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Titulo original: Le Dernier Vide-grenier De Claire Darling
Año Producción: 2018
Nacionalidad: Francia
Duración: 89 Minutos
Calificación: No recomendada para menores de 7 años
Género: Drama
Director: Julie Bertuccelli
Guión: Julie Bertuccelli, Sophie Filliéres. Basadas en la novela escrita por Lynda Rutledge
Fotografía: Irina Lubtchansky
Música: Olivier Daviaud
FECHAS DE ESTRENO
España: 17 Mayo 2019
DISTRIBUCIÓN EN ESPAÑA
Karma Films


SINOPSIS

Llega el verano y Claire Darling decide extender todos sus bienes sobre el céspep para que los curiosos y vecinos compren sus antiguedades a precio de saldo. Cada objeto que sale de su casa se hace eco de la trágica y a la vez extravagante vida de Claire Darling...

INTÉRPRETES

CATHERINE DENEUVE, CHIARA MASTROIANNI, ALICE TAGLIONI, OLIVIER RABOURDIN, JOHAN LEYSEN, LAURE CALAMY, SAMIR GUESMI

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ENTREVISTA A LA DIRECTORA...
La última locura de Claire Darling es la adaptación de la novela de Lynda Rutledge, Faith Bass Darling’s Last Garage Sale. ¿Qué le gustaba de este libro?...
Soy una gran coleccionista de objetos, no me siento a gusto en los pisos que no tienen decoración, me entusiasman los rastrillos y los mercadillos. Las personas que allí venden todos esos objetos abren su alma, se exponen sin ser conscientes de ello. Estos objetos son una puerta abierta a sus historias familiares. Están cargados de vida pasada, tienen alma.
Una buena amiga me recomendó esta novela. Acertó, y me sumergí en una narración repleta de temas cercanos a mí: las complejas relaciones entre madre e hija, las muertes que nos atormentan, los objetos y muebles que nos invaden y nos sirven de memoria de sustitución, las mentiras, los secretos y las cosas familiares nunca dichas que nos asedian, el fin de la vida que nos acecha, la memoria que nos construye, nos encarcela y nos asfixia a la vez, y el olvido que nos entristece pero también nos libera y nos alivia…
Mi apego a los objetos viene de varias generaciones de adictos al coleccionismo. Las casas de mi infancia estaban repletas de recuerdos incongruentes de viajes, de herencias familiares, de hallazgos y de colecciones. Metáforas, vínculos delicados, recuerdos, sensaciones, símbolos de un tiempo o de un lugar que añoramos, y reflejos de nuestras vidas, de los que tanto cuesta desprenderse. A pesar de todas las críticas que de niña hacía de toda esta locura patológica y de este gusto desmesurado por las cosas que solo sirven para cubrirse de polvo, pillé el virus.

La última locura de su heroína consiste en organizar en su jardín una venta de los objetos que amueblan su casa para desprenderse de ellos...
Conozco bien todo lo relacionado con el coleccionismo. En psicoanálisis, de hecho, se dice que hacer una colección es conjurar a la muerte, incluso aplazarla para siempre ya que siempre encontramos una nueva pieza para este puzle sin límite. Ese edificio infinito, se convierte en sí mismo en una obra, una mirada y una sonrisa al mundo incongruente de nuestras invenciones humanas. Vender sus objetos se convierte es un acto mucho más alocado para Claire Darling ya que, como le dice al cura, le han permitido soportar los envites de la vida. Aceptar que todos los objetos que ha comprado y cargado de afecto sobrevivan a su muerte y puedan tener otra vida no es más que una forma de aceptar morir.

