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NOTAS DEL DIRECTOR...
“Debí leer a Dovlatov muy tarde en mi vida –cuando tenía 26 o 27 años– pero le leí de una sola vez. En aquel entonces pensé que sería genial hacer una película sobre él, pero hasta 15 años después no pude entender realmente el valor de Dovlatov: uno de los símbolos imprescindibles del último cuarto del siglo XX. Él es una superestrella de la literatura rusa. Es lo más grande de la vida, sutil e increíblemente talentoso. Es una pena que no tengamos más hombres como ese.
La película muestra una era increíblemente interesante, viva y rica de Leningrado, a principios de los años 70. Brodsky aún no había emigrado a Estados Unidos y Dovlatov tampoco se había ido a Estonia.
Hay ecos persistentes de libertad del periodo anterior, llamado el deshielo. Los personajes aún son jóvenes. A sus 30 años, están llenos de energía -aunque los veamos agotados y sin afeitar- y todavía albergan esperanza. Para nosotros fue crucial combinar historia y vida privada; mostrar a unos artistas con talento que -debido al clima político imperante- no podían hacer lo que querían, pero que -al mismo tiempo- trataban de mantenerse files a sí mismos.
No deseábamos idealizar ni desenterrar ninguna suciedad personal. Estábamos ansiosos por mostrar a Dovlatov como una persona viva, no como un maniquí. Nuestra película está impregnada con la prosa y las palabras de Dovlatov. Intentamos contar un episodio conciso su vida, relacionado con su matrimonio y familia.
Desde el principio, sus hijas estuvieron informadas de nuestro proyecto, ya que considero grosero invadir la vida privada de alguien sin consultarlo. Hablamos con algunos de sus amigos y todo esto nos ayudó a recrear la esencia del personaje. Hoy en día, ese mundo ha cambiado por completo: colores, luz, ropa, asfalto, rostros… Hoy la calle Rubinstein 23, donde vivió el escritor, está repleta de bares. No queda casi ninguno de esos enormes bloques de apartamentos comunales de Leningrado, donde se reunían alrededor de una mesa y discutían hasta la mañana. Esta época se fue, pero hicimos un esfuerzo para rememorar ese momento.
Por otro lado, nos encontramos con actores de todo el mundo. Vimos miles y miles de caras. Alguien descubrió poemas y cuentos cortos de Brodsky que nunca se habían publicado.
Para nuestro reparto, el mayor desafío era que Dovlatov era tan guapo como una estrella de cine, pero también albergaba un mundo interior complejo. Encontrar un actor que cumpliera con todos estos requisitos resulto ser muy difícil, hasta que descubrimos a Milan Maric.”