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LOS REYES DEL MUNDO
INFORMACIÓN
Titulo original: Los Reyes Del Mundo
Año Producción: 2022
Nacionalidad: Colombia, Luxemburgo, Francia, México, Noruega
Duración: 110 Minutos
Calificación: No recomendada para menores de 16 años
Género: Drama
Director: Laura Mora Ortega
Guión: Maria Camila Arias, Laura Mora Ortega
Fotografía: David Gallego
Música: Leonardo Heiblum, Alexis Ruiz
FECHA DE ESTRENO
España: 17 Marzo 2022
DISTRIBUCIÓN EN ESPAÑA
BTeam pictures


SINOPSIS

Rá (19), Culebro (16), Sere (14), Winny (12) Nano (13) cinco chicos de la calle de Medellín. Cinco reyes sin reino. En sus manos tienen unas viejas escrituras de una tierra heredada por Rá. Tras recibir una carta de la oficina de restitución de tierras del gobierno, notificando la devolución de los terrenos que le fueron arrebatados a su abuela, Rá decidirá emprender el viaje con sus amigos con la promesa de por fin cumplir un sueño: tener un lugar en el mundo donde ser libres, donde estar a salvo, donde construir su propio reino...

INTÉRPRETES

CARLOS ANDRÉS CASTAÑEDA, DAVISON FLOREZ, BRAHIAN ACEVEDO, CRISTIAN CAMPAÑA, CRISTIAN DAVID DUQUE

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- Festival de San Sebastián 2022: Concha de Oro Mejor película, Premio Feroz Zinemaldía

Informacion exclusivaINFORMACIÓN EXCLUSIVA

NOTAS DE LA DIRECTORA...
   El cine se ha convertido en mi intento por establecer un diálogo reflexivo y poético con el mundo. A través del lenguaje cinematográfico he encontrado la posibilidad de indagar sobre las emociones y la contradicción humana y plantear preguntas sobre aquello que me inquieta y me conmueve.
  Matar a Jesús mi primera película, nació de una experiencia personal absolutamente dolorosa, el asesinato de mi padre en el año 2002. Hacerla, fue una experiencia catártica y liberadora, que me ha permitido continuar indagando desde otros lugares del lenguaje cinematográfico, sobre temas alrededor de la violencia.
  Mi punto de vista y mi relación con el mundo está indudablemente ligado y alterado por el hecho de nacer en un lugar tan particular como Colombia, donde la belleza y la violencia parecen confundirse y convertirse en una sola cosa. Donde la riqueza de la tierra, también se convierte en su propia condena.
  Mientras hacía el casting de actores naturales para Matar a Jesús, me di cuenta que esos más de 90 chicos que entrevistamos, todos compartían un sentimiento terrible de exclusión, una certeza de no tener futuro. Sin embargo, casi como una profunda y bella contradicción, estaban llenos de vida, de sueños a veces delirantes, ligados siempre al mismo deseo: una obsesión por tener un lugar en el mundo, literal y simbólicamente.
  A partir de ahí aparecieron preguntas que siempre me he hecho sobre la violencia amarrada a la posesión de la tierra. El punto neurálgico del conflicto en Colombia, es precisamente ése: el de un pueblo que ha sido despojado de su tierra por terratenientes, grandes élites y grupos armados, que han constituido la base de una sociedad extremadamente desigual y adolorida.
  Para muchos en este país, lo único que les vincula con una idea de reivindicación y de recuperar legitimidad sobre sus vidas, está representado en documentos legales, títulos de tierra, números radicados que simbolizan una posibilidad de justicia. Esos papeles, parecieran ser una oportunidad de ser por fin reconocidos ante el sistema.
  Sin embargo, lo que queda de manifiesto, es la burocracia, la incompetencia de un sistema de justicia colapsado y kafkiano.
Es por eso, que la idea de cinco chicos de la calle, a los que la sociedad ha excluido desde siempre y cuyo deseo máximo es poder reclamar un lugar en el mundo donde ser libres y estar a salvo, me parecía una sublime manera de hablar de la historia de violencia, ligada a la tenencia de tierras y honrar la energía de este grupo de despojados. Una forma poética en la que estos chicos se vengan del mundo que azarosamente les tocó. Reclamar lo suyo, la tierra, es su acto más político, más rebelde, más honesto.
  En el relato hay una búsqueda por enaltecer el principio romántico de la idea de lo subversivo: aquel deseo de alterar el orden establecido. Soñar con un mundo sin fronteras, sin dueños de la tierra, donde los puntos de partida de los seres humanos sean más igualitarios. Por eso, ésta es una película que recurre a un intento de representación simbólica de esas ideas. Sobre todo, en los momentos donde el mundo onírico y el realismo se confunden.
  Como mujer, me veo tremendamente intrigada a explorar cinematográficamente esos comportamientos que tienen que ver con la masculinidad, con la condena que significa ser hombre cuando se nace en ciertos contextos, donde irremediablemente ser hombre significa tener que ser violento. Indagar en la necesidad de conquista territorial, observar cómo son esos vínculos entre hombres jóvenes, como salen sus afectos, sus rabias y sus frustraciones.
  En el camino, saliendo de la ciudad, atravesando la cordillera para llegar a esa tierra prometida, rodeados de la belleza de un paisaje que ésta siendo disputado, y siguiendo la obsesión noble de Rá por llegar a ese lugar que parece ser su idea de reino, irán descubriendo que el único territorio que quizás puedan conquistar es aquel de la imaginación, el de los afectos, el de los sueños… el territorio del alma.
  A medida que el grupo va desapareciendo, la idea de continuar, se convierte también en la manera de honrar a aquellos que ya no están. A medida que el viaje avanza, la línea entre vida y muerte se va desdibujando.
  Pienso en estos reyes sin reino, en el sentido de este viaje a la nada donde todo es posible. Donde encontrarán la sabiduría en un campesino en el exilio propio, donde serán acogidos por la calidez de mujeres en medio del olvido que hacen eco de una Matria, pero también donde se toparán con la brutalidad de los hombres que se han adueñado del territorio.
  En 'Los reyes del mundo' veo una posibilidad; aquella de hacer una película que celebre la vida, la de los excluidos, la de los olvidados, los sin tierra, mientras se condena el mundo.