Su gesto está también impregnado de desenvoltura y libertad…
Me gusta mucho la idea de soltar amarras. Al vender sus objetos por casi nada, Claire Darling se libera, no quiere dejar ninguna herencia a nadie. Incluso se cuida de explicar a los compradores la historia con la que cada objeto está relacionado. Para ella no se trata de vender sino de trasmitir.
Para mí, esto refleja perfectamente las frustraciones de su vida. Es como una válvula de escape. Claire Darling estaba siempre fuera de lugar, no se mostraba tierna y atenta con sus allegados y tampoco con su hija. Pero era como su caparazón. Sin eso, se hubiera hecho trizas. En su última locura, asume sus fallos, sus excesos, sus errores y se reconcilia con su hija.

Los objetos ocupan una posición central en la historia, pero no están inmóviles como en un catálogo de antigüedades...

Quería que se sintiera su belleza, su pertenencia a una historia, como esos autómatas, con un significado muy especial para mí ya que algunos de los que aparecen en la película pertenecían a mi abuela. Escribiendo el guion tuve cuidado de no caer en el esteticismo y procuré que los objetos estuvieran entrelazados con la historia y con los personajes. Les di a cada uno de ellos la oportunidad de explicar una pieza del puzle de la vida de esta familia: sus retos, sus mentiras, sus dramas…

Al igual que los objetos, el pasado está integrado en el presente...

Con Sophie Fillières, con quien escribí el guion, hemos jugado con los diferentes niveles de tiempo, el que aparece desordenado en la memoria y el real de una jornada de 24 horas.
Nos hemos concentrado en dar vida a recuerdos fantasmagóricos y dar la impresión de extraña simultaneidad, de presencia-ausencia. Pero lo importante no era tanto el pasado en sí como los recuerdos del pasado, que resurgen a retazos en Claire, en su hija, o en Martine, la amiga de su infancia. Las cosas no ocurrieron exactamente de esta manera, pero no importa. Es así como ellas las recuerdan, como instantes concentrados del pasado. Nos parecía que esta narración paralela, enriquece la narración.
Esta voluntad de examinar las temporalidades era una premisa también presente en la puesta en escena, evitando cualquier efecto. Quería plasmar una subjetividad total, pero sin pasar por difuminados de la imagen, cambios de objetivo o de colores, y así fue como avanzamos con mi directora de fotografía Irina Lubtchansky. Quería que los saltos temporales acontecieran de forma muy sobria y que se pudieran tener dudas: ¿ha pasado realmente esto? Cuando Claire Darling sale al jardín y el rastrillo ya no está, podemos preguntarnos lo que es cierto y lo que no.
Y he añadido visiones oníricas que no estaban en el libro: los juegos de los niños, las bicicletas en el árbol, el auto de choque… Quería que el espectador pudiera proyectarse en diferentes niveles de realidad, oscilar entre lo maravilloso, el cuento y el realismo. Cuando Claire tiene la visión de todas esas mujeres casadas y la vemos de repente entre ellas, pensamos que debe tratarse de un sueño. Pero estas otras mujeres, ¿quiénes son? Quizás todas esas generaciones de mujeres que han fantaseando con el amor, que tanto han esperado de él. Y, para algunas, quizás hayan vivido vidas como Claire Darling, llenas de reveses, de tragedias y de desilusiones.

También está esa chica que sale de la nada y observa ese bullicio alrededor de la casa...

Eso se explicaba más en el libro. Era una especie de salvaje que vivía en el pueblo. En la película, sus apariciones son más mágicas y misteriosas. ¿Se trata de una chica del pueblo que va a husmear cerca del rastrillo? ¿Es Claire Darling o su hija Marie cuando eran jóvenes? ¿O la imagen de la infancia? Lo mismo ocurre con el baile en el jardín. ¿Lo forman niños y niñas actuales del pueblo o niños y niñas que han pasado por esa casa desde hace siglos? ¿Sus vestidos son simples disfraces o vestidos de época?

¿Sus ganas de insuflar onirismo a esta historia se debe a su experiencia dirigiendo documentales?...

