|
SINOPSIS
Justo cuando la Guerra Fría se encuentra en todo su apogeo el genio del ajedrez Bobby Fischer se encuentra atrapado entre dos superpotencias como la norteamericana y la rusa...
INTÉRPRETES
TOBEY MAGUIRE, LIEV SCHREIBER, MICHAEL STUHLBARG, PETER SARSGAARD, EDWARD ZINOVIEV, ALEXANDRE GORCHKOV, LILY RABE, SOPHIE NÉLISSE, BRETT WATSON
MÁS INFORMACIÓN DE INTERÉS
CRITICA
BSO
CLIPS
CÓMO SE HIZO
VIDEO ENTREVISTAS
PREMIERE
GALERÍA DE FOTOS
https://cineymax.es/estrenos/fichas/104-e/100110-el-caso-fischer-2014#sigProId87298525cb
INFORMACIÓN EXCLUSIVA
1972 fue un año lleno de acontecimientos cruciales en todo el globo, entre ellos, la relajación en la Guerra de Vietnam, el Tratado sobre Limitación de Armas Estratégicas entre los EE.UU. y la Unión Soviética, el ataque terrorista a los atletas israelíes en las Olimpiadas de Múnich, el escándalo Watergate, y el transcendental viaje a la China de Richard Nixon. Pero aquel verano, fue un acontecimiento internacional de naturaleza bien distinta el que acaparó los titulares. En Islandia, Bobby Fischer, el más destacado ajedrecista de América, se enfrentó al entonces campeón soviético Boris Spassky en una serie de partidas que tuvieron al mundo en vilo.
“Fue lo más importante en un momento en que acontecían increíbles hechos políticos en el mundo” –comenta Gail Katz–. “Recuerdo que la noticia más candente cada noche estaba en lo ocurrido durante el día en Reikiavik.”
En todo el mundo, la gente estaba fascinada por el mano a mano entre dos maestros del llamado “juego de reyes”. Los ajedrecistas de Europa del este dominaban la escena, y Fischer, inconscientemente, devino la imagen de Estados Unidos durante la guerra contra la Unión Soviética por el dominio del mundo. El caso Fischer narra la lucha de Bobby Fischer por lograr el máximo premio en el mundo del ajedrez, y el precio que pagó por la victoria.
“No ha ocurrido nada parecido desde entonces” –dice Katz¬¬–. “Éramos tremendamente conscientes de que nunca había habido un campeón mundial estadounidense. Y allí estaba aquel presuntuoso descarado de Brooklyn hecho una especie de estrella del rock. Era el perfecto héroe americano en aquel entonces. Su fama de hombre difícil no hizo sino favorecer su aura”.
Las tensiones tras la Segunda Guerra Mundial entre ambas superpotencias no hacían sino incrementarse en tanto se evidenciaban en distintos escenarios” –nos dice Katz–. “Estaba la carrera espacial, Vietnam, China, la Crisis de los Misiles en Cuba… Entonces, increíblemente, en 1972, llevamos la lucha al tablero de ajedrez. Aquel enfrentamiento devino una batalla simbólica acerca de cuál era el mejor sistema de gobierno. El ajedrez era una afición rusa, y a menudo eran los campeones del mundo. Los Estados Unidos nunca habían tenido un campeón mundial, y nuestros líderes políticos por fin tuvieron la sensación de que teníamos la posibilidad con Bobby. Henry Kissinger, que entonces era el Consejero de Seguridad Nacional de los EE.UU., pidió urgir a Bobby a que jugara. Al ponderar la significancia histórica de los acontecimientos y la mística de Bobby, entendí que estaba ante un tema perfecto para una película. Y cuanto más leía acerca de los detalles estrafalarios del torneo, mejor resultaba la historia”.
