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INFORMACIÓN
Titulo original: Judy
Año Producción: 2020
Nacionalidad: Inglaterra
Duración: 117 Minutos
Calificación: No recomendada para menores de 12 años
Género: Drama, Musical, Biografía
Director: Rupert Goold
Guión: Tom Edge, Peter Quilter
Fotografía: Ole Bratt Birkeland
Música: Gabriel Yared
FECHAS DE ESTRENO
España: 31 Enero 2020
DISTRIBUCIÓN EN ESPAÑA
Vértice Cine


SINOPSIS

30 años después de rodar "El mago de Oz" Judy Garland llega a Londres para dar algunos conciertos para los que las entradas se agotan rápidamente a pesar de que su voz y sus fuerzas no son las mismas. Mientras Judy se prepara para subir al escenario vuelven a ella los fantasmas que la atormentaron durante su juventud en Hollywood...

INTÉRPRETES

RENÉE ZELLWEGER, MICHAEL GAMBON, RUFUS SEWELL, FINN WITTROCK, JESSIE BUCKLEY, PHIL DUNSTER, BELLA RAMSEY, ANDY NYMAN, GEMMA-LEAH DEVEREUX, JOHN DAGLEISH, ROYCE PIERRESON, TOM DURANT PRITCHARD, BENTLEY KALU, TIM AHERN

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JUDY GARLAND EN BOCA DE TODO LONDRES...
   Allá por 1969, Judy Garland había conquistado los escenarios y la pantalla en una carrera que abarcaba más de cuarenta años, granjeándose el afecto de todo el mundo con su ingenio, su ternura y sus increíbles dotes vocales.
  «Yo soy una de los millones y millones que, a lo largo de generaciones, se enamoraron de ella», comenta Renée Zellweger, en alusión a su personaje en la película JUDY. «Es apreciada y reconocida a nivel internacional posiblemente como la mayor artista que nunca ha habido en la industria del entretenimiento».
  Y, a pesar de ello, la Judy Garland de 1969 era muy diferente a la niña prodigio de los años treinta y la estrella de Hollywood de los cuarenta y cincuenta. Sus duros avatares vitales la volvieron inestable y, a medida que se agotaban sus ofertas de trabajo, fue sumiéndose en el endeudamiento y terminó perdiendo su hogar.
  En un intento desesperado por ganar dinero para poder cuidar de sus hijos, Judy aceptó un lucrativo empleo durante cinco semanas en la sala The Talk of the Town, de Londres, el moderno local de restauración y espectáculos de cabaret de Bernard Delfont.
  Londres representaba uno de los últimos recursos que le quedaban a Judy en muchos sentidos, afirma el guionista Tom Edge: «Londres era uno de los últimos sitios que aún conservaba un recuerdo de Judy afectuoso y sin enturbiar. Para Judy se trataba de un cambio de rumbo en su vida y de una oportunidad para sobreponerse a las críticas y demostrarse a sí misma y a los demás que aún tenía lo que hacía falta».
  Rosalyn Wilder, a quien la sala contrató para estar pendiente de Judy durante su estancia, rememora la ola de cambio que inundó Londres la década anterior, convirtiéndola en una meca cultural: «Antes no había abanico gastronómico, no había abanico de ocio, no había abanico de vestimentas; y de repente todo esto inundaba Londres. La gente tenía dinero, buscaba entretenimiento, querían salir, hacer cosas, dejarse ver».
Esta época fue explorada por el dramaturgo Peter Quilter en su exitosa obra, End of the Rainbow, la cual, inspiró al productor de la película, David Livingstone, para sumergirse con mayor profundidad en el personaje que había tras este icono global.
  Una vez adquiridos los derechos de la obra de Quilter, Livingstone reclutó al galardonado guionista Tom Edge para trasladarla a la gran pantalla: «David me pidió que le echara un vistazo a la obra, ya que tenía la impresión de que había en ella una gran historia que contar sobre la época que Garland pasó en Londres. Yo no sabía mucho sobre ella –a lo sumo, tenía en mi cabeza la típica imagen de Garland–. Pero, a medida que empecé a ver entrevistas suyas de finales de los sesenta, enseguida vi que se trataba de una persona realmente cercana, ocurrente, aguda y consciente de sí misma; alguien que sabía cuál era la visión estereotipada que se tenía sobre ella y jugaba con eso. Supuso un gran reto escribir este personaje, y tratar de hallar mi propia versión de Garland».
  Edge amplió el alcance del relato al incluir retazos del pasado de Judy, que ayudarían al espectador a comprender mejor a la Judy actual que se ve en pantalla. Pero igualmente se propuso evitar que Judy pareciera una víctima de su pasado –fue una superviviente y nunca se rindió–. Esta característica fue lo que inspiró de tal manera a sus legiones de admiradores y lo que Edge quiso celebrar al final del guion.
  «David llevaba ya algunos años hablándome de la película», comenta Cameron McCracken, uno de los productores ejecutivos de la película y director general de Pathé, la principal fuente de financiación y distribuidora de la cinta. «Yo tenía mis dudas dada la percepción que existe de Judy como figura trágica. Lo que me hizo cambiar de opinión fue el guion que David y Tom elaboraron. No solo se alejaba de la cara más trágica de la vida de Judy, sino que lograba celebrar su genialidad y su espíritu indomable –se presentaba a Judy como una figura inspiradora, y no tan trágica–. ¡Y el final de la película era maravillosamente alentador!» Con la misma intensidad reaccionaron al material BBC Films e Ingenious Media, que se sumaron al proyecto desde el primer momento para respaldar la producción.
  El galardonado director, Rupert Goold, comenta: «Una de las cosas que más me atrajo del guion fue que trataba concretamente dos momentos de la carrera de Judy, su comienzo y su final. Pensé que así tendríamos la oportunidad de evitar los típicos lugares comunes de las películas biográficas lineales, del tipo «y después pasó esto». La película podría convertirse en una suerte de obra pasional sobre su trágico final, pero también sobre la apoteosis definitiva, de una especie de santa secular. Un relato de origen y al mismo tiempo de redención final».
