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CRITICA
Por: PACO CASADO
El cine español se está preocupando últimamente de esa crisis generacional de los jóvenes cuando llegan a la frontera de los 30 años y tienen que tomar la decisión de afrontar su futuro como es el caso de este drama con tintes de comedia y dosis de ciencia ficción, donde los bucles temporales son el contexto de la historia con una cuenta atrás de por medio.
Alba acaba de cumplir 30 años y va a disfrutar de un aparentemente idílico fin de semana en una casa de turismo rural acompañada de sus mejores amigos, pero la relación con Pablo, su novio, no marcha como es debido o como ellos quisieran.
Hay un momento en el que Alba se da cuenta de que está metida en un bucle temporal en el que los hechos se repiten constantemente con la diferencia que cada vez dura una hora menos pero las imágenes que vemos no son las mismas o desde idéntico punto de vista, salvo excepciones.
Ella piensa si es una oportunidad para solucionar sus problemas y qué pasará cuando el tiempo se consuma y todo acabe definitivamente.
El guion se inspira en otros títulos anteriores que jugaban con este aspecto, caso de Atrapado en el tiempo (1993), Olvídate de mi (2004), o Una cuestión de tiempo (2013).
Como en aquellos las repeticiones temporales son el tema de esta historia con una cuenta atrás de por medio, pero no juzga a la protagonista, ni a sus amigos, que cada uno busque la solución a sus problemas.
Aquí Alba es la víctima ya que todo se repite una y otra vez, con una particularidad: cada repetición se acorta una hora, dejándole cada vez menos tiempo para resolver sus asuntos pendientes y su atasco vital.
El inicio parece que va ser una película de terror, con seis jóvenes que van a pasar unos días en una casa rural situada en el interior de un bosque, en un paraje solitario, donde en cualquier momento puede aparecer un psicópata asesino que acabe con todos ellos, pero no va de eso, sino de atrapados en el tiempo con la particularidad de que únicamente la protagonista descubre que los hechos se repiten constantemente, aunque ella intenta provocar cambios para que no suceda.
Hay un recurso técnico y es que a medida que transcurre la merma del tiempo la pantalla también se va reduciendo poco a poco hasta quedar del formato de la de un móvil, haciendo alusión al título.
Está hecha con muy pocos recursos, con tan sólo media docena de actores jóvenes, casi desconocidos y los que lo son es por haber intervenido en alguna serie de televisión, caso de Iria del Río que interviene en Amar es para siempre en el papel de Estrella.
La relación de Alba con Pablo no posee el suficiente tirón y se refuerza con las conversaciones que tienen entre los amigos, donde hablan de la precariedad laboral del trabajo de cada uno.
También se insinúa ligeramente la infidelidad, el lesbianismo el consumo de alcohol y de drogas.
Se incluye la intervención en una media docena de ocasiones de Luis Tosar, pero a través del teléfono, tan solo aparece una vez en la pantalla del móvil, ya que su personaje es el del padre de la protagonista que habla con ella preocupándose de si llegaron bien y cómo se encuentran.
Es un film muy pequeño, realizado sin apenas dinero, pero el guion es un auténtico cacao con un montaje que cada vez confunde más al espectador que a veces parece hecho de recortes, de descartes y que aburre tanta repetición sin más justificación.
Es la ópera prima del cineasta pamplonés Jon Mikel Caballero que tras realizar los cortos 'Hibernation' (2013) y 'Cenizo' (2016) pasa a dirigir este su primer largometraje para el que ha elegido complicarse demasiado la vida.
Es aconsejable hacer los experimentos con gaseosa y no andar jugando con malabarismos que no conducen a nada positivo.
Participó en los festivales de cine en español de Málaga y en el fantástico de Bilbao, consiguiendo en este último los premios a mejor dirección y guion.
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