Katz lanzó su idea a Tobey Maguire, quien se sintió intrigado al instante. Tras investigar algo, firmó no sólo como Fischer, sino también como productor. Él y Katz comenzaron a desarrollar el guión juntos. Maguire propuso enfocarlo como una historia deportiva clásica. “Me fascina la gente desafiante, y Bobby no era sino eso” –comenta–. “Le vemos desarrollar su pasión por el juego, ascender a la cima a edad muy temprana, y finalmente ir a por el título. En ello, había espacio para el fascinante estudio del personaje”.
Katz y Maguire incorporaron al veterano guionista británico Steven Knight (Promesas del Este; Peaky Blinders). “Escribió un guión que nos dejó atónitos” –informa Katz–. “Logró un brillante equilibrio entre la política de Guerra Fría y el absorbente drama personal”.
Knight recuerda plenamente la auténtica competición y la publicidad que la envolvió. “¡Menudo revuelo que causó!” –nos dice–. “Fue uno de los primeros eventos globales que los mass media abordaron. La historia de Bobby Fischer tiene tantas otras de distintas en ella misma que hacía necesario elegir qué partes narrar. No es sólo un biopic, sino una historia que domina un solo personaje. Captarlo correctamente era esencial para lograr el film correcto”.
“El título original, Pawn Sacrifice (Sacrifio del peón)” –señala–, es asimismo el nombre de un gambito clásico del ajedrez que le recordó la situación de Fischer. “En ocasiones, un jugador sacrificará un peón en pos de mayores beneficios” –explica Knight–. “En cierto sentido, eso era Bobby: un peón en un inmenso juego internacional, y fue sacrificado. Emocionalmente, era inestable. De haber sido atendido, probablemente hubiera sido un ser humano más feliz, aunque con toda certeza no hubiera ganado la partida”.
Mientras preparaba el guión, Knight leyó muchos de los libros acerca de Fischer y el “Match del Siglo”, y habló con gente que le conoció. “El material más útil fue el de archivo con entrevistas que atendió” –nos dice el guionista–. “Bobby hablaba y se movía extrañamente, y ver eso fue provechoso. De haberse reparado en él mientras caminaba calle abajo, se habría pensado en él en términos de ‘persona extravagante’. Hubiera podido acabar como un vagabundo más, pero era tan bueno jugando ajedrez que eso lo salvó, aunque también lo maldijo, por supuesto”.
Maguire y Katz incorporaron al productor oscarizado y director Edward Zwick para realizar el film. “Estaban interesados muchos directores” –informa Katz–. “Sabíamos que Ed tenía renombre en la realización de filmes históricos muy precisos que al tiempo resultaban muy comerciales. Sabe cómo hacer un film verídico y convincente”.
Zwick y Maguire continuaron el desarrollo en un estrecho trabajo que afinó las ideas de Knight. “Me encanta trabajar con Ed” –admite Maguire–. “Pudimos coordinar nuestras ideas acerca de cómo debía ser esta película y nos hicimos grandes colegas”.
“Tobey se involucró mucho en el desarrollo del material” –comenta Zwick–. “Tenía opiniones sólidas, lo que redundaba en una gran colaboración. Nos devanábamos los sesos en el mejor de los sentidos. He trabajado con algunos de los mejores actores, y sé que tienen mucho con lo que contribuir. Si no escuchas, allá tú”
El guión de Knight apunta temas que Zwick ha abordado a lo largo de toda su carrera, además de añadir nuevas ideas al conjunto. “El momento político de confrontación entre el Este y el Oeste es una época tan interesante como rica en términos dramáticos” –nos comenta–. “La idea acerca de este chico de Brooklyn que se enfrenta al gran Oso Soviético era irresistible a muchos niveles. Además, también se aborda la extraña y a veces inevitable correspondencia entre la genialidad y la locura.”
Zwick conectó inmediatamente con la analogía deportiva que Maguire y Knight habían tejido a través de todo el guión. “De algún modo, este chico perdedor halla el camino hacia el triunfo” –comenta Zwick–. “Esto es género puro, sólo que en lugar del ruedo, es un tablero de ajedrez. Steve aporta esa metáfora desde el mismo inicio del guión y la mantiene hasta el final de manera muy interesante”.