  A Goold le fascinaba este equilibrio entre cómo el pasado da forma al presente, y cómo la representación oculta la realidad: «Garland es una estrella de Hollywood de otra época. Es distante, como lo son ahora todas las estrellas de la edad dorada, pero a mí me interesaba cómo conjugar lo que era leyenda con lo que era humano y auténtico; la madre y el mito. Lo que se veía más humano en el guion era cómo exploraba la necesidad de Judy de hallar el amor, hallar un hogar –después de todo, “se está mejor en casa que en ningún sitio”–, de hallar la normalidad».
  Que el relato se alejara de la habitual estructura de las películas biográficas –un galope cronológico a lo largo de los «mejores momentos» de la vida de una persona– y, en su lugar, se adentrara en profundidad en momentos determinados, supuso también un punto favorable para la actriz protagonista, Renée Zellweger: «Vi que teníamos la oportunidad de explorar algo que normalmente no tenemos en cuenta cuando pensamos en esta celebridad: lo que era capaz de hacer y el coste que supuso para ella. Esta fue una época de su vida en la que trabajaba porque lo necesitaba, pero su cuerpo le pedía descansar. Su voz, aquello en lo que yacía su valía y autoestima, fue otra de las cosas que tuvo que sacrificar para poder cuidar de sus hijos».
  La película indaga por qué los conciertos de Judy le supusieron tanto sacrificio: «La mayoría de las personas se ocultan tras un velo cuando se hallan frente a una cámara o un público», comenta Zellweger. «Yo creo que, en el caso de Judy, veías quién era de verdad».
«Pienso que Judy abría su interior y dejaba ver cada emoción, experiencia, relación y ensoñación», añade Jessie Buckley, que interpreta a Rosalyn Wilder.
  Rufus Sewell, que hace el papel de Sid Luft, coincide. «Es capaz de coger cualquier canción y llenarla con su propio vínculo y experiencia personal, como si fuera un destello de algo mucho mayor; hace que la canción sea como la punta de un iceberg».
  Su capacidad para sobrevivir a toda una vida de actuaciones extenuantes era algo que Edge también quiso celebrar en el guion: «Me di cuenta de que la Garland que yo tenía en mi cabeza era unidimensional, y que en realidad era una mujer con múltiples caras y aristas».
  También para Goold era esencial reflejar en el personaje esos matices y el espíritu alegre que Judy siempre conservó: «Me interesaba tratar de reconectar con su faceta atractiva, ingeniosa, peligrosa y emocionalmente receptiva».

LA HISTORIA DE ROSALYN...
  Para centrarse en un periodo tan concreto de la vida de Judy, era necesario un nivel de información y profundidad que David Livingstone y Tom Edge no pudieron encontrar en ninguna de las numerosas biografías que había sobre Garland.
  Por suerte, tuvieron acceso a un testimonio –y no un testimonio cualquiera–. Rosalyn Wilder, que había recibido de parte de Bernard Delfont el cometido de cuidar de Judy durante su estancia en Londres, se prestó a dar detalles sobre el tiempo que estuvo con Garland y su paso por el The Talk of the Town. Tras buscarle la pista gracias a una revista especializada, su asesoramiento como consultora para la película acabó resultando imprescindible.
  «Rosalyn fue la llave para todo lo que ocurre en esta historia; toda la película cambió gracias a ella», explica Livingstone. «Es una mujer fabulosa; divertida, incansable, con un sinfín de información sobre los locales del Londres de los sesenta y sobre cómo era Garland en persona».
  «Mi primera impresión sobre Judy Garland fue que era increíblemente pequeñita, muy delicada y reservada. En cierta manera te daban ganas de protegerla. Ella deseaba poder hablar contigo y confiar en ti», explica Rosalyn Wilder. «Unas personas son estrellas y otras no. Unas personas llegan a un sitio y ya son importantes, y tú ya sabes que son el centro de atención, y otras no. Judy Garland lo era».
  No obstante, y aunque los conciertos empezaron bien, «fueron unas semanas difíciles», en las que Rosalyn tuvo que lidiar con los especiales horarios de Judy.
  «Rosalyn y Judy mantienen entre sí una de las relaciones más interesantes de la película», comenta Rupert Goold. «Por un lado tenemos a una trabajadora perfectamente normal, suspicaz respecto de la mugre que concierne a los artistas y los famosos, y por otro lado tenemos a una diva de las de antaño».
  Jessie Buckley, que se sumó al proyecto para hacer el papel de Wilder, comenta: «Creo que forjan una amistad porque llega un punto en el que ambas se quitan la máscara y ven que, en realidad, cada una de ellas simplemente trata de llevar su vida adelante, a su manera, sin tener que rendir cuentas a nadie. La profesionalidad de Rosalyn es algo que sobrepasa sus sentimientos personales, y aun así Judy logra penetrar en ella. Sin duda, entablan una amistad sui generis».

CONVERTIRSE EN JUDY...
  Renée Zellweger mostró su interés al instante cuando recurrieron a ella para el papel de Judy; había sido fan suya toda su vida, por lo que se trataba de una oportunidad y un reto que no podía dejar pasar.
  Para Livingstone y Goold, elegir a Zellweger para hacer el papel de Judy fue una decisión obvia.
«No hay nadie más que reúna semejantes dotes para el canto, la actuación y la comedia. Y daba la casualidad de que Renée tenía la misma edad que tenía Judy cuando actuó en Londres», explica Livingstone.
  «Necesitábamos a alguien que tuviera algo de comediante, ya que Judy era divertidísima y era conocida por ello», añade Goold. «Creo que, como Renée ha hecho un montón de comedias de enorme éxito, la gente tiende a olvidarse de películas como Cold Mountain, por la que ganó un Óscar, y otras películas dramáticas suyas. Tiene algo que, pese a su belleza y su talento extraordinarios, en cierta medida alcanza y conecta con la gente».
