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SINOPSIS
La escritora francesa Emma tiene 27 años cuando decide que su nueva novela tratará sobre las prostitutas, esas mujeres a las que nadie parece atreverse a mirar a los ojos. Para entender su vida a fondo, consigue que la contraten en “La Maison”, un burdel berlinés, y se convierte en una de ellas. Su experiencia, que debía durar sólo un par de semanas, se prolongará durante dos años. De una habitación a otra, del comercio sexual a la exploración de la fantasía femenina, Emma descubre este mundo oculto: sus peligros, su aislamiento de la sociedad y su incompatibilidad con una vida amorosa, pero también su sororidad, su gracia y su poder. La Maison es una adaptación de la novela superventas de Emma Becker. Es su historia real...
INTÉRPRETES
ANA GIRARDOT, AURE ATIKA, ROSSY DE PALMA, YANNICK RENIER, PHILIPPE REBBOT, GINA JIMENEZ, NIKITA BELLUCCI, LUCAS ENGLADER, HILDEGARD SCHROEDTER, IRMA, JOHN ROBINSON, DAVID DICKENS, LENN KUDRJAWIZ, CAROLE WEYERS, RUTH BECQUART
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ENTREVISTA A LA DIRECTORA...
¿Cómo arrancó esta aventura para usted?...
A veces, los encuentros se producen en el momento adecuado. Conocí al productor de la película, Clément Miserez, en una cena. Le había gustado mucho WONDER BOY y me propuso adaptar un libro al cine: LA MAISON, de Emma Becker. A las dos horas de leer el libro, le llamé para decirle que tenía que conocer a Emma. Varios directores -todos hombres- ya estaban en la cola para hacer la adaptación y, por desgracia para mí, uno de ellos ya había convencido a Emma Becker para que le cediera los derechos. Me llevé una gran decepción, pero tenía el presentimiento de que no sería elfinal de la historia.
Seis meses más tarde, gracias a mi agente Christelle Graillot, supe que los derechos del libro volvían a estar libres. Y esta vez, Emma Becker quería que yo dirigiera la película. El hecho de que yo aportara el punto de vista de una mujer directora, y de una documentalista, con la relación con la realidad que eso infiere, fue el factor decisivo para ella.
¿Qué le interesó del libro?...
La audacia de Emma Becker, su capacidad para asumir plenamente su deseo y su sexualidad hasta el punto de convertirlo en una novela, y su voluntad de apropiarse sin complejos de quién es a pesar de los juicios de la sociedad. Esa fuerza de autoaceptación me parece extraordinaria. La Maison es una historia a medio camino entre un diario íntimo y una obra de inmersión en un universo inaccesible que suele ser objeto de fantasía. He querido transmitir esta mezcla de puntos de vista. Para mí, no es en absoluto una apología de la prostitución, ya que la propia autora subraya la irreductible singularidad de su experiencia y nos recuerda que, en la mayoría de los casos, las prostitutas viven en el infierno.
¿Cómo trabajó en hacer la adaptación?...
Coescribí el guion con Diastème porque me parecía importante contar con una perspectiva masculina y porque aprecio su sensibilidad. Escribimos unos diez borradores. La primera versión era una traducción demasiado literal del libro, y poco a poco me di cuenta de que tenía que alejarme de eso, porque el libro no tiene una estructura dramatúrgica como tal. Necesitaba crear un arco narrativo propio y también establecer rápidamente el personaje principal, Emma, que tiene un enfoque diferente al de un libro en el que un personaje puede desarrollarse a lo largo de cientos de páginas.
Aporté mi perspectiva como cineasta y como mujer, e hice mía la historia.
¿Realizó una investigación sobre el mundo de la prostitución?...
Para empezar, me dije que necesitaba saber más de Emma Becker, que me abrió las puertas de su casa y de su mundo. Viniendo de una formación documental, sentí la necesidad y el deseo de tener otras fuentes de información y de conocer a otras personas de este mundo. Visité un burdel en Berlín, donde intercambié ideas con una dominatrix sadomasoquista, que fue mi asesora para el papel de Aure Atika. Le enseñó a azotar “según las reglas del arte”, ¡e incluso asistimos a una sesión!
Una vez terminado el rodaje, y antes de empezar el montaje, me pareció importante reunirme con miembros de STRASS, el Sindicato del Trabajo Sexual que defiende los derechos de los trabajadores del sexo. Aprendí mucho de nuestras conversaciones, sobre todo acerca de la naturaleza de sus reivindicaciones.
Desde el principio utiliza un plano a cámara, luego un plano POV durante una escena de sexo con un cliente. ¿Es la transposición del proyecto “periodismo gonzo” de Emma Becker?...
Quería que el espectador estuviera en la mente y el cuerpo de la protagonista desde el principio.
Por eso era importante que esa primera escena, en la que recibe a un cliente, se percibiera a través de los sentimientos y los ojos de Emma. De ahí el punto de vista: es su experiencia y sus sensaciones.
El público se sumerge entonces en la historia.
¿Se ha preguntado, como directora, cuál es la distancia adecuada que debe adoptar con respecto a su personaje?...
La verdad es que no. Me pregunté sobre todo cómo hacer accesible su enfoque singular, necesariamente juzgado y de difícil acceso. Quería que el público se dejara llevar por la misión del personaje.
Por eso quería que descubriéramos este mundo al mismo tiempo que ella, que nos dejáramos llevar por él, como ella; que le tuviéramos miedo, como ella; y que nos decepcionara, como ella.
¿En qué momento se planteó la cuestión de qué actriz interpretaría a Emma?...
Al principio, durante el proceso de escritura, estaba tan en contacto con Emma Becker que no era capaz de ponerle cara al personaje. Había encontrado la trayectoria narrativa, tenía a mi personaje, y sabía que necesitaba una mujer joven que fuera atractiva, que no asustara a otras mujeres y que pudiera intrigar a los hombres. Pensé en Ana Girardot y le ofrecí el papel. En cuanto la tuve en mente, no necesité una audición para confirmar la idea. Me parece muy guapa, pero también accesible.
Para mí era muy importante que fuera conmovedora y que tuviera algo diferente. Cumplía muchos requisitos para el papel de Emma, aunque tiene una feminidad más alegre y ligera que la protagonista de la novela.
Le hice trabajar con una bailarina del Crazy Horse que le enseñó una forma de anclaje corporal y,
por tanto, una feminidad más asertiva. Este trabajo dio a Ana una fuerza impresionante y encontró
gran parte de su carácter bailando mientras practicaba mirando fijamente a su interlocutor.
¿Tenía alguna aprensión?...
Los dos los teníamos. Desde las pruebas de cámara, trabajamos sobre el desnudo, sobre su forma de andar, para que Ana llegara al plató más tranquila. También creo que en el guion la sexualidad nunca es gratuita: cada escena de sexo tenía que decir algo y hacer avanzar la historia. Esto es también lo que tranquilizó a Ana: pudo trabajar estas escenas carnales con una apuesta emocional cada vez. Lo más desagradable para una actriz es desnudarse sin motivo, sólo para servir a los intereses sensacionalistas de una película. Cuando estas escenas no son ornamentales, sino necesarias, es mucho más fácil estar comprometida y con ganas de desarrollar aún más el personaje.
¿Puso algún límite a la hora de rodar las escenas de sexo?...
Quería que la película fuera accesible al mayor número de personas posible. Ana confió profundamente en mí desde el principio. Creo que se puede mostrar mucho y transmitir mucha emoción a través del sexo, sin tener que ser demasiado crudo. Teníamos que responder a las promesas de esta historia evitando intentar ser vulgares.
¿Cómo eligió filmar este mundo tan especial?...
Me pregunté cómo retratar este mundo extremadamente violento y duro, contado por una mujer que lo ha elegido. Así pues, hay deseo, pero también violencia. Sobre todo, quería hacer que el universo fuera casi tangible, sin intentar glorificarlo. Para mí, había dos ejes narrativos: Emma en el burdel, donde es espectadora de sus propios actos, y Emma en su vida cotidiana con su familia. Decidí rodar las escenas del burdel con una Steadicam, como si se analizara a sí misma, observándose como un personaje de ficción. En el exterior, utilicé una cámara en mano para acercarnos a ella.
Así como el primer burdel que aparece en pantalla es un espacio frío e incorpóreo, “La Maison”
es una estancia cálida, sólo para mujeres, donde reina una forma de libertad...
Cuando leí el libro me sorprendió saber que la experiencia de una prostituta podía ser diferente de un lugar a otro. Era esencial que no sólo mostráramos La Maison, ya que eso habría corrido el riesgo de glorificar este universo, sino también El Carrusel, que es más representativo de la mayoría de los burdeles, intrínsecamente violentos. El Carrusel está regentado por un mafioso; La Maison, por una antigua prostituta, y las mujeres son libres de trabajar allí o no.
Me inspiré en las descripciones de Emma como una casa de muñecas empolvadas y quise jugar con esto, con mi equipo de diseño Milosz Martyniak y Clarisse d’Hoffschmidt. Fuimos a mercadillos para que el espacio pareciera un cálido gabinete de curiosidades lleno de objetos recuperados. El Carrusel es el reflejo de un Berlín frío y sombrío y está retratado en azules y rosas; La Maison, en rojos y burdeos más cálidos.
Existe una complicidad palpable entre las mujeres de la casa, aunque ninguna de ellas conozca
los verdaderos nombres de pila de las demás...
Absolutamente. Las relaciones entre las mujeres son inexistentes en El Carrusel, que Emma odiaba porque no podía obtener ninguna información para su libro. La Maison, en cambio, es tremendamente rica en drama: Emma se alimenta de los clientes y, aún más, de sus “colegas”. Quería mostrar a este grupo de mujeres tan unido, tan fuerte que dan ganas de formar parte de él. Su salón se convirtió en un laboratorio perfecto para compartir sus experiencias.
Emma desconcierta a los que la rodean por ser muy sincera. Se siente cómoda y reconoce que ser “puta” tiene “gracia”...
Es sorprendente y eso es lo que me atrapó y fascinó. Emma pone patas arriba todos los códigos y representaciones cuando el personaje revela su omnipotencia. Donde sólo vemos sumisión y miseria, ella declara que cuando está encima de los hombres que le pagan, se siente en una posición de fuerza.
Esta historia va a contracorriente de la representación habitual de la prostitución. De ahí la importancia de la hermana pequeña, una especie de antagonista, que representa el punto de vista del público para que Emma pueda expresarse libremente: “¿Es un problema que yo no me sienta así?”.
Esta pregunta esencial, que Emma hace a su hermana, resume muy bien el propósito de la película.
¿Contó un grupo de reducido de actores para las escenas de sexo? ¿Cómo fue esta relación entre directora y actores?...
Por razones presupuestarias, mi equipo fue reducido desde el principio. Obviamente, todos los que no tenían que estar allí abandonaron el set. Pero había una energía tremenda, un deseo poderoso entre todo el equipo de hacer esta película y de estar a su servicio. Por poner un ejemplo, mi director de fotografía, Yann Maritaud, ¡incluso aceptó desnudarse para la escena en la que Ana le azota!
Eso dice mucho del nivel de implicación del equipo.
En general, todo el mundo se sentía a gusto, nadie estaba allí para juzgar y todos protegíamos a Ana. También me preguntaron si quería actores de cuerpo y dije que no. Tampoco hubo coordinador en las escenas de intimidad, porque yo asumí ese papel. Coreografiamos las escenas de desnudo junto con los actores, lo que creó total confianza.
¿Dónde rodó?...
No quería rodar en un estudio: encontramos una gran mansión privada en Bruselas. Para contar algo tan íntimo necesitaba estar entre paredes antiguas que tuvieran Historia. Necesitaba algo sólido para los actores. También es en las limitaciones -como la disposición de las paredes- donde se formulan las preguntas que hay que hacerse para la producción. Encontramos otras localizaciones magníficas e insólitas que descubrirán los espectadores al ver la película.
¿Qué quería para la música?...
Era increíblemente importante para mí. Quería trabajar en una música original que fuera a la vez moderna, para reflejar el Berlín actual, y lírica. Me gusta el lirismo y esta historia se presta a ello porque estamos en un lugar cerrado donde tienen lugar numerosas escenas, como en el teatro. A veces hay momentos de fantasía, sobre todo en los momentos entre Emma y su amante, interpretado por el magistral Lucas Englander, en el parque y en el fabuloso monumento donde viven su historia de amor.
Contraté a Jack Bartman, un compositor de 33 años de gran talento, que creó sonidos contemporáneos generados por ordenador, y que también trabaja con una orquesta. La elección de la música también era importante para contar la identidad del lugar. Para el lugar de El Carrusel, elegí una música muy fría, de salón, inquietante y difícil de soportar para las mujeres. En La Maison, los sonidos proceden de las mujeres: a veces escuchan la radio o deciden no escuchar nada. Es entonces cuando reina el silencio. En otras palabras, la música es un componente más de la narración de la película.
ENTREVISTA CON ANA GIRARDOT...
¿Cómo llegó al proyecto?...
Corría el rumor de que Anissa Bonnefont estaba trabajando en una adaptación de la novela de Emma Becker y me intrigó. Aunque me advirtieron de que Anissa estaba reuniéndose con muchas actrices, bailarinas y también actores no profesionales para el papel. En cuanto leí el guion, sentí el deseo de interpretar a Emma, incluso sólo desde la escena introductoria que, en aquel momento, era la que tenía lugar entre Emma y su mejor amiga. Era el tipo de personaje que quería interpretar.
Cuanto más leía, más me entusiasmaba el personaje. Quería enfrentarme a ese tipo de personalidad.
En cuanto terminé de leer, pedí una reunión con Anissa para darle mi opinión sobre el guion.
¿Así fue como la conoció?...
Sí. Tomamos el té juntas, y aunque yo estaba desesperada por mostrarle toda la fuerza de carácter de Emma que había en mí, ese día me sentía vulnerable. Pero me hizo una audición, así que me puse en contacto con mi coach de inglés para que trabajara conmigo durante una semana, porque había cinco o seis escenas, cada una de cuatro o cinco páginas. Fue un verdadero reto desde el principio. Aproveché la oportunidad y Anissa me dijo que había conseguido el papel.
¿Conocía el libro de Emma Becker?...
Había leído sus libros ‘Monsieur’ y ‘La Maison’. Este último me impactó mucho. Recuerdo haberme metido en la historia, y con cada capítulo entrar más en la cabeza de Emma y en su mundo. Cuando leí el guion de Anissa tuve una sensación diferente: era una escritura cinematográfica que me hablaba aún más, pero nunca sentí realmente la necesidad de hacer la comparación entre libro y el guion de la película.
¿Qué le interesó del guion?...
Más allá de la condición de ciertas prostitutas y de las diferentes facetas de esta profesión, Anissa quería hablar de la libertad de ser mujer sin vergüenza, mostrando aspectos de la mujer que nunca se muestran en el cine, aunque sean aspectos menos bonitos o morales. Eso es lo que realmente me llamó la atención desde el principio en este guion: que iba a contar la historia de una mujer con sus cualidades y sus defectos.
No está ahí para salvar a nadie, pero se embarca en su aventura de todos modos, porque sí. En general, queremos que el personaje salve a otro, pero la realidad es que las mujeres somos plurales y polifacéticas. Emma está diciendo “tómalo o déjalo”, y eso es lo que quería mostrar en mi interpretación.
¿Tuvo algún momento de duda antes de aceptar el papel?...
Sentí el impulso de comprometerme con la película de Anissa plena y completamente, y sin vacilar.
Pero no fue hasta muy tarde cuando me di cuenta de lo que esto significaba. Anissa y yo teníamos una relación especial y trabajamos juntas durante seis meses en la preparación de la película y el personaje.
¿Cómo preparó su papel?...
Trabajé en la aceptación de mi cuerpo, de mi imagen y de la sensualidad que se podía crear: tenía que aprender a conectar con mi cuerpo para entender el efecto que podía tener en otra persona.
Durante dos meses, trabajé con una bailarina que me enseñó a caminar, a mirar a la gente a los ojos, a controlar mi cuerpo. Durante uno de los primeros ejercicios, tuve que aprender a bailar frente al espejo y experimentar lo que sentía al mirar mi cuerpo. Y rompí a llorar porque había un techo de cristal que me impedía admitir que mi feminidad era poderosa. La bailarina me aseguró que este tipo de reacción era típica a la segunda o tercera sesión con ella. Este fue el principal ejercicio físico porque Emma tiene un profundo conocimiento de su propio poder.
Emma parece definirse por su sinceridad, a menudo desarmante para los demás, por su voluntad de no mentirse a sí misma...
Emma me ha enseñado realmente lo que significa vivir plenamente con uno mismo. Hice un ejercicio muy interesante con Anissa a este respecto: cada frase que pronunciaba terminaba con una especie de petición de validación, como un signo de interrogación. En cambio, Emma termina sus frases con un punto y aparte, que no requiere validación ni aprobación de lo que dice o piensa.
Es totalmente ella misma y está libre de lo que piensen los demás. Fue toda una revelación y un placer interpretar este papel. Cada personaje que interpreto es una aventura humana, psicológicamente muy rica, y siempre sales de un rodaje con algo más.
¿Cómo fue la primera experiencia de Emma en el burdel?...
Puede que Emma y yo hayamos compartido algunas de las mismas emociones, porque la primera escena de burdel que rodamos fue también la de su primera experiencia. Había una mezcla de excitación, de querer desafiar lo prohibido, de miedo, y el deseo, antes de la acción, de decirnos “aquí estamos, vamos a compartir la intimidad de esta mujer”.
Llevábamos seis meses trabajando, lo habíamos planeado todo, y a pesar del miedo a empezar y de que el corazón me latía muy deprisa, ¡me lancé a por todas! ¡De ninguna manera iba a esconderme y no ir por ello!
‘La Maison’ es como una especie de lugar cálido y agradable, familiar…
Sí. Es un lugar cálido y reconfortante para trabajar. Creo que realmente lo era y la descripción que hace Emma en su libro es fiel a la sensación que tenía. Pasé mucho tiempo buscando las razones de su decisión, su camino, su proyecto. En cierto modo, pensé en la adicción. Me decía que se trataba de la adicción de un ser humano. En el caso de Emma, el sexo, y lo que ella busca en las relaciones sexuales, es como una forma de eso, de adicción.
Esta adicción se vive de forma diferente con un amigo, un amante, alguien que te escucha, que no te juzga, que te acompaña y en quien puedes confiar. ‘La Maison’ es un lugar donde Emma puede vivir su adicción de forma totalmente orgánica, un lugar donde lo que a veces piensa que es un defecto, o que va en contra de las normas de la sociedad, es algo bueno. Como mínimo, es un lugar donde no se la juzga. Así que partí de ahí. Esa fue mi tarjeta de visita para la película.
Las relaciones entre las mujeres que trabajan en la casa son sencillas, naturales y sinceras...
Aquel es un mundo en el que estas mujeres se apoyan mutuamente porque se entienden, comprenden las complejas vidas que comparten y hablan entre ellas como hermanas. Las actrices también teníamos esto en común, incluso cuando nos encontrábamos en situaciones inesperadas.
Además hay un paralelismo inesperado entre mi carrera de actriz y la vida de Emma. Al igual que las mujeres de ‘La Maison’, entre actrices casi nunca hablamos de sexo, sino de familia, amor y trabajo.
¿Cómo afrontó las escenas de sexo en el rodaje?...
Fue sorprendentemente suave. Anissa creó rápidamente una burbuja de buen clima en el plató. Al igual que Emma, Anissa estaba totalmente comprometida con su historia y su guion. En cada una de las escenas de sexo, nos guiaba paso a paso, explicándonos el movimiento de la cámara, la coreografía, llegando incluso a adoptar posturas inimaginables para demostrar los gestos. Todo, absolutamente todo, estaba explicado. Había una gran diferencia con las escenas de amor. Y éstas eran sin duda escenas de sexo y no de amor.
Anissa nos hizo sentir cómodos y se hizo cargo de todo lo necesario. En general, si no me explican una escena de sexo como me explican una escena de lucha, me siento muy incómoda. En el caso de Anissa estaba tan segura de su valor que no había nada embarazoso ni oculto. Algunos de los hombres estuvieron desnudos durante dos horas sin ningún pudor y admiré a cada uno de ellos por su inhibición y aceptación de sus cuerpos. Siempre salían del plató agradeciendo al equipo su amabilidad.
¿Qué parte fue más difícil?...
A veces estaba cansada, había días en los que terminaba el rodaje con cinco olores diferentes de piel en el cuerpo, lo que no era necesariamente lo más agradable de experimentar. Pero cada escena de sexo estaba impregnada de la intención que yo tenía: estaba tan metida en el reflejo de Emma que me desprendía de la incomodidad y sólo pensaba en la intención de la escena.
También fue un reto porque a veces había movimientos de cámara y corporales bastante complejos, incluso divertidos, y yo quería entender lo que Anissa intentaba transmitir a través de esa escena.
Así que hubo una verdadera colaboración entre las dos para encontrar la intención de la escena.
¿Qué tipo de directora es Anissa?...
Te acompaña durante todo el viaje, se interesa y quiere conocer la personalidad de los actores.
Organizó comidas y cenas con los demás actores para que pudiéramos tener intimidad desde los primeros días de rodaje.
Está muy comprometida, nunca se rinde. Nunca he visto a nadie tan testarudo, y la admiraba cuando luchaba por conseguir algo para su película. Se permitía, por ejemplo, que le cambiaran un decorado y, al final, tenía razón. Me gustó mucho ver a esta directora llevar a todo el mundo con ella en esta aventura, con mucha alegría. Nunca estuvimos en un plató de tono sombrío. Fue estimulante para todos.
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