La cinta también resigue el arduo sendero por el que este maestro legendariamente difícil debe transitar antes de ni tan siquiera jugar con Spassky. El dominio ruso del juego se debía, al menos en parte, al intenso programa de entrenamiento apoyado por el gobierno. Pero Fischer creía que también había un esfuerzo coordinado para distorsionar resultados y mantener a los ajedrecistas occidentales, particularmente él, fuera de los más altos niveles de competición. “Los rusos quedaban en tablas entre ellos, lo que aseguraba que en las finales se enfrentaran entre sí” –informa Katz–. “Lo que sencillamente pasaba era que Bobby nunca podía ganar suficientes torneos como para lograr jugar en el campeonato mundial. Escribió un artículo que apareció en Sports Illustrated, en el cual les tildaba de tramposos sin mesura”.
Fue un momento crucial en la historia del ajedrez. La federación se vio obligada a cambiar las normas. “Bobby siempre bregaba por mejorar las condiciones en los torneos y por el dinero que creía merecía” –añade Zwick–. “Sentía que se trataba al ajedrez como a un hijastro. Pero a medida que iba acercándose la competición contra Spassky, Fischer iba poniendo obstáculos cada vez más insuperables que amenazaban con descarriar todo el evento. Es tentador sugerir que estaba resistiéndose a su destino al resistirse a la confrontación final con Spassky.”
De hecho, mientras Fischer se hallaba en pleno proceso de llevarse a casa el mayor premio del mundo, su mente estaba degenerando. “El público ya sabe lo que le ocurrió a Bobby” –dice Zwick–. “Eso da a la victoria un matiz melancólico y agridulce. Sin embargo, aquí está ese momento glorioso en el que pudo lograr todo cuanto soñó siempre. Es una historia absolutamente inspiradora”.
“La notoria paranoia de Fischer, por perturbadora que fuera, no resultaba injustificada” –puntualiza Zwick–. “Dado que la madre de Bobby era comunista, de hecho el FBI tenía un archivo sobre ella de más de mil folios. Resultó vigilado incluso de niño. Al hacerse mayor, viajaba a Europa del Este para jugar, lo que le hizo objeto de más investigaciones del FBI. En cuestión de miedos, no estaba solo. Boris Spassky, un gladiador para el sistema soviético, era prisionero de su propio éxito. Sus ansiedades derivadas de representar la política de la Guerra Fría eran reflejo de las de Fischer. La brillantez del guión de Steve estriba en la yuxtaposición de ambos mientras comienzan no sólo a competir sino a reflejarse mutuamente”.
El ascenso y caída públicos de Bobby Fischer devino un presagio de cosas que estaban por venir, según el director. “Esto era el comienzo de la era de las estrellas mediáticas. Durante aquellos tres o cuatro meses de 1972, quizá fue la persona más famosa del mundo. En cierto sentido, fue uno de nuestros primeros héroes punk. Era difícil, arrogante, y le importaba un pimiento lo que los otros pensaban. Podía tirar adelante porque era muy bueno en lo que hacía”.
Desafortunadamente, en cuestión de unos años, Fischer acabó a todos los efectos como vagabundo. Sólo una vez salió de su aislamiento, veinte años más tarde, en una revancha pública contra Spassky muy bien documentada. El acontecimiento tuvo lugar en 1992, en la República Federal de Yugoslavia, y pese a las advertencias del gobierno de los EE.UU., que sostenía sanciones contra aquel país, Fischer se enfrentó a Spassky una vez más reivindicando su honor en un campeonato no oficial de la Federación Internacional de Ajedrez. Tras 15 partidas, Fischer venció de nuevo a su viejo rival, demostrando al mundo finalmente su grandeza, aunque jamás recuperó del todo la celebridad. Debido a que desafió las sanciones, el gobierno de los EE.UU. lo demandó. Siendo un judío americano, denunció a los EE.UU. y a Israel, junto a la KGB, los medios de comunicación y la industria de defensa, además de hacer declaraciones antisemitas chocantes. Vivió el resto de sus días como un exiliado político, asentándose finalmente en Islandia, el lugar de su mayor triunfo, y único país que le dio residencia.