Zellweger tenía sus propios motivos para querer contar esta historia: «Para una persona creativa como yo, no hay nada que te entusiasme más que abandonar tu zona de confort. También quería fijarme en esos momentos que quedan entre líneas y suelen dejarse de lado cuando cuentas la historia de alguien a quien crees conocer».
  Con Renée ya en el equipo, el siguiente paso fue captar la apariencia de Judy Garland.
David Livingstone lo explica: «Cuando Renée aceptó el papel, quería asegurarse que su personaje fuera honesto, integro y auténtico, de modo que no pareciera una caricatura».
  Un año antes de que comenzaran los ensayos oficiales, Renée empezó a practicar con un profesor de canto en Estados Unidos, para finalmente ensayar durante cuatro meses con el director musical de la película, Matt Dunkley.
  «Lo que me atrajo de este proyecto fue que se trataba de una oportunidad única para revisar aquellas canciones clásicas y el maravilloso acervo musical norteamericano, con algunos arreglos verdaderamente fabulosos», comenta Dunkley.
  Pese a su experiencia previa con el canto en películas como Chicago, practicar hasta convertirse en Judy Garland supuso para Zellweger un gigantesco paso a lo desconocido. La clave fue la inmersión en todo aquello que rodeaba a Garland. Zellweger añade: «Durante aquel año, hubo muchos momentos en el coche en los que Judy era como mi copiloto. Escuchaba su música y sus locuciones, investigué sobre su vida, todas esas cosas».
  Encapsular a un personaje tan singular no se limitaba únicamente a cantar; su característico acento, su tono de voz o sus movimientos en el escenario, todo ello había que perfeccionarlo. Dunkley no dudó en ningún momento de las capacidades de Zellweger: «Ella es más una actriz capaz de cantar, y no tanto una cantante capaz de actuar. Por eso, siempre supe que en el aspecto interpretativo resultaría increíble. Entrenó con un instructor de voz para conseguir el timbre de voz y la pronunciación de Judy, y practicó con un coreógrafo para emular sus gestos y expresiones. Judy era muy inquieta en sus gestos corporales y Renée captó eso a la perfección».
  También Rupert Goold quedó impresionado por la transformación física de Zellweger: «Una de las cosas que más me gustaron de su interpretación fue el modo en que colocaba los hombros. Judy tenía esa curvatura en la columna que la hacía parecer mucho más anciana y frágil al final de su vida. El primer día pensé: “Vaya, esto sí que es una actriz, es alguien que está haciendo un papel, y no poniéndose un simple traje”».
  Para Renée Zellweger, la transformación física de la que fue capaz tuvo que ver igualmente con el trabajo del diseñador de maquillaje y peluquería Jeremy Woodhead, y la diseñadora de vestuario Jany Temime.
  Jeremy Woodhead recibió con gusto el desafío, e hizo que resultara más placentero gracias a su entrega: «Al trabajar de cerca con los intérpretes, enseguida hacemos buenas migas, pero con Renée fue instantáneo. Es un placer tratar con ella, es muy profesional. Su humor es palpable, puedes sentir su amor por la vida, su energía y su entusiasmo por todas las cosas, como, al parecer, sucedía con Garland».
  Fue esencial investigar sobre la apariencia de Judy en aquella época. «Lo bueno que ocurre con Garland es que está muy bien documentada; su aspecto está perfectamente fotografiado», prosigue Woodhead. «Se trataba de recopilar todo lo que habíamos investigado y hallar qué peinados y qué maquillajes podíamos trasladar adecuadamente a Renée, descartando unos y dando prioridad a otros para compensar el hecho de que ambas son bastante diferentes en la forma de la cara. Después, perfilamos los distintos peinados que Judy Garland llevaba en esa época y decidimos cuáles le quedarían mejor a Renée».
  A Zellweger le impresionó mucho el modo en que Woodhead actualizaba continuamente los peinados de Judy según avanzaba la película: «Un diseñador de pelucas maravillosas de Los Ángeles nos hizo una pieza preciosa y Jeremy jugaba con ella cada día y le hacía cortes sin parar».
Igual de importante fue garantizar que el vestuario pareciera lo más auténtico posible para aquella época de la vida de Judy.
  «El vestuario dependía por completo de Jany Tamime, y todo estaba inspirado en lo que Judy Garland llevó puesto en algún momento concreto de su vida, al tiempo que daba cuenta de la evolución de su personaje», comenta David Livingstone.
  «Jany es fantástica porque da con una idea y no cede ni un ápice; no se va a conformar con nada que no sea extraordinario», comenta Zellweger. «El vestuario que hizo estaba a un nivel superior, y su capacidad para crear una pieza tras otra con tan impecable manufactura fue impresionante. Además, ajustó y diseñó cada vestido según la postura de Judy y su forma de moverse, que es algo diferente de la mía, por lo que, si yo no adaptaba mi postura a la suya, los vestidos no quedaban bien».
  «Pedí hacer la película porque soy una admiradora incondicional de Judy Garland», afirma Temime. «Además, tuvimos la ocasión de recrear los hermosos atuendos del Londres de 1968 y del icónico Hollywood de los años treinta. Aquello era una fábrica de sueños, así que diseñé todo el vestuario de 1938 según ese espíritu; como una película de Hollywood en su mejor época».
  JUDY no ha sido el primer proyecto en el que han coincidido Tamime y Zellweger: «Trabajé hace tiempo con Renée en El diario de Bridget Jones, y desde entonces, hemos seguido en contacto. Es una actriz increíble y lo hace increíblemente bien. Casi lloro con la primera toma que vimos de Renée cantando para las pruebas de reparto».