DECLARACIONES DE LA DIRECTORA...
  La segunda película de la directora Laura Mora (Matar a Jesús - 2018), es tan cruda como poética, tan visceral como amorosa.
Su historia se aproxima a la belleza que existe en el margen y en aquellos que buscan un lugar en el mundo. La película intenta exaltar, en palabras de la directora paisa, el carácter romántico que hay en lo subversivo y lo desobediente, incluso desde la decisión misma del lugar donde se rodó.
  “No sé cuánta gente nos dijo que no podíamos rodar en el Bajo Cauca, pero nunca desistí. Ese es quizás el primer acto político de esta película, creo yo. Demostrar que no debería haber territorios vetados, que no podemos imposibilitar a nadie el acercamiento a la belleza, eso también es un acto de resistencia.
  A su vez constatar, que de alguna manera el poder de los violentos, también radica en la construcción del rumor mismo de la violencia, que genera tanto miedo que impide la entrada en contacto con el territorio”, asegura.
  Lo cierto, es que lo que Laura Mora encontró en esa región fueron seres humanos dispuestos, solidarios, sabios, amorosos. “Para mí eso hace parte del espíritu de la película, ir un poco en contravía de las circunstancias: rodar en medio del Covid-19 y del estallido social que tanto dialoga con esta película”.
  Esta rebeldía de Los reyes del mundo, una película honesta, profunda y bella, también tiene que ver con sus personajes, “tan rebeldes, tan libres, que ni siquiera los seduce la idea de pertenecer a un ‘combo’”, afirma la directora en relación con Rá, Sere, Nano, Winny y Culebro, quienes emprenden un largo viaje en busca de la tierra prometida.
  Ellos son interpretados por un grupo de jóvenes, entre los 15 y los 22 años. No tienen experiencia en actuación, pero traen consigo su verdad, sus experiencias, su relación con la violencia y, a su vez, todo su carisma y su belleza, que ponen a disposición de sus personajes. Todos son hombres.
  “Siento que lo que nos muestra la historia, y en particular la de este país, es que la violencia es una especie de patrimonio de la masculinidad. Es difícil, en especial para los jóvenes de ciertos contextos. Al final la guerra la han vivido ellos. Un montón de muchachos jóvenes y humildes peleando y defendiendo los intereses de hombres poderosos”.

