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NOTAS DEL DIRECTOR...
El título de este proyecto cinematográfico es El año de la furia porque es el sobrenombre con el que se conoce al infausto año que precedió al golpe de estado militar en el Uruguay en 1973 y que sumió al país en una cruel dictadura que duró once años, pero también podría haberse titulado El año que vivimos peligrosamente -si no fuera porque ya hay una célebre película con dicho nombre- por lo que comparte en cuanto a tono y planteamiento con la película de Peter Weir.
Se han hecho ya muchas películas sobre las infames dictaduras militares sudamericanas, aunque quizá menos sobre la del Uruguay, pequeño país sandwicheado por sus vecinos gigantes, Argentina y Brasil, y uno tiene la sensación de que con haber visto una ya las ha visto todas, dado que la mayoría responden a un mismo patrón: el del drama o melodrama realista cuyo único o casi único objetivo y reclamo narrativo es mostrar la barbarie de la represión militar.
El año de la furia presenta, sin embargo, elementos que creo son novedosos y que algunos de ellos entroncan con la mencionada película de Peter Weir: Es un thriller. Con las sorpresas, sobresaltos y crescendos narrativos del género. Con el toque romántico de las películas de Weir o de las novelas de Graham Greene o John Le Carré. Con un elemento político relevante, pero sin llegar al protagonismo que cobra en las películas de Costa-Gavras. Y con toda la dureza de la realidad que se vivía en el Uruguay de entonces.
No es tanto una película sobre la dictadura militar cuanto una historia de amor, amistad y traiciones durante la incipiente dictadura militar. Lo que me interesa es mostrar cómo este tipo de periodos políticamente convulsos sacan lo mejor y lo peor del hombre. Y no me refiero a los represores y a los violentamente reprimidos, que es lo que suele ser habitual en este tipo de películas, sino a la gente de la calle, la gente que ve, oye y escucha. Los testigos silenciosos de la Historia. Unos optan por mirar hacia el otro lado, otros se comprometen y luchan como buenamente pueden contra la injusticia, otros se pliegan sin más ante la autoridad, unos anteponen sus intereses personales a los de la sociedad y otros hacen lo contrario.
Otros simplemente huyen. Es una historia básicamente sobre la dignidad humana. ¿Y es el amor un refugio posible ante tanta ignominia?
La película, siendo coral, elige como uno de los puntos de vista el de un militar de medio rango que, azuzado por sus superiores por no reprimir con suficiente firmeza las revueltas “subversivas”, se ve empujado a torturar y a cruzar la frontera moral. El proceso de cómo este hombre gris se convierte en un monstruo y su posible redención de la mano de una historia de amor con una prostituta es uno de los ejes principales de la historia.
La película, al adoptar este punto de vista como contrapunto, se aleja del maniqueísmo y la previsibilidad en los que suelen caer muchas películas ambientadas en las dictaduras militares sudamericanas. Mostrar que los militares represores son ogros es algo ya tan evidente y archisabido que no justifica la producción de una nueva película sobre el tema. Pero mostrar cómo un hombre gris cualquiera, un militar que, según sus superiores, “no tiene suficientes cojones”, se convierte en un torturador ayuda a entender cómo este tipo de totalitarismos salvajes han ocurrido y siguen ocurriendo en el mundo hoy en dia.