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SINOPSIS
En el corazón de las tierras altas del Tíbet, el fotógrafo Vincent Munier guía al escritor Sylvain Tesson durante su búsqueda del leopardo de las nieves. Lo inicia en el delicado arte de la observación, en la interpretación de las huellas y en la paciencia necesaria para localizar a los animales. Mientras recorren las cumbres habitadas por presencias invisibles, los dos hombres entablan un diálogo sobre cuál es nuestro lugar entre los seres vivos y celebran la belleza del mundo...
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ENTREVISTA A LA DIRECTORA...
¿Cómo se te ocurrió la idea de acompañar a Vincent Munier en su búsqueda del leopardo y en esta expedición en particular?...
Vincent había visto mi trabajo con Jean-Michel Bertrand, la película «La Vallée des loups», y en 2017 me propuso este proyecto en el Tíbet. Reconozco que me resultaba difícil rechazar una aventura a esas alturas con un escritor al que admiro muchísimo y con Vincent, el fotógrafo que se ha convertido en mi compañero desde entonces. Aunque es cierto que yo ya me hacía preguntas sobre el impacto medioambiental de nuestros viajes.
¿A dónde fuisteis exactamente?...
Al este del Tíbet, a mesetas que están a una media de 4.500 metros de altitud con cimas de 6.000 metros.
Un paisaje muy seco, muy árido. No hay nada más que inmensidad hasta donde alcanza la vista.
¿Cuánto tiempo duró el rodaje?...
Sin contar los viajes, el rodaje con Sylvain, Vincent y Léo-Pol Jacquot, ayudante de dirección, duró dos periodos de tres semanas. Pero Vincent ya había acumulado muchas imágenes de video de animales durante 5 viajes anteriores, solo o acompañado de amigos naturalistas. Su primer viaje data de 2011.
¿Qué viniste a filmar? ¿Al leopardo de las nieves? ¿Al famoso fotógrafo de animales que sigue los pasos del leopardo? ¿Un encuentro «en la cima» entre el escritor con mucha labia y el silencioso maestro de la observación de animales?...
Eso lo anoté en mi libreta cuando salimos: en efecto, quería filmar el encuentro de dos hombres de mundos diferentes. Tenía curiosidad por descubrir qué fuegos artificiales provocaría este cara a cara entre, por un lado, Vincent, un hombre muy sensible a la naturaleza, obsesionado con la belleza y, efectivamente muy silencioso, y por otro, este escritor muy hablador que vive al máximo. Me gusta filmar a personas apasionadas, tratar de entender qué impulsa a estos seres humanos excepcionales. Dicho esto, no tenía ideas preconcebidas. No hice ninguna búsqueda de localizaciones y me niego a escenificar nada. Así que solo tenía que estar abierta a lo que fuera a surgir.
¿Cómo elegir los momentos en los que podías filmar a tu antojo sin entorpecer el trabajo de Vincent? ¿Tu cámara se quedaba siempre en un segundo lugar cuando el fotógrafo ya había tomado muchas fotos?...
Es cierto que cuando va solo, Vincent piensa constantemente en la fotografía. Apenas duerme. Pero esta vez tenía algo más en mente. Quería compartir esta búsqueda. Y desde el momento en que decidió llevarse a Sylvain, trabajó de otra manera. Puso la fotografía en un segundo plano. Su objetivo era el encuentro soñado entre Sylvain y el leopardo. Así que nos dio todo el espacio que necesitábamos.
Lo que significaba que tenías que ser discreta por partida doble: para no molestar a tus sujetos humanos, y mucho menos a la fauna que habían venido a observar…
Así es. Pero sé lo que es estar al acecho, sé pasar desapercibida. Al igual que ellos, me pegaba boca abajo al suelo, me arrastraba, me hacía invisible ya fuera detrás de ellos o al costado, y me convertía en un guijarro, sin moverme nada. Así es como filmaba todo lo que ocurría sin tener nada escrito. Uno de los inconvenientes es que no podía filmar plano contraplano. Sin embargo, durante nuestro segundo viaje en 2019, me preparé mejor adelantándome un poco a ellos; eso me permitió capturarlos de frente cuando venían hacia mí, para tener perspectiva.
