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NOTAS DEL DIRECTOR...
“Cubas hay muchas, y bien diversas, pero la Cuba que quiere reflejar “El Rey de La Habana” es la del novelista Pedro Juan Gutiérrez y su barrio de Centro Habana. Una visión muy al límite, desequilibrada y hasta podíamos decir exagerada, que corresponde a una época realmente convulsa: la del “Período Especial en Tiempos de Paz”, que durante los años 90 llevó a sus habitantes a una encrucijada difícil de resolver. El sueño de la Revolución se desvanecía poco a poco ante la precariedad en que se convirtió su existencia. Los más jóvenes, y sobre todo los de las clases sociales más bajas, se vieron abocados a un modo de vivir presidido por el hambre y carencias de todo tipo. Ellos no había vivido los ideales de la Revolución simplemente pagaban las consecuencias de un desorden político provocado por la caída del bloque soviético y el embargo de Estados Unidos. Sin trabajo y a veces sin casa, el futuro dejaba de existir, el pasado parecía ser una utopía y el presente se convertía en hambre y miseria. Mera subsistencia.
Sin embargo, el cubano, que es trágico por naturaleza, posee una vitalidad y alegría innatas que trascienden el drama. El humor, el sexo, el aguardiente y un claro instinto de supervivencia tiñe la vida de los más desfavorecidos. Los sin voz. Gentes que, por no tener, no parecen tener ni pensamientos o al menos no saben cómo expresarlos.
Esta película pretende dar voz a los sin voz. Y lo hace, al igual que sus personajes, sin pasar por el tamiz de lo razonable o intelectual que está completamente al margen de sus vidas. Son voces primarias, instintivas, salvajes, y con humor, a pesar de lo tremendo de sus situaciones.
Reflexionar, en el momento actual, sobre cómo las carencias pueden repercutir en una sociedad, abocándola a un mundo sin futuro que afecta no solo a su bienestar físico sino a sus principios morales, es del todo pertinente”.