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SINOPSIS
En el transcurso de un viaje por mar, al despertar, un hombre ve como la embarcación tiene una vía de agua tras haber chocado contra un contenedor en alta mar. Con el equipo de navegación averiado y sin radio no sabe que se dirige hacia una tormenta. Su intuición de viejo marinero hace que a duras penas sobreviva al temporal. Ahora con tan solo un sextante y unas cartas náuticas para saber donde se encuentra, solo le queda esperar que las corrientes le lleven a un pasillo maritimo desde donde podrá hacer señales a otro barco...
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El realizador J.C. Chandor quería rodar un thriller que transcurriera en alta mar mucho antes de que su ópera prima como director, ‘Margin Call’, fuera nominada al Oscar al Mejor Guión Adaptado. Pero tardó casi seis años en gestar esta historia.
“Es una historia muy sencilla acerca de un hombre mayor que decide hacerse a la mar en solitario para una travesía de cuatro o cinco meses”, explica J.C. Chandor. “Pero el destino hace de las suyas, la embarcación sufre un accidente y nos pasamos ocho días con él mientras intenta sobrevivir como sea”.
El guión que presentó el realizador tenía poco que ver con los habituales de unas 120 páginas, ya que contenía las descripciones sin una sola línea de diálogo en unas 30 páginas. Es más, cuando J.C. Chandor entregó el guión al productor Neal Dodson, éste le preguntó cuándo le mandaría el resto.
“Nunca he cruzado un océano en solitario, pero practico el deporte de la vela desde que soy pequeño”, explica el director. “Sabía perfectamente dónde me metía”.
J.C. Chandor añade que se sintió atraído por la sencillez de la historia, así como por el reto que representaba rodarla. Contiene reminiscencias de ‘El viejo y el mar’, de Ernest Hemingway, y tal como dice Neal Dodson: “Es una película de acción existencial acerca de un hombre solo en alta mar que lucha contra los elementos y contra sí mismo”.
El recorrido de la película se hizo mucho más preciso cuando Robert Redford aceptó el papel. “J.P. Chandor me cayó muy bien”, dice Redford. “Representa a la perfección a las personas que queremos apoyar. Su visión y su forma de contar historias es muy particular”.
Cuando J.P. Chandor le dijo a Neal Dodson que había pensado en Robert Redford para el papel del personaje llamado “Nuestro hombre” en el guión, el productor sabía que había muy pocas posibilidades de que el actor aceptara.
“Me gustó mucho el guión porque era diferente”, dice Robert Redford. “Era atrevido, excéntrico, sin diálogos. Estaba convencido de que J.C. sería capaz de llevarlo a cabo, de ir más allá de lo que había escrito”.
Puede sorprender, pero el actor no suele recibir muchas invitaciones para protagonizar películas de cineastas independientes a los que apoya, todo lo contrario.
Los productores y los jefes de departamentos se reunieron para estudiar la lista de prioridades en una película como esta. Lo más importante era conseguir varios veleros y un lugar donde hundirlos. El rodaje de la historia de un hombre y su embarcación requirió tres veleros Cal de 12 metros de eslora. Los tres se usaron para el velero de “Nuestro hombre”, el Virginia Jean, pero cada uno tenía una utilidad muy concreta. Uno sirvió para rodar las escenas exteriores en alta mar, otro para los interiores y el tercero para efectos especiales.
Pero no fue nada fácil encontrar tres barcos idénticos, según cuenta el diseñador de producción John Goldsmith. “Organizamos una auténtica búsqueda y los compramos en diferentes puertos”, dice. “Todos fueron importados, lo que complicó aún más la logística. Conseguimos reunirlos dos semanas antes del comienzo del rodaje”.
A partir de entonces, las embarcaciones fueron sometidas a un duro tratamiento. “Creo que hicimos todo lo que puede hacerse filmando con un barco”, dice el realizador. “Lo hundimos, lo volvimos a sacar a flote, lo hicimos pasar por una tormenta enorme, lo volcamos y volvimos a hundirlo. Era de suma importancia que supiéramos cómo reaccionan esas embarcaciones, cómo se adaptan al mar, cómo se hunden, y cuáles eran los diferentes elementos de los veleros para que la historia funcionara”.
El diseñador de producción añade que J.C. Chandor le pasó notas muy detalladas. Por ejemplo, que el personaje de Robert Redford había comprado el velero cuando tenía 51 años, seis años después de su construcción. Diez años después, es posible que el mantenimiento del barco dejara algo que desear debido a la crisis económica de los noventa. También imaginó que “Nuestro hombre” se había jubilado siete años después y que había invertido unos 20.000 dólares en modernizar la embarcación.
Dada la soledad del personaje, J.C. Chandor deja que la cámara se recree en él mientras hace cosas sencillas, algo poco habitual en las películas actuales.
“No suele verse a alguien reflexionar en una película”, explica Neal Dodson. “La mayoría de las películas están ‘muy cortadas’, y disfruto con esos montajes, pero esta no tiene nada que ver. Hay secuencias de acción, desde luego, pero la cámara también se recrea en el protagonista. Le vemos comiendo sopa, disfrutar de una copa de Bourbon, cocinar, o de pie bajo la lluvia”.
En otras escenas nada tranquilas, el actor, conocido por usar dobles en contadísimas ocasiones, se sube al mástil de 20 metros, es arrastrado por el barco o nada entre las velas sumergidas.