  El aspecto de Garland fue marcadamente distinto para dentro y fuera del escenario, comenta Temime: «Su vestimenta cuando está sobre el escenario se inspiró en cómo vestía la propia Judy Garland; luminoso, dorado y caro. En cambio, para la Judy de la vida real, pensé en diseños basados en retazos de sus películas, pues creo que muchas actrices se llevan a casa lo que visten en las películas. ¡De hecho Renée todavía utiliza el bolso de Chanel de mi madre y el pañuelo de Hermès! Incluso cuando hacía su vida normal, parecía que siempre iba preparada para los paparazis. Pero cuando está ella sola en el hotel, todo eso se esfuma».
  La pieza favorita de Tamime fue el conjunto azul pastel que Judy lleva en su boda con Mickey Deans: «Hay algo muy tierno en él. Me dijeron que lo había diseñado ella misma. Se casa con un hombre que es demasiado joven para ella y hace todo un esfuerzo; se hizo un conjunto azul claro,
lleno de plumas, ¡parecía un pollo! Pero es hermoso, así que hicimos un vestido inspirado en el original, y Renée lo luce con muchísimo estilo».
  Con su trabajo, Woodhead y Temime tienen la esperanza de haber creado algo especial para Zellweger. «Queríamos recrear esa sensación de época pasada, pero sin que quedara rancio ni casposo. Queríamos que todo desprendiera vida», comenta Woodhead.
  «Fue todo un proceso, crear lo mejor que pudiéramos un parecido verosímil sin caer en algo que diera la impresión de impostado», afirma Zellweger.
  David Livingstone quedó impresionado por la suma de las partes que contribuyeron a la total transformación de Zellweger.
«Renée lleva puestas unas lentillas de color, algunas prótesis –ciertamente discretas– y una peluca. Su postura corporal se basa en haber estudiado a Judy durante horas y horas. Ha estado escuchando obsesivamente las grabaciones de sus actuaciones para acercarse lo máximo posible a sus peculiaridades e inflexiones. Ha sido una transformación extraordinaria».
  Los demás miembros del reparto y del equipo quedaron pasmados al ver a Renée en su papel.
«Realmente, hasta que no llega el primer día y dices “acción”, no sabes qué te vas a encontrar. Recuerdo cómo mis hombros se destensaron tras rodar la primera toma y pensar “vale, lo hace genial”», rememora Rupert Goold.
  Para Wilder, que recuerda a la Judy real tal como era entonces, la transformación física de Zellweger fue asombrosa: «Renée tiene una capacidad asombrosa para convertirse en quien sea que le pidan. Cuando vi su transformación tras el maquillaje y el vestuario me quedé totalmente perpleja. Nunca había visto una transformación así; era casi imposible de creer».
  «Cuando la ves en los monitores del rodaje, da miedo ver hasta qué punto Judy cobra vida», añade Jessie Buckley. «Hay momentos en los que sencillamente se sumerge por completo y Renée ya no parece Renée. Simplemente parece Judy; su presencia, su voz, su ingenio y su temor están ahí, en sus ojos».
  Fue una experiencia algo desconcertante para Rufus Sewell quien, para hacer el papel de Sid Luft, solo estuvo en el rodaje un breve periodo de tiempo y no tuvo ocasión de conocer a Zellweger antes de verla en el papel de Judy: «Eso fue parte de la emoción al leer el guion, saber que sería ella. Cuando la ves en persona, con el maquillaje y el peinado, da escalofríos. Conocí a Renée dentro de su personaje antes de conocer realmente a la actriz, lo cual transmite una gran vulnerabilidad y fragilidad».
  Tom Edge coincide respecto de los elementos que Zellweger aportaba al papel: «Renée captó a la perfección el nerviosismo y la fragilidad que transmitía la presencia física de Judy. Aprendió a cantar como lo hacía Garland al final de su carrera, cuando su voz estaba cascada, cuando ya no llegaba a ciertas notas. Renée es capaz de mostrarte esos momentos en los que afloraba el desconcierto y el dolor de Garland».
Pese a que interpretaba al personaje principal, Zellweger no llegó a sentirse más que como una pequeña parte de un gran equipo, en el que cada miembro hacía su tarea para dar vida a Judy: «Con Jany al frente del vestuario, Brett Tyne para practicar el acento, los hermosos arreglos de Matt y la dirección de Rupert, todo ello se combinó para dar un resultado que parecía auténtico».
  «Renée posee una generosidad y una curiosidad increíbles. No tiene ademanes de diva, es una más del equipo» comenta Buckley.
«Renée es amable hasta la médula», añade Tom Edge. «Incluso a altas horas de la madrugada, en los días más largos de rodaje, ella era la que se acercaba al resto del reparto para decirles “¿qué tal lo llevas?” Creo que el equipo entero superaba sus límites una y otra vez, y lo hacían por ella y por lo duro que trabajaba y lo amable y generosa que fue durante el proceso».

ELIGIENDO EL REPARTO...
  Una vez asignado el papel de Judy para las escenas de los años sesenta, el siguiente gran paso que afrontaba el equipo fue el de encontrar a una actriz joven que personificara a Judy de niña, en la época en que se dio a conocer con El mago de Oz.
  «Francamente, me preocupaba más encontrar a una Judy joven que el resultado del trabajo de Renée», comenta Rupert Goold. «Curiosamente, la versión joven de Judy es más conocida que la versión adulta porque todo el mundo ha visto El mago de Oz; todo el mundo sabe qué aspecto debía tener. Hay, por tanto, un aspecto físico que tienes que cuadrar, pero también tienes que cuadrar el aspecto vocal. Vi una grabación de una niña con un marcado acento de Liverpool, muy tierna, muy tímida, y en cuanto su madre se pone a grabarla con el teléfono ves su increíble nivel interpretativo, con un estilo de antaño, no me lo podía creer».
  Esa niña era Darci Shaw, de quince años: «Cuando me ofrecieron el papel me sentí abrumada.