¿Hubo momentos en los que no querían que estuviese la cámara?...
Por lo general, enseguida me doy cuenta que corro el riesgo de molestar, pero creo que la presencia de la cámara no les importunó. Se comportaron con mucha naturalidad; estaban totalmente absortos en sus observaciones. La verdad es que no sé cómo lo conseguían.
Aunque Vincent se encarga de fotografiar y filmar la fauna, ¿grabaste también secuencias de animales?...
En ese aspecto, teníamos mucho material que Vincent había traído de sus viajes anteriores al Tíbet. Pero añadimos algunos planos realizados durante el segundo viaje, en concreto para la escena de los osos. La verdad es que me gustaba mucho filmar a los chicos, incluso cuando el leopardo apareció por primera vez.
Sabía que la cámara de Léo-Pol y el aparato de Vincent filmaban a los animales. Ver al leopardo a través de los ojos emocionados de Sylvain fue mejor que verlo con mis propios ojos.
Cuéntanos qué condiciones climatológicas tuvisteis que soportar durante el rodaje...
Fueron difíciles, eso está claro. En febrero, la media es de -18°C, más bien -25°C por la mañana. Un día, cuando nos despertamos en la tienda a 4.800 m, el termómetro marcaba -35°C, ¡pero lo cierto es que no podía bajar más! Es evidente que íbamos bien equipados, pero para filmar tuve que encontrar algunas estratagemas. Sobre todo porque tener los dedos fríos es un gran obstáculo para mí. Así que limité al máximo los ajustes que tenía que hacer en la cámara para no tener que sacar las manos de las manoplas, o recurría a los calentadores. Además el viento era muy frecuente y soplaba con fuerza y encima levantaba mucho polvo fino. Eso puede ser terrible para el material, y además hace que me rechinen los dientes. Es una sensación mucho más desagradable que el frío porque durante un viaje no teníamos agua para lavarnos.
Esperar durante horas a que apareciera un animal, ¿se te hizo interminable en alguna ocasión?...
No, al contrario, me pareció demasiado corto. Sobre todo porque es necesario tener en cuenta el problema del mal de altura. Terminas sintiéndote realmente bien después de 3 o 4 semanas, ¡y entonces es cuando tienes que bajar! Pero lo cierto es que gracias a mis viajes, he comprendido que para mí es muy importante tomarme todo el tiempo necesario para llevar a cabo un proyecto. Por encima de todo, no quiero viajar para “marcar con una cruz las casillas”, sino para vivir plenamente el momento, intercambiar, aprender y compartir. ¡Conocer a los nómadas, por ejemplo, que nos permitieron vivir 8-10 días con ellos, disfrutar de esta experiencia en su totalidad, ya hubiera valido la pena!
¿Qué referencias tenías en mente al pensar en las laderas de esas montañas?...
A decir verdad, me he dejado llevar. Cuando me fui, no tenía ninguna referencia en particular.
¡Antes de irme me limité a leer “Tintín en el Tíbet”! (risas) Había leído los libros de Sylvain, conocía la obra de Vincent, sé que me gusta estar en manos de lo impredecible. Pero hasta que el trabajo no está terminado hay muchas dudas.
¿Qué te fascinó? ¿Qué revelaciones tuviste? ¿También afloraron tus miedos?...
Me fascinó la posibilidad de redescubrir esa sensación que te da la inmensidad del paisaje que nos devuelve a nuestra condición de seres humanos. Es decir que no somos nada, o poca cosa.
