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GUILLAUME Y LOS CHICOS ¡A LA MESA!
INFORMACIÓN
Titulo original: Les Garçons Et Guillaume, Á Table!
Año Producción: 2013
Nacionalidad: Francia
Duración: 85 Minutos
Calificación: No recomendada para menores de 7 años
Género: Comedia
Director: Guillaume Gallienne
Guión:Guillaume Gallienne
Fotografía: Glynn Speeckaert
Música: Marie-Jeanne Serero
FECHA DE ESTRENO
España: 28 Marzo 2014
DISTRIBUCIÓN EN ESPAÑA
A Contracorriente films


SINOPSIS

Guillaume es un chico que cree ser una chica. Todo el que le conoce lo cree, incluida su madre, la cual le dispensa un trato diferente al de sus hermanos. A Guilleme siempre se le viene a la memoria las palabras de su madre llamándolos a comer, pero no es el único recuerdo ya que también recuerda como en otros momentos le llama "querida". Así la identidad sexual de Guillaume no está nada clara para nadie...

INTÉRPRETES

GUILLAUME GALLIENNE, FRANÇOISE FABIAN, ANDRÉ MARCON, DIANE KRUGER, NANOU GARCIA, CHARLIE ANSON, CAROLE BRENNER, BRIGITTE CATILLON, GÖTZ OTTO, HERVÉ PIERRE, NICOLAS WANCZYCKI, YVON BACK, KARINA MARIMON

