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SINOPSIS
Una casa en la Costa Azul, alejada del tiempo y protegida del mundo. Allí es donde Anna pasa las vacaciones de verano con su hija. Rodeada de su familia, amigos y empleados, Anna intenta recuperarse de su reciente ruptura sentimental mientras prepara el guion de su próxima película...
INTÉRPRETES
VALERIA BRUNI TEDESCHI, YOLANDE MOREAU, NOÉMI LVOVSKY, PIERRE ARDITI, VALERIA GOLINO, LAURENT STOCKER, BRUNO RAFFAELLI, MARISA BORINI, RICCARDO SCAMARCIO, STEFANO CASSETTI, ANTHONY URSIN
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Desde que nací, pasaba todas mis vacaciones en una urbanización de la costa azul. Es un lugar donde el tiempo no pasa, resguardado del resto del mundo.
Un día, mi hermano me enseñó una película en super 8 que se filmó en la terraza de esa casa por los antiguos dueños. Salía gente hablando sobre sus vidas, niños con sus triciclos, un perro corriendo por ahí, adultos gastándose bromas unos a otros, tirándose agua, balanceándose en el bordillo de una piscina como un equilibrista...
Eran diferentes años, se podía ver la fecha en la esquina inferior derecha de la pantalla, la película grababa varias décadas. Había una generación tras otra, los niños creían, había gente que ya no volvía, aparecían bebés...
Pero, aun así, la vida en esa terraza parecía la misma: niños corriendo con adultos vigilándoles, comiendo, haciendo el tonto y riéndose.
Hay un momento en el que se aprecia la parte superior de un submarino a lo lejos, en el mar.
Uno piensa entonces en el mundo, en la historia, lejos de esa casa.
Al ver esta película, me di cuenta de que, igual que los anteriores dueños, nosotros también íbamos a esa casa con la idea de evadirnos del mundo y de escapar del tiempo.
Las rocas, los árboles, el mar, la casa, todo permanece inmutable allí, aunque los años sigan pasando. Y la historia se desarrolla muy lejos, aunque quizá no tanto, con violencia y locura.
Quería retratar la vida de un grupo de gente en esta casa, el dueño de la familia, sus amigos y empleados, la soledad de cada uno a pesar de pertenecer a un grupo, las dinámicas de sus relaciones, miedos, vergüenza, deseos y amores.
Era importante para mí ser capaz de mostrar cómo cada uno ignora de forma deliberada el ruido del mundo exterior, cómo pasa el tiempo, cómo la muerte acecha y cómo todos se enfrentan solos al misterio de su propia existencia.
Creo que el origen de una película nace de dos fuerzas opuestas que crean conflicto. Es un conflicto creativo, le da fuerza a un proyecto.
Le permite emerger, resistir y crecer.
Mi proyecto particular nació con esa película en super 8 y con un sueño.
Soñé que mi hermano, que murió hace muchos años, me pedía leer el guion de mi nueva película. Lo leía con mucha atención, luego me miraba y me decía: “Te prohíbo hacer esta película”. Unos meses después de soñar eso, empecé a rodar Un castillo en Italia, película que mi hermano me había prohibido rodar.
Escribir sobre nuestras vidas privadas, sobre nuestra familia y amigos y sobre el daño que pueden causarte es, para mí, tan doloroso como fascinante.
Cuando escribo, quiero y necesito trabajar a partir de una realidad que me sea cercana.
Necesito inspirarme por lo que veo, lo que vivo y por la gente que me rodea, pero utilizar material autobiográfico implica no tratar bien a una misma ni a las relaciones más cercanas.
Para comprenderlos y amarlos mejor, me tengo que sentir con la libertad de tratarlos mal.
Aquellos personajes a los que nos atrevemos a retratar con crueldad suelen ser mucho más humanos, profundos y verdaderos que aquellos que intentamos solamente contentar.
¿Cuáles son las consecuencias de este enfoque? ¿Cómo reacciona la gente a mi alrededor? ¿Cómo reacciono yo a sus críticas y a su sorpresa? ¿Cómo sigo trabajando en ello a pesar de todo? ¿Hasta dónde me dejo influenciar por ellos?
Hasta cierto punto, le “regalé” a mi personaje, Anna, estas cuestiones y esta angustia. Ella también está rodando una película, también recibe la visita del fantasma de su hermano y, a pesar de su sentimiento de culpa y miedo, no deja de trabajar. Porque para ella, igual que para mí, trabajar es una forma de evitar venirse abajo. Anna intentará constantemente reemplazar su pánico con trabajo, como si una cosa pudiera bloquear a la otra. Su pelea, como la mía, es incómoda, confusa, a veces inútil y absurda, pero tenaz y esencial.
