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“La maldición de Rookford” nació cuando el productor David M. Thompson conoció al guionista Stephen Volk gracias al inquietante telefilme ‘Ghostwatch’, escrito por éste para la BBC y estrenado a principios de la década de los noventa. «’Ghostwatch’ daba tanto miedo que vetaron su reemisión en la televisión, porque es una de las cosas más terroríficas que nadie haya visto nunca», recuerda Thompson.
«Entonces a Stephen se le ocurrió la idea de ‘La maldición de Rookford’, y a mí me pareció que el guión era muy bueno», continúa diciendo el productor. «Poco tiempo después tuvimos la suerte de fichar a Nick Murphy, el director, para el proyecto». Nick Murphy, que debuta en el cine con este largometraje de terror psicológico, es conocido por su trabajo en televisión, que incluye series como ‘Invasión Jurásica’.
Cuando Nick Murphy se unió al proyecto modificó el guión, trasladando la película de la época victoriana a principios del siglo XX, cuando Inglaterra aún se tambaleaba por los estragos de un coste humano sin precedentes en las trincheras durante la Primera Guerra Mundial.
«Desde el principio, Stephen Volk y yo quisimos que esta película fuera algo más que una historia de miedo sobre fantasmas», continúa diciendo el productor.
A Thompson le gustó la idea de que la película estuviera ambientada en el siglo XX. «Originalmente estaba ambientada en la época victoriana, como tantas otras historias de fantasmas», explica, «pero a Nick se le ocurrió la idea de trasladarla a después de la Primera Guerra Mundial, cuando todo el país estaba devastado por las pérdidas y la muerte.
«Creo que eso ha dado a la película una gran resonancia y profundidad. Pienso que de alguna manera la hace mucho más interesante y pertinente, porque era una época en que la muerte estaba en la mente de todo el mundo. Buscaban a sus seres queridos, y también eran muy vulnerables a los engaños de charlatanes y farsantes, que es precisamente lo que buscaban.
A pesar de que los exteriores de Rookwood se rodaron en Lyme Park, en el condado de Cheshire, y de que la mayor parte de la película se desarrolla en el internado y sus alrededores, los cineastas optaron por tres casas de campo distintas en localizaciones de Berwick-on-Tweed, en la región de los Borders: Gosford House y sus jardines, Manderston y Marchmont House. «Cuando rodábamos en una de las casas, había un nombre grabado en el cemento: “Walter”. El nombre estaba tachado de una manera que parecía obra de un muerto», recuerda Murphy.
Murphy quería un espacio en el que sus personajes pudieran respirar, de ahí la variedad de localizaciones. «Queríamos disponer de todo el espacio posible», explica el director. «No queríamos un pequeño internado. Si la mayor parte de la película va a transcurrir en interiores, no puedes buscarte una pequeña escuela de un pueblo perdido y contar tu historia de tablones que crujen a lo Henry James. Esa no es la manera. Queríamos espaciosidad, amplitud, que los niños pudieran correr de un lado para otro dentro de aquel lugar. Por eso buscamos las casas más grandes que pudimos.»