Colm McCarthy explica que O’Sullivan tiene a sus espaldas una larga carrera en su campo de especialidad, habiendo trabajado en El caballero oscuro, y tiene las ideas muy claras sobre el género del terror. «Conor ha diseñado una estética muy específica y nos ha ayudado mucho a crear un personaje terrorífico y perturbador que parece realista y creíble», comenta McCarthy.
«Cuando uno de tus personajes surge del mundo del folclore y los cuentos, necesitas dar con un estilo visual y un encuadre que lo convierta en una figura icónica», explica el director de fotografía Nick Remy Matthews. «Sus escenas tienen que ser diferentes para dar la sensación de estar ante una presencia sobrenatural. Para conseguir ese objetivo, meto algunos cambios en mi forma de trabajar habitual. En las escenas en las que aparece el personaje del hombre del saco modificamos tanto el encuadre como la iluminación. No sabemos quién es y suele llevar una capucha que le oculta el rostro. Suele ser complicado rodar algo que el público quiere ver, pero no debe», añade Matthews al comentar cómo han trabajado la cinematografía.
POR AMOR AL TERROR...
«Mi pasión por el cine de terror sin duda viene de los cuentos de miedo que me contaban de niño», comenta el director Colm McCarthy. «A mi padre le encantaba meternos miedo a mi hermano y a mí de pequeños y creo que ese amor por el terror se ha convertido en parte de mi personalidad. Me gusta dar sustos a la gente. Me gusta pasar miedo y asustar a los demás. Me parece muy divertido. Contar una historia de miedo se parece mucho a contar un chiste porque la clave está en sorprender a la otra persona. Creo que son formas de interacción social tradicionales muy importantes. Por algo nos gustan tanto las montañas rusas y por algo siguen haciéndose estas películas. Al público le encanta el género del terror. Y ahí me incluyo, porque disfruto mucho con las pelis de miedo. Me gusta esa sensación de estar pasándolo mal es una sala oscura porque luego termina el filme, sales a la calle y te vas a casa tranquilamente».
El director de fotografía Nick Remy Matthews explica que el mayor reto de El hombre del saco ha sido encontrar a alguien que pudiera plasmar las relaciones familiares con naturalidad para que resultaran creíbles y que también fuera capaz de llevar el filme hacia terrenos más oscuros y góticos. «Colm ha demostrado ser el director perfecto porque era capaz de cambiar el chip de un día para otro, o incluso durante un mismo día. A veces en cuestión de media hora pasábamos de una escena con un niño a una secuencia con un ser diabólico en una cueva», cuenta Matthews.
Según el productor John Fischer: «Colm tiene las ideas ultraclaras, lo cual es una cualidad imprescindible en un director. Ha trabajado en proyectos muy diversos a lo largo de su carrera y es muy competente detrás de la cámara. Sabe lo que quiere y cómo conseguirlo. Está abierto a escuchar y a dialogar, pero sin perder el foco. Se le da muy bien ir ajustando sobre la marcha, en función de las circunstancias, tanto en materia de diseño como de guion y de interpretación. Sabe recoger todas esas cosas y verterlas en la película que tenía en mente desde el principio. Esa claridad de ideas la compagina con la capacidad de cambiar de rumbo con firmeza cuando algo no sale bien o cuando surgen escollos en diferentes puntos del rodaje, cosa muy habitual».
«Hacer una película es una experiencia de gestión de crisis», apunta el director Colm McCarthy. «Siempre pasan cosas, hay muchos líos y problemas que surgen detrás de la cámara. Uno de mis puntos fuertes como director es que me manejo bien en situaciones caóticas. Será cosa de mi personalidad pero el caos me relaja o me reconforta, no sé explicarlo [se ríe]. No me afectan las situaciones agobiantes y creo que esa es una buena cualidad cuando te dedicas a esto», comenta el director.
«Lo que más me gusta de trabajar en cine es la colaboración continua. Colm se puso al frente y se metió a fondo en el proyecto. Vio dónde podíamos meter algunos sustos más, situaciones que a mí se me habían pasado. Le metió un par de marchas extra a un proyecto del que ya me sentía muy orgulloso», comenta el guionista John Hulme sobre su colaboración con McCarthy.
«Creo que el guion era muy bueno de por sí, pero el director encontró todos los flecos sueltos y me pidió que los puliera al máximo. Fue muy exigente y, gracias a sus aportaciones, conseguimos que la historia fuera todavía mejor. Para mí es un honor que dirija esta película. No se me ocurre nadie que pudiera haberlo hecho mejor», añade el guionista.
«Rodar una película lleva su tiempo, al igual que contar una buena historia. El relato de John Hulme surge de una vivencia que tuvo primero de niño y después, como padre. Su hijo ahora tiene 18 años, así que esta es una experiencia de largo recorrido pero nace de una emoción pura. Espero que eso se transmita a través de la pantalla y que el público pase miedo, pero también conecte con la historia», concluye el productor John Fischer.
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