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EL SALTO
INFORMACIÓN
Titulo original: El Salto
Año Producción: 2023
Nacionalidad: España
Duración: 90 Minutos
Calificación: No recomendada para menores de 12 años
Género: Drama, Thriller
Director: Benito Zambrano
Guión: Flora González, Benito Zambrano
Fotografía: Alejandro de Pablo
Música: Pascal Gaigne
FECHA DE ESTRENO
España: 12 Abril 2024
DISTRIBUCIÓN EN ESPAÑA
Filmax


SINOPSIS

Ibrahim llegó a España hace unos años desde Guinea Conacry pero ahora sus raíces están en Madrid, donde vive con Mariama y trabaja como albañil. Un día la policía le detiene e Ibrahim, que carece de permiso de residencia, es deportado a su país natal. A partir de ese momento su único objetivo será regresar a España para reunirse con Mariama y una hija que va a nacer. Tras conseguir atravesar África se instala con algunos compañeros de viaje en el Monte Gurugú, campamento de migrantes que separa África de Europa. En Nador conoce a Aminata, una chica empeñada en saltar la valla y llegar a España. Saltar la valla es una hazaña física que no está al alcance de cualquiera. Muchos no lo consiguen jamás. Otros mueren en el intento. Sólo una mujer lo ha logrado hasta la fecha...

INTÉRPRETES

MOUSSA SYLLA, EDITH MARTÍNEZ VAL, NANSI NSUE, ERIC NANTCHOUANG, ALI USENI, MARIUS MAKON, ABDEL MOUANJI, JUSTINO MENDES, PAPE SARR, JUNIOR SEVERO, SYLLA MORI, MARIOLA FUENTES, VICENTA N'DONGO, NORBERTO TRUJILLO B., JUANFRA JUÁREZ, VICKY PEÑA, MARI PAZ SAYAGO, JON ROD, HICHAM MALAYO