Ya había vivido una fascinación parecida en el sur de Argelia y también en el mar cruzando el Atlántico, y desde entonces no me había pasado. En cuanto a las revelaciones, me afectaron mucho las consecuencias de la política china en la cultura nómada tibetana. El gobierno está haciendo todo lo posible para que desaparezca definitivamente. Por ejemplo, hemos sabido que a los tibetanos no se les permite llevar portaequipajes en el techo de sus coches, para asegurarse de que no emprenden viajes largos. La población local tampoco tiene derecho a recibir extranjeros. Así que más que miedo, hay una pregunta:
¿Qué sentido tiene nuestro proyecto?...
¿Qué sentido tiene ir al Tíbet? Parlotear sobre la aventura, las sensaciones... no tiene ningún interés. Nuestra película solo será útil si sirve para que el público se haga preguntas y tome conciencia del poco espacio que hemos dejado hoy al mundo salvaje. En mi opinión, un cambio de paradigma es urgente y necesario.
Da la impresión de que el leopardo ha querido participar en la tensión de la historia. Decide aparecer justo cuando estabais a punto de levantar el campamento y abandonar el Tíbet, como si fuera un auténtico guionista de thriller. ¿Fue inesperado, no?...
¡Sobre todo porque nunca imaginé que pudiéramos llegar a verlo! Lo percibía como algo totalmente inaccesible, una foto en un libro, y eso me bastaba. Pero apareció. ¡Y en qué momento! Pero lo más alucinante es que fuera precisamente ese viejo leopardo, el más machacado del Tíbet, quien quisiera conocer a Sylvain. Es un encuentro que tiene algo de místico.
Hoy, después de todo lo que has vivido allí, y de los largos meses de montaje de la película, ¿qué simboliza para ti este leopardo de las nieves?...
Es el animal totémico por excelencia. Lo que, paradójicamente, no está exento de peligro: es una de esas especies emblemáticas que podría eclipsar a todas las demás. De ahí la elección de nuestra última toma, que se centró en un simple colirrojo real, para recordar que la fauna debe ser preservada en su totalidad, que debemos estar atentos a ella. Esto se aplica al leopardo y también a una humilde lombriz. El hecho es que este felino impasible, que nos observa desde arriba sin mostrarse, actúa como un vigía silencioso en la cima de un mundo que se deteriora. Es el símbolo toda esa diversidad (animal, pero también cultural) que está desapareciendo, barrida por las convulsiones que asolan nuestro tiempo. Encarna el concepto de «rareza», esa rareza a la que podemos acercarnos, por supuesto, pero a tientas, sobre todo para no molestar.
ENTREVISTA A VINCENT MUNIER (Codirector)...
¿Por qué el leopardo de las nieves ha ocupado tanto tus pensamientos y la mayoría de tus viajes en los últimos años?...
Sigo siendo un niño grande que todavía se alimenta de sueños e imágenes de animales míticos. Descubrí este leopardo en los relatos de aventuras del biólogo estadounidense George B. Schaller. Lo filmé en los años 70 en Chitral, Pakistán. Pero en mi primer viaje al Tíbet, en 2011, no tenía muchas esperanzas de verlo.
Pero sabía que me iba a encontrar con otras especies igual de enigmáticas. De hecho, estuve un mes sin verlo, solo percibí un rastro, pero fue emocionante saber que estaba allí. El yak salvaje, un animal tótem de otra época que probablemente es contemporáneo de los mamuts o los rinocerontes lanudos, fue lo primero que me atrajo de estos altiplanos. Al igual que los bueyes almizcleros del Ártico. En el fondo, el leopardo es un pretexto. Un pretexto espléndido, pero un pretexto después de todo.
¿Qué te ha hecho volver tantas veces tras sus pasos?...
