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NOTAS DEL DIRECTOR...
Hace 10 años me dieron una Beca Talentia de la Junta de Andalucía para hacer un Master de Dirección entre Nueva York y Los Angeles.
Cuando tuve que afrontar mi tesis en forma de cortometraje decidí escribir una historia de niños en los 80, precisamente porque me encontraba en Hollywood, lugar de origen de tantas ilusiones con las que crecí y que me hicieron amar el cine. Pero quería hacer un homenaje a ese universo desde mi perspectiva, desde mis raíces.
Por eso el protagonista era un niño andaluz de 10 años que se muda a Nueva York con su familia y se tiene que enfrentar a todo un mundo nuevo, como hemos visto en muchos clásicos de los 80. De esa forma nació Voltereta, un cortometraje que tuvo una gran repercusión en festivales de todo el mundo con numerosos premios.
Al año siguiente, mi amigo de siempre, Miguel Ángel González escribió una novela basada en nuestros recuerdos de infancia en Algeciras.
Cuando la leí, quedé tan fascinado por ese nuevo universo inspirado en nuestro propio pasado, que cuando tuve que afrontar la escritura de un largometraje de ficción, la necesidad vital me empujaba a contar esa parte de nuestra vida de una forma especial y mágica, a retratar una época como los 80 desde el punto de vista de un niño que tiene que dejar de ser niño.
La mezcla era perfecta, el cortometraje Voltereta como base cinematográfica y la novela de nuestra propia infancia El Universo de Óliver como base literaria. Todo lleno de referencias a la vida en los 80 en el sur de España, a la vez que referencias a la vida idealizada por el cine de Hollywood de entonces. El costumbrismo de una Tierra única como Andalucía con el realismo mágico y la fantasía de un Universo tan rico como la mente de un niño.
Cuando una película nace de la amistad, se nota en la forma de contarla.
Miguel Ángel González (el Migue) y yo (el Alexis) nacimos en un lugar absolutamente peculiar: allí donde se juntan dos continentes; allí donde dos mares se mezclan; allí donde millones de aves pasan del norte al sur y del sur al norte cada año; allí donde también los seres humanos migran, de sur a norte, buscando una vida mejor.
Pero sobre todo, el lugar donde Migue y yo nacimos es donde descubrimos el mundo, donde nos hicimos amigos, donde nos enamoramos y nos rompieron el corazón por primera vez, donde soñamos lo que seríamos de mayores.
En el año 1986, yo tenía 8 años. Los años 80 estaban en su máximo esplendor. El mundial de México sucedería al de España y Naranjito. The Cure era el grupo de moda entre los más siniestros. Y se acababan de estrenar grandes clásicos del cine americano que me marcarían para siempre (Regreso al Futuro, The Goonies, Stand by me, Indian Jones, ET, La Historia Interminable). Aquel año de 1986, el Cometa Halley nos visitó de nuevo.
Sin embargo, lo más importante era que cada niño, en esa época, teníamos nuestro propio universo: el barrio.
Es en este entorno donde nace la historia de El universo de Óliver. Óliver es un niño de 13 años (que tiene mucho de mí mismo, pero a la vez mucho de todos los que alguna vez han sido niños) que está experimentando sus primeras veces, que vive en uno de esos barrios anónimos, en aquella época de los ochenta, sin videojuegos, sin tecnología, pero con la imaginación y los amigos de la calle, en total conexión con su barrio y la naturaleza de un lugar mágico. Ahora bien, Óliver no es un niño normal, y de eso dan prueba su rica imaginación, su inmadurez y una niñez marcada por cambios y pérdidas.
Con esta película me gustaría transmitir los temas más vitales desde la perspectiva del niño que todos llevamos dentro. Una película dirigida a adultos, pero contada desde la sinceridad y la inocencia de la infancia.
Temas como la madurez, la familia o la tolerancia desde la honestidad de un protagonista único. Y todo rodeado de un aura especial que bebe del realismo mágico de Gabriel García Márquez: unos pequeños toques mágicos, tratados con cotidianidad, que me permitirán abordar el imaginario infantil.
Combinando la mirada personal con el carácter comercial, esta película, que lejos de dar la espalda al público, está pensada para el espectador, para que al ir al verla se quede pensando en aquel niño que fue, y que, en cierto modo, aún todos seguimos siendo.
Justo cuando estaba a punto de estrenar los dos documentales de Camarón de la Isla y Alejandro Sanz, mi último abuelo murió. Él hizo que en las sucesivas escrituras del guion, el personaje del abuelo en El universo de Óliver adquiriera una nueva dimensión y se convirtiera en coprotagonista de vital importancia.