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NOTAS DE LA DIRECTORA...
Me gustó mucho el libro de Sandro Veronesi y quise adaptarlo siendo fiel al original, pero dándole también ese toque personal que reflejara lo que sentí al leerlo. Me propuse, aunque fuera de manera inconsciente, mantener las aventuras de la novela en una serie de episodios aparentemente inconexos pero que estaban unidos internamente. Aposté por quitar cualquier fecha o referencia temporal y que los acontecimientos fueran narrados únicamente por los actores y el entorno.
Junto a los diseñadores de exteriores e interior Alessandro Vannucci y Cristina del Zotto, mantuvimos las casas y el mobiliario bastante inmóvil, de la misma manera que han permanecido inmóviles durante décadas las casas de mis abuelos. Junto a Luca Bigazzi, director de fotografía, trabajé para no dar un color distinto a cada época, ni cambiar los tonos, sino mantenerlos tal como permanecen en nuestra memoria.
Unificar este cuento en el tiempo requería un gran cuidado al unir un fragmento con otro, no solo a nivel narrativo en el proceso de montaje que llevó a cabo Esmeralda Calabria sino también a un nivel visual. Pero lo más importante para el director en una historia tan arraigada a sus personajes ere la elección de los intérpretes, tanto para los papeles protagonistas como para los demás. Cada uno de ellos, sobre todo Marco Carrera, tienen que soportar el peso de la historia. El vestuario de Lina Taviani, ayudaban a saber lo que somos dentro de una época. No es una cuestión de moda sino de vivir cada uno en su época. El mundo alrededor de las casas, las calles, las imágenes, la luz y las estaciones una detrás de otra, tienen que arropar a los personajes como una manta de viaje.
También en esta película, como en las anteriores, mi deseo era anular la cámara y crear la percepción de que la historia lo estaba contando todo. Esa no es una tarea sencilla para un director. A veces lo más difícil de filmar es la cara de un hombre, una mujer e incluso niños. Conseguir lo que hay más allá de esa cara y filmar lo invisible.