“El caso Fischer retrata a una persona compleja, a quien vemos ascender como héroe americano para luego convertirse en un paria” –comenta Katz, quien espera el film muestre al público una época extraordinaria en que algo tan sencillo como un torneo de ajedrez tuvo un amplio significado político.
El revelador y empático guión de Steven Knight lleva al público hasta la infancia en Brooklyn de Bobby Fischer para reseguir tanto su talento e inestabilidad como su niñez inusual. “Bobby fue siempre un chico muy extraño” –explica–. “Entonces, cuando contaba siete años, súbitamente devino bueno en ajedrez. Era notable, un prodigio. Aquel increíble don lo moldeó. Cuando la gente se dio cuenta de que podía ser un contendiente, los asuntos apremiantes del día recayeron en los hombros de un ser humano frágil. El hecho de que luchara y ganara es una de las historias más extraordinarias del siglo XX”.
Fischer tuvo un crianza nómada; antes de los seis años, ya se había trasladado un mínimo de diez veces. Criado por su madre soltera, Regina, nunca supo con certeza quien era su padre. Activista política involucrada en causas izquierdistas, y miembro del Partido Comunista, Regina luchó por mantener a Bobby y a su hermana. El ajedrez devino la salvación para un chico dejado a su libre albedrío durante mucho tiempo, aunque también fue su obsesión de por vida.
“Las circunstancias de Bobby lo definen” –opina Maguire–. “En su infancia solitaria, bastió confianza al jugar a ajedrez obsesivamente. Para él, el ajedrez era la búsqueda de la verdad. Sabía que era en verdad bueno, y competía a nivel elevado. Pero no era algo inmanente. Tenía aptitud para ello, pero alcanzó la excelencia mayoritariamente mediante trabajo duro”.
Saber que Maguire iba a encarnar a Fischer le dio a Knight la oportunidad de confeccionar el papel a medida del actor. “Tobey iba a ser Bobby desde el principio” –informa el guionista–. “Saber quién iba a ser el protagonista me fue de gran ayuda. Tengo la teoría de que cuando el público mira una película en la gran pantalla, el punto más importante se localiza en los ojos del protagonista. Los ojos de Tobey tienen la intensidad de los de Fischer. Es un actor brillante y tiene la capacidad de hurgar en las peculiaridades y curiosidades inherentes al personaje. En verdad que da en el clavo”.
Según Katz, Maguire y Fischer comparten una esencia parecida como estrellas. “Tobey es un actor sorprendente” –sigue–. “Es un papel muy diferente a los que ha hecho antes. El público se sorprenderá. Habla como Bobby, camina como Bobby. Es un papel difícil, y tenemos suerte de que Tobey lo aborde. En muchos sentidos, los muy arraigados problemas de Bobby le hacían su propio enemigo. Nos tiene en vilo si podrá mantener a raya su conflicto lo suficiente como para vencer a Boris Spassky”.
El Bobby Fischer de Maguire es una máquina de jugar a ajedrez perfectamente engrasada, tan obsesionado en vencer a la institución ajedrecista soviética como en obtener el título de campeón. “Estoy seguro de que Bobby sentía una presión tremenda” –opina Maguire–. “Devenir tan famoso connota todo tipo de retos. Bobby sentía el peso de eso. Jugaba al ajedrez entre diez y doce horas diarias desde hacía años. Tuvo que haber experimentado gran ansiedad ante el resultado del enfrentamiento, aunque expresara una gran confianza sobre sus posibilidades”.
Si Fischer no se acercaba en absoluto a la persona ideal que representara a los EE.UU., Boris Spassky no era más apropiado como representante de la Unión Soviética. No habiendo sido nunca miembro del Partido Comunista, Spassky tenía lo que algunos creían una indecorosa predilección por los lujos occidentales. “Siempre había miedo latente de que desertara” –comenta Katz–. “Ambos eran atípicos, impredecibles, y difíciles de manejar. Hacían una buena pareja”.