Todo el mundo la conoce, es una estrella mundial, toda una leyenda y un icono para muchas personas. Es un gran honor. Aunque había oído hablar de ella, no conocía mucho sobre su vida.
  ¡Ahora soy mucho más fan de ella!»
Comprender el trato que había recibido su personaje cuando era niña también ayudó a Shaw a comprender cómo eso repercutió en los problemas que tendría de mayor, y por qué para ella significaba tanto ser una buena madre: «Tuvo una infancia muy dura, ni siquiera tuvo tiempo de ser niña. Yo creo que las personas de su entorno no ayudaron mucho a su continua desilusión y su vulnerabilidad; eso afectó a la persona en la que se convertiría de mayor».
  Rupert Goold quedó impresionado también por el nivel de madurez emocional de Shaw: «A menudo tienes dudas sobre los intérpretes jóvenes, pero ella era increíble; auténtica y veraz. Recuerdo, aquella escena con Louis B. Mayer, que yo estaba escuchando su actuación desde el monitor y todo lo que oía era el latido de su corazón. Tengo un presentimiento con ella, creo que tiene algo mágico. Y creo que va a dar mucho que hablar en el futuro».
  Compañera de reparto de Zellweger fue Jessie Buckley, que hace el papel de Rosalyn Wilder.
Procedente del mundo del teatro musical, desde niña, Buckley tuvo muy presente a Judy Garland en su vida: «La primera película suya que vi fue Cita en St. Louis; desde entonces, esa película ha sido una tradición navideña en casa de los Buckley. Cuando me mudé a Londres, participé en un montón de obras musicales. No había practicado, y lo que hice fue ver vídeos de Judy cantando con esa fragilidad natural, entregándose por completo».
  Obviamente, contar con la verdadera Rosalyn para hablar de su personaje supuso una ventaja para Buckley: «Fue todo un obsequio. La primera vez que quedamos para tomar té traté de sumergirme al máximo en sus experiencias, y hallar pequeños matices. ¡Tiene las uñas más impolutas del mundo, así que inmediatamente salí a comprar esmalte de uñas!»
  «Quedamos en una cafetería un sábado por la mañana y simplemente conversamos y nos miramos la una a la otra», comenta Rosalyn Wilder. «Supongo que mi intención realmente era que se hiciera una idea de la época en la que se ambientaría toda la historia, pues Londres y sus actividades de ocio eran muy diferentes entonces».
  «Fue interesante hablar también de su relación con Judy, y de cómo lamentaba no haber podido ayudarla de alguna forma, debido a su decoro profesional».
  Wilder dio el aprobado a su homóloga en pantalla: «En cuanto la vi pensé, “oh cielos, esa soy yo”. Es una suerte que Jessie sea tan asombrosa. Es simplemente extraordinaria, fabulosa, y me emociona muchísimo que interprete ella el papel».
  A Zellweger también le agradó compartir tantas escenas con Buckley: «Nos divertimos muchísimo. Nunca me gusta reconocerlo, porque suena como si no hubiéramos trabajado, pero es que ¡nos divertimos muchísimo! Es fantástica y tiene mucho talento».
  «Jessie y Renée componen un dúo magnífico como cabezas del reparto, son uña y carne», añade Rupert Goold. «Jessie es atronadora a nivel emocional, y es una de esas actrices que sabes que darán mucho que hablar en el futuro porque ya lo hace genial».
  Otro personaje que complementa a la Judy que hace Zellweger es el que fue su quinto y último marido, Mickey Deans, al que da vida el actor estadounidense Finn Wittrock: «Creo que Judy necesitaba a Mickey en aquella etapa de su vida. Le hacía falta una cierta inyección de energía y él le aportaba un juvenil amor por la vida, una energía masculina que ella ansiaba».
  «Mickey Deans era un papel difícil de asignar, ya que por un lado posee algunos elementos que podríamos asociar a un villano, pero también le aporta a ella un componente de felicidad», exp lica Rupert Goold. «En cierto modo es el Totó de la historia. ¡Es la mascota que acompaña a Judy!»
«Tiene un carisma y un atractivo que puedes ver cómo chisporrotea y salpica sobre Renée. Te entusiasmas con él y al mismo tiempo te incomoda», afirma David Livingstone.
  Zellweger también se vio afectada por la presencia de Wittrock: «Es tan encantador y tiene tanto carisma que puedes verle venir a la legua. Existía una gran ambigüedad y versiones contradictorias entre la gente acerca de cómo era su relación con Judy. Pero con la caracterización que hace Finn puedes sentir lo que Mickey significaba para Judy, y creo que eso es una prueba de su talento».
  Para Finn Wittrock, era amor verdadero y necesidad de estabilidad lo que yacía en el seno de la relación entre Judy y Mickey: «A él le encanta lo emblemática que es ella, y le atrae su condición de estrella, pero también hay algo genuino en esa atracción; él necesita cuidar de alguien».
  «Creo que Renée es energía pura; me gusta esa alegría dicharachera que aporta a la escena», comenta Wittrock. «Cuando ves imágenes de Judy sientes esa misma energía efervescente. Hay como una llama dentro de ella que siempre está encendida, y creo que eso me hizo conectar».
  Rufus Sewell interpreta al ex marido de Judy y padre de sus dos hijos pequeños, Lorna y Joey: «Hacía mucho, mucho tiempo que no tenía una reacción así al leer un guion; fue una respuesta muy emotiva. Podía visualizar la película según lo iba leyendo, y no iba a perder la oportunidad de participar en ella. Lo que le importa a Sid son sus hijos y, pese a toda su magia, ternura y bondad, y todo lo que tenía de increíble, Judy no era una madre fiable».
