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“Solo se puede hacer stop-motion si se está enamorado del proceso” explica Sam Fell, director autodidacta de gran experiencia. “Para ‘El alucinante mundo de Norman’ queríamos probar algo nuevo, con menos teatralidad, más cercano a una película de acción real. Esta película ha incorporado muchas cosas no recomendables en stop-motion, como escenas multitudinarias, persecuciones, diálogos cabalgados, primeros planos y, pero aún, gran parte de la historia transcurre en exteriores”.
Mucho antes de que el director Chris Butler empezara a trabajar en Laika como supervisor de storyboard de ‘Los mundos de Coraline’, tuvo una idea para una película de animación y empezó a escribir el guión: “Tradicionalmente, muchos diseñadores de storyboard y supervisores se convierten en directores de películas de animación. Primero se hace la película con dibujos y luego se hace de verdad. Me empeñé en que mi idea se visualizara”.
“El guión de este largometraje me costó mucho”, sigue diciendo. “Quería hacer una película de zombis para niños, pero también me rondaba una idea que tenía que ver con mi abuela, así que decidí combinar ambas cosas en un guión irreverente, lleno de aventuras y que tratara de la identidad. Uno de los temas de la película es que no debemos fiarnos de las apariencias”.
Y añade: “Tardé diez años en terminar el guión. Escribía a ratos, cuando volvía a casa después de trabajar. Al principio no tenía título, solo ‘Zombie Movie Something’ (Algo de una película zombi)”.
La productora, que ha colaborado con Henry Selick durante más de una década, trabajó con Chris Butler para desarrollar el guión: “La animación stop-motion es una forma maravillosa de hacer cine. Es un esfuerzo de colaboración desde el principio, incluso en la fase de escritura del guión”.
Durante la preproducción se dio especial importancia a la dirección artística y al storyboard para obtener una visualización gráfica de cada una de las escenas. “Permite al director un mayor control de todos los detalles”, explica Arianne Sutner.
Un buen storyboard es una herramienta crucial para una película de acción real, pero lo es aún mucho más para una de animación.
‘El alucinante mundo de Norman’ es la mayor producción realizada hasta la fecha en animación stop-motion, y la tercera en estereoscópico 3D, después de ‘Los mundos de Coraline’ (2009) y ‘¡Piratas!’, de Aardman (2012).
“A pesar de que esta película se rodó en 3D y que siempre la imaginé en stop-motion, no significa que no me atraiga la animación en 2D”, dice Chris Butler. “Cuando aún estábamos desarrollandola, invitamos a Tomm Moore y a Ross Stewart, realizador y director artístico respectivamente de ‘El secreto del libro de Kells’, a que vinieran a Laika. La verdad es que nos dieron ideas, fue una especie de intercambio. Me ayudaron a cambiar de chip después del rodaje de ‘Los mundos de Coraline’”.
Los animadores se preparaban viendo películas de zombis, y también con visionados de clásicos de la talla de ‘Frankenstein’ y ‘Nosferatu’.
La producción tuvo lugar íntegramente en los estudios Laika, en Hillsboro, Oregon, con una superficie de 13.600 metros cuadrados. En agosto de 2010, además de un equipo formado por 320 diseñadores, dibujantes, animadores y técnicos, 52 equipos de rodaje funcionaban casi todo el tiempo. Ninguna otra película de animación stop-motion había usado tantos platós a la vez, excepto ‘Los mundos de Coraline’.
Completar entre uno o dos minutos de película requería una semana de trabajo debido a los elementos que debían cambiarse manualmente después de cada fotografía. “No olvidemos que un animador puede llegar a necesitar media hora para animar un solo fotograma”, dice Travis Knight. “Incluso los animadores más rápidos no realizaban más de un par de segundos de película diarios, lo que implica que viven el mismo momento de la historia durante horas y horas”.
En ‘El alucinante mundo de Norman’, el departamento de muñecos llegó a contar con 60 miembros. La construcción de un solo muñeco requiere que varias personas le dediquen entre tres y cuatro meses.
“Un dibujante realiza un diseño conceptual del muñeco, ese es el primer paso”, explica. “Una vez aprobado el dibujo, el escultor lo convierte en un objeto tridimensional. Entonces, el director especifica qué desea de la interpretación del muñeco. Repasamos todos los aspectos uno a uno y nos reunimos para cada personaje principal”.
Para Norman, el protagonista, hubo que crear 28 muñecos de una altura de 23 centímetros. Su armazón estaba compuesto por 122 piezas diferentes, entre las que había 80 componentes metálicos. “Se tarda unas Esemanas en construir el armazón prototipo, y Norman fue el primer muñeco que construimos”, recuerda Georgina Hayns.
Para los personajes más corpulentos “tuvimos que usar relleno de silicona. Son muñecos grandes, estiran los brazos, se inclinan. Nunca se sabe lo que podrán hacer de verdad hasta que no salen del molde. Chris y Sam querían mucho movimiento”, añade, riendo.
Todos los departamentos estaban ocupados en los 52 decorados de los estudios Laila. Estos platós son más pequeños que los usados para la acción real, pero hubo momentos en que se rodaba en 40 platós al mismo tiempo.