Robert Redford dice haber disfrutado mucho con el director, al que alaba por haber sabido sacarle lo mejor como actor.
J.C. Chandor solo usó efectos digitales para realzar la lejanía y el cielo, así como las olas que golpean el barco. Un equipo de SPIN VFX, con sede en Toronto, se encargó de los efectos visuales bajo la supervisión del propio J.C. Chandor y de Robert Munroe.
Rodar en el agua siempre es complicado, y todavía más en una película sin una sola toma en tierra firme. El equipo filmó en varias zonas del Caribe y del Pacífico, entre otras frente a la costa de Ensenada, México, a unos 130 kilómetros de San Diego. Durante el rodaje, Robert Redford entró en un puerto capitaneando el Virginia Jean con un boquete abierto en un lado.
Las tomas acuáticas, los bancos de peces, las barracudas y las docenas de preciosos aunque aterradores tiburones se rodaron en las Bahamas, en la costa de Nassau y Lyford Cay, donde el equipo de rodaje submarino bajó a más de 30 metros de profundidad.
Las secuencias con los enormes buques de transporte se rodaron cerca de Los Ángeles, un poco más al sur del puerto de Long Beach, y también cerca de la isla Catalina.
Pero alta mar no es un sitio muy seguro para hundir un velero. Para el rodaje de estas escenas, la colisión con el contenedor y otras, los cineastas prefirieron recurrir a las piscinas de filmación más grandes del mundo en los Baja Studios de Rosarito Beach, en Baja California, México. Fueron construidas para el rodaje de ‘Titanic, que necesitaba un espacio muy controlado para las espectaculares escenas de la película. De hecho, algunos miembros del equipo de ‘Cuando todo está perdido’ habían trabajado en esa película, como la directora de producción Luisa Gómez da Silva.
Se usaron tres gigantescas piscinas, entre ellas la piscina exterior más grande del mundo, construida frente al océano, que se funde con el horizonte y el mar gracias a su borde infinito.
“Tiene el tamaño de unos tres campos de fútbol y da la sensación de estar en alta mar”, explica Anna Gerb. “Es como rodar en medio del mar, pero en un ambiente controlado donde se puede hacer de todo con seguridad. Es el único sitio del mundo donde podíamos rodar esta película”.
El realizador y el diseñador de producción pensaron que con tres veleros tendrían suficiente, pero para una secuencia de gran dramatismo en la que el Virginia Jean zozobra y vuelve a enderezarse en varias ocasiones durante una tormenta terrible, tuvieron que recurrir a la creatividad. En principio se pensó que el barco dedicado a los efectos especiales sería perfecto para la escena, pero pronto se hizo obvio que hacía falta encontrar una forma de proteger a Robert Redford, por lo que varios departamentos se unieron para idear un mecanismo especial.
A la vez, el supervisor de efectos especiales Brendon O’Dell tuvo que inventar soluciones creativas para simular los violentos movimientos del velero atrapado en la tormenta. “Normalmente, en una película de gran presupuesto, se construye un complicado mecanismo que mueve el barco en cualquier dirección”, explica. “Pero es una solución muy cara y requiere mucho tiempo. Tuvimos que inventar otra cosa”.
El equipo de Brendon O’Dell optó por usar una sencilla estructura mecánica y cilindros hidráulicos que realzaran los movimientos del barco en el agua. “Nos limitamos a inclinar la proa del barco mediante un cilindro y a elevar la popa, y viceversa”, dice. “También funcionaba a babor y estribor. La verdad, quedó muy bien”.
Un rodaje de esta complejidad requirió siete semanas de meticulosa preparación, algo inusitado para una pequeña película independiente de bajo presupuesto. “Diseñamos un plan de rodaje que incluía todas las escenas con agua, las escenas sin agua, las escenas con tormenta, con tres barcos, tres piscinas y un plató adicional, escenas nocturnas, diurnas, tomas con efectos visuales y sin efectos visuales”, explica Neal Dodson. “Nunca había producido una película tan complicada, más aún si se tiene en cuenta que rodamos en 30 días con un presupuesto muy restringido”.
El productor añade que, durante el rodaje, el equipo se basó sobre todo en un gran panel colocado en una pared de la sala de conferencias que sirvió de storyboard de la película y que casi nunca se recurrió al guión.
“No usamos el guión casi para nada”, explica. “Imprimimos el storyboard para saber exactamente qué debíamos hacer cada día”.
Para la filmación J.C. Chandor no contrató a un solo director de fotografía, sino a dos, concretamente a Frank G. DeMarco, que se encargaría de las tomas en la superficie del agua, y a Peter Zuccarini, de las tomas submarinas. Para el primero, la falta de diálogo era una ventaja añadida.
El montador Pete Beaudreau empezó a montar la película durante el rodaje para estar seguro de que las tomas eran válidas. Al principio fue difícil, pero dice que no tardó en acostumbrarse a trabajar en el lugar de rodaje.
En una película carente de diálogos, la música cobra mucha importancia, por lo que J.C. Chandor le pidió al aclamado cantante y compositor Alex Ebert, líder del grupo ‘Edward Sharpe and The Magnetic Zero’, que se ocupara de la banda sonora aunque nunca había compuesto para cine.
GALERÍA DE FOTOS
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