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NOTAS DEL DIRECTOR...
Cuando llega la crisis de los treinta lo hace de forma inesperada pero contundente.
Sientes cómo los planes, las responsabilidades, las grandes decisiones ya no tienen un plazo infinito para abordarse como parecía a los veinte.
En ese momento te preguntas como director: ¿Cómo se puede representar esa sensación cinematográficamente?
La respuesta llegó para mi en forma de película de bucles temporales.
Con giro nuevo, eso sí: lo que parece una reiteración interminable, realmente no lo es; en realidad es una cuenta atrás con la que hay que aprender a lidiar.
Por todo ello quise contar esta historia tan generacional, tan de aquí y tan de ahora.
Quise mirarnos al espejo como generación, evitando adornos y mitos.
Al mismo tiempo, existía la necesidad de no repetir fórmula respecto a los referentes obvios en las películas de bucles temporales.
Por eso nos aventuramos a reformular las reglas habituales: las repeticiones durarían una hora menos cada vez, añadimos la mortalidad del personaje, el arrastre de consecuencias físicas como las heridas, las cicatrices, las resacas…
Lo que viaja contigo, se queda contigo.
La idea de tener una protagonista femenina apareció muy pronto en el proceso, mucho antes de conocer la existencia de otros títulos recientes ante los cuales no nos hemos podido adelantar en el estreno, pero sí en la concepción.
Hasta entonces todo el cine de bucles había tenido solo protagonistas masculinos.
Y creo que el personaje de Alba representa todo lo que pretendíamos bajo la exhaustiva exploración que ha inmortalizado de forma magnífica Iria del Río.
La idea fue siempre muy clara: rodar de forma concisa, directa, sin filtros.
Exploramos métodos interpretativos y dirección de actores inspirados en el cine ‘mumblecore’ americano, donde los actores inyectan su verdad y reformulan
continuamente el guión o directamente lo improvisan.
Los ensayos fueron vitales para entender y conectar con estos personajes y convertirlos en personas.
De ahí que decidiéramos rodar con dos cámaras.
Nunca para ahorrar tiempos o correr más, sino para captar esos instantes irrepetibles fruto de cada toma y cada emoción únicas.
Captar la inmediatez, que por veces el cine deja escapar en busca de la brillantez técnica.
El elenco de la película supo compenetrarse de forma asombrosa, elaborando una verdadera amistad que superaba la pantalla.
Nuestra generación lo tiene realmente complicado para entrar al mercado laboral, y la nueva generación de directores a la que pertenezco no iba a ser menos.
Cabía la opción de esperar, escribir guiones con pretensiones puramente comerciales a la espera de que un día se encendiera una luz verde.
Pero si lo que queríamos contar era el despertar de un letargo y la apertura de un nuevo capítulo vital, la forma de hacer esta película tenía que estar acorde con ello.
Así nace ‘El increíble finde menguante’.