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NOTAS DEL DIRECTOR...
Al decidir seguir la propuesta de Franziska von Reventelow: “Vamos a hacer como si el dinero fuera la única cosa importante”, corríamos el riesgo de no llegar a encontrar nada más que una ironía dolorosa, un sentimiento que conocemos demasiado bien. Pero también nos daba la oportunidad de trabajar con máscaras, interpretar un teatro de verano, poner distancia con una situación que ciertamente define nuestro día a día. (...) Pero no hay un centro en las escenas.
No hay un centro en la película. Hay un flujo de ideas que es imposible reducir a un solo significado. La idea era que la cámara guardara una distancia para preservar el aura de cada uno de los actores. Decidimos no entrar en los dormitorios.
En tanto que el primer plano es una herramienta básica para cargar psicológicamente una película, y como esta película nunca ha querido ser dogmática, también filmamos algunos primeros planos. (…) El cine es un trabajo duro de hacer, quizá por eso ha fracasado. Es agresivo, o mejor dicho: puede ser muy agresivo con la realidad. La cámara sabe más que nosotros. Cuando es posible la ficción, la representación, entonces la realidad se vuelve feliz. (…) Una reunión de amigos. Su entusiasmo radica en su libertad. A mayor libertad, mayor entusiasmo. Y viceversa. El castigo de aquellos que no se sometan a la moral del trabajo será padecer un complejo de dinero. Un poco en serio, un poco en broma. A veces decir las cosas directamente, mostrarlas tal y como son. Sea lo que sea siempre tendrá que ver con enfrentar la realidad. Exceso de ocio, pero más allá: ausencia de experiencia. La angustia de los planos improvisados. ¿Cuándo empiezan, cuándo terminan? El cine nos hace más fuertes, más conscientes de nuestra fragilidad. Más capaces de asumirla.