Al igual que en el Ártico, me gusta volver a los mismos lugares... Me gusta descubrirlos a mi ritmo, poco a poco, a largo plazo, muchas veces solo. Es una gran satisfacción aprender a levantar delicadamente el velo que cubre a estos animales salvajes a fuerza de imaginarlos, rastrearlos, observarlos. Siempre he preferido centrarme en un tema durante varios años seguidos, en lugar de revolotear y pasar de un reportaje a otro: huir de los encargos, dejarme llevar por mi instinto. En cuanto al Tíbet, este debe ser mi octavo viaje. Al principio fue hacer fotos y un libro. Después quisimos hacer una película, con un pequeño equipo de 2 o 3 personas como mucho para no molestar y para ser ágiles y flexibles en estos complicados entornos a gran altura.
Léo-Pol Jacquot trabaja conmigo desde hace 8 años, sobre todo en la oficina. ¡Así que me encantó la idea de sacarlo de sus pantallas y traerlo aquí! A pesar de no tener ninguna experiencia de campo, me asombró su capacidad de adaptación. Marie Amiguet podía ofrecer una mirada fresca, una sensibilidad singular... y me gustaba su discreción comparable a la del leopardo. Su misión era seguirnos y pasar desapercibida, filmarnos sin ningún tipo de escenografía para estar lo más cerca posible de la realidad. Este método trae consigo torpezas o debilidades técnicas, pero también sinceridad en los momentos que se capturan. El objetivo era capturar las emociones cuando se producían delante de nosotros.
¿Por qué has querido viajar las dos últimas veces con un escritor?...
En cierto sentido quería ampliar el espectro. Alimentarme de las bellezas que voy a recopilar y de esos sueños reales ya no es suficiente. Quiero compartir estas experiencias, llamar la atención sobre la urgencia de salir de nuestro antropocentrismo exacerbado, de la devastadora hegemonía de la especie humana sobre todas las demás. ¡Me mortifica el destino de todos estos animales arrinconados en espacios vitales cada vez más reducidos por nuestra culpa! Pero es difícil transmitir esta dimensión solo con imágenes, sobre todo para alguien como yo que ha elegido mostrar la belleza en lugar de la devastación. Me parece necesario reforzar las maravillas que quiero transmitir a través de mis fotografías con un discurso articulado y comprometido.
¿Y por qué Sylvain Tesson, en este caso?...
Sylvain y yo ya nos conocíamos y él me había dicho que le gustaría seguirme en estas labores de observación.
Conocía sus escritos sobre aventuras, pero lo que me sedujo fue su libro Sur les chemins noirs. Se percibía una fibra ecológica en el subtexto. Así que lo invité a culminar mis aventuras con un libro con sus textos y esta película. Siempre estoy dispuesto a tender puentes: transmitir el asombro, seguir el ritmo lento de la naturaleza en el que nos sumergimos por completo a lo largo de las horas y las observaciones. Así que había que filmar el intercambio entre él y yo en torno al mismo sueño, utilizando imágenes de animales acumuladas durante mis anteriores aventuras allá en las montañas. Además, quería ofrecer un hermoso objeto asociado, un álbum cuyas fotos llevaran leyendas escritas por el escritor. Es mi lado artesano. Me gusta seguir todos los pasos a mi ritmo para estar lo más cerca posible de lo que realmente quiero compartir, sin restricciones ni presiones.
Vincent, tú estás acostumbrado a trabajar en solitario, pero esta vez estabas más acompañado que nunca: guías, pero también un escritor, una directora y una ayudante de dirección que seguían tus pasos. ¿Esto ha cambiado tu enfoque?...
Me he comportado de otra manera. Pero lo cierto es que rara vez estábamos todos juntos. Uno o dos amigos tibetanos se quedaron en el campamento base (en el fondo de un valle, cerca de un río), desde el que partíamos durante varios días, en un paisaje que ya conocía un poco gracias a mis viajes anteriores.
Después, nos separamos, para trabajar en binomios más discretos.
¿Encontrar la belleza estaba garantizado?...
Lo más asombroso de este proyecto es que todo encajó. Sin embargo, al principio nada nos decía que esta combinación funcionaría. Y no había ninguna garantía de que Sylvain acabara viendo a este leopardo. Pero, en los últimos días, ¡apareció! Cuando salí del saco de dormir y de la cueva y lo vi comiendo su presa que había matado la víspera, ¡fue un momento increíble! Es algo imposible de guionizar de antemano.