ENTREVISTA A LA DIRECTORA...
La masculinidad y la violencia. ¿Cómo trabajó esos temas con los protagonistas?...
Lo más bonito con estos personajes en particular es que son muy distintos los unos a los otros, a pesar de que comparten el venir de lugares muy duros. Sin
embargo, debo decir, que lo que más me ha sorprendido en este proceso tan largo que llevo con ellos, es el reconocimiento del afecto. Me sorprende cuán afectuosos son entre ellos.
Esto también es una manera diferente de aproximarse a este universo masculino. El reconocimiento de los afectos, de la ternura, de la hermandad.
Porque a los hombres se les dice, especialmente en nuestro contexto, que tienen que imponerse a la fuerza ante alguien o algo. Para ser hombre tienen que conquistar una esquina o desplazar un territorio, ser patrón, demostrar la fuerza constantemente. Eso hace parte de lo que consideramos masculinidad.
Y de repente, estos chicos rompen un poco con esto y de manera natural se abrazan, son solidarios, manifiestan su afecto, piensan colectivamente, pero también con la misma facilidad se ‘cascan’. Siento que el conflicto igual es inevitable, que hay algo muy errático en ellos. No se pueden desprender tan fácil de todo lo que han visto y aprendido toda su vida. Libran una batalla diaria dentro de ellos mismos también.

¿Cómo logró ganarse la confianza de este grupo de jóvenes con los que estableció una relación tan cercana?...
La construcción de confianza cuesta mucho, y en un país donde la confianza se ha minado todo el tiempo, ese hilo es muy frágil y toca cuidarlo. Una vez se establece ese vínculo, hay una exigencia y un compromiso permanente a no fallar, a cumplir con la palabra. A estos chicos la sociedad les ha fallado profundamente, incluso desde antes de nacer, entonces desconfían todo el tiempo. Y están en su derecho de hacerlo; por eso para mí, mantener la confianza era fundamental, la manera más ética, humana y horizontal de relacionarnos.
Yo no puedo, y sería además irresponsable de mi parte, garantizar que la experiencia de hacer una película le puede cambiar la realidad a alguien. La vida y la realidad social de nuestro país es demasiado compleja. No puedo, ni quiero, tener una actitud salvadora. No es desde ahí desde donde establezco mis relaciones. Me parece un lugar de mucha soberbia, que en lo personal no me interesa.
También en eso, he sido profundamente honesta con ellos. Seguro esta experiencia para ellos y para nosotros será inolvidable, y espero que sea inspiradora, pero no puedo garantizarles que les cambie sus realidades. En esa honestidad también se construye la confianza.
Lo único que puedo garantizarles, es que sepan que tienen una amiga para siempre, a la que pueden llamar, que quizás no tenga una solución a sus problemas, pero voy a estar ahí para ellos, para oírlos, para celebrarlos, para darles un abrazo. Es lo que humanamente puedo ofrecer. Y para mí, tener un amigo más en la vida es un gran valor, es sentirse un poquito menos solo.

Entre sus dos películas ha participado en muchos proyectos. ¿Cómo ha cambiado como directora?...
Más allá de lo que ha pasado laboralmente, ha habido cosas más profundas que tienen que ver con mis percepciones sobre el mundo.
He podido concentrarme a nivel humano, artístico e intelectual en un montón de preocupaciones que tengo frente al mundo que habito. El arte que me interesa, intenta hacer preguntas y reflexiones profundas, en este caso sobre la exclusión, la búsqueda de un lugar, sobre el paisaje y la tierra. Siento que en esta película soy más libre, que, si bien Matar a Jesús es más autobiográfica, Los reyes del mundo habla más de mi relación con el cine, mi relación con la realidad y el delirio, con mi amor y mi dolor por el mundo.