  «Lo que me encanta de Rufus es que él siempre aporta un componente electrizante y algo siniestro, pero también tiene algo muy romántico», afirma Rupert Goold. «Quería un actor que resultara creíble; por muy hostil que pudiera parecer de cara a Judy, su relación es creíble. Quería que todo el mundo pudiera sentir que, pese a todos los defectos y el caos reinante en su matrimonio, que en cierto modo era una relación abusiva por parte de ambos, Sid era el gran amor de su vida».
  Zellweger siente una total admiración por Sewell: «Hizo una magnífica interpretación de Sid Luft. Estaba claro que existía una conexión profunda entre ellos, muy hermosa; cuando lees cómo la gente veía la relación entre Sid y Judy, sabes que era una de esas relaciones eternas, en las que el amor siempre perdura».
  Dos papeles pequeños, aunque esenciales, fueron los de Stan y Dan, a los que interpretan Andy Nyman y Daniel Cerqueira, que representan al conjunto global de sus admiradores y, concretamente, a su amplio seguimiento en la comunidad LGTB. Aunque son personajes ficticios, Judy era conocida por sus incursiones a los garitos del West End y la amistad que entablaba con los clientes.
  «Stan y Dan fueron una brillante idea que se le ocurrió a Tom cuando discutíamos cómo dar forma a las experiencias de Judy en Londres, y cómo presentarlas a través de los ojos de su público de algún modo», explica Rupert Goold. «A la comunidad homosexual no se le permitía llevar una vida normal, y en eso había un interesante paralelismo con Garland, que trata de perseguir una vida normal para ella y para sus hijos. Hablé con expertos que habían investigado conceptos sobre la sexualidad a través del prisma de Garland. Para las generaciones que vinieron después de los disturbios de Stonewall, la expresión «amigo de Dorothy» representaba un firme acto de afirmación contra la discriminación».
  «Stan y Dan constituyen uno de los momentos más destacados de la película; aportan humor, amor y magia», añade David Livingstone. «Nos ayudan a entender el papel icónico de Judy al tiempo que personifican el amor que despertó entre sus seguidores».
  Las dos últimas piezas del puzle interpretativo serían el empresario teatral Bernard Delfont, y el líder de la banda que toca en el The Talk of the Town, Burt Rhodes.
  Sir Michael Gambon hace el papel de Bernard Delfont.
«Me encanta Michael. Es un hombre tímido y reservado, pero aporta una increíble grandeza, dignidad y algo de amor», prosigue Goold.
  Royce Pierreson da vida a Burt Rhodes, y para él su mayor reto fue interpretar a un personaje real del que dispones de muy poca información: «Sabes que fueron personajes reales y tratas de representarlos tal como fueron. Por suerte, leí no sé dónde que muchos de los músicos con los que colaboró solían llamarle el músico de los músicos. Él hacía su trabajo desde las sombras. Daba un paso atrás y dejaba que la gran estrella se luciera, pero sabía cuándo debía intervenir; sabía cómo controlar a las grandes celebridades».
  Al rememorar el tiempo que pasó trabajando junto a Garland y Rhodes, Rosalyn Wilder no deja de recalcar lo importante que fue Rhodes para alguien como Judy: «Cuando se separaba de mí, al abandonar los bastidores para salir a escena, el siguiente apoyo que buscaba con la mirada era siempre el director musical, Burt Rhodes».

LA MÚSICA DE JUDY...
  Dar con la música apropiada para JUDY fue de vital importancia para lograr que la película diera una impresión de autenticidad, y en esta misión no había medias tintas; llevarlo adelante requería preparación, práctica y muchísima pasión por parte de Zellweger y su equipo vocal.
  «Nunca había tenido que cantar tantas canciones seguidas a pleno pulmón, por no hablar de actuar en directo», explica Zellweger. «Supuse que nos pondríamos a ello un año antes y practicaríamos con regularidad, para comprobar aquello que dicen de que las cuerdas vocales se pueden fortalecer igual que cualquier otro músculo. Lo que siempre debía tener presente es que no estaba haciendo una imitación ni tratando de emular a esta leyenda».
  «Podríamos haber buscado a una imitadora, pero tampoco quería obsesionarme con el tema de la voz», añade Rupert Goold. «Renée es una maravillosa cantante y una gran artista musical, pero Judy era una profesional que subía al escenario noche tras noche durante toda su vida, por lo que habría sido un reto complicado. Yo no paraba de decirle a Renée, “no quiero que hagas una imitación, hazlo a tu manera, quiero ver ahí a Renée Zellweger”. La magia de su interpretación radicaba en parte en su preocupación por ofrecer una buena interpretación».
  La travesía que recorrió Renée para convertirse en Judy comenzó en Los Ángeles: «Empecé con un instructor de voz, Eric Vetro, en Los Ángeles; es un viejo amigo y le adoro, ¡así que cualquier excusa era buena para ponerme junto a su piano y pasar el rato con su caniche, Belle! Después me trasladé a Londres y seguí practicando con Eric a través de Facetime y con Mark Meylan en su estudio. De hecho, Mark se acercó unas cuantas veces al rodaje para asegurarse de que no me lesionara la voz, pues es algo que puede ocurrirte, ¡y a mí me ocurrió durante la preparación! Pasé por laringitis, sobreesfuerzo vocal, inflamación y, simplemente, cansancio. Durante todo el proceso seguí practicando con Matt Dunkley, nuestro genial y magistral director musical».
  «No tratábamos de hacerla pasar por Judy Garland, pues ella tenía una voz irrepetible», explica Dunkley. «Renée posee un registro de voz intrínsecamente más alto, lo que llamaríamos voz de cabeza, mientras que Judy, en esta etapa de su vida, tenía un registro muy bajo, de resonancia pectoral, por lo que hubo que practicar con Renée para ajustar su registro. Ha hecho un trabajo extraordinario».
  Tanto el reparto como el equipo quedaron asombrados por la destreza vocal de Renée, pese a su reducida experiencia con el canto en directo. «¡Renée canta! Y no solo canta, capta a la perfección el alma de la voz de Judy», exclama Finn Wittrock.