Contar la realidad es increíble, tener el placer de poderla filmar me ha enseñado lo magnífica que es y que no es necesario inventar debido a su riqueza. Entonces, cuándo hago ficción pienso ¿qué interés tendría en hacer falsos documentales? Me interesa más el realismo en las películas, es importante que se crea en ellas, que los actores no sobreactúen, que no haya demasiado efecto. Sin embargo, tampoco me interesa hacer una ficción que fuera la mera reproducción de una realidad. Incluso si nos inspiramos en una historia vivida, es para ir un poco más allá. El filtro de la ficción tiene que ir más allá de la realidad. Si no, mejor filmar la historia verdadera, con los protagonistas verdaderos. En esta película me ha gustado jugar con el lado dramático de la intriga mezclando la ficción con lo real.

La historia entre esta madre y esta hija se desarrolla en el pasado pero también en el presente de aquel día...
Al organizar este rastrillo, Claire Darling, inconscientemente o no, hace que regrese su hija a la que no ha visto desde hace veinte años. Estos
objetos, que cristalizan las tensiones que han vivido, son la ocasión para volver a hablar del pasado, para hacer revivir los recuerdos, cuestionarlos, hacer que se muevan, reapropiárselos… Mientras no llegue la muerte y aún podamos hablarnos, todo es posible.

¿Pensó enseguida en Catherine Deneuve para encarnar a Claire Darling?...
No escribí pensando en una actriz, ni quise crear un personaje inspirado en el libro. Fue una vez acabado el guion cuando empecé a pensar en los intérpretes, y Catherine Deneuve se impuso en mí. Sabía que es una gran coleccionista. Era casi obvio proponerle el papel. Catherine es una actriz excepcional, me ha encantado trabajar con ella. Estaba muy implicada. Daba ideas sin ser intrusiva, se interesaba por la película en su globalidad, no solo por su papel. Una actriz de tal inteligencia, con esta experiencia del cine, es un verdadero regalo. Me gusta su silueta, que es a la vez ella y la encarnación ideal de Claire Darling. Saber que vive su último día llena a esa mujer de energía renovada y de una alegre malicia. No sabemos si pierde realmente la cabeza o si hace como si la perdiera. Catherine es muy fuerte para expresar esta complejidad.

Es la primera vez que vemos a Catherine Deneuve con el pelo blanco…
Me interesaba cambiar su imagen habitual. Tiene un aspecto tan joven y desbordante de vida, que era preciso envejecerla. Sigue manteniéndose erguida y se pone un bonito vestido para su último día, pero está a punto de derrumbarse y la bonita cabellera rubia de Deneuve hubiera chocado. Tenía un poco de miedo de que dijera que no, pero entendió los retos y aceptó sin más. Está sublime, luminosa, pero para mí era importante que aceptara la edad de su personaje.

¿Y la elección de Chiara Mastroianni?...
En este caso también era algo evidente, aunque al principio dudé. Tenía miedo de que la realidad de su vida estuviera demasiado presente y eclipsara la de mi película, que lo primero que se viera fuera a Deneuve y a su hija. Finalmente, le propuse el papel y ha sido un gran acierto. He disfrutado con estos momentos de trabajo conjunto, llenos de delicadeza y complicidad.
Chiara y Catherine ya habían interpretado juntas el papel de madre e hija, pero nunca de forma tan profunda. Creo que tenían muchas ganas de trabajar a este doble nivel en una relación compleja y diferente a la suya. Me interesaba buscar una tristeza o una rabia que no tienen en sus vidas.

¿Y Alice Taglioni para encarnar al personaje de Catherine Deneuve joven?...
¡Encontrar a Deneuve joven fue casi misión imposible! Catherine Deneuve es un icono con el que hemos crecido… Sabemos cómo era a los veinte, treinta o cuarenta años, la hemos visto y la seguimos viendo en las películas de esa época. Al principio con Stéphane Batut, el director de casting, nos preguntábamos si sería necesario buscar a alguien que se le pareciera. Creo, que Alice tiene una belleza resplandeciente muy cercana a la de Deneuve.
Creo que para ella era un desafío enorme interpretar a Catherine Deneuve joven y le entusiasmaba hacerlo. Hemos buscado mucho físicamente al personaje con la ayuda de Nathalie Raoul, la diseñadora de vestuario, así como con el maquillador y el peluquero. Debíamos encontrar el corte de pelo perfecto, vestidos apropiados, la silueta ideal. Y en la interpretación, hemos acentuado el parecido a través de los gestos y la dicción. Taglioni es una actriz de gran delicadeza. Se entrega por completo a su papel, pero con dulzura, sin sobreactuar nunca.