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NOTAS DEL DIRECTOR...
  Pobreza, miseria, guerras, sin futuro, huida… Viaje clandestino, éxodo, sufrimiento, abusos, muerte… Cruzar en patera, saltar la valla, llegar nadando, debajo de un camión, darlo todo para llegar a Europa… Un nuevo país, una nueva lengua, una nueva cultura, no tener papeles, inseguridad, miedo, persecución, deportaciones, vuelta a empezar…
  Así se podría resumir la vida de una persona migrante africana, y de cualquier inmigrante pobre en cualquier parte del mundo. Es la realidad de millones de niños, hombres y mujeres queriendo cruzar una única frontera, la que hay entre la pobreza y la riqueza; la de la desesperanza y la esperanza; la de «aquí no hay no futuro y allí es posible que lo haya, aunque sea para mis hijos».
  Los movimientos migratorios siempre han existido en la historia de la humanidad. Gracias a ellos, hay la diversidad que hay y somos el planeta que somos. Si los animales se hubieran quedado quietos, si los hombres y las mujeres se hubiesen quedado en el mismo lugar donde nacieron, ¿qué mundo tendríamos ahora? Seguro que uno muy diferente. Pero esto ya da igual. Lo único que importa es que el deseo de viajar, de cambiar de vida, de conocer otros lugares, de probar fortuna en otras latitudes ha existido, existe y existirá siempre.
  Nada es inamovible. Todo fluye —y seguirá fluyendo— y, ante eso, no hay ley, ni muro, ni valla que lo pueda impedir.
La cuestión es que esta irrenunciable característica del ser humano se ha convertido, en la actualidad, en un terrible drama para millones de perso
nas. Al margen de guerras, conflictos o desastres naturales que provocan el éxodo de miles de personas buscando refugio, está la tremenda desigualdad a la que hemos llegado. Hemos creado dos mundos completamente diferentes en este planeta: el de los ricos y el de los pobres, donde los países del «primer mundo» se han enriquecido gracias a los recursos y las riquezas de los países pobres.
  Para que nosotros vivamos como vivimos, ellos tienen que vivir como viven. ¿Verdadero o falso?
Todas estas reflexiones las tuve que hacer cuando me enfrenté al proyecto de El Salto. Llevaba mucho tiempo queriendo hacer una película sobre el drama de las pateras y la inmigración irregular, pero no encontraba una manera interesante de hacerlo, hasta me llegó el guion de El Salto. Cuando lo leí —literalmente—, salté de alegría, de emoción, y de sorpresa. Por fin alguien había escrito un buen guion sobre esta problemática (¡gracias, Flora, ¡por haberlo escrito!) y, por fin, una productora, CINE365 FILMS, se atrevía a producirlo. Es cierto que en los últimos años se han rodado varias películas que temáticas parecidas, pero en mi opinión, por la dimensión del problema, me parecían pocas. Y me lo siguen pareciendo.
  Por cierto, aprovecho la ocasión para agradecer, también, el apoyo de RTVE, Canal Sur, Ayto. Madrid, Movistar, Orange, ICAA y, evidentemente, a Noodles Production y a Castelao Productions por su participación como coproductores.
  Pero, pasadas las alegrías iniciales, cuando nos metimos en faena, fue cuando tomé conciencia de la complejidad del proyecto y de lo complicado que iba ser rodar esta película.
  Para conocer bien qué íbamos a tratar, la primera tarea a la que teníamos que enfrentarnos era hacer un trabajo de investigación serio y riguroso. Estuvimos en la misma ciudad de Melilla para «tocar» la valla e ir al CETI y conocer sobre el terreno cuál era la realidad de los inmigrantes que la habían saltado; en Algeciras y Sevilla nos reunimos con varias asociaciones de ayuda y apoyo a las personas migrantes africanas y con los propios inmigrantes. En Madrid hicimos lo mismo. Nos reunimos con un buen número de inmigrantes, asociaciones, ONG y expertos, que nos asesoraron sobre la complejidad de la inmigración africana, sus problemas y todo lo relacionado con las deportaciones.
  Para mí fue un ejercicio de inmersión muy revelador, y muy duro por el sufrimiento que estaba descubriendo. Me di cuenta de que, como ciudadano, no sabía nada de la realidad de estos hombres y mujeres que se habían jugado la vida para llegar a Europa.
  En cuanto a la realización propiamente dicha, las cosas no fueron mucho fácil. Todo lo contrario. Esta producción iba a ser más complicas de lo que al principio nos parecía.
  Para empezar, la mitad de la película la teníamos que rodar en francés. Una gran parte de las personas migrantes africanas que llegan a España provienen de las excolonias francesas en África. Además, El Salto iba a ser una coproducción con Francia. Así que los dos idiomas principales serían el castellano y el francés…, y yo saqué cero patatero en esta asignatura en la EGB. Inglés, portugués, árabe y wólof son lenguas que también utilizamos en la película. Un ejemplo del mestizaje y el multilingüismo de la realidad actual que, desde mi punto de vista, está enriqueciendo nuestra sociedad.
  Pero —lógico— el uso de esta diversidad de lenguas nos complicaba también el casting. Para empezar, los protagonistas y casi todos los actores tenían que ser de origen africano. En España no hay tantos actores profesionales con experiencia de estas características y, por las condiciones de la coproducción, había que buscarlos también en Francia. Así que tuvimos que organizar dos equipos de casting, uno en Madrid y otro en París. El trabajo de elección de actores fue largo. En el caso de España, vimos a muchísimos, y a otros que no lo eran. Entre estos y los seleccionados por el casting francés, elegimos a nuestros protagonistas y secundarios y, también, fuimos haciendo una selección para la figuración. Las escenas de los campamentos clandestinos en el monte Gurugú y las del salto de la valla iban a necesitar mucha figuración africana. Y, por último, los especialistas que necesitábamos, porque, para las escenas del salto, necesitábamos un buen número de especialistas africanos. Las vallas del rodaje —como las reales de Melilla— medían más de seis metros de altura, y necesitábamos gente muy preparada. Tuvimos que elegir entre los actores y figurantes, y prepararlos para estas escenas y para otras donde también había momentos de acción. Obviamente, nuestros actores protagonistas también tuvieron que prepararse y entrenar para trepar las vallas. Todos —incluida nuestra valiente Edith Martínez-Val, que interpreta el personaje de Aminata— tendrían que subir cada valla sin ningún tipo de ayuda. Y lo hicieron, y con sus propias fuerzas, y lo tuvieron que repetir muchas veces. La entrega y energía que pusieron fue tremenda.
  El siguiente reto fue encontrar las localizaciones. Por motivos logísticos y legales, no podíamos rodar el salto de la valla ni las escenas del monte Gurugú en sus respectivas localizaciones reales. Así que teníamos que encontrar nuestro Gurugú y el lugar donde construir la valla. El equipo de localizaciones hizo un trabajo excelente y encontró en Pelayos de la Presa nuestro monte Gurugú; y, en un polígono sin urbanizar, a las afueras de Madrid, el terreno adecuado para construir la valla. ¡Más de treinta metros de valla exactamente igual a la de Melilla! Posteriormente, en postproducción se añadió más valla y la ciudad al fondo; desde nuestro punto vista, con un resultado excelente.
  Después, en el rodaje, evidentemente, llegaron los momentos más intensos y complicados; precisamente en las escenas del salto. Para el rodaje de estas secuencias, fue clave la coordinación y el trabajo del jefe de especialistas (Juanjo Rodríguez Gil), del ayudante de dirección (Curro González-Cebrián) y del director de fotografía (Álex de Pablo). Entre los tres consiguieron que pudiésemos rodar todas estas secuencias del salto de la valla en el tiempo programado. Una proeza. ¡Infinitas gracias a los tres!
  Para terminar este breve repaso de lo que fue el rodaje de El Salto, solo añadir que, gracias al talento, la entrega y la profesionalidad de todas y todos los profesionales que participaron, pudimos terminar con éxito esta película, teniendo en cuenta todas estas dificultades y un plan de rodaje muy ajustado. Siempre he pensado —y cada día lo tengo más claro— que el cine es un arte que se crea y se hace en colectividad, que la película es de todos y todas, y que a un director o directora lo hace grande el equipo con el que trabaja. ¡Millones de gracias al equipo de El Salto!
  Por último, para concluir estas notas, quiero añadir que esta película ha sido para mí —junto con Solas— la más necesaria que he rodado hasta
ahora, y que lo único que hemos pretendido, y deseamos, es que el espectador sienta que, detrás de cada imagen de inmigrantes que llegan en
pateras o saltan cualquier valla que puede ver en los periódicos o informativos, hay personas, seres humanos desesperados buscando un futuro
mejor, al que también tienen derecho como nosotros. No son bárbaros que vienen a robarnos, ni a quitarnos nada. Todo lo contrario: vienen a enriquecer culturalmente nuestra sociedad, a trabajar en lo que los europeos no queremos hacer y, sobre todo, a rejuvenecer un continente que cada vez está más viejo.
  Y cierro con unos fragmentos de una carta que escribió el obispo de Tánger, Santiago Agrelo, en 2018:

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