¿Cómo o hacia dónde es el viaje de Los reyes del mundo?...
Siento que en la historia del país se nos ha hablado de cómo la gente ha sido desplazada y, por el contrario, yo quería hacer el viaje al retorno, a buscar ese lugar donde se sueña estar a salvo. Es una aventura muy romántica, eso de pensar en una especie de ‘tierra prometida’, eso de soñar con una posibilidad de justicia, de creer que quizás ese estado siempre ausente pueda por fin cumplir una promesa. Pero siento que todos en el fondo estamos buscando un lugar donde sentirnos a salvo, donde poder existir libremente.

En esta película hay muchos conceptos como el sentido de pertenencia, el territorio o los abrazos. ¿Cómo los une y se hacen presente?...
En el proceso de casting de Matar a Jesús cuando a los chicos se les preguntaba por su mayor deseo hubo una respuesta repetitiva: tener un lugar simbólico o físico, un espacio donde nadie los molestara. Eso me llamó mucho la atención.
¿Cómo algo que damos por sentado, se vuelve un imposible para una sociedad o para ciertos individuos? Así que Los reyes del mundo parte de la búsqueda de un lugar simbólico y físico donde poder ser libres.
Esos deseos que esos jóvenes manifestaban, parecían tener eco en mis preguntas sobre el paisaje, sobre la posesión forzada de las tierras en Colombia, sobre todos aquellos que habían perdido ese lugar en el mundo por culpa de la violencia, y que el aparato judicial no les apoyaba en su reclamo de justicia.
En esta especie de viaje a la tierra prometida que la película propone, estos cinco chicos se van encontrando con otros personajes que también habitan en el margen, que también han sido abandonados por el estado y tocados por la violencia, y que se convierten en pequeñas ‘islas’ que los acogen, que delimitan entre lo real e imaginario, donde siempre encuentran algo de afecto, algo en ruinas que contiene dignidad y belleza. Siento que esta película es mi propia oda a la belleza que encuentro en lo periférico, en ese paisaje aporreado, esa resistencia que encuentro en esos lugares y personas que están al margen.

Usted se define como muy controladora ¿cómo le fue teniendo en cuenta el elenco y las difíciles condiciones de rodaje?...
Cuando empecé a trabajar con el director de fotografía David Gallego, esa fue de las primeras insinuaciones: “esta es una película donde no podemos controlarlo todo. ¿Vamos a tener unas ideas preconcebidas? sí, pero tenemos que estar abiertos a que todo nos cambie…”. El resultado es que algunas escenas salieron totalmente distintas a lo que imaginamos y creo que están mucho mejor. Pero es la propia vida ahí, también manifestándose tanto en el paisaje, como en los chicos. Y las películas se nutren de eso. Esta película en general, puede ser lo más extremo que he hecho.

Desde el pensamiento, la película lleva varios años. ¿Se siente orgullosa del resultado?...
Sí, es increíble lo que creció. Los reyes del mundo de hoy, es muy distinta a la que pensé en principio, pero creo que es mejor. Me enseñó a reconocer la belleza en la fragilidad. Los chicos además fueron mis más grandes maestros.
Creo que en esta película he estado más vulnerable que en cualquier otro proceso creativo. Mientras Matar a Jesús fue la película de la certeza, Los reyes del mundo es la de la incertidumbre y me parece hermoso, porque me enseñó que el arte sólo es posible cuando aparece la vulnerabilidad, la grieta, la veladura, cuando algo está un poco roto. Esta película es un viaje incierto, y así también fue hacerla, muy intuitivamente, no siempre tenía todas las respuestas, era también mi propio viaje a lo desconocido.
Los reyes del mundo, es producida por Ciudad Lunar Producciones y La Selva Cine; en coproducción con Iris Productions (Luxemburgo), Tu Vas Voir (Francia), Mer Films (Noruega), Talipot Studio (México), en asocio con Caracol Televisión, Dago García, Exile Content. La distribución en Colombia la hace Cinecolor y las ventas internacionales están a cargo de Film Factory.