El primero en la lista de Katz para encarnar a Spassky era Liev Schreiber. “Fuimos muy afortunados al poder contar con él para el papel” –informa–. “Es el doble de Spassky y aporta una seriedad increíble a su personaje. De hecho, Boris se muestra como un tipo bastante empático, y Liev también aporta eso al papel. Pero siempre queremos que Bobby lo venza”.
Como ajedrecista, Spassky se hallaba en medio de una carrera exitosa sin precedentes en la extinta U.R.S.S. “Pero deseaba que Bobby fuera a por él” –informa Schreiber–. “Estaba convencido de que Fischer era una fuerza con la que medirse. La escena culminante en Islandia entre ellos está llena de tensión. Boris hubiera podido ganar por abandono de Bobby, pero optó por seguir jugando bajo las condiciones de éste, y las cosas no le fueron bien. Hubo muchas tretas, lo que resultaba frustrante para Boris. En una partida, Bobby le venció de manera tan bella, original y convincente que Boris llegó a aplaudirle. No pudo evitar admirarse por la habilidad de su rival. El viejo maestro cayó, el joven maestro fue coronado. Se parece a una película de kung fu”.
Schreiber dice que debido a que su madre admiraba a Spassky, él acabó sintiendo otro tanto. “Creía que era muy elegante y le impresionaba que aplaudiera a Fischer. Boris realmente adoraba el ajedrez, razón por la que era capaz de reconocer a su oponente por su juego brillante”.
Zwick ya había trabajado con Schreiber en el film de acción dramática Resistencia, enmarcado en la Segunda Guerra Mundial. “Sabía lo formidable que puede llegar a ser” –comenta el director–. “Eso es lo que necesitábamos. Siempre se quiere que el rival sea tan fuerte como el protagonista. El enfrentamiento contra un igual sube el listón tanto de Tobey como de Liev”.
Al encarnar a Spassky, a Schreiber se le pidió que interpretara todas sus escenas en ruso, un idioma que no habla. “Es formidable” –comenta Zwick–. “Trabajó con un profesor ruso para aprender su diálogo, y fue tan exigente que los que hablaban ruso en el plató quedaron pasmados”.
“El ajedrez no me intimidaba tanto como el ruso” –admite Schreiber–. “Supongo que Ed creía que yo hablaba ruso fluidamente dado mi papel en Resistencia. Actuar en otro idioma genera una sensación muy extraña. Tratar de no pensar como un americano es muy difícil.
“Ed es brillante y todo un táctico” –sigue el actor–. “Tiene gran talento para la acción, y alcanzó a dar con un modo de desatar la acción en un tablero de ajedrez”.
Schreiber afirma que es imposible narrar la historia de Bobby Fischer sin relatar la de Boris Spassky. “Esperemos que la cinta ofrezca una mirada a lo que pasaba por esas dos grandes mentes. Siento gran curiosidad por saber qué hacía funcionar a alguien como Bobby. Uno de sus mentores decía: ‘Imagina que te acostumbras a pensar 150 movimientos por delante, continuamente, y que ese proceso cognitivo se hace parte de tu vida normal. Puede que acabes algo paranoico’. Creo que eso es lo que buscamos. Hay un delicado equilibrio entre la genialidad y la locura que resulta realmente interesante y un terreno fértil para una película”.
Mientras Spassky tiene el respaldo de todos los recursos de la U.R.S.S., Bobby confía en un equipo de dos como respaldo: su ayudante, el Padre Bill Lombardy, que encarna Peter Sarsgaard; y su mánager y abogado Paul Marshall, a quien da vida Michael Stuhlbarg.