Durante mucho tiempo, la historia de ese grupo y de Anna siguieron líneas paralelas, casi rozándose unas con otras. Tuvimos que encontrar la manera de unir esos dos mundos, una manera en la que chocaran, que estallara, que explotaran unos con otros. Que se alteraran y que se pusieran en peligro entre todos.
Comprendimos que la batalla de Anna para superar una ruptura y continuar trabajando era lo que le proporcionaba a la película una base de tensión.
Desde el principio, hubo dos obras que me inspiraron: La trilogía del verano, de Goldoni y Los veraneantes, de Gorki. Pero, en general, fue Chéjov y su visión del mundo la que me inspiró a escribir. Sus obras y sus relatos cortos me hacen reír, me conmueven y me reconfortan, funcionan como una lupa que me ayuda a mirar mejor a la vida.
Descubrí la obra de Chéjov cuando estudiaba teatro en la escuela Amandiers, dirigida por Patrice Chéreau y Pierre Romans. Tenía yo veinte años. Los personajes de aquellas obras, que se sentían viejos y fracasados, solo eran un poco mayores que yo. Me identificaba con ellos. La sensación del paso del tiempo sin haber vivido la vida que deseas.
Fracasando en el amor. El sinsentido de la propia existencia, con destellos de esperanza y felicidad, con el miedo a la muerte... y, de repente, un chiste que te hace reír y te distrae de la ansiedad más profunda.
Chéjov y Chéreau son los pilares de mi obra.
Siempre me inspiro en ellos, como un corazón que late. El cuerpo modifica, pero el corazón siempre bate igual. Incluso en aquellos momentos de mi vida como actriz y directora donde puedo parecer distanciada de ellos, un latido secreto mantiene nuestro lazo intacto.
Cada vez que he aceptado un proyecto o he rodado una película, me preguntaba qué pensaría Patrice al respecto.
Cuando murió, este lazo, en lugar de romperse, se volvió más fuerte. Mi conexión con él, todas mis preguntas, nuestras diferencias o nuestras discusiones ya no se producirían en un plató ni en la mesa de un restaurante, sino en un diálogo interno, él y yo. Está aquí dentro y yo sigo avanzando, incluso más que antes, hablando con él. Mediante mi obra, lo invoco.
Un año después de morir, rodé una adaptación de Las tres hermanas para ARTE junto a los actores de la Comedia Francesa. Era una película que, sin ninguna duda, la estaba llevando a cabo con él. Reflexionaba sobre la obra junto a él, a veces en desacuerdos, pero debatiéndola con él.
Al igual que en la experiencia del rodaje de Las tres hermanas, que ensayamos durante varias semanas y rodamos en catorce días, ya tenía claro que para esta película quería hacer algo parecido: rodarla en un periodo muy corto tras mucho tiempo ensayando. Era importante para la historia que tuviera lugar casi en su totalidad en un espacio único para crear una sensación de compañía teatral.
Junté a los actores con una parte del equipo para debatir sobre el texto, los personajes y las relaciones entre ellos para que todos opinaran sobre la historia sin que hubiera nada que fuera a misa. Se trataba de un viaje entre los sentimientos y los lugares para que todo el mundo se familiarizara con ellos.
Al igual que en mis otras películas, quería juntar a novatos con actores de cine o teatro consagrados. Creo que es una combinación muy rica y que aporta mucha verdad. A veces desestabiliza, pero siempre es enriquecedora.
Normalmente, intento aportar cierta musicalidad.
Sin forzar demasiado, quería intentar llevar cada situación hasta el final. Así surge la comedia, como venida a salvarnos. No hay que buscar lo que es cómico, sino dejarlo llegar, como una consecuencia natural.
Charlie Chaplin contaba un recuerdo de su infancia, decía: “Había una cabra en un campo que se había enredado en un alambre de espinas.
El animal intentaba liberarse. Era triste verlo así, pero, a la vez, sus movimientos eran graciosos. Había una mezcla de tragedia y comedia en el animal. Y en esa lucha por liberarse, en lo incómodo que se sentía intentando desenredarse, la cabra era irremediablemente graciosa”.
No hay que tener miedo a las cosas que nos irritan, ni a las que nos avergüenzan, ni a lo que es oscuro en el comportamiento y los pensamientos del ser humano, ni de su maldad, ni de su ridículo. Y no tener miedo de eso s lo que a veces le vuelve heroico. Poético.
Conmovedor.
Como Chéjov dijo una vez: “En la vida real, no hay una separación clara de consecuencias o razones. Todo está mezclado... lo importante y lo ruin, lo admirable y lo detestable, lo trágico y lo ridículo”.
GALERÍA DE FOTOS
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