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NOTAS DEL DIRECTOR...
Cuando estás creciendo todo es una imposición. Por eso el delito se naturaliza como una extensión del deseo de libertad. Una especie de derecho natural. A veces no tiene que ver con hacer el mal, sino con sentirse vivo. Y la manera más rápida de hacerlo es ponerse en la línea de fuego. Puede ser que un chico actúe motivado por algo que sólo para él es evidente: como la certeza de que Dios lo está observando de cerca, o de que el mundo es algo apócrifo y que lo correcto es violentarlo.
Carlitos actúa como una estrella de cine. Como si creyera que lo están filmando. Quiere impresionar a Dios, llamar su atención. Percibe que todo es una puesta en escena, que ni siquiera la muerte es real. Camina como él imagina que camina una leyenda, roba como un bailarín y desprecia la naturaleza por una sospecha prematura de que todo destino es una emboscada.
Para hacer esta película me inspiré muy libremente en la historia de Carlos Eduardo Robledo Puch, llamado ángel negro, ladrón que entre 1971 y 1972 mató a once personas por la espalda o mientras dormían. Como si la muerte fuera una abstracción para él.
Desde muy chico sentí una atracción por la delincuencia. Muchos personajes de películas foguearon esta fascinación y en gran parte me impactaban desde lo estético, pero de raíz correspondía a una demanda física de adrenalina. Eso me identificaba con ellos.
Al encarar la historia de un niño asesino devenido en ladrón decidí seguir la tradición del cine donde el acto de delinquir es una declaración de principios, una extensión de la infancia, una celebración, y no una experiencia necesariamente violenta o realista. De entrada, quise presentar el robo como un acto bello, como una ofrenda al espectador.
Es muy atractivo seguir a un personaje que se siente un espía de Dios, es fascinante verlo actuar, porque lo hace para un orden superior. Tiene la vara muy alta con respecto a quién hay que impresionar. O sea, está esperando a Godot a los tiros. Está actuando a fondo por las dudas. Porque piensa que al final todo puede ser una película.
Cometer un crimen puede revelarte rápidamente quién sos. En un mundo donde casi nadie sabe quién es, el crimen da una identidad. Por eso es tan tentador para las almas perdidas.
Carlitos siente que la naturaleza es una maquinaria sin piedad, por lo que toma distancia de ella. La ve como un artificio amenazante. Decide no reaccionar como se espera que reaccione un ser humano: desconfía de la legitimidad de aquello que puede producir una emoción (como la muerte de una persona). Rechaza deliberadamente la emoción automática, como si lo previsible fuera algo de lo que uno se puede deshacer. Eso lo hace tener un comportamiento de psicópata sin ser un psicópata.