“Lombardy era un sacerdote ajedrecista, uno de los mejores en occidente por aquel entonces” –informa Knight–. “Había sido vencido rutinariamente por los mejores jugadores del Este. La dignidad y compasión de este personaje en verdad que se evidencia en la película. Le preocupaba mucho la salud mental de Bobby, y era un auténtico amigo, creo. Probablemente, fue uno de los primeros en percatarse de que Bobby estaba reinventando el ajedrez. Lo que quiera que estuviera pasando, valía la pena, por mor de la belleza del juego”.
“Tuvimos mucha suerte de que Peter Sarsgaard aceptara incorporarse” –nos dice Zwick–. “Lombardy colaboraba a la vez que rivalizaba con Marshall en una especie de lucha por el alma de Bobby. Cuando tienes actores como Peter, Tobey y Michael interactuando, suceden muchas cosas interesantes e inesperadas”.
Frente a los ordenadores que ahora pueden analizar una partida de ajedrez en segundos, los ajedrecistas necesitaban entonces a una persona con la que practicar, alguien que fuera capaz de estar a la altura. “Ése era el ayudante” –explica Sarsgaard–. “Era algo así como un sparring. Mi personaje está basado libremente en el Padre Lombardy, que había sido el entrenador de Bobby cuando éste era niño, y era su ayudante en Islandia. Si al acabar la jornada dejaban una partida a medias, él regresaba al hotel con Bobby y ambos ensayaban todas las permutaciones posibles de lo que podía pasar. Al ser el ayudante de Bobby, tuvo que refrenar su ego. Los ajedrecistas tienen mucho ego. Lombardy era un gran maestro que tuvo que mantenerse en segundo plano a favor de alguien que había vencido en el pasado. No quería ser envidioso y luchó contra eso. Ése es un buen obstáculo que añadir al personaje”.
Sarsgaard es ajedrecista desde los 13 años. “La competición con Spassky fue una de les cosas que hicieron que me interesara por el ajedrez” –comenta–. “Bobby Fischer me ha fascinado siempre. Su don para el ajedrez era divino, y para mi personaje, eso era digno de salvaguarda, casi como si se tratara de su alma”.
La comprensión del actor por este juego, y la empatía con Fischer aportaron mucho al personaje, a decir de Maguire. “Es estoico, y también tiene algo de callejero. Lombardy se identifica con Bobby a un nivel distinto porque ambos son ajedrecistas. Peter dio de verdad con un modo puro y auténtico de dar vida a eso”.
A Sarsgaard le agradaba que no fuera prioritario para los cineastas ofrecer una imagen simpática de Fischer. “Se trata más de la naturaleza de la inspiración y del genio” –añade–. “Bobby casi es un sabio idiota. Tobey ofrece eso al personaje con sorprendente facilidad. Tiene algo de taimado”.
Por otro lado, Paul Marshall está ahí para lidiar con las eternas preocupaciones de Bobby referidas a las condiciones y demandas de más dinero. “Ayuda a Bobby a negociar la logística y los acuerdos para todos los torneos de ajedrez” –explica Maguire–. “El personaje está basado en varias personas distintas, una de ellas el propio Paul Marshall, quien apareció no mucho antes del campeonato del mundo. Quería ser parte de esta competición internacional. Para un apasionado del ajedrez, eso era como estar en el fortín de los Yankees durante la Serie Mundial”.
Los motivos exactos por los que Marshall acabó involucrado en la carrera de Fischer siguen sin estar claros, a decir de Zwick. “En nuestra película, es un maestro manipulador, y al mismo tiempo un ideólogo muy puramente motivado” –añade el director–. “Hasta hoy, sigue habiendo el interrogante acerca de su posible implicación con la CIA. Por un lado, le inspiraba su amor al ajedrez y el deseo de ayudar a que Bobby ganara. Por otro, su agenda era muy compleja”.
Sarsgaard entiende a Marshall como un agente astuto de oscuras motivaciones. “Ello le convierte en uno de los personajes más interesantes de la película. Mi ocupación consiste en servir al genio. La de Fischer está en ganar. ¿Qué hace este otro tipo aquí? Michael Stuhlbarg le hace amable. Pero ¿qué busca realmente?”.
Stuhlbarg, quizá más conocido por encarnar el papel protagonista de Un tipo serio, de Joel y Ethan Coen, ha ido confeccionando poco a poco un currículum profesional en proscenios y la pantalla grande en las dos últimas décadas. “Michael es un actor poderoso que aporta mucho humor al papel” –opina Katz–. “Con cada personaje nuevo se reinventa, y resulta muy especial en esta película”.
El actor investigó mucho acerca del hombre que inspira su personaje. “Descubrí que era un tipo multifacético que vivió una vida fascinante” –comenta–. “Era un cumplido abogado y alguien en la industria musical. Pude contactar con su viuda, Bette Marshall, que fue una incesante fuente de anécdotas y fotografías, un gran regalo para mí. También me topé con su antiguo socio de bufete, Stewart Seflin, que proveyó más detalles. Marshall parece un hombre que se ocupaba de hacer lo debido”.
Cuando conoció a Fischer, sabía poco de él aparte de que era un maestro ajedrecista. “La gente que se cruzaba con Bobby solía ser rechazada o admitida para cuidarle” –dice Stuhlbarg–. “En definitiva, creo que lo que mantuvo a Marshall en el asunto fue su perspicacia al ver que Bobby era un crío, uno abandonado. Por cuanto he podido recoger, devino una especie de figura paterna para Bobby”.
Stuhlbarg y Sarsgaard desarrollaron una gran relación durante el rodaje. “Peter es un actor extraordinario” –dice Stuhlbarg–. “Ha sido muy divertido poder estar con él en la misma habitación. Entre nosotros hubo mucho intercambio. En el papel, esos dos personajes habrían podido ser intercambiables, pero se hicieron perfectamente distinguibles una vez los dos en escena”.
Una de las figuras más importantes en la vida de Bobby Fischer fue su hermanastra Joan, que Lily Rabe encarna en el film. “Fue la única persona con la que Bobby conectó emocionalmente” –dice Katz–. “Siempre estuvo cerca de él, incluso más tarde. Fue la primera en enseñarle cómo jugar al ajedrez”.
Joan traía un tablero a la bombonería del bloque donde vivían y enseñaba a su hermano cómo mover las piezas al tiempo que aprendían juntos a medida que avanzaban. “Cuando Bobby se hizo bueno, jugaba hasta tener una posición ganadora sobre Joan, entonces giraba el tablero y ganaba desde allí” –informa Maguire–. “Lily es una actriz muy sensible y brilla como Joan”.
“Lily ha sintetizado a Joan bellamente” –concuerda Knight–. “Ejercía como sustituta de su madre. Trató de recuperarle. Lily ha sabido expresar una compasión tierna que hace muy emotivas las escenas de ambos”.
La actriz admite que cuanto más sabía de Joan y de su relación con el hermano, más se enamoraba del personaje. “Me obsesioné realmente con ella y con toda la dinámica familiar. Había en ellos un innegable toque de genialidad que se manifestaba de maneras distintas. Joan iba por delante de su tiempo en lo referente a su interés por la agricultura autosuficiente y orgánica. Cultivó manzanos en pleno Manhattan, una perfecta metáfora de lo que esta mujer era para Bobby”.
No importaba lo que Bobby hiciera: Joan estaba orgullosa de él y lo ayudó toda la vida. “Pero había mucho dolor y cosas que se desintegraron” –dice Rabe–. “Ella veía lo que el mundo del ajedrez estaba haciendo a su hermano, y se preguntaba quién protegía su corazón. Sé que Bobby tenía esa cosa anhelada por todos, pero ¿qué estaba siendo de este chico guapo?”
Rabe se considera entre los seguidores de los filmes de Zwick. “He tenido una gran experiencia al trabajar con Ed” –expresa–. “Es un narrador sorprendente. Te sumerges en las relaciones de las películas que realiza porque le interesan grandemente las conexiones que la gente hace. Hacer una película sobre la vida de alguien casi indefectiblemente deviene imprecisa, dado que hay mucho que cubrir en un par de horas, pero El caso Fischer te sitúa en momentos muy específicos e increíblemente potentes de la vida de Bobby. Siento como si tuviera una comprensión nueva de cuanto le ocurrió”.
Robin Weigert, con una comprensión y empatía sorprendentes, encarna a Regina, la madre de Bobby a menudo perdida en combate. “Robin ofrece una interpretación valiente y atrevida” –cree Zwick–. “Regina no era una mujer corriente. Igual que muchos comunistas americanos de los años cincuenta, tenía unas convicciones inquebrantables. Era dogmática y apasionada; pero maltrataba a sus hijos inconscientemente. Para ella era más importante la lucha por el mundo. Se necesita a una actriz valiente para dar vida a esto”.
A Knight le parecía sumamente irónica la relación de Bobby con su madre. “Regina era una ferviente comunista, y realmente se creía el sistema soviético. Y entonces resulta madre de este chico que contribuirá a desmantelarlo. Bobby estaba muy resentido por haber sido abandonado a su suerte a los quince o dieciséis, pero al mismo tiempo quería impresionar a su madre. Lo personal y lo político iban juntos. Y logra vengarse de su madre al vengarse de Rusia”.
Regina Fischer era innegablemente brillante y sobremanera ambiciosa. Quería ser médico pero se quedó como primera de la clase en la escuela de enfermeras. Hablaba seis idiomas con fluidez. Había estudiado en Alemania, Rusia, y París, y jamás cesó de educarse a sí misma. Su hijo heredó su testarudez y determinación, así como su notoria paranoia.
Según Weigert, habría sido fácil tildar a Regina de excéntrica, controvertida o simplemente egoísta. “Pero vi en ella a una superviviente” –añade la actriz–. “Llevaba huyendo toda su vida. A los cinco años, fue abandonada a su suerte. Vivió en la Alemania nazi, y en la Rusia bajo Stalin. Imaginemos tratar de ordenar la vida en las circunstancias que ella tuvo que afrontar. Cada vez que tenía un trabajo, la gente que trabajaba con ella era interrogada debido a su afiliación al Partido Comunista; eran tiempos de McCarthy”.
Weigert desarrolló un vínculo muy personal con la historia de los Fischers. “Mi padre era psicoanalista; estudiaba la creatividad y el genio” –informa–. “Tenía predilección por los grandes, y Bobby Fischer era uno de esos para él, así que ya me era familiar. Regina me recuerda mi abuela, que iba por delante de su tiempo como mujer, pues fue de las primeras en tener una carrera. Explorar este personaje ha sido un modo de escavar en mi propia infancia”.
La actriz admira la pasión de Zwick por la realización de filmes. “Necesita que la película sea visualmente acertada, así como plenamente viva y representativa. Para lograr eso, se involucra en todos los aspectos: el guión, la fotografía, todo... Su nivel de precisión es impresionante. Y no es casualidad que el reparto de secundarios lo integren tantos actores arraigados en el teatro. Ha sido consciente de la necesidad de actores con ese nivel de capacidad”.
Incluso los dos actores jóvenes que interpretan al Bobby en sus años mozos, Seamus Davey-Fitzpatrick y Aiden Lovekamp, no son debutantes en el oficio. “Ed escogió a jóvenes intérpretes con una significativa experiencia en la pantalla para que no denotaran carencias técnicas” –dice Weigert–. “Ambos son estupendos. Aiden interpretaba una escena en la que Bobby por primera vez ha de perder contra un maestro ajedrecista. Ed advirtió a Aiden y a su madre de que iba a emplear técnicas para llevar al primero a un punto de auténtica emoción. Cuando se puso manos a la obra, era digno de ver. Tras el rodaje de la escena, Aiden le dio a Ed una palmada en el brazo, y le dijo: ‘gracias por ayudarme a llegar ahí’”.