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SINOPSIS
En Estambul comviven los seres humanos con los gatos domésticos y callejeros, los cuales viven en libertad y tienen unas relaciones algo complicadas con los habitantes. Este documental sigue a una serie de gatos que viven su propia vida en la ciudad...
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Documental con BÜLENT ÜSTÜN
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INFORMACIÓN EXCLUSIVA
NOTAS DE LA DIRECTORA...
Crecí en Estambul hasta los once años y creo que mi infancia fue mucho menos solitaria de lo que habría sido de no ser por los gatos. Y no sería la persona que soy hoy. Cada año que volvía a la ciudad la veía cambiar y volverse cada vez menos reconocible, excepto por los gatos. Ellos eran el único elemento constante, convirtiéndose en sinónimos de la ciudad misma y encarnando definitivamente su espíritu. Esta película es, en cierta forma, una carta de amor a esos gatos y a la ciudad, elementos que están siempre cambiando de forma impredecible.
Cuando nos decidimos a hacer esta película, tenía muchas ideas de lo que la película debía ser. Buscaba mostrar una imagen de Estambul que superase las guías turísticas y los titulares de prensa. Quería explorar temas filosóficos que te hicieran, como espectador, reflexionar sobre nuestra relación con los gatos, la naturaleza y los demás.
En suma, espero que esta película te haga sentir como si acabases de tener un gato acurrucado en tu regazo inesperadamente, ronroneando determinado durante un buen rato mientras te deja acariciarle tranquilamente el lomo, casi forzándote -por el simple hecho de que no puedes moverte y dejar escapar esa suavidad y calidez- a pensar en cosas para las que no te has dado tiempo a pensar en tu vida ajetreada, a discutirlas con un grupo de nuevos amigos, amigos de Estambul que te cuentan cómo es la ciudad realmente.
Con suerte esta película te supondrá una experiencia similar, saldrás con el anhelo de adoptar un gato como mascota y de visitar Estambul.
SOBRE EL DOCUMENTAL...
La directora Ceyda Torun creció en Estambul a principios de los ochenta, cuando la ciudad era el epicentro de un país al borde de la globalización. Por aquel entonces, la población de la cuidad ascendía tan solo a 4 millones; hoy en día ha crecido hasta rozar los 20 millones en una ciudad que expande constantemente sus límites.
Además de esta enorme masa de gente, ha habido otra criatura inherente a la ciudad durante millones de años: los gatos callejeros. Con contextos tan variados como los de sus homólogos humanos, los gatos callejeros experimentan la ciudad de maneras totalmente desconocidas por la gente. Si por ellos fuera, la ciudad bien podría llamarse “Catstambul”.
En el proceso de concepción de la idea, lo que más atrajo a los cineastas fue lo genuino de cómo los gatos callejeros son tratados en Estambul, bastante parecido a lo que ocurre con las vacas en India. Para la mayoría musulmana, los gatos tienen una especie de reputación sagrada, vinculados en múltiples ocasiones a historias sobre el profeta Mahoma. Frente al acercamiento más sanitario de Europa y EEUU donde los gatos sin dueño son capturados y sometidos a un sistema, y el acercamiento aparentemente indiferente de las naciones asiáticas y árabes, el sentido comunal de los vecinos de Estambul que cuidan de los gatos callejeros dejándoles mantener su independencia ofrecía un nuevo punto de vista para entender la cultura de la ciudad. Parece incluso un nuevo punto de vista para entender cómo abordamos la vida.
La directora Ceyda Torun y el fotógrafo Charlie Wuppermann viajaron hasta Estambul para grabar a los gatos ellos mismos, sin saber si sería posible capturar la esencia de lo que significa ser un gato en Estambul. Junto a investigadores locales, recolectaron historias y buscaron a gente que pareciese conocer ampliamente los gatos de su barrio; quién es el alfa, quién es el padre de quién, cuál de los gatos roba al pescadero, cuál suele colarse en las casas de los vecinos. Las historias que fueron oyendo les hicieron entusiasmarse más sobre el rodaje de esta película y el proceso de documentación de estos animales únicos en acción.
En un esfuerzo por acercarse todo lo posible a los gatos, los cineastas diseñaron y experimentaron con varias “cámaras-gato”, siguieron a los gatos hasta callejones oscuros y sótanos desiertos, hicieron volar drones por encima de los tejados, y los siguieron sigilosamente para capturar recursos visuales cinematográficos como planos over-shoulder de los gatos caminando por las calles. Trabajaron con dedicación, volviendo a grabar a los mismos gatos un día tras otro, lo que permitió capturar su carácter único y su interacción con las comunidades.
Después de dos meses de rodaje, Torun y el editor Mo Stoebe empezaron a estructurar la historia de cada uno de los gatos, esforzándose por capturar lo que los hacía únicos al permitirles narrar sus propias historias. A través de un número selecto de historias, el fin definitivo fue crear una pieza contemplativa que se moviese entre temas como el amor, la pérdida, la alegría, la soledad, y la pertenencia. “Al final me di cuenta de que mis historias personales sobre los gatos de Estambul no eran exclusivamente mías,” afirma Torun, “que todo el que se ha permitido establecer una relación significativa con estas criaturas ha llegado a sentir la vida y su papel en ella de forma diferente. Con perspectiva, el alcance de este cambio profundo varía para cada persona, pero una cosa se mantiene: el cambio fue generado a raíz de haber tenido la oportunidad de coexistir con un animal con encanto, intelecto y autosuficiencia.”