A propósito de la conjunción de los planetas, parece que la música también fue una sorpresa maravillosa...
¡Alucinante! Tuvimos mucha suerte de poder colaborar con Warren Ellis, un gran artista, cuya cautivadora música minimalista me gusta muchísimo. Encajaba maravillosamente bien con los inmensos paisajes salvajes y las apariciones mágicas de los animales que encontré en el Tíbet. Soñaba con trabajar con él en alguna de mis películas. Pensé que era un hombre inaccesible pero, a pesar de su apretada agenda, accedió a componer música original para nuestra leopardo. Y durante este trabajo, nuestros intercambios fueron muy enriquecedores. Descubrí un hombre sensible y amable. A pesar de que nuestros mundos son muy diferentes, hemos encontrado muchas influencias comunes. A pesar de que tenía que viajar a Brighton para grabar su disco poético con Marianne Faithfull, logró hacer espacio para componer esta música. Y para embarcar a Nick Cave, su antiguo cómplice, en la historia. ¡Nick canta las letras de Sylvain! Terminar la película con la voz y la música de los dos fue una auténtica sorpresa.
Dicho más prosaicamente: ya experimentaste en el pasado la comodidad de las cárceles chinas cuando buscabas al leopardo. En esta ocasión, ¿los trámites administrativos fueron menos peligrosos?...
Así es y fue una gran sorpresa. Sin embargo, en estas regiones, la policía está alerta. Está por todas partes y realiza controles permanentes. Está prohibido fotografiar la pobreza de los nómadas, los asentamientos chinos, etc. Es muy probable que sea el mayor empleador estatal chino en el Tíbet. En efecto, en uno de mis viajes anteriores descubrí el lugar perfecto para esperar a que apareciera el leopardo, la policía me arrestó y me acusó de caza furtiva. Fue totalmente absurdo y muy violento. Además, creí que me habían puesto en la lista negra y que no podría volver. La presencia excepcional de europeos crea un verdadero clima de paranoia en determinados sectores. Por suerte, no tuvimos ningún problema las dos últimas veces. Como anécdota, las imágenes de leopardo en los créditos finales, con la aparición de la conmovedora voz de Nick Cave, se realizaron gracias a una cámara con disparador automático. La había puesto sobre una presa que acababa de matar y, mientras tanto, la policía me detuvo para someterme a un duro interrogatorio durante unos días. ¡Eran mis primeras imágenes del animal, pero sin posibilidad de verlo!
Cuéntanos cómo fue tu primer encuentro con el leopardo de las nieves...
¡Qué gran momento! Pero el seguimiento también es emocionante: buscas rastros, lees pistas, pasas días enteros observando con los prismáticos. ¡Es tan emocionante seguirlo! Tiene una faceta un poco diabólica porque el animal nos observa constantemente sin que podamos verlo. Nos obliga a funcionar como él. Nos obliga a escondernos, a camuflarnos y sobre todo a no ser intrusivos. La primera vez, las cosas fueron lentamente in crescendo: primero vi huellas antiguas, luego huellas frescas, el canto de un cuervo (que sugería la presencia de un depredador en la zona), el clima cambiante (que suele hacer que los animales se muevan)… y luego después de pasarme horas y horas observando con los prismáticos, de repente entró en mi campo de visión. ¡Pasó sin verme! Era una entrada perfecta para una película sobre fauna salvaje. Sentí aún más satisfacción por no haberlo molestado en sus movimientos.
El último viaje también te posibilitó un nuevo encuentro: el oso del Tíbet. Sin embargo, no parecías creer demasiado en encontrarlo...
La verdad es que es una historia bastante rara. El oso da un poco de miedo a los tibetanos. Yo había oído historias sobre conflictos entre los nómadas y los plantígrados arriba en las montañas. Pero nunca creí que fuera fácil observar a este oso. Allí arriba hace muchísimo frío.