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NOTAS DEL DIRECTOR...
    Dicen que para hacer una película hacen falta una mujer y un revólver. Pues, en mi película, a la mujer la interpreta un hombre, y el revólver es un edredón. Pero también dicen que para hacer una película hay que hablar de lo que se conoce. Y yo conozco a un hombre que, armado con un edredón, puede ser una mujer muy bonita. ¿Verdad, mamá?
   ‘Guillaume y los chicos, ¡A la mesa!’ se convierte en una película tras haber sido una obra de teatro que (a juzgar por las risas en la sala y por la cantidad de personas que luego querían entrar después en mi camerino) ha gustado al menos un poco. Todo el mundo me decía: «¿Pero cómo vas a adaptarla? Estás loco, tú interpretabas todos los papeles, ¿cómo vas a hacer eso en el cine? ¿No ves cómo ha acabado la carrera de Eddie Murphy con ese tipo de retos megalomaníacos?».
   Pero yo quería hacer una película a partir de esta obra por su riqueza cómica y emocional. Ofrecer sobre mí mismo y mi trayectoria burguesa sobre las tablas una mirada imaginada, lúdica, sensible, para compartir la bella elegancia y la inverosímil enormidad de esa metamorfosis: cómo me transformo en actor transformándome en mi madre para transformarme en mí mismo. ¡Menudo pitch para una película!
   En el cine, hay que ceñirse a un género. Pero, precisamente, en este largometraje todo es una cuestión de género: el mío, sobre el que todo el mundo se hace preguntas, yo el primero. Preguntas que se transforman en escenas coloridas, que cada vez necesitaba más filmar a medida que las interpretaba. Una verdadera salida del armario a la inversa en la que se dibuja mucho más que la revelación de una normalidad.
   Pero esta película no dice «la» verdad, sino mi verdad. Es mi historia. La historia subjetiva de un actor a la búsqueda de las emociones que lo han ido formando. Además, siempre se habla de la sinceridad de los actores, hasta de los más falsos, pero ¿hay algo más sincero que un actor que cuenta la historia íntima de cómo llegó a serlo? Por no decir que esa búsqueda de florecimiento podría haber acabado en tragedia. Afortunadamente, gracias a la interpretación, se convierte en algo divertido, incluso un poco surrealista.
   Un surrealismo que me hace cambiar de una edad a otra, de un sexo a otro, de un decorado a otro, con un solo objetivo: llegar hasta el final, y que me crean. Para contar cómo, de ilusión en desilusión, llegué hasta aquí. Con el placer cinematográfico de poder transformar instantáneamente el set en todos esos sitios que evocan los episodios más asombrosos de esta odisea.
   Ese es el gozo, la magia del cine: pienso en alguien, en un lugar, en un momento, y acto seguido estoy con mi personaje a punto de entrar en escena, de vivir sus infamias y de reírme. Pero dado que es mi memoria la que habla, es mi emoción la que colorea ese recuerdo. Y según se trate de un momento feliz o angustioso, la decoración, la luz, el vestuario, todo se exagera o bien se depura para reflejar el mundo de Guillaume.
   Yo provengo de esa gran burguesía afortunada, barroca, original, cosmopolita, codificada pero que está por encima de todo, hasta de la ordinariez. Un entorno en el que, sea cual sea la dureza de lo que experimentes, no tienes derecho a quejarte. Por supuesto, hace falta belleza, y una cierta lucidez, para representarla en toda su crueldad. Para reírse y emocionarse con delicadeza y sin complacencia.
   El proyecto estético de la película abrillanta la obra de teatro con un humor aún más mordaz. Además, algunos excesos visuales sirven para enfatizar todo lo que pasa por la mente de Guillaume, dejando que una mirada, un gesto o una palabra desaten la risa. Porque todo hay que decirlo, en esta historia, nada sucede como estaba previsto.
   Arrastrado una y otra vez del sueño a la pesadilla, mi personaje no se rinde nunca, rebota continuamente, pero sin dar nunca marcha atrás en aquello que ya ha conquistado. Soporta estoicamente experiencias imposibles, te las cuenta con ingenuidad, sin autocompadecerse nunca ni analizar sus desengaños. Es algo divertido de ver. Pero no siempre de vivir (aunque sea raramente). Pero bueno, no es tan grave, porque aquí estoy para contároslo.
   Para la pantalla, yo quería una comedia con mucho ritmo, donde los diálogos exploten, las situaciones se encadenen y se aceleren, para volver a sumergirme en mi historia, a pesar del miedo, y desenredar la madeja ante los ojos del espectador, con esa sinceridad capaz de emocionar. Yo lo sé, me lo han dicho, no vale la pena intentar esconderlo, son reacciones muy humanas. Todos tenemos en el fondo de nosotros esa forma de empatía, esa capacidad de identificarnos con otros que pone en marcha las glándulas lacrimales.
   Es una verdadera declaración de amor a las mujeres, y en concreto a mi madre. Cuando era niño, ella se refería a mis hermanos y a mí como «los chicos y Guillaume». Ese «y» me hizo creer que para seguir siendo único a los ojos de esa «mamá» sin ternura pero extraordinaria, para distinguirme de esa masa anónima a la que pertenecían «los chicos», era importante que yo no fuera como ellos.
   Hice de todo por ser una chica, ¿y qué mejor modelo que mi madre? Fue así como empecé a actuar, como empecé a imitarla. Poco a poco, adopté la misma voz que ella, los mismos gestos, las mismas expresiones. No me volví afeminado, sino femenino, apropiándome de «mamá». Y luego de todas las mujeres que me atraían. Esa era mi forma de amarlas, de olvidarme de mí, de dejarme fascinar.
   Así, inevitablemente, acabaron por ponerme una etiqueta, con la que me vestí voluptuosamente durante mucho tiempo, arriesgándome a explorar todos sus matices. Hasta que al fin logré sincerarme, separarme lo suficiente como para tener la perspectiva de poder narrarme. De poder filmarme. De poder filmar a las mujeres. De hacer reír.
   El tempo cómico, en las mejores películas del género, se apoya en el estado de estupor del héroe. En la forma en que encaja las cosas y en cómo reacciona, casi siempre sin enterarse de nada, sin ver sus errores. También hay algo de eso en esta película. Al obstinarse tanto en ser una chica, y luego un homosexual, al querer «corresponder» a lo que se espera de él, mi personaje se encuentra en situaciones muy comprometidas, pero muy divertidas.
   Exploro así la paradoja de contar activamente la historia de un hombre pasivo al que han etiquetado por esa razón, siguiendo el hilo que conduce a Guillaume hasta la orilla de una nueva etapa de su vida como hombre y como actor. Quería una película que nos implicara, sin dejarnos en ningún momento, evocando los momentos más fuertes y los episodios más delirantes de su búsqueda de identidad. Al crescendo humorístico se añade esa dimensión más íntima: la naturaleza conmovedora de la particular relación que une a Guillaume con su madre.
   Además, si bien en la obra de teatro yo mismo interpretaba todos los papeles, en la película sólo he representado el de Guillaume… y el de «mamá». Normal, llevo interpretando ese personaje quince años... y sigo puliéndolo a los cuarenta. Eso demuestra que no resolvemos los problemas, sino que lo que hacemos es transformarlos.
   Por otra parte, tenía ganas de enfrentar a este dúo con otros actores, de dejarme sorprender por sus propuestas. De buscar el equilibrio y al mismo tiempo una presencia cómica original para cada uno de ellos, poniéndolos frente a mí tal vez de una manera completamente improbable, pero perfectamente asumida.
   Los rasgos formales que distinguían a los personajes en el teatro se enriquecen con nuevos matices, siempre cultivando el humor, pero también una humanidad más compleja. Es una colaboración un tanto perturbadora, cuando me ven ahí, en escena, y luego me ven convertido de pronto en mi madre, en ese entorno familiar, en esa emoción real, para contarle a ella mis angustias de jovencita.
   Habría sido frustrante que el film quedara sólo como una obra de teatro, porque siempre me la he imaginado como una película. Es necesario ver a «mamá» de cerca para comprender qué la mueve. Para sentirla con más fuerza. Y dejar que la risa se mezcle con la observación de detalles que resultaban invisibles con su simple presencia sobre el escenario.
   Es hermosa la capacidad del cine para recrearse de repente en la fragilidad de una mirada, lo irresoluto de un gesto, lo incongruente de una expresión. De añadir, al ritmo preciso de la comedia, la riqueza de las emociones humanas gracias a las palabras, pero también al cuerpo, y a lo que captamos de ambos. Gracias al cine, puedo darle a mi madre la dulzura que no podía darle en el teatro.
   Esta película es como un movimiento que retruena, que se amplifica, un deseo que se transmite a otros actores, a otros técnicos, que bullen de ganas de acompañar esa transformación inyectándole su propio «toque», porque juntos encendemos el fuego, como Guillaume creía hacerlo bailando sevillanas como una chica... Porque no se trata de ver a parejas rompiendo en cafés parisinos. Guillaume vive aventuras de verdad, aquí y allá. De esas que te forjan un destino, a falta de una sexualidad.
  Saltando de la tragedia a la comedia, de su habitación a todo tipo de universos, Guillaume reencuentra la inocencia adulta de personajes como aquellos con los que Jack Lemmon se divertía en las películas de Billy Wilder. Aunque Jack Lemmon nunca haya imitado a Sisí… Menciono a estos grandes maestros porque, en el fondo, me imagino una bella comedia clásica. Busco encontrar esa riqueza de tono que caracteriza el mundo en el que crecí, usando con entusiasmo los artificios del cine para jugar a exagerar lo exagerable, pero en realidad convirtiendo al espectáculo en cómplice de mi florecimiento.

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