  Para David Livingstone, aún más impresionante era ser capaz de cantar sin el apoyo de una orquesta completa como acompañamiento: «Canta siguiendo el sonido de una banda que está tocando en su auricular. Es una tarea audaz y heroica. Y no solo está cantando, sino también actuando y exhibiendo cada detalle de su voz sin que ésta se diluya en el sonido de la banda».
  Por su parte, al trabajar en esta película, Dunkley tuvo la oportunidad de profundizar en una parte de su trabajo con la que hasta ahora no había tenido mucho contacto: «Los directos de Garland contaban con unos arreglos geniales, de artistas como Billy May y Nelson Riddle, y un montón de arreglos clásicos. Como arreglista, rara vez tienes la ocasión de volver atrás a este tipo de cosas. Ha sido fascinante recrear aquellas partituras e indagar cómo reconstruirlas, mirando bajo el capó de los arreglos. Rupert y David pusieron mucho empeño en que saliera bien, por lo que contamos con una banda en toda regla, con instrumentos de cuerda, y le dedicamos tiempo, para poder rendir un tributo con autenticidad y devoción».
  Las canciones de las actuaciones fueron seleccionadas específicamente para cada momento del guion, para hace llegar al espectador cada idea o sentimiento concreto, tal como explica Tom Edge: «Con la canción Be Myself queríamos crear una sensación de duda en el espectador. ¿Qué faceta de Garland veremos esta noche? ¿Saldrá bien? ¿Aún tiene esa voz? La canción empieza con ligereza y contención, y después se va elevando y volviendo más intensa. Nos pareció un gran tema para canalizar las emociones del espectador».
  El momento más potente fue reservado para el final, prosigue Edge: «Somewhere Over the Rainbow era la canción con la que ella solía finalizar sus espectáculos en el The Talk of the Town; era una canción que la había acompañado toda su vida y un icono desde el momento en que la cantó por primera vez en El mago de Oz».
  «El momento que tratamos de recrear con esa canción ocurrió de verdad (si bien tal vez no ocurrió en el The Talk of the Town): cuando su voz falló y fue incapaz de continuar, el público se puso a cantar la canción. Fue uno de esos momentos fugaces en que Garland, que había dado tanto por su público a lo largo de su vida, sintió realmente que el público le devolvía algo».
  Esta canción le dio a Zellweger la oportunidad de crear algo especial como último adiós de Judy en el The Talk of the Town; un adiós que ni el reparto, ni el equipo, ni ningún figurante que estuviera presente olvidará jamás.
  «Cuando un cantante empieza a cantar un gran tema, sientes cómo el público coge aire al unísono y entonces lo suelta en el momento en que comienza a interpretar», comenta Rupert Goold. «Ella empieza a cantar y es precioso, su voz se desvanece y el público empieza a cantar por ella, hasta acabar la canción. Para esta película hemos tenido la suerte de contar con un espléndido conjunto de figurantes, unas 300 personas vestidas con sus mejores galas sesenteras. Renée debió sentirse tremendamente intimidada al salir al escenario de ese gran teatro para actuar ante ellos. Pero si te fijas puedes ver al fondo gente llorando de verdad, en lo que bien podría ser una tercera o cuarta toma. Eso es porque ella les enamoró».
  Después de un año ensayando, Renée Zellweger no contempló en ningún momento sentir miedo: «Todas esas personas que trabajaban conmigo me hicieron olvidar cualquier miedo. No tenía tiempo para pensar que me iban a juzgar; simplemente debía acallar las voces críticas en mi cabeza».

TRABAJANDO CON RUPERT...
  Avalado por una larga y distinguida carrera en el teatro, Rupert Goold tuvo su primer escarceo como director de cine con la película de 2015, Una historia real. David Livingstone pensó que el carácter intrínsecamente teatral de JUDY sería un punto favorable para Goold: «Judy es una figura que pertenece a los escenarios y sabía que a Rupert le interesaría la historia, lo cual no debe subestimarse. Él es una fuente de ideas, siempre pensando algo nuevo, incluso durante el rodaje».
  Zellweger se adaptó enseguida al estilo de Goold: «Él proviene del teatro y conoce la potencialidad que tienen las escenas secundarias. Creo que lo que más me gustó de él fue su paciencia, y no me refiero solo al proceso sino a lo que va recopilando. Quiere algo que no sea artificioso, algo que no sea siempre el camino trazado, sino que sea auténtico, relevante a nivel emocional. Cuando encuentra eso entonces ya es feliz, y eso me da confianza».
  El resto de actores tuvieron una opinión parecida sobre el estilo de Goold.
Rufus Sewell, que solo estuvo unos días en el rodaje, tardó muy poco tiempo en sentirse a gusto, y ello fue debido a la atmósfera que Goold creó durante el rodaje: «Rupert tiene la capacidad de crear un ambiente muy relajado; según iba avanzando el día, no sentías que aumentara la presión. Se hace ligero. Con él es posible la tranquilidad, y jugar con el material».
  Los miembros del equipo creativo compartían esa misma impresión. A Tom Edge le atraía su enfoque colaborativo: «Rupert es un director magnífico y un ser humano encantador. Se le da genial colaborar, y eso se deja ver en sus métodos de trabajo. Extrae lo mejor de ti, incitándote con gran habilidad a que abordes las cosas desde otro ángulo».

RECREANDO EL MUNDO DE JUDY...
  Si representar la vida y el aspecto de una de las mayores artistas que ha habido nunca supuso un reto para Renée Zellweger y el equipo creativo de la película, igualmente exigente resultó recrear los escenarios de las décadas de los treinta y los sesenta que sirven de telón de fondo a la historia: «Es una historia triste, aunque inspiradora y hermosa, y una época muy colorida de cara al diseño», comenta la diseñadora de producción Kave Quinn. «Por un lado tenemos el aspecto visual del Hollywood de los años treinta, con los colores cinematográficos de aquella época (Technicolor, Kodachrome); y luego tenemos los años sesenta, con archivos fílmicos más modernos».