¿Cómo escogió al resto del reparto?...
A Samir Guesmi lo conocía desde hacía mucho tiempo. Trabajó cuando era muy joven con mi padre y nunca nos hemos perdido de vista. Es muy sensible y enternecedor. Para mí fue una alegría poderle proponer finalmente un papel. Este personaje de gendarme, con su uniforme, me gustaba pero también me daba miedo. No quería caer en la caricatura. En cuanto a Laure Calamy, me gusta su potencial cómico y al mismo tiempo es muy
terrenal. Aporta mucha energía, una alegría de vivir que hemos suavizado un poco para que concuerde con la tonalidad de la película. Laure encarna maravillosamente a esa anticuaria que expresa otro apego con los objetos, otro punto de vista.
Olivier Rabourdin es también un actor fabuloso. En algunas secuencias consigue explicar toda una época, una clase social en la que el personaje se siente fuera de lugar. Vemos perfectamente que el marido de Claire no se encuentra a gusto con su vida. Ha heredado una empresa, el dinero viene de su mujer. Pretende ser un hombre fuerte pero transpira el malestar de quien no tiene éxito.
En cuanto a Johan Leysen, su encanto alocado, su dulzura y su tranquilidad pragmática servían a veces para evocar –sin decir demasiado– la idea de que hubo seguramente una historia de amor entre Claire y el cura.
Y fue un gran placer encontrar, y a veces incluso descubrir, a los más jóvenes, todos ellos formidables y con un gran parecido con los actores de más edad.

¿Participó en el “casting” de los objetos?...
Es cierto que fue casi un casting. Me llenó de alegría trabajar con el jefe de decorados Emmanuel de Chauvigny, mi colaborador y amigo desde hace mucho tiempo. Ha sabido encontrar perfectamente la atmósfera. Para mí fue un placer curiosear con él y su equipo, escoger los objetos. El reloj elefante o las lámparas Tiffany estaban en la novela pero puse mucho de mis colecciones, como los animales disecados o los autómatas. También me apoyé en fotos y recuerdos de objetos de familia. Y además filmamos en la casa de mi abuela... La novela se sitúa en un pueblo de Estados Unidos, pero no tardé en decidir que rodaría la película en Francia y en francés, y tenía claro que debía hacerlo en esa casa familiar, no podía ser en ningún otro sitio, como si necesitara esa proximidad para anclarme un poco más en la historia.

¿Y la presencia del circo en el pueblo?...
El circo, los animales y los payasos no estaban para nada en la novela. Aproveché que había una fiesta en el pueblo para añadir este universo del cual soy una gran entusiasta. ¡Me gustaba que en el pueblo estuviera ese otro circo que el que se representa en esa casa!

¿El episodio del exorcismo estaba en la novela?...
Sí, y era una de las cosas que me había atrapado más. No soy creyente, tengo una vaga cultura católica, pero me gustan estas palabras increíbles que profiere el cura durante el exorcismo para ahuyentar a los malos espíritus de la casa. Estas palabras reflejan las diferentes búsquedas vividas por todos los personajes de la película, que culminan entonces y se unen en el presente de la feria: la anticuaria duda en traer los objetos, el gendarme está en su avión, los fuegos artificiales empiezan, la casa prende en llamas… Quería un final coral, con esta cuenta atrás que concentra el tiempo mientras el resto de la película está disperso en diversas épocas.

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