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CRITICA
Por: PACO CASADO
El bilbaíno Galder Gaztelu-Urrutia debuta en el largometraje con 'El hoyo' (2019), película distópica en la que explora los problemas del reparto de la riqueza en un singular presidio subterráneo, en el que se puede entrar voluntariamente, dividido por niveles y en cada uno hay una celda en la que habitan dos personas.
Están dotadas con los mínimos elemento para poder vivir, dos camas, un lavabo para el aseo personal y en el centro de la habitación un amplio agujero por el que circula una plataforma llena de comida que va bajando desde el nivel uno hasta el 333.
En cada uno de los niveles está dos breves minutos cada día en los que los presos correspondientes pueden comer lo que necesiten, o les dé tiempo, pero nunca pueden guardarse ni una simple manzana, pues de lo contrario se extrema la temperatura hasta un nivel asfixiante de calor o de frío.
Lógicamente los de los primeros niveles son unos privilegiados, mientras que cuando llega a los últimos la comida se ha agotado por completo y no queda nada.
Está protagonizada por una trama caracterizada por el egoísmo, ya que si cada uno tuviera en cuenta a los demás y tomara únicamente lo imprescindible para poder vivir, habría comida para todos, de lo contrario los últimos morirán de hambre seguramente.
No obstante periódicamente suministran un gas que duerme a todos los presos y los cambian de niveles de una forma aleatoria, no quiere decir que vayan subiendo o bajando en orden y tan sólo les permiten tener un objeto en la celda.
Con esta premisa entra voluntariamente en esa prisión Goreng, en el nivel 18, un hombre que quiere quitarse del vicio de fumar y tener tiempo para poderse leer el libro Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes, que es el único objeto que le permiten, mientras que Trimagi, su compañero de celda, ha elegido un famoso cuchillo de cocina que se afila solo que se había comprado porque lo había visto anunciado en la televisión.
La trama consiste en una primera parte con el largo diálogo que se establece entre los dos personajes mediante el cual se van conociendo y en el que uno de ellos repite siempre "es obvio", el resto es lo que ocurre a lo largo del argumento que no vamos a revelar para no caer en spoiler.
Lo que sí diremos es que la idea es tan angustiosa como claustrofóbica, teatral y original, pero a lo largo de su desarrollo hay algunas cuestiones que quedan sin aclarar lo que hace que se pierda un poco el interés y máxime cuando en los metros finales se desata toda una orgía de sadismo, violencia y sangre que hace bastante desagradable su visión.
En este film algunos han querido ver una cierta alegoría de cine político y sobre las diferencias de clases que invita a reflexionar sobre la sociedad actual y la condición humana.
Está contada sin ritmo, de forma monótona, sin apenas acción y sin un afán por saber en qué queda todo esto.
La interpretación es muy elemental con apenas los dos compañeros de celda y alguna que otra inesperada incursión en la misma a través de la plataforma de bajada.
Mejor película fantástica, efectos visuales, director revelación y premio del público en Sitges. Premio del público en el Festival de Toronto.
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