¿Qué podrían encontrar para comer? ¡Porque son sobre todo herbívoros! Lo más fuerte de esta pasión es que nada está escrito. Vamos de sorpresa en sorpresa.
A lo largo de tus reportajes has acumulado conocimientos muy detallados sobre la naturaleza y sus habitantes. Pero, ¿tu instinto también juega un papel en tus decisiones a la hora de ir a cierto sitio, quedarse en allí o ir aún más lejos?...
Sí, juega un papel muy importante. Creo firmemente en la noción de instinto. Resulta difícil describir cómo tu cuerpo se implica en esos momentos, en tus reacciones y en las decisiones que tomas. Tu ser se impregna de todo. Todos tus sentidos se movilizan; es como si vibraras con el espacio que te rodea y la vida que lo habita. Las emociones se exacerban literalmente y tu parte animal acaba encontrando la manera de expresarse. Sin embargo, fracasas a menudo, ¡y es mucho mejor! Los fracasos nos permiten darnos cuenta de lo vulnerables que somos allí arriba.
Tú mismo dices en la película: «No tengo un enfoque de fotoperiodista para mostrar lo que va mal en la naturaleza». Pero capturar toda su belleza, ¿no se parece a hacer un inventario de lo que pronto desaparecerá?...
¡Por desgracia es así! Pero lo cierto es que no tengo suficiente arrojo para situar mis cámaras donde las cosas van mal, donde está oscuro, donde el horror se ha apoderado de todo. De hecho, rindo homenaje a los que son capaces de hacer frente a esas situaciones. Yo, por naturaleza, tiendo a alimentarme de poesía, de belleza, incluso cuando es extremadamente vulnerable, y me costaría mucho presenciar solo desastres ecológicos.
Te has enfrentado a menudo a condiciones climatológicas muy duras. Y es muy probable que no sea una coincidencia...
El Ártico, la Antártida y el Tíbet son los tres polos que me atraen por múltiples motivos. Siempre me han encantado las luces del frío y los animales que viven en esas condiciones tan hostiles. Además, debido a esa dureza extrema, el hombre está menos presente, y el vínculo con lo salvaje es mucho más evidente. En el Tíbet también hay una situación geopolítica muy tensa, se visita muy poco y su fauna sigue siendo poco conocida, como el zorro tibetano, el antílope chiru o el gato manul, por ejemplo.
En los últimos años, te has dedicado más a filmar que a fotografiar, ¿por qué razón?...
Me enganché en cuanto añadimos la función de la cámara a nuestras máquinas de fotos, hace unos diez años. Tanto es así que en Asturias, donde recientemente hice una película sobre osos, no tomé ninguna foto. Me parece que la imagen en movimiento es una forma más evidente de transmitir emociones. También puedes integrar sonido, que transmite el eco del paisaje, sus atmósferas, sus resonancias... es apasionante. Pero poner en marcha una película también es una tarea más larga y más pesada.
Después de haberte cruzado varias veces con él, ¿el leopardo sigue haciéndote soñar? ¿Qué representa para ti?...
Evidentemente, el primer encuentro es inolvidable. Todos los primeros encuentros son fundamentales. En Francia, esperé 15 años para ver al lince euroasiático después de pasar mucho tiempo en campamentos. ¡Lo oía silbar pero no lo veía! Y cuando por fin apareció, estuvimos cerca de algo que roza con lo absoluto, algo que nos persigue durante mucho tiempo. Del mismo modo, me atormenta el recuerdo de la presencia fantasmal de la primera manada de lobos blancos que observé en el Ártico alto de Canadá. Terminas preguntándote si estas visiones son fantasía o realidad porque se apoderan de ti. Y no solo es la imagen! Están los olores, los ruidos... te empapas de todo eso y es muy difícil deshacerse de esas sensaciones. Algo fuera de ti mismo se apodera de ti y te pone en movimiento. Como el primer ciervo que fotografié a los 12 años y que cambió mi vida. Ese es el efecto que el leopardo de las nieves sigue haciendo en mí a día de hoy.