  El equipo eligió los estudios Pinewood como localización idónea para recrear los estudios MGM.
«Decidimos hacerlo en interior, y dejar que quedara totalmente artificial toda la parte de su vida como estrella», comenta Quinn.
  «Pinewood parecía apropiado, entre otras cosas por su patrimonio», explica Livingstone: «Sientes una infalible magia cuando entras en un gigantesco plató vació, y semanas más tarde vuelves y estás en un bosque creado por ellos. Es impresionante», prosigue Rupert Goold.
  Rufus Sewell tuvo la misma reacción ante la nostalgia que desprendía el decorado: «La primera vez que vi a Renée fue en Pinewood y, según caminaba por los decorados de El mago de Oz para encontrarme con ella, era como si recorriera mi infancia».
  Para las escenas del Londres de los sesenta, Kave y su equipo de diseño de producción tuvieron que hallar dos localizaciones: el interior y el exterior de la sala The Talk of the Town. Puesto que su antiguo emplazamiento, el London Hippodrome, en el West End, había pasado a ser un casino, hubo que buscar otro espacio.
  Por suerte para ellos, contaban con alguien que conocía muy de cerca el sector del teatro, nada menos que el director Rupert Goold.
«Rupert conoce los teatros en profundidad, y pensó que el teatro Noel Coward, situado en St Martin's Lane, sería probablemente la mejor opción, pues es bastante tranquilo si lo comparamos con Charing Cross Road, que es donde actualmente se encuentra el Hippodrome», comenta Quinn. «El cartel es lo que todo el mundo reconoce del The Talk of the Town, así que sacamos unas tomas del cartel y luego en posproducción lo ampliaron y lo añadieron al edificio».
  Para los interiores, Quinn necesitaba un espacio interior intacto que contara con un nivel suficiente de detalles de la época.
«El Hackney Empire es una versión a escala ligeramente reducida del teatro Hippodrome, por lo que tiene un aire que recuerda al The Talk of the Town, sin llegar a ser una copia. Frank Matcham había sido el diseñador de unos cuantos teatros clave de Londres, entre ellos el Hippodrome y el Hackney Empire», explica Quinn.
  El sello de aprobación definitivo para Quinn y su equipo de producción provino de alguien que recordaba el The Talk of the Town tal como era entonces, Rosalyn Wilder: «Cuando hablé con David al comienzo, y con todos los miembros de producción que fueron infinitamente amables y me preguntaron de todo, les dije, “sé que pensaréis que es una locura, pero uno de los detalles más importantes era que tenía un escenario negro”. Una mañana llegué al rodaje y vi un escenario negro y pensé, “¡esto es The Talk of the Town!”».
  A David Livingstone le fascinó el trabajo de Quinn: «Reto a quien sea a no quedar prendado del mundo que ella ha creado».
Para Rupert Goold, los espacios que Quinn diseñó y decoró en el Hackney Empire hicieron que las escenas de las actuaciones de Renée resultaran mucho más efusivas: «A mí me hacía ilusión filmar esas grandes canciones mediante tomas únicas, o al menos con el menor número de tomas posible, lo cual supone todo un reto para Renée pero también para los foquistas, el operador de cámara y los maquinistas. Parecía como si toda la unidad de producción estuviera trabajando para un bolo en directo o para en evento teatral».
  Zellweger se impregnó de la energía y el entusiasmo que inundó al equipo y al reparto durante el rodaje: «Había un ambiente muy festivo. Cuesta imaginarlo, pero es como si los maquinistas y los ayudantes de cámara, el equipo y los artistas secundarios, todos y cada uno estuviéramos ahí, cada día, para conmemorarla. Han pasado cincuenta años desde que nos dejó, y ha sido precioso formar parte de esto; ha sido una auténtica celebración de lo que Judy Garland significaba».

UN NUEVO LEGADO...
  Habiendo ya tantos relatos sobre Judy Garland, los creadores tienen la esperanza de que la película arroje nueva luz sobre esta figura, dotada de un talento inigualable, y a menudo incomprendida y tergiversada.
  «¿Qué tiene ella que te haga conectar? Creo que durante toda su carrera mostró una enorme accesibilidad y transparencia emocional. No se ponía máscara, era simplemente ella», afirma Goold.
  «Consiguió triunfar contra toda adversidad. Su incontestable genialidad y naturalidad solo se dan una vez cada cien millones de años», añade Renée Zellweger.
  «Espero que mucha gente comprenda mejor cómo era Judy como persona, y comprendan aquello por lo que tuvo que pasar», comenta Darci Shaw.
Para Jessie Buckley, lo que la película trata de celebrar es el legado musical de Judy: «Ella mostraba su mundo interior para que sus interpretaciones fueran lo más humanas posible. Cuando canta, quiere conmover y dar esperanzas a la gente. Eso es lo que el público busca. Es mágico que alguien pueda hacer eso con tanta humanidad como lo hizo Judy».
  2019 marca el 50º aniversario de la muerte de Judy Garland y el 80º aniversario del estreno de El mago de Oz, la película que la convirtió en estrella de la noche a la mañana. Pero la historia de su vida sigue teniendo relevancia hoy, más aún en la era del #MeToo, como icono de rebeldía.
  El guionista Tom Edge deposita su esperanza en que la película muestre una faceta diferente de Judy Garland, que la gente posiblemente no conozca: «Nunca puedes pretender que el retrato que has hecho de ella vaya a ser el definitivo. Lo único que puedes hacer es crear una impresión de ella, e intentar dar con un relato que transmita tu verdad al espectador. La caracterización de Garland que ofrece la película es un esfuerzo honesto por captar su esencia, su ternura, su generosidad y su espíritu. Espero que le hayamos hecho justicia».

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