‘Los reyes del mundo". Celebrar a pesar de todo...
Para Rá, Culebro, Sere, Winny y Nano la calle es el lugar que reconocen. Hasta que deciden emprender un viaje por el Bajo Cauca antioqueño para reclamar una tierra que le fue arrebatada a la abuela de uno de ellos, en ‘Los reyes del mundo’ la nueva película de la directora Laura Mora, que se estrena en salas de cine este 6 de octubre.
Ellos son Andrés Castañeda, Cristian Camilo Mora (también conocido como Tom), Davison Flores, Brahian Steven Acevedo, Cristian Campaña. Detrás de cada uno hay una historia particular de cómo llegaron a ser parte de la película, qué trajeron de nuevo a la historia y como llegaron a formar una especie de familia.
En su anterior película, Laura Mora había entrado en contacto con chicos que practican gravity bike en Medellín. Un deporte que popularmente se conoce como azote y que consiste en rodar a gran velocidad por la carretera, en bicicletas armadas por ellos mismos. Desde entonces, supo que había algo especial en ese grupo de jóvenes. Una relación muy particular con el riesgo, con la adrenalina y con la vida misma.
Cuando empezó a escribir Los reyes del mundo, supo que la energía que buscaba para la película, tenía mucho que ver con el espíritu de esos chicos; esa libertad, esa rebeldía que había encontrado en los jóvenes que ‘azotaban’ por las carreteras aledañas a Medellín. Así fue como muchos de ellos llegaron a la película.
Brahian Acevedo, quien se pone en la piel de Winny, dice que practicar azote o viajar en el tráiler de una tractomula es lo que le “mueve el corazón” porque es amante de la adrenalina, el peligro, los viajes y la compañía de los ‘parceros’.
La primera vez que Laura vio a Brahian, fue precisamente en un encuentro de gravitosos. Aún era muy pequeño, le tomó una foto desde la distancia, para tenerlo como referente para el personaje de Winny. Lo volvió a encontrar casi un año y medio después, cuando la policía le impidió al joven seguir vendiendo dulces en el sector de Laureles en Medellín. Por fin la directora pudo hablar con él, tomarle sus datos e invitarlo a participar en el casting de Los reyes del mundo.
A este chico de 15 años le enfurece que le digan niño porque toda su vida le ha tocado ´guerrearla’ “Me gusta ganarme lo mío y colaborarle a mi mamá en lo que se pueda”, recalca. Brahian y el personaje de Winny, coincidían en muchas cosas. La vitalidad, el carisma, la recursividad para resolver, la ternura y la tristeza propias de la sensación de desamparo.
Davison Flores, representa a Sere, el personaje místico del grupo. Conoció a Laura Mora hace varios años por un amigo en común. Davison había tenido un grave accidente en gravity, que le redujo la movilidad en el brazo derecho, lo que no le impidió graduarse de bachiller y aprender a escribir con la mano izquierda. Su sensibilidad, su espiritualidad, sus ideas profundas sobre la vida y la muerte, coincidían con todo lo que Laura buscaba para ese personaje, por eso, una vez iniciado el casting no dudaron en buscarlo.
Cristian Camilo Mora, fue entrevistado de manera muy casual en el skatepark del estadio, donde se reúnen muchos de los chicos que practican gravity en Medellín.
Sin embargo, un par de semanas después de ese encuentro, llegó la primera cuarentena por Covid. Todos los procesos que se venían adelantando para, posiblemente, arrancar la película en el 2020 se detuvieron y solo hasta un año después se reactivaron.
Cristian, fue de los primeros chicos que el equipo de casting quiso volver a contactar tras la reactivación del proyecto. Tom, como se le conoce popularmente, conoce muy bien las vicisitudes de la calle y de los conflictos entre combos. Hay en él una energía que contagió de vida a Culebro, un personaje que parece condenado por sí mismo, pero al que llenó de humanidad.
Para Tom, la humildad es un valor fundamental y pase lo que pase dice, “no olvidaré nunca a los que estuvieron conmigo, no menospreciaré”. Es eso, el menosprecio, la actitud que más les duele y les molesta a estos chicos.
En eso coincide Cristian Campaña, quien da vida al personaje de Nano. Cristian tenía esa timidez, ese misterio y ese orgullo que coinciden con el personaje. Laura y la directora de casting, Karel Solei, lo vieron desde la distancia en una cancha de la institución San José, un lugar donde por lo general se encuentran menores de edad, que han cometido algún tipo de delito menor.
Cristian llegó al casting no muy convencido, pero traía consigo toda la belleza del personaje de Nano; aquel que en la película proclama “yo quisiera ser invisible, como una sombra”. Finalmente, accedió a participar. Poco a poco, en el rodaje su timidez se fue desvaneciendo y apareció su buen humor, su carácter amable y cariñoso y un compromiso total con la película.
Pero quizás la historia más particular y emocionante de este proceso, es la de cómo llegó Andrés Castañeda, a protagonizar la película. Fue el último en aparecer en el casting, solo un par de semanas antes de iniciar el rodaje, tras la renuncia de quien se había considerado inicialmente para este personaje.
Andrés vive en Yarumal, el municipio antioqueño hacia donde se extendió el casting, ya que había varios chicos que practicaban gravity en esa zona. La directora de casting lo vio por primera vez siendo requisado por la policía y se le acercó. Le hizo una corta entrevista, y le envió un mensaje a Laura diciéndole: “apareció el sol, apareció Rá”.
Tras varias entrevistas en Medellín y varios encuentros con el resto de personajes, donde hubo una conexión inmediata, aceptó el reto que suponía entrar a un grupo que ya llevaba unas semanas consolidado. El resto de los chicos lo acogió amorosamente y su liderazgo natural sobresalió. Andrés dotó al personaje de unos rasgos muy especiales, traía consigo cierta ternura, una actitud paternal y amorosa que contrasta con su fuerza. Ha vivido toda la dureza de la violencia en el territorio, pero eso no ha opacado la nobleza de su corazón, ese mismo corazón que debía tener aquel que emprende un viaje con susamigos, en busca de una tierra prometida.

Trabajo en equipo...
El trabajo con los cinco consistió en sesiones diarias de ensayo bajo la guía de Karel Solei, con diferentes colaboradores y asesores en entrenamiento de actores naturales, como Carlos Fagua (La tierra y la sombra), Andrés Barrientos (El abrazo de la serpiente y Pájaros de verano) y el profesor de arte dramático de la Universidad de Antioquia, Duvan Echavarria (Matar a Jesús).
Aunque a los jóvenes nunca se les compartió el guion, se ensayaron las situaciones y se aproximaron las diferentes emociones que cada uno iba a transitar durante la película. Cada ensayo, cada encuentro sorprendía más al equipo de dirección. El talento, la capacidad de imaginación, de improvisación, la concentración y el compromiso de estos chicos, era impresionante.
Muy pronto en el proceso, los cinco también entendieron, que tanto ellos como el equipo de producción, constituirían una especie de familia itinerante, donde primaría el respeto, el amor y la confianza.
Alejandra Restrepo, trabajadora social que acompañó el proceso de los jóvenes, reconoce que el triunfo del trabajo radicó en que tanto el equipo de producción como los chicos, entendieron el valor y el poder de construcción de relaciones horizontales y respetuosas. También destaca que darles confianza para asumir responsabilidades, reconocimiento, actividad y cariño, permitió lograr un trabajo absolutamente armónico.
“Es fundamental posibilitarles transformar su mundo. Ellos, después de esta experiencia, ya tienen ilusiones, porque tuvieron el comparativo de lo que son y lo que pueden llegar a ser, y eso es algo que ellos mismos pueden proveer”.
Todos coinciden en que lo más duro de la película fue finalizarla, la separación que significó el final del rodaje. En palabras de Tom “lo más duro fue a lo que nos acostumbramos durante el rodaje, y luego tener que desacostumbrarnos”. Para Andrés lo más bonito de la experiencia fue sentir “que todo se hizo de corazón” y la ilusión que supone “poder ver la película juntos muy pronto”.
“A pesar de la dureza de la vida, de la templanza que exigen sus contextos y sus realidades, Andrés, Davinson, Brahian, Tom y Cristian, son cinco chicos extraordinarios que imprimieron en la historia su propia verdad, su energía a veces caótica, su rebeldía y su amor por un mundo que reconocen hostil, pero en el que quieren permanecer. Su lugar de resistencia también es su alegría y la desobediencia, así el futuro parezca incierto”, asegura la directora Laura Mora.
Fue esa energía arrolladora, esos gestos amorosos y honestos, lo que marcó y atravesó la aventura de ocho semanas de rodaje.

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