NOTAS DE SYLVAIN TESSON...
Vincent Munier me propone acompañarlo al Tíbet, en invierno, para seguir la pista del leopardo de las nieves y me tomo el tiempo para asimilar el inmenso favor que me está haciendo.
Para mí, es una oportunidad de descubrir el arte de la observación. Hasta entonces, me contentaba con moverme por los paisajes. Durante decenas de viajes por el Alto Asia, me he acostumbrado a atravesar inmensidades; me dedico a correr persiguiendo el horizonte. En resumen, soy el viento. A mí solo me apasiona el arte de huir, pero ahora me han invitado a saborear las promesas que te ofrece la observación. Con Munier, la relación con el mundo es otra vuelta de tuerca.
Ya no es cuestión de saltarse las etapas. Hay que subir a la montaña, esperar, escudriñar y a veces, ves aparecer algún animal. El fotógrafo naturalista no divide el espacio, se instala en el tiempo.
Mientras buscábamos localizaciones en febrero, recuerdo que una noche encontramos un cañón. Marie la directora, Munier y yo caminábamos juntos. Me llamó la atención la forma en que nuestro amigo miraba el paisaje. En realidad lo leía como quien descifra la página de un poema o como el músico que estudia una partitura. Miraba los salientes rocosos, las paredes, las grietas y nos explicaba lo que iba a suceder con toda probabilidad.
«Hay un lugar al que el leopardo podría deslizarse; aquí hay una cueva que les gusta mucho a los búhos reales y allí hay pastos de montaña donde los barales van a pastar». Esas eran las explicaciones que nos daba y comprendí que había dos formas de observar un escenario. Podemos mirarlo como un esteta frío, filosofando sobre las veleidades del relieve y los matices de la luz. También podemos ponernos en el lugar del animal detectando escondites, flujos, pliegues y desembocaduras. Entonces la montaña se convierte en una ciudadela que tiene vida. Las emperatrices peludas y las especies herbívoras pasan por sus puentes levadizos y sus murallas. Munier es el maestro que me enseñará a leer por segunda vez en mi vida.
NOTAS DE WARREN ELLIS...
Conocí a Marie Amiguet y a Vincent Munier en enero de 2021 y me fascinaron su historia y su personalidad. Después de ver una primera versión de la película, en la que figuraban títulos ya existentes de Nick Cave y de mí mismo, y tras leer la traducción al inglés del libro de Sylvain Tesson, acepté de inmediato componer la música original de «El leopardo de las nieves».
Durante la grabación que iba a durar una semana, le pedí a Nick Cave que dedicara unas horas a la composición de uno de los temas y que se sentara al piano. Fue curioso y vio la película de Marie. Así que al final se quedó en el estudio conmigo.
Al igual que le ocurrió a Nick, esta película tiene algo que te atrapa. Comprendí rápidamente que la película merecía tener su propia «voz musical», e hice todo lo posible para componer una banda sonora original que se le pareciera.
Esta película y mi encuentro con Marie y Vincent me han marcado profundamente.
Tanto es así que desde entonces he creado una reserva en Sumatra cuyo objetivo será proteger ciertas especies de animales (Ellis Park - ellispark.org). ¡Queda claro que esta película te transforma!
«El leopardo de las nieves» aborda temas que son a la vez urgentes y profundos y habla de miedos y de asombro.
La incorporación de sonidos de animales en la música fue una experiencia casi más emocional para Nick y para mí que lo que suele ocurrir con voces humanas. Creo que hemos hecho una de las músicas originales más bellas en las que hemos trabajado. Una de mis experiencias favoritas. Las estrellas de esta película son los animales, filmados en todo su esplendor salvaje como nunca antes los habíamos visto, y el hombre que los observa con asombro y respeto.
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