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NOTAS DEL DIRECTOR...
Para ser una ser una película sobre gente que hace bandas sonoras de terror en un estudio de grabación, Berberian no tiene mucha sangre. Aunque tiene los sonidos de extrema violencia, nunca vemos las imágenes que Gilderoy, el personaje principal, tiene que presenciar y supervisar. El mundo de Berberian es iconográfico. La película sucede antes de la grabación digital. Había que usar una habitación entera llena de maquinaria para conseguir lo que un simple portátil puede hacer hoy en día. Se nos olvida lo poderoso que era todo esto visualmente. En esta película el sonido viene acompañado de la imagen: vemos el proceso de grabación de lazos uniéndose, músicos con gongs, artistas de Foley destruyendo verduras, etc. Lo que sólo es parte del proceso de cualquier otra película, en Berberian es el epicentro. Además del gore con vegetales, Berberian es un retrato de la vida dentro de uno de estos particulares estudios, con toda su imaginería: la secretaria aburrida, el ingeniero de sonido machito y el hijo del director famoso, al que pagan por no hacer nada. En ese sentido, si la película tuviera que ser algo, sería un drama sobre un ambiente de trabajo profundamente disfuncional.
La decisión de elegir Italia como localización fue debida a su tradición de cine de terror de los 70. Lo que realmente hizo a Italia única fue la mezcla entre el cine de terror y una música muy avanzada y experimental. Ningún otro país tiene un espectro tan amplio de bandas sonoras de terror. Riz Ortolani, Goblin, Bruno Nicolai, Stelvio Cipriani, Claudia Gizzi, Nicola Piovani, Fabio Frizzi y Nora Orlandi crearon espectaculares bandas sonoras para películas italianas de terror durante los 60-70 y en cierta forma esta película es un desvergonzado tributo a ese periodo y clima específicos. Otros compositores de terror como Bruno Maderna y Ennio Morricone tenían una base en composiciones de vanguardia y fue la unión del mundo de la música de gran calidad y de las películas de serie B como se creó este increíble efecto. Además a todo esto se le unieron los excéntricos sonidistas ingleses que venían de una amplia tradición de alquimistas del sonido como Desmond Leslie, Fred Judd, Graham Bond, Joe Meek, Trevor Wishart y Basil Kirchin, que coquetearon siempre con el esoterismo. Quizás celebración no es la palabra adecuada, pero definitivamente quería impregnar Berberian con mi adoración por el sonido y su poder de manipular, confundir y engañar.