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NOTAS DEL DIRECTOR...
“Andábamos inmersos en el rodaje de Tierra firme, una película sobre el conflicto alrededor de la decisión de tener o no tener hijos, cuando David Verdaguer, uno de sus protagonistas, se enteró de que su pareja, Maria Rodríguez Soto, buena amiga y gran actriz, estaba embarazada. Así que nuestros amigos se habían quedado “embarazados”, como nos gusta decir hoy.
Parecía -de nuevo- la vida copiando al cine, esa maravillosa sensación. Enseguida sentimos un deseo muy urgente de hacer otra película en la que ese cine y esa vida no se copiasen el uno al otro, sino que fuesen de la mano, acompañándose. Nos pareció el cierre natural a una trilogía accidental en la que, desde 2014, hemos intentado reflexionar sobre la dificultad de construir una vida en común en el marco de una sociedad obsesionada con la búsqueda de la felicidad personal.
Pero esta vez no se trataba de hacer una película a partir del recuerdo de una experiencia pasada (como hicimos en 10.000KM) ni de una anticipación sobre el futuro (como estábamos haciendo en Tierra firme), sino a partir de la documentación de un presente inmediato. Y esta vez existían imperativos temporales: si todo iba bien el bebé nacería en nueve meses, así que no tuvimos otro remedio que ponernos manos a la obra inmediatamente.
Ya de vuelta en Barcelona y de la mano de Maria y David, creamos los dos personajes ficticios que protagonizarían la historia: Virginia y Lluís serían el vehículo de exploración de las diferentes etapas que los actores estaban viviendo durante su embarazo. En esos personajes volcamos algunas similitudes con ellos mismos, pero también muchas distancias que les permitiesen hablar sin ningún tipo de pudor sobre sus conflictos interiores más profundos. Así no tendrían la sensación de estar participando en un reality-show sobre su vida, sino en un acto de creación del que ellos también serían partícipes. Semana a semana trabajábamos a partir de improvisaciones en las que poníamos en juego los momentos y conflictos que los actores estaban viviendo, siempre a partir de la misma pregunta: ¿Cómo habrían reaccionado a esto o aquello Virgina y Lluís? De esas improvisaciones nacían los guiones de escenas que reuníamos, acotábamos y depurábamos junto a Clara Roquet y Coral Cruz, y que rodábamos durante los fines de semana.
Aquello no era una película improvisada, sino más bien una obra que construíamos a medida que avanzaba el proceso, y de la que hemos ido aprendiendo mientras la hacíamos, sin saber bien cuales iban a ser los siguientes pasos. Se trataba de crear un juego de espejos donde volcar los conflictos reales e imaginados que nos permitieran explorar a la máxima profundidad posible qué significa para una pareja traer una nueva vida al mundo: ¿De qué manera la inminente llegada de un bebé los transformará? ¿Cómo vive el proceso cada una de las partes? ¿Hasta qué punto es determinante el hecho físico de llevar un feto dentro? Y sobretodo ¿De qué manera los roles de género heredados, a los que nos creímos ya inmunes, reaparecen con toda su brutalidad durante este proceso? En este sentido fue determinante un descubrimiento hecho a mitad de camino: existía una grabación del embarazo y del parto de los padres de Maria, una VHS olvidada por casi todos (no por ellos), que Laura y Gigi decidieron compartir con nosotros en un gesto de maravillosa generosidad. Así que decidimos utilizarlo en la película para articular ese espejo de generaciones que se produce cada vez que una nueva hornada está a punto de aparecer. Y ahí, finalmente, cogió fuerza la idea de hacer una home movie, una película literalmente “casera” que no rehuyera lo que por poco glamuroso acostumbra a queda fuera de la puesta en escena de este tipo de películas.
Hemos querido hacer una película en casa y rodeados de amigos (y no solo en el equipo técnico: los abogados haciendo de abogados, los periodistas de periodistas y los tenderos de tenderos) con el objetivo de capturar esa cosa tan difícil de filmar que es la intimidad.
Una ficción con una trama y unos personajes -inventados- alimentados por la pulsión de documentar esas miradas y ese cuerpo en constante cambio, para acercarnos a una de las experiencias más universales y transformadoras de la naturaleza: el proceso por el que la vida se empeña a reproducirse. A los humanos, siempre tratando de darle un significado a todo, este proceso nos produce la paradójica sensación de ser “bigger than life”, cosa que en este sentido comparte el propio cine. En nuestro caso, más que buscarle significados, hemos intentado encontrar esa la pulsión de la intimidad que nos ayuda a acercarnos al tamaño exacto de la vida tal y como la vemos, la escuchamos y la sentimos.
Sea lo que sea eso que llamamos vida.”