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MEMORIA...
EL HOYO (LA PLATAFORMA) es un proyecto que pretende a través de una metáfora muy simple enfrentar al espectador con las dimensiones y los límites de la solidaridad.
Generalmente reaccionamos con muestras de sincero apoyo a los damnificados de cualquier tragedia, lo traduzcamos o no en un soporte efectivo, pero tendemos a olvidar nuestra responsabilidad diaria en la construcción de un mundo más justo y equilibrado. Y eso sale a la luz cada vez que vivimos una situación colectiva de crisis, como la que azota a nuestra sociedad en los últimos tiempos.
No creemos oportuno extendernos en un discurso sobre nuestro comportamiento social más allá de lo que el propio argumento refleja, pero sí parece un hecho demostrado que cuando caemos al fondo, sea por la causa que sea, perdemos cualquier perspectiva sobre lo que tenemos a un lado y a otro y sólo nos guiamos por nuestras necesidades más inmediatas.
LA PLATAFORMA establece estas necesidades en lo más elemental, la comida como bien de supervivencia, y plantea un simple símil para las diferentes maneras de hacerle frente: una construcción similar a una cárcel en la cual cada uno recibe lo que le haya dejado el que está en el nivel inmediatamente superior, y a su vez traslada lo que cree que le sobra a los que se encuentran en el nivel inferior.
El escalado de esta alegoría lo podemos extender al nivel que queramos: familias, clases sociales, países ricos y países pobres… Tanto da, pues en todos casos la posibilidad de una pervivencia común depende de crear relaciones sostenibles.
En ese particular presidio terminan los llamados “desheredados”: parados de larga duración como GORENG o convictos como TRIMAGASI, pero también otros cuyas causas ignoramos, como la niña del Nivel 8 o las muchas voces que oímos gritar de desesperación desde los niveles inferiores.
El propósito no es otro que ir extendiendo el alcance de eso que llamamos “la plataforma” para caer en la cuenta de que todos estamos relacionados en ella, incluida la esperanza en el personaje de PEREMPUÁN, que cree firmemente que puede establecerse una cadena solidaria que permita sobrevivir a todos los que lo habitamos y a aquéllos que están destinados a habitarlo algún día.
El objetivo oculto de la obra probablemente es lanzar una llamada a la responsabilidad civil, colocándonos por medio de GORENG frente al espejo de lo que somos en cada uno de los niveles que nos toca residir.
De ahí que la metáfora se salte la norma de ir cayendo cada vez más en el hoyo, y empuje a los personajes a saltar aleatoriamente de un nivel a otro, pues así podemos comprender mejor qué nos sobra cuando estamos arriba y qué nos falta cuando estamos abajo.
La excusa de que todo se trate de un experimento administrativo quiere añadir también una reflexión sobre la llamada “mano negra” a la que comúnmente culpamos de todos los males de nuestro mundo: los intereses de los más poderosos en instrumentalizar la sociedad en beneficio de sus cada día más crecientes fortunas. Porque más allá de que ese fantasma exista o no, somos nosotros quienes tenemos la capacidad de responder día a día a los problemas que se nos plantean, estemos en un nivel o en otro.
La responsabilidad es nuestra. Al menos, aunque pequemos de ilusos, queremos creer que lo es en gran parte.
Y, por eso, nos hemos propuesto rodar este intenso “thriller social” cargado de ironía, personajes extraordinarios y un inesperado desenlace, que